LA PERFECTA CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO
4.
Solicitud de María para con sus fieles servidores
1o
María los ama
202 Ella los ama con ternura, con
mayor ternura que todas las madres juntas. Reúnan, si pueden, todo el amor
natural que todas las madres del mundo tienen a sus hijos, en el corazón de una
sola madre hacia su hijo único: ciertamente, esta madre amaría mucho a ese
hijo. María, sin embargo, ama en verdad más tiernamente a sus hijos de cuanto
esta madre amaría al suyo. Los ama no sólo con afecto, sino con eficacia. Con
amor afectivo y efectivo, como el de Rebeca para con Jacob y aún mucho más.
Veamos lo que esta bondadosa Madre -de quien Rebeca no fue más que una figura-
hace a fin de obtener para sus hijos la bendición del Padre celestial:
203 1- Espía, como Rebeca, las
oportunidades para hacerles el bien, para engrandecerlos y enriquecerlos. Dado
que ve claramente en la luz de Dios todos los bienes y males, la fortuna
próspera o adversa, las bendiciones y maldiciones divinas, dispone de lejos las
cosas para liberar a sus servidores de toda clase de males y colmarlos de toda
suerte de bienes; de modo que, si se tiene que realizar ante Dios alguna
empresa por la fidelidad de una creatura a un cargo importante, es seguro que
María procurará que esta empresa se encomiende a alguno de sus queridos hijos y
servidores y le dará la gracia necesaria para llevarla a feliz término. “Ella
gestiona nuestros asuntos”, dice un santo (144) .
204 2- Les da buenos consejos, como
Rebeca a Jacob: Hijo mío, escucha lo que te digo (Gén 27,8, Vulgata). Sigue mis
consejos. Y entre otras cosas, les inspira que le lleven dos cabritos, es
decir, su cuerpo y su alma, y se lo consagren, para aderezar con ellos un
manjar agradable a Dios. Les aconseja también que cumplan cuanto Jesucristo, su
Hijo, enseñó con sus palabras y ejemplos. Y si no les da por sí misma estos
consejos, se vale para ello del ministerio de los ángeles, los cuales jamás se
sienten tan honrados ni experimentan mayor placer que cuando obedecen alguna de
sus órdenes de bajar a la tierra a socorrer a alguno de sus servidores.
205 3- Y ¿qué hace esta tierna Madre
cuando le entregas y consagras cuerpo y alma y cuanto de ellos depende sin
excepción alguna? Lo que hizo Rebeca en otro tiempo con los cabritos que le
llevó Jacob: 1. los mata y hace morir a la vida del viejo Adán; 2. los desuella
y despoja de su piel natural, de sus inclinaciones torcidas, del egoísmo y
voluntad propia y del apego a las creaturas; 3. los purifica de toda suciedad y
mancha de pecado; 4. los adereza al gusto de Dios y a su mayor gloria. Y como
sólo Ella conoce perfectamente en cada caso el gusto divino y la mayor gloria
del Altísimo, sólo Ella puede, sin equivocarse, condimentar y aderezar nuestro
cuerpo y alma a este gusto infinitamente exquisito y a esta gloria divinamente
oculta.
