TEMA
309. TESIS 19
CREACIÓN
Y PROVIDENCIA DE DIOS (2)
1El único Dios,
vivo y verdadero, creó de la nada,
por su omnipotente virtud y libérrima
decisión, para manifestar su gloria, que brilla especialmente en el Hijo encarnado,
todo el mundo,
2lo invisible, esto es, los ángeles y lo visible.
3Todo lo gobierna con su
providencia, que trasciende las causas segundas sin sustituirlas, y aunque permite el mal es capaz de obtener
bienes por caminos que con frecuencia no alcanzamos a comprender.
1. la Creación a partir de la nada
1.1
El dogma de la creación
1.2
El universo hecho por Dios a partir de la nada
1.3 Dios causa ejemplar del universo
1.4
El universo y la manifestación de la gloria
de Dios
2. Creación invisible y Creación
visible
2.1
La existencia de ángeles como dogma de fe
2.2
Naturaleza y operaciones de los ángeles
2.3
Origen y actuación de ángeles
y demonios
2.4
El mundo material y sus características principales
3. Providencia Divina y permisión del mal
3.1
Conservación, providencia y predestinación
3.2
El mundo material bajo el gobierno divino
3.3
La permisión del mal
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CEC 279-354;
Compendio 51-65
ConCilio iV DE lETrán, Constitución Firmiter (30.11.1215)
DS 800
ConCilio VaTiCano i,
Constitución Dei Filius (6.VII.1870)
cap. 1 DS 3001- 3003; 3021-3025.
S.Th. I, qq.44-74 [44,45,50,65]
3. PROVIDENCIA DIVINA Y PERMISIÓN DEL MAL
3.1 Conservación, providencia y predestinación
La acción
creadora que dio lugar al mundo se continúa de manera indefinida en la conservación. Estas dos acciones, evidentemente, desde el punto de vista de Dios son una sola y única acción, pero para que nosotros la entendamos, debemos dividirla en esos dos aspectos.
Como indica santo Tomás, no es oportuno decir que cuando aparece
una nueva criatura
hay creación, ya que la creación supone
esa relación de la criatura
con el creador (que siempre
se da), pero con el
carácter de novedad y de comienzo (que no se da cuando una criatura surge a partir de otra).
La providencia
divina es la razón del orden de las cosas a sus fines, que preexiste en la mente divina; supone
la sabiduría y prudencia de Dios, así como la ley eterna
y la ley natural (estas distinciones se dan en nuestra razón,
pues en Dios se identifican). La providencia preexiste eternamente en la mente de Dios, mientras
que el gobierno divino
se realiza en el tiempo.
Para hablar
de la providencia divina es necesario recordar
que Dios conoce
las acciones libres de los hombres,
sin que por eso elimine
su lbertad. Nos encontramos
ante un misterio en el sentido estricto del término. Se han dado diversas explicaciones teológicas a lo largo de la
historia y fueron muy famosas en este sentido
las controversias sobre la libertad y la gracia.
Los tomistas
acentuaban la trascendencia de la acción divina sobre las criaturas,
de modo que Dios mueve a
las criaturas en todas sus acciones sin eliminar su libertad, y por lo tanto
Dios conoce las acciones futuras
de las criaturas en dicha moción, que siempre es correspondiente
a la naturaleza de lo movido. Los molinistas, en cambio, afirmaban que la explicación anterior elimina de
hecho la libertad del hombre y proponen una ciencia media
de Dios, por la que conoce lo que haría un libre
albedrío en toda circunstancia posible, y decide
una circunstancia en concreto, con lo cual ya sabe lo que hará tal libertad. El
problema es que la libertad parece determinada
por las circunstancias y la ciencia
de Dios se presenta como dependiente de la criatura.
La cuestión de fondo era la definición de libertad.
Los tomistas,
acentuando la trascendencia divina (Dios trasciende el ser creado con sus
diferencias de libre y necesario)
afirman que Dios puede mover sin violentar la libertad; los molinistas piensan que si Dios interviene en la criatura
esta pierde su libertad. No podemos
olvidar que nos encontramos ante un misterio en sentido estricto, pues somos incapaces de entender la actuación infinita de Dios sobre las criaturas.
La
predestinación es la presciencia y preparación de los beneficios de Dios con los que ciertísimamente se salvan
todos los que se salvan (S. Agustín) o el plan
de transmisión de la criatura racional al fin de la vida eterna, que preexiste en la mente
divina. Dios quiere
que todos los hombres se salven, y así, los que se salvan lo hacen por la gracia
de Dios, y los que se condenan
por culpa propia,
sin que haya predestinación al mal de la culpa.
Se han dado diversos
intentos de explicar
la predestinación en el marco de las discusiones
sobre la eficacia de la gracia y la libertad humana. Algunos han explicado
la gratuidad de la predestinación situándola antes de la previsión de los méritos
(tomistas, congruistas) y otros (molinistas puros) han preferido hablar de predestinación post praevisa
merita. La contemplación de la suprema
trascendencia de
Dios hace absurdos argumentos del tipo: Si yo estoy predestinado, haga lo
que haga me salvaré; o si está de Dios que apruebe el examen, estudie o no estudie lo aprobaré.
Son razonamientos falaces que confunden la intención de Dios,
en un plano trascendente con la ejecución libre por parte de la criatura, en
el plano creado. El que no podamos
comprender el misterio
no equivale a hacer afirmaciones absurdas. La predestinación
de Dios contempla toda la vida del hombre,
acciones libres
incluidas, no es una decisión
como puede ser una decisión humana temporal y
limitada.
Esto debe
llevar a hablar con mucho cuidado y
discreción del tema de la predestinación (cf. CEC 600), cuestión de la que trataron algunos sínodos del periodo
carolingio (DS 621-634). En cualquier caso
siempre permanece el misterio de porqué Dios permite el mal, pues lo que más nos llama la atención es que algunas
criaturas puedan quedar privadas de su bienaventuranza para siempre.
3.2 El mundo material bajo el gobierno
divino
La providencia está en Dios
mismo, y de manera inmediata, pero en su realización o gobierno del mundo Dios emplea causas
intermedias, las causas segundas, de
manera que Dios es fuente de la bondad y hace así que unas cosas gobiernen a otras.
Los milagros
son actuaciones de Dios sobre la naturaleza, en las cuales no se respeta
el orden de las causas
segundas. Esto lo puede realizar
Dios conforme a un
designio suyo. La actuación de los ángeles en sentido propio no es un milagro,
pues en sus posibilidades entra el intervenir en la naturaleza.
La oposición
a la posibilidad misma de los milagros
aparece cuando se entienden las leyes de la naturaleza como un conjunto absoluto y auto-consistente que no admite la más mínima
excepción, ya que una excepción sería algo en sí mismo contradictorio. Evidentemente este planteamiento responde
a la visión de la naturaleza típica de la Ilustración y del
mecanicismo determinista criticada hoy incluso
por los mismos científicos.
3.3
La permisión del mal
La presencia del mal en el mundo
suscita interrogantes al hablar de Dios. El mal se ha de considerar como una privación de bien. El mal no es algo subsistente,
sino que afecta a un sujeto ya constituido. El