viernes, 18 de marzo de 2011

TEMA 31. EL DOLOR Y LA UNCION DE LOS ENFERMOS (I)

EXPOSICIÓN: (párrafos extraidos de la encíclica “Salvificis Doloris” de JUAN PABLO II)

EL SUFRIMIENTO
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El hombre sufre de modos diversos, no siempre considerados por la medicina, ni siquiera en sus más avanzadas ramificaciones. El sufrimiento es algo todavía más amplio que la enfermedad, más complejo y a la vez aún más profundamente enraizado en la humanidad misma.

Una cierta idea de este problema nos viene de la distinción entre sufrimiento físico y sufrimiento moral; el sufrimiento físico se da cuando de cualquier manera « duele el cuerpo », mientras que el sufrimiento moral es « dolor del alma ».

Dentro de cada sufrimiento experimentado por el hombre, y también en lo profundo del mundo del sufrimiento, aparece inevitablemente la pregunta: ¿por qué?. Es una pregunta acerca de la causa, la razón; y una pregunta acerca de la finalidad ¿para qué?, en definitiva, acerca del sentido.

Obviamente el dolor, sobre todo el físico, está ampliamente difundido en el mundo de los animales. Pero solamente el hombre, cuando sufre, sabe que sufre y se pregunta por qué; y sufre de manera humanamente aún más profunda, si no encuentra una respuesta satisfactoria.

Esta es una pregunta difícil, como lo es otra, muy afín, es decir, la que se refiere al mal: ¿Por qué el mal? ¿Por qué el mal en el mundo? Cuando ponemos la pregunta de esta manera, hacemos siempre, al menos en cierta medida, una pregunta también sobre el sufrimiento.



EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO


Y es bien sabido que en la línea de esta pregunta se llega no sólo a múltiples frustraciones y conflictos en la relación del hombre con Dios, sino que sucede incluso que se llega a la negación misma de Dios.

El sufrimiento tiene carácter de prueba. El sufrimiento debe servir para la conversión, es decir, para la reconstrucción del bien en el sujeto, que puede reconocer la misericordia divina en esta llamada a la penitencia. La penitencia tiene como finalidad superar el mal, que bajo diversas formas está latente en el hombre, y consolidar el bien tanto en uno mismo como en su relación con los demás y, sobre todo, con Dios.

Para hallar el sentido profundo del sufrimiento hay que acoger la luz de la Revelación, no sólo en cuanto expresa el orden transcendente de la justicia, sino en cuanto ilumina este orden con el Amor como fuente definitiva de todo lo que existe. El Amor es también la fuente más plena de la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta respuesta ha sido dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo.

CRISTO Y EL SUFRIMIENTO

En su actividad mesiánica en medio de Israel, Cristo se acercó incesantemente al mundo del sufrimiento humano. «Pasó haciendo bien », y este obrar suyo se dirigía, ante todo, a los enfermos y a quienes esperaban ayuda. Curaba los enfermos, consolaba a los afligidos, alimentaba a los hambrientos, liberaba a los hombres de la sordera, de la ceguera, de la lepra, del demonio y de diversas disminuciones físicas; tres veces devolvió la vida a los muertos. Era sensible a todo sufrimiento humano, tanto al del cuerpo como al del alma.

Cristo va hacia su pasión y muerte con toda la conciencia de la misión que ha de realizar de este modo. Precisamente por medio de este sufrimiento suyo hace posible « que eI hombre no muera, sino que tenga la vida eterna ». Precisamente por medio de su cruz debe tocar las raíces del mal, plantadas en la historia del hombre y en las almas humanas. Precisamente por medio de su cruz debe cumplir la obra de la salvación. Esta obra, en el designio del amor eterno, tiene un carácter redentor.


Cristo sufre voluntariamente y sufre inocentemente. Cristo da la respuesta al interrogante sobre el sufrimiento y sobre el sentido del mismo, no sólo con sus enseñanzas, es decir, con la Buena Nueva, sino ante todo con su propio sufrimiento, el cual está integrado de una manera orgánica e indisoluble con las enseñanzas de la Buena Nueva. Esta es la palabra última y sintetica de esta enseñanza: « la doctrina de la Cruz », como dirá un día San Pablo.

El sufrimiento humano ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva. En ella debemos plantearnos también el interrogante sobre el sentido del sufrimiento, y leer hasta el final la respuesta a tal interrogante.

LA CRUZ NOS HACE PARTÍCIPES DE LA REDENCIÓN

El Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a participar en ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido.


Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo. La cruz de Cristo arroja de modo muy penetrante luz salvífica sobre la vida del hombre y, concretamente, sobre su sufrimiento, porque mediante la fe lo alcanza junto con la resurrección: el misterio de la pasión está incluido en el misterio pascual.

El sufrimiento, en efecto, es siempre una prueba —a veces una prueba bastante dura—, a la que es sometida la humanidad. En el sufrimiento está como contenida una particular llamada a la virtud, que el hombre debe ejercitar por su parte. Esta es la virtud de la perseverancia al soportar lo que molesta y hace daño.

Haciendo esto, el hombre hace brotar la esperanza, que mantiene en él la convicción de que el sufrimiento no prevalecerá sobre él, no lo privará de su propia dignidad unida a la conciencia del sentido de la vida.

Y así, este sentido se manifiesta junto con la acción del amor de Dios, que es el don supremo del Espíritu Santo. A medida que participa de este amor, el hombre se encuentra hasta el fondo en el sufrimiento: reencuentra « el alma », que le parecía haber « perdido » a causa del sufrimiento.
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Ante el hermano o la hermana que sufren, Cristo abre y despliega gradualmente los horizontes del Reino de Dios, de un mundo convertido al Creador, de un mundo liberado del pecado, que se está edificando sobre el poder salvífico del amor. Y, de una forma lenta pero eficaz, Cristo introduce en este mundo, en este Reino del Padre al hombre que sufre, en cierto modo a través de lo íntimo de su sufrimiento.

Cristo, mediante su propio sufrimiento salvífico, se encuentra muy dentro de todo sufrimiento humano, y puede actuar desde el interior del mismo con el poder de su Espíritu de Verdad, de su Espíritu Consolador.

Se puede sin embargo decir que casi siempre cada uno entra en el sufrimiento con una protesta típicamente humana y con la pregunta del « por qué ». Cristo no responde directamente ni en abstracto a esta pregunta humana sobre el sentido del sufrimiento.
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El hombre percibe su respuesta salvífica a medida que él mismo se convierte en partícipe de los sufrimientos de Cristo. A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. Entonces el hombre encuentra en su sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual.
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PARA REFLEXIONAR:
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¿Qué sentido doy a mi sufrimiento?....
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¿Y al sufrimiento de los que tengo a mi lado?.....
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¿Tomo mi cruz como una prueba?...
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¿Uno mi cruz al sufrimiento redentor de Cristo?.....

Os invito a participar con vuestras reflexiones, vivencias o testimonios que seguro nos enriquecerán a todos
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jueves, 3 de marzo de 2011

TEMA 30. EL PERDON Y EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN (II)

EXPOSICIÓN: (Catecismo 1425-1470)

LA CONVERSIÓN

Jesús llama a la conversión: "Se ha cumplido el tiempo, y está cerca el Reino de Dios, convertíos y creed en la buena nueva". Por la fe en la Buena Nueva y por el bautismo se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.

La llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos después del bautismo. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida, porque el bautismo no ha suprimido la fragilidad la debilidad humana, ni la inclinación al pecado. Llevamos la vida nueva "en vasos de barro".

DIOS NOS ASISTE CON SU GRACIA

En esta tarea, no estamos solos, nos asiste la gracia de Dios y su misericordia que atrae a los corazones afligidos y les ayuda a ponerse en camino y volver a la casa del Padre. La segunda conversión, además de ser un acto personal, también tiene una dimensión comunitaria. El Señor llama a su Iglesia a la conversión: "En la Iglesia hay el agua y las lágrimas: el agua del bautismo y las lágrimas de la penitencia" (San Ambrosio).

EL PROCESO DEL PERDÓN

Un camino que requiere de nuestra voluntad, del uso de nuestra libertad ... y de la misericordia de Dios. Siguiendo la parábola del hijo pródigo: (L 15, 11-31)

- El pecado del hijo pequeño: "Malversó su patrimonio en una vida de desenfreno". Libertad ilusoria, abandono de la casa paterna, miseria extrema, humillación profunda ....

- El examen de conciencia: Reflexionando se dijo a sí mismo ...... reflexión sobre los bienes perdidos .. - El arrepentimiento: "ya no merezco llamarme hijo tuyo "....

- El propósito: "Me pondré en camino adonde está mi padre" (el camino de retorno) - La petición de perdón: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti ...."

- La reconciliación: su padre lo vio venir ... se le echó al cuello y le besó .. Festejémoslo con un banquete ....


SOLO DIOS PUEDE PERDONAR LOS PECADOS

Porque Jesús es el Hijo de Dios afirma de sí mismo: "El hijo del Hombre tiene potestad en la tierra de perdonar los pecados" (Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: "tus pecados te son perdonados" ( Lc 7,48).

