viernes, 12 de diciembre de 2025

TEMA 326. TESIS 18 (2). FORMULACIÓN DEL MISTERIO TRINITARIO

 TESIS 18 (2)

FORMULACIÓN DEL MISTERIO TRINITARIO

 

1Dios, uno en esencia, es Tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu. 2El Hijo eterno procede del Padre por generación y el Espíritu Santo procede del Padre y el Hijo por espiración, procesiones que instauran relaciones. 3Designamos a los Tres Personas divinas que se constituyen y distinguen por las relaciones. 4Son inseparables en su obrar, pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio, sobre todo en las misiones del Hijo y del Espíritu Santo.

 

1.  Dios en su uniDaD De esenCia

2.  ProCesiones y relaCiones en Dios

2.1 Profundizar en el misterio de fe mediante la analogía

2.2 Procesiones en Dios manteniendo la única sustancia

2.3 La relación en Dios

3.  las Personas DiVinas: PaDre, hiJo y esPíriTu sanTo

3.1 la noción de persona aplicada a Dios

3.2 La persona del Padre

3.3 La persona del Hijo

3.4 La persona del Espíritu Santo

4.  el aCTuar De Dios y las misiones DiVinas

4.1 unidad de la actuación de Dios ad extra

4.2 Las misiones divinas

4.3. La inhabitación de las personas divinas en el alma en gracia

 


ConCilio Xi DE TolEDo, Confesión de fe (7.11.675) DS 525-532

ConCilio  iV DE  lETrán, Constitución Damnamus ergo (30.11.1215) DS 803- 808

ConCilio DE FlorEnCia, Bula Laetentur coeli (6.7.1439) DS 1300-1302

iD., Bula Cantate Domino (4.2.1442) DS 1330-1332 S.Th. I, qq.3-4;10;14;19;22-23;27-43 [27-29;43]

 

3        LAS PERSONAS DIVINAS: PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO

 

3.1 noción de persona aplicada a Dios

La tradición cristiana ha empleado durante siglos el término Persona para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Sin embargo en la modernidad       surgieron una serie de problemas: a) Desde el siglo XIX y la filosofía idealista se     consideraba la persona algo esencialmente finito, distinto del absoluto divino. b) También, las consideraciones de la persona como centro de conciencia impedían  hablar de tres personas en Dios, por no establecer tres centros de conciencia. c) Por otra parte, si la persona es lo individual, no se puede predicar de los Tres, es  indefinible.

 

Sin embargo existen razones más fuertes a favor de su empleo en Trinidad, como el uso continuo por parte de toda la Tradición y el Magisterio, el hecho de que las manifestaciones bíblicas de los Tres son personales, y que no existe una alternativa real a este término.

 

Boecio define la persona como rationalis naturae individua substantia: a) se entiende así que es una realidad del universo extra-mental, subsistente: ejerce el acto de ser por cuenta propia; b) se posee a misma por el conocimiento y amor, con la consiguiente libertad y conciencia. La concepción moderna de persona  acentúa la referencia a la conciencia y a la libertad. Son aspectos importantes, pero no pueden hacer olvidar el sustrato ontológico. Para aplicar la persona a     Dios se elimina su limitación y su finitud. En Dios se dan Tres Personas, pero        una sola sustancia, y un solo centro de conciencia.

 

En realidad la persona como sustancia primera es indefinible, no se trata de un predicado común a varios. Más bien es una designación del ente en el que se realiza la naturaleza racional, no según la forma que es común con otros (naturaleza), ni en la que tiene de propio (individuación) sino en el poseer la          naturaleza común de manera singular, lo cual es común a todos los entes.

 

La Persona divina se entiende, según Santo Tomás, como relación subsistente.  Hay que recordar que la persona es lo que existe de modo incomunicable en         una naturaleza racional. Si aplicamos esto a Dios hay que decir que la persona  divina se constituye en la naturaleza divina por la relación, en cuanto la relación se identifica con la naturaleza divina (el mismo Ser subsistente), es decir, por la relación en cuanto subsistente, y se distingue de las otras Personas por la relación en cuanto relación.

