miércoles, 8 de enero de 2020

TEMA 207. CRISTO VIVE. CAPÍTULO TERCERO. VOSOTROS SOIS EL AHORA DE DIOS (3). CAPITULO 4. EL GRAN ANUNCIO PARA TODOS LOS JOVENES (1)

Capítulo tercero (3)
Ustedes son el ahora de Dios

Hay salida

103. En este capítulo me detuve a mirar la realidad de los jóvenes en el mundo actual. Algunos otros aspectos aparecerán en los siguientes capítulos. Como ya dije, no pretendo ser exhaustivo con este análisis. Exhorto a las comunidades a realizar con respeto y con seriedad un examen de su propia realidad juvenil más cercana, para poder discernir los caminos pastorales más adecuados. Pero no quiero terminar este capítulo sin dirigir algunas palabras a cada uno.

104. Te recuerdo la buena noticia que nos regaló la mañana de la Resurrección: que en todas las situaciones oscuras o dolorosas que mencionamos hay salida. Por ejemplo, es verdad que el mundo digital puede ponerte ante el riesgo del ensimismamiento, del aislamiento o del placer vacío. Pero no olvides que hay jóvenes que también en estos ámbitos son creativos y a veces geniales. Es lo que hacía el joven venerable Carlos Acutis.

105. Él sabía muy bien que esos mecanismos de la comunicación, de la publicidad y de las redes sociales pueden ser utilizados para volvernos seres adormecidos, dependientes del consumo y de las novedades que podemos comprar, obsesionados por el tiempo libre, encerrados en la negatividad. Pero él fue capaz de usar las nuevas técnicas de comunicación para transmitir el Evangelio, para comunicar valores y belleza.

106. No cayó en la trampa. Veía que muchos jóvenes, aunque parecen distintos, en realidad terminan siendo más de lo mismo, corriendo detrás de lo que les imponen los poderosos a través de los mecanismos de consumo y atontamiento. De ese modo, no dejan brotar los dones que el Señor les ha dado, no le ofrecen a este mundo esas capacidades tan personales y únicas que Dios ha sembrado en cada uno. Así, decía Carlos, ocurre que “todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias”. No permitas que eso te ocurra.

107. No dejes que te roben la esperanza y la alegría, que te narcoticen para utilizarte como esclavo de sus intereses. Atrévete a ser más, porque tu ser importa más que cualquier cosa. No te sirve tener o aparecer. Puedes llegar a ser lo que Dios, tu Creador, sabe que eres, si reconoces que estás llamado a mucho. Invoca al Espíritu Santo y camina con confianza hacia la gran meta: la santidad. Así no serás una fotocopia. Serás plenamente tú mismo.

108. Para eso necesitas reconocer algo fundamental: ser joven no es sólo la búsqueda de placeres pasajeros y de éxitos superficiales. Para que la juventud cumpla la finalidad que tiene en el recorrido de tu vida, debe ser un tiempo de entrega generosa, de ofrenda sincera, de sacrificios que duelen pero que nos vuelven fecundos. Es como decía un gran poeta:

«Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

Si para estar ahora enamorado
que menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado»[61].

109. Si eres joven en edad, pero te sientes débil, cansado o desilusionado, pídele a Jesús que te renueve. Con Él no falta la esperanza. Lo mismo puedes hacer si te sientes sumergido en los vicios, las malas costumbres, el egoísmo o la comodidad enfermiza. Jesús, lleno de vida, quiere ayudarte para que ser joven valga la pena. Así no privarás al mundo de ese aporte que sólo tú puedes hacerle, siendo único e irrepetible como eres.



110. Pero quiero recordarte también que «es muy difícil luchar contra la propia concupiscencia y contra las asechanzas y tentaciones del demonio y del mundo egoísta si estamos aislados. Es tal el bombardeo que nos seduce que, si estamos demasiado solos, fácilmente perdemos el sentido de la realidad, la claridad interior, y sucumbimos»[62]. Esto vale especialmente para los jóvenes, porque ustedes unidos tienen una fuerza admirable. Cuando se entusiasman por una vida comunitaria, son capaces de grandes sacrificios por los demás y por la comunidad. En cambio, el aislamiento los debilita y los expone a los peores males de nuestro tiempo.

Capítulo cuarto
El gran anuncio para todos los jóvenes (1)

111. Más allá de cualquier circunstancia, a todos los jóvenes quiero anunciarles ahora lo más importante, lo primero, eso que nunca se debería callar. Es un anuncio que incluye tres grandes verdades que todos necesitamos escuchar siempre, una y otra vez.