CRISTO HA CONFIADO A LA IGLESIA EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN

Cristo ha confiado a su Iglesia que sea el signo y el instrumento del perdón y la reconciliación que Él ha ganado con el precio de su Sangre y le ha confiado el ejercicio del poder de absolución a través del ministerio apostólico.

El apóstol es enviado "en nombre de Cristo" y "es Dios mismo" quien, a través de él, exhorta y suplica: "reconciliaos con Dios". "Te daré las llaves del Reino de los cielos, y lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en el cielo" (Mt 16,19).

Al igual que Jesús perdona los pecados y reintegra a los pecadores al Pueblo de Dios, el Señor da a los apóstoles la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios.

EL SACRAMENTO DEL PERDÓN

Cristo ha instituido el sacramento de la penitencia para todos los miembros pecadores de su Iglesia, sobre todo para los que, después del Bautismo han caído en pecado grave y así han perdido la gracia bautismal y han herido la comunión eclesial.

Los Padres de la Iglesia presentan este sacramento como "la segunda tabla de salvación después del naufragio que es la pérdida de la gracia". Ofrece la posibilidad de convertirse y de reencontrar la gracia de la justificación.

FORMAS DEL SACRAMENTO

A lo largo de los siglos, la forma concreta en la que se ha ejercido este poder recibido del Señor ha variado mucho. En los primeros siglos, la reconciliación de los que habían cometido pecados graves estaba ligada a una disciplina muy rigurosa y una penitencia pública que podía durar años.

En el siglo VII, inspirada en la tradición monástica de Oriente se introdujo la práctica privada de la penitencia. Desde entonces se realiza el sacramento de una manera más secreta entre penitente y sacerdote. Al tiempo que abre la posibilidad de la reiteración y se abra el camino de una frecuentación regular de este sacramento.
ESTRUCTURA DEL SACRAMENTO

Por la parte del penitente que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo intervienen los siguientes elementos:

- La contrición. Es un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no pecar nunca más y nos dispone a obtener el perdón en el sacramento de la reconciliación. Conviene preparar la recepción del sacramento con un examen de conciencia hecho a la luz de la palabra de Dios.

- La confesión de los pecados. Incluso desde un punto de vista humano la confesión de los pecados nos libera y facilita la reconciliación con los demás. La persona mira cara a cara sus pecados y los confiesa al sacerdote enumerando todos los pecados de que tenga conciencia, sin esconder nada venciendo la vergüenza. Es Dios que nos perdona!. El mandamiento de la Iglesia es que al menos una vez al año se confiesen los pecados (por pascua).

- La satisfacción. Muchos pecados causan perjuicio al prójimo, hay que hacer lo posible para repararlo. (robos, calumnias, injusticias). Además para recobrar la salud espiritual debilitada por el pecado, el pecador debe expiar sus culpas. Esta satisfacción se llama penitencia. El confesor impone una penitencia teniendo en cuenta la situación personal del pecador, puede ser una ofrenda, una oración, una obra de misericordia, un servicio al prójimo, un sacrificio, incluso la aceptación de la Cruz que debemos llevar.

Por la otra parte, la acción de Dios por la intervención de la Iglesia. La Iglesia, por medio del obispo y sus sacerdotes, da en nombre de Jesucristo el perdón de los pecados y fija la modalidad de la satisfacción, ora también por el pecador y hace penitencia con él.

Dada la delicadeza y la dignidad de este ministerio y el respeto debido a las personas, la Iglesia declara que todo sacerdote que oyen confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto en cuanto a los pecados que los penitentes le han confesado; se llama "el secreto de confesión ".

EFECTOS DEL SACRAMENTO

El sacramento de la penitencia nos restablece en la gracia de Dios y nos une a Él en una suprema amistad. Aquellos que reciben este sacramento con el corazón contrito y una buena disposición religiosa reciben como fruto la paz interior, la tranquilidad de conciencia, acompañadas de un gran consuelo espiritual.

El sacramento de la reconciliación restituye la dignidad y los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más preciado de los cuales es la amistad de Dios. Es una verdadera "resurrección espiritual".

PARA REFLEXIONAR:

El sacramento de la penitencia es un buen termómetro de la vida espiritual. Ayuda en el combate espiritual, da fuerzas y hace avanzar en el camino de la salvación .... ¿Lo frecuentamos ?....
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Os invito a participar con vuestros comentarios, vivencias o pensamientos que os haya sugerido el tema.
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