 

Esto nos resulta difícil de comprender, porque no tenemos         experiencia de lo que es una pura relación o una relación subsistente. En los seres        creados que conocemos se trata de sustancias que ulteriormente se relacionan unas con otras, mientras que en este caso la relación misma es subsistente, y subsiste en la esencia divina, distinguiéndose una Persona de otra, pero sin distinguirse ninguna de ellas de la esencia divina.

3.2  La persona del Padre

La teología, siguiendo a la Revelación, considera al Padre como el origen y fuente de la Trinidad. Para designarlo emplea los términos Padre, ingénito y          principio.

 

Algunos, como San Buenaventura, piensan que según nuestro modo de entender, el Padre se constituye por la innascibilidad, considerada como pro piedad absoluta. Santo Tomás, en cambio, afirma que el Padre se constituye por la paternidad. Esta explicación tiene la dificultad de que, según nuestro modo de entender, el Padre debería ser previo a la generación del Hijo. Sin embargo  la generación establece a la vez al Padre y al Hijo. La paternidad, en cuanto subsistente constituye al Padre, y en cuanto relación distingue la Persona del Padre de la del Hijo. Esto no quita importancia a la innascibilidad, que es propiedad           relativa por reducción: no procede de otro.

 

En relación con el problema anterior, algunos afirman que Yahvé en el Antiguo Testamento es simplemente el Padre, Dios personal y concreto. Sin embargo, si el Padre es esencialmente relativo no puede ser conocido sin el Hijo. Habría que            decir que Yahvé es el único Dios, personal, que todavía no ha revelado su triper sonalidad. Es lógico que el Nuevo Testamento atribuya a la Primera Persona lo que el Antiguo Testamento dice de Yahvé, pues esa era la única referencia de los  judíos. Al mismo tiempo, Cristo se atribuía las prerrogativas incomunicables de Yahvé, con lo cual, se revelaba no tanto que Yahvé era el Padre, cuanto que era Padre e Hijo.

3.3  La persona del Hijo

La segunda Persona se nos revela como Hijo unigénito y amado del Padre, constituido por su filiación, que también se puede entender como amor filial.

 

Por su procesión también se le designa como Verbo, pues en el entender divino, común a las Tres Personas, procede como el verbo mental, y por eso se le considera como la expresión del conocimiento de Dios: el conocimiento es         común a los Tres, pero la dicción de un Verbo es lo que distingue al Padre del Hijo. Asimismo se le designa como Imagen del Padre. Su función en la Trinidad  económica (es decir, la Trinidad en la obra de la Salvación) está relacionada con su carácter de Hijo y Verbo en la Trinidad inmanente (es decir, las Personas divinas        en mismas).

3.4  La persona del Espíritu Santo

La Revelación de la Tercera Persona, el Espíritu Santo, es discreta y oculta, aunque consta de manera suficiente su divinidad y distinción. En la elaboración teológica se afirma que procede del Padre y del Hijo, porque de otro modo no  se distinguiría del Hijo, ya que la distinción en Dios se da sólo por la oposición relativa. La formulación propia de la teología griega señalaba el origen del Espíritu sólo en el Padre, lo cual es correcto si se entiende como origen último, pero también hay que decir que el Hijo interviene en la procesión del Espíritu, que es lo que los latinos querían expresar con el añadido del Filioque; según el modo de plantearlo de los griegos, al subrayar el origen último en el Padre, se           podría decir que el Espíritu procede del Padre mediante el Hijo.

 

El Espíritu Santo procede como el amor mutuo entre Padre e Hijo, aunque        ese amor no es distinto del amor divino de Dios a mismo, solo que ejercido  por el Padre y el Hijo. El Padre y el Hijo son, pues, un solo principio, un solo Spirator, aunque son duo Spirantes del Espíritu.

 

El Espíritu es el amor personificado, de modo análogo a como el Hijo es la            sabiduría personificada: el Espíritu procede como amor, como término inmanente del amor, que es común a las Tres Personas, aunque sólo el Espíritu es  espirado, y así se distinguen los que lo espiran del Espíritu Espirado.

 

4        EL ACTUAR DE DIOS Y LAS MISIONES DIVINAS

 

4.1  unidad de la actuación de Dios ad extra

Así como la esencia divina es una, también lo es la acción de la Trinidad ad extra. Esto no es una mera deducción especulativa, sino que está atestiguado por           la Tradición.