Un Dios que es amor

112. Ante todo quiero decirle a cada uno la primera verdad: “Dios te ama”. Si ya lo escuchaste no importa, te lo quiero recordar: Dios te ama. Nunca lo dudes, más allá de lo que te suceda en la vida. En cualquier circunstancia, eres infinitamente amado.

113. Quizás la experiencia de paternidad que has tenido no sea la mejor, tu padre de la tierra quizás fue lejano y ausente o, por el contrario, dominante y absorbente. O sencillamente no fue el padre que necesitabas. No lo sé. Pero lo que puedo decirte con seguridad es que puedes arrojarte seguro en los brazos de tu Padre divino, de ese Dios que te dio la vida y que te la da a cada momento. Él te sostendrá con firmeza, y al mismo tiempo sentirás que Él respeta hasta el fondo tu libertad.

114. En su Palabra encontramos muchas expresiones de su amor. Es como si Él hubiera buscado distintas maneras de manifestarlo para ver si con alguna de esas palabras podía llegar a tu corazón. Por ejemplo, a veces se presenta como esos padres afectuosos que juegan con sus niños: «Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla» (Os 11,4).

A veces se presenta cargado del amor de esas madres que quieren sinceramente a sus hijos, con un amor entrañable que es incapaz de olvidar o de abandonar: «¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin enternecerse con el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré» (Is 49,15).

Hasta se muestra como un enamorado que llega a tatuarse a la persona amada en la palma de su mano para poder tener su rostro siempre cerca: «Míralo, te llevo tatuado en la palma de mis manos» (Is 49,16).

Otras veces destaca la fuerza y la firmeza de su amor, que no se deja vencer: «Los montes se correrán y las colinas se moverán, pero mi amor no se apartará de tu lado, mi alianza de paz no vacilará»(Is 54,10).

O nos dice que hemos sido esperados desde siempre, porque no aparecimos en este mundo por casualidad. Desde antes que existiéramos éramos un proyecto de su amor: «Yo te amé con un amor eterno; por eso he guardado fidelidad para ti» (Jr 31,3).

O nos hace notar que Él sabe ver nuestra belleza, esa que nadie más puede reconocer: «Eres precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo» (Is 43,4).

O nos lleva a descubrir que su amor no es triste, sino pura alegría que se renueva cuando nos dejamos amar por Él: «Tu Dios está en medio de ti, un poderoso salvador. Él grita de alegría por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo» (So 3,17).

115. Para Él realmente eres valioso, no eres insignificante, le importas, porque eres obra de sus manos. Por eso te presta atención y te recuerda con cariño. Tienes que confiar en el «recuerdo de Dios: su memoria no es un “disco duro” que registra y almacena todos nuestros datos, su memoria es un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal»[63]

No quiere llevar la cuenta de tus errores y, en todo caso, te ayudará a aprender algo también de tus caídas. Porque te ama. Intenta quedarte un momento en silencio dejándote amar por Él. Intenta acallar todas las voces y gritos interiores y quédate un instante en sus brazos de amor.

116. Es un amor «que no aplasta, es un amor que no margina, que no se calla, un amor que no humilla ni avasalla. Es el amor del Señor, un amor de todos los días, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado»[64].

117. Cuando te pide algo o cuando sencillamente permite esos desafíos que te presenta la vida, espera que le des un espacio para poder sacarte adelante, para promoverte, para madurarte. No le molesta que le expreses tus cuestionamientos, lo que le preocupa es que no le hables, que no te abras con sinceridad al diálogo con Él. 

Cuenta la Biblia que Jacob tuvo una pelea con Dios (cf. Gn 32,25-31), y eso no lo apartó del camino del Señor. En realidad, es Él mismo quien nos exhorta: «Vengan y discutamos» (Is 1,18). Su amor es tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo. ¡Finalmente, busca el abrazo de tu Padre del cielo en el rostro amoroso de sus valientes testigos en la tierra!

Notas a pie de página:

[61] Francisco Luis Bernárdez, «Soneto», en Cielo de tierra, Buenos Aires 1937.

[62] Exhort. ap. Gaudete et exsultate (19 marzo 2018), 140.


[64] Discurso en la ceremonia de apertura de la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud en Panamá (24 enero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (25 enero 2019), p. 7.




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