206 4- Luego que esta bondadosa
Madre recibe la ofrenda perfecta que le hemos hecho de nosotros mismos y de
nuestros propios méritos y satisfacciones -por la devoción de que hemos
hablado-, nos despoja de nuestros antiguos vestidos, nos engalana y hace dignos
de comparecer ante el Padre del cielo:
1. nos reviste con los vestidos limpios, nuevos, preciosos y perfumados de Esaú, el primogénito, es decir, de Jesucristo, su Hijo, los cuales guarda Ella en casa, o sea, tiene en su poder, ya que es la tesorera y dispensadora universal y eterna de las virtudes y méritos de su Hijo Jesucristo. Virtudes y méritos que Ella concede y comunica a quien quiere, cuando quiere, como quiere y cuanto quiere, como ya hemos dicho (145) ;
2. cubre el cuello y las manos de sus servidores con las pieles de los cabritos muertos y desollados, es decir, los engalana con los méritos y el valor de sus propias acciones. Mata y mortifica, en efecto, todo lo imperfecto e impuro que hay en sus personas, pero no pierde ni disipa todo el bien que la gracia ha realizado en ellos, sino que lo guarda y aumenta, para hacer con ellos el ornato y fuerza de su cuello y de sus manos, es decir, para fortalecerlos a fin de que puedan llevar sobre su cuello el yugo del Señor y realizar grandes cosas para la gloria de Dios y la salvación de sus pobres hermanos;
3. comunica perfume y gracia nuevos a sus vestidos y adornos revistiéndolos con sus propias vestiduras, esto es, con sus méritos y virtudes, que al morir les legó en su testamento -como dice una santa religiosa del último siglo muerta en olor de santidad, y que lo supo por revelación-. De modo que todos los de su casa -sus servidores y esclavos llevan doble vestidura: la de su Hijo y la de Ella (ver Prov 31,21). Por ello, no tienen que temer el frío de Jesucristo, blanco como la nieve. Mientras que los réprobos, enteramente desnudos y despojados de los méritos de Jesucristo y de su Madre santísima, no podrán soportarlo.
207 5- Ella, finalmente, les
obtiene la bendición del Padre celestial, por más que, no siendo ellos sino
hijos menores y adoptivos, no deberían, naturalmente, tenerla. Con estos
vestidos nuevos, de alto precio y agradabilísimo olor, y con cuerpo y alma bien
preparados, se acercan confiados al lecho del Padre celestial. Él oye y
distingue su voz, que es la del pecador; toca sus manos, cubiertas de pieles;
percibe el perfume de sus vestidos; come con regocijo de lo que María, Madre de
ellos, le ha preparado, y reconociendo en ellos los méritos y el buen olor de
Jesucristo y de su santísima Madre:
1. les da su doble bendición: bendición del rocío del cielo (Gén 27,28), es decir, de la gracia divina, que es semilla de gloria: Nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales (Ef 1,3); y bendición de la fertilidad de la tierra (Gén 27,28), es decir, que este buen Padre les da el pan de cada día y suficiente cantidad de bienes de este mundo;
2. les constituye señores de sus otros hermanos, los réprobos. Lo cual no quiere decir que esta primacía sea siempre evidente en este mundo –que pasa en un instante (ver 1Cor 7,29-31) y al que frecuentemente dominan los réprobos: Todos esos malhechores son insolentes y altaneros; ¡son unos fanfarrones! (Sal 94 [93],3-4). Vi a un malvado que se jactaba, que prosperaba como cedro frondoso (Sal 36 [35],35)–, pero que es real, y aparecerá cuando los justos –como dice el Espíritu Santo– gobernarán naciones, someterán pueblos (Sab 3,8);
3. el Señor, no contento con bendecirlos en sus personas y bienes, bendice también a cuantos los bendigan y maldice a cuantos los maldigan y persigan.
2o
María los alimenta
3o
María los conduce
4o
María los defiende y protege
5o
María intercede por ellos
212 María además, después de haber
colmado de favores a sus hijos y fieles servidores y de haberles alcanzado la
bendición del Padre celestial y la unión con Jesucristo, los conserva en
Jesucristo, y a Jesucristo en ellos. Los protege y vigila siempre, no sea que
pierdan la gracia de Dios y caigan de nuevo en los lazos del enemigo. Ella
conserva a los santos en su plenitud y les ayuda a perseverar en ella, según
hemos visto (152) .
145 SAN BERNARDINO DE SIENA; ver VD 25.141; SM 10.
146 Ver VD 134.
147 Ver VD 167.
148 Ver VD 174.
149 Ver VD 50.
150 Ver LG 62.
151 Ver VD 152-168.
152 Ver VD 152-168.