Ustedes son el ahora de Dios
Hay salida
103. En este capítulo me
detuve a mirar la realidad de los jóvenes en el mundo actual. Algunos otros
aspectos aparecerán en los siguientes capítulos. Como ya dije, no pretendo ser
exhaustivo con este análisis. Exhorto a las comunidades a realizar con respeto
y con seriedad un examen de su propia realidad juvenil más cercana, para poder
discernir los caminos pastorales más adecuados. Pero no quiero terminar este
capítulo sin dirigir algunas palabras a cada uno.
104. Te recuerdo la buena
noticia que nos regaló la mañana de la Resurrección: que en todas las
situaciones oscuras o dolorosas que mencionamos hay salida. Por ejemplo, es
verdad que el mundo digital puede ponerte ante el riesgo del ensimismamiento,
del aislamiento o del placer vacío. Pero no olvides que hay jóvenes que también
en estos ámbitos son creativos y a veces geniales. Es lo que hacía el joven
venerable Carlos Acutis.
105. Él sabía muy bien que
esos mecanismos de la comunicación, de la publicidad y de las redes sociales
pueden ser utilizados para volvernos seres adormecidos, dependientes del
consumo y de las novedades que podemos comprar, obsesionados por el tiempo
libre, encerrados en la negatividad. Pero él fue capaz de usar las nuevas
técnicas de comunicación para transmitir el Evangelio, para comunicar valores y
belleza.
106. No cayó en la trampa. Veía que muchos jóvenes, aunque parecen
distintos, en realidad terminan siendo más de lo mismo, corriendo detrás de lo
que les imponen los poderosos a través de los mecanismos de consumo y
atontamiento. De ese modo, no dejan brotar los dones que el Señor les ha dado,
no le ofrecen a este mundo esas capacidades tan personales y únicas que Dios ha
sembrado en cada uno. Así, decía Carlos, ocurre que “todos nacen como
originales, pero muchos mueren como fotocopias”. No permitas que eso te ocurra.
107. No dejes que te roben
la esperanza y la alegría, que te narcoticen para utilizarte como esclavo de
sus intereses. Atrévete a ser más, porque tu ser importa más que cualquier
cosa. No te sirve tener o aparecer. Puedes llegar a ser lo que Dios, tu
Creador, sabe que eres, si reconoces que estás llamado a mucho. Invoca al
Espíritu Santo y camina con confianza hacia la gran meta: la santidad. Así no serás
una fotocopia. Serás plenamente tú mismo.
108. Para eso necesitas
reconocer algo fundamental: ser joven no es sólo la búsqueda de placeres
pasajeros y de éxitos superficiales. Para que la juventud cumpla la finalidad
que tiene en el recorrido de tu vida, debe ser un tiempo de entrega generosa,
de ofrenda sincera, de sacrificios que duelen pero que nos vuelven fecundos. Es
como decía un gran poeta:
«Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,
Si para estar ahora enamorado
que menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado»[61].
109. Si eres joven en edad,
pero te sientes débil, cansado o desilusionado, pídele a Jesús que te renueve.
Con Él no falta la esperanza. Lo mismo puedes hacer si te sientes sumergido en
los vicios, las malas costumbres, el egoísmo o la comodidad enfermiza. Jesús,
lleno de vida, quiere ayudarte para que ser joven valga la pena. Así no
privarás al mundo de ese aporte que sólo tú puedes hacerle, siendo único e
irrepetible como eres.debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,
Si para estar ahora enamorado
que menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado»[61].
110. Pero quiero recordarte
también que «es muy difícil luchar contra la propia concupiscencia y contra las
asechanzas y tentaciones del demonio y del mundo egoísta si estamos aislados.
Es tal el bombardeo que nos seduce que, si estamos demasiado solos, fácilmente
perdemos el sentido de la realidad, la claridad interior, y sucumbimos»[62].
Esto vale especialmente para los jóvenes, porque ustedes unidos tienen una
fuerza admirable. Cuando se entusiasman por una vida comunitaria, son capaces
de grandes sacrificios por los demás y por la comunidad. En cambio, el
aislamiento los debilita y los expone a los peores males de nuestro tiempo.
Capítulo cuarto
Capítulo cuarto
El gran anuncio para todos los jóvenes (1)
111. Más allá de cualquier
circunstancia, a todos los jóvenes quiero anunciarles ahora lo más importante,
lo primero, eso que nunca se debería callar. Es un anuncio que incluye tres
grandes verdades que todos necesitamos escuchar siempre, una y otra vez.