 

Se trata de Tres principios distintos entre de una acción única e indivisa,  pues igual que el ser divino se identifica con las Personas, también su acción. De  ahí que cada Persona realice la acción común según su realidad personal.

 

La creación o procesión de las criaturas ad extra es como una prolongación  libre de las procesiones intradivinas, pues la creación se realiza con entendi miento y voluntad. Aunque la sola razón no pueda llegar al misterio trinitario  desde las criaturas, sí se encuentra en las mismas un vestigio de la Trinidad, que  permitirá un lenguaje sobre dicho misterio.

 

Aunque se da esta unidad de actuación, en la Sagrada Escritura, los símbolos  de la fe, la liturgia y la Tradición aparecen una serie de atributos divinos, obras específicas, etc asignados a una determinada Persona ¿Quiere decir esto que estas            obras y atributos son algo propio y distinto de cada Persona? El problema de          responder afirmativamente a la cuestión anterior es que entonces resultaría que las otras Personas divinas, por ejemplo, no tendrían la potencia, o la sabiduría.

 

Dado que los conceptos de que nos servimos para conocer a Dios se refieren a los            atributos esenciales, que son comunes a las Tres Personas, a la hora de designar a  una de las Personas no tenemos más remedio que apropiarlos, es decir, aplicarlos             a una Persona en su singularidad. Los conceptos que designan la potencia, se  caracterizan por indicar la fuente de la creación y de la vida, y se atribuyen al  Padre, a causa de la semejanza misteriosa que se da entre esta característica de ser fuente de vida, que es realmente común a los Tres, y el carácter personal del Padre de ser el principio de las otras Personas.

4.2  Las misiones divinas

La misión es la manifestación de una Persona divina de manera distinta en la obra de la Salvación. Supone que la Persona enviada tiene su origen o procede de       quien la envía y una presencia especial de la Persona enviada en aquellos a los que  se envía. Esta presencia se da por el conocimiento y amor derivado de la gracia. La misión no supone subordinación del enviado respecto al que envía, ni cambio  local o de otro tipo en el enviado.

 

La misión visible del Hijo es la Encarnación. Antes de ser enviado de manera          invisible a cada hombre era preciso que revelara y manifestara el misterio de Dios, pues sin Revelación no hay fe, y sin fe no hay misión invisible. Este carácter de Revelación de la misión visible del Hijo explica que fuera Él quien se encarnara, y no otra Persona divina, aunque, en cuanto a la estructura ontológica de la Encarnación, cualquier Persona divina, que es relación subsistente, se podría  haber encarnado. La misión del Hijo se continúa en la inhabitación o misión          invisible y por la presencia eucarística.

 

La misión del Espíritu no se limita a su envío invisible a cada creyente, sino que está precedida por una serie de signos visibles, que fueron determinantes en la constitución de la Iglesia: Resurrección de Cristo y Pentecostés; por ello la  misión del Espíritu está íntimamente ligada a la de Cristo. Aunque no se pueda decir que la santificación del creyente venga por una unión de tipo hipostático        con el Espíritu, se da por la gracia una especial asimilación con el Espíritu que se podría llamar unión personal, intencional y afectiva con el mismo.


4.3.  La inhabitación de las personas divinas en el alma en gracia

 

La inhabitación es la presencia y posesión por parte del alma en gracia de  las Personas divinas en su distinción. Se encuadra en el marco de las misiones            invisibles y la presencia de las Personas divinas no se produce por cambio local (pues la distancia es ontológica, no espacial), sino por una nueva relación por  parte de la criatura.

 

Para santo Tomás se trata de una presencia de las Personas divinas en el alma           en cuanto que son objeto de un conocimiento y amor de tipo místico y sobrenatural, que es realmente una experiencia, y un como contacto experimental. Se conoce y ama al mismo Dios, aunque todavía bajo el velo de la fe. Una explicación de este tipo la encontramos en la Mystici Corporis de Pío XII (DS 3331). La          máxima inhabitación se dará, lógicamente, en la visión beatífica, de manera que la Trinidad será nuestro cielo (CEC 260).