Un Dios que es amor
112. Ante todo quiero
decirle a cada uno la primera verdad: “Dios te ama”. Si ya lo escuchaste no
importa, te lo quiero recordar: Dios te ama. Nunca lo dudes, más allá de lo que
te suceda en la vida. En cualquier circunstancia, eres infinitamente amado.
113. Quizás la experiencia
de paternidad que has tenido no sea la mejor, tu padre de la tierra quizás fue
lejano y ausente o, por el contrario, dominante y absorbente. O sencillamente
no fue el padre que necesitabas. No lo sé. Pero lo que puedo decirte con
seguridad es que puedes arrojarte seguro en los brazos de tu Padre divino, de
ese Dios que te dio la vida y que te la da a cada momento. Él te sostendrá con
firmeza, y al mismo tiempo sentirás que Él respeta hasta el fondo tu libertad.
114. En su Palabra
encontramos muchas expresiones de su amor. Es como si Él hubiera buscado
distintas maneras de manifestarlo para ver si con alguna de esas palabras podía
llegar a tu corazón. Por ejemplo, a veces se presenta como esos padres
afectuosos que juegan con sus niños: «Con cuerdas humanas los atraía, con
lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla» (Os 11,4).
A veces se presenta cargado del amor de esas madres que quieren sinceramente
a sus hijos, con un amor entrañable que es incapaz de olvidar o de abandonar: «¿Acaso
olvida una mujer a su niño de pecho, sin enternecerse con el hijo de sus
entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré» (Is 49,15).
Hasta se muestra como un enamorado que llega a tatuarse a la persona amada
en la palma de su mano para poder tener su rostro siempre cerca: «Míralo,
te llevo tatuado en la palma de mis manos» (Is 49,16).
Otras veces destaca la fuerza y la firmeza de su amor, que no se deja
vencer: «Los montes se correrán y las colinas se moverán, pero mi amor no se
apartará de tu lado, mi alianza de paz no vacilará»(Is 54,10).
O nos dice que hemos sido esperados desde siempre, porque no aparecimos en
este mundo por casualidad. Desde antes que existiéramos éramos un proyecto de
su amor: «Yo te amé con un amor eterno; por eso he guardado fidelidad para
ti» (Jr 31,3).
O nos hace notar que Él sabe ver nuestra belleza, esa que nadie más puede
reconocer: «Eres precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo» (Is 43,4).
O nos lleva a descubrir que su amor no es triste, sino pura alegría que se
renueva cuando nos dejamos amar por Él: «Tu Dios está en medio de ti, un
poderoso salvador. Él grita de alegría por ti, te renueva con su amor, y baila
por ti con gritos de júbilo» (So 3,17).
115. Para Él realmente eres
valioso, no eres insignificante, le importas, porque eres obra de sus manos.
Por eso te presta atención y te recuerda con cariño. Tienes que confiar en el
«recuerdo de Dios: su memoria no es un “disco duro” que registra y almacena
todos nuestros datos, su memoria es un corazón tierno de compasión, que se
regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal»[63].
No
quiere llevar la cuenta de tus errores y, en todo caso, te ayudará a aprender
algo también de tus caídas. Porque te ama. Intenta quedarte un momento en
silencio dejándote amar por Él. Intenta acallar todas las voces y gritos
interiores y quédate un instante en sus brazos de amor.
116. Es un amor «que no
aplasta, es un amor que no margina, que no se calla, un amor que no humilla ni
avasalla. Es el amor del Señor, un amor de todos los días, discreto y
respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta.
Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de
reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de
futuro que de pasado»[64].
117. Cuando te pide algo o
cuando sencillamente permite esos desafíos que te presenta la vida, espera que
le des un espacio para poder sacarte adelante, para promoverte, para madurarte. No le molesta que le expreses tus cuestionamientos, lo que le preocupa es que
no le hables, que no te abras con sinceridad al diálogo con Él.
Cuenta la
Biblia que Jacob tuvo una pelea con Dios (cf. Gn 32,25-31), y
eso no lo apartó del camino del Señor. En realidad, es Él mismo quien nos
exhorta: «Vengan y discutamos» (Is 1,18). Su amor es tan real, tan
verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y
fecundo. ¡Finalmente, busca el abrazo de tu Padre del cielo en el rostro
amoroso de sus valientes testigos en la tierra!
Notas a pie de página:
[63] Homilía en la Santa Misa para la XXXI Jornada Mundial de la
Juventud en Cracovia (31 julio 2016): AAS 108 (2016), 923.
[64] Discurso en la ceremonia de apertura de la XXXIV Jornada
Mundial de la Juventud en Panamá (24 enero 2019): L’Osservatore
Romano, ed. semanal en lengua española (25 enero 2019), p. 7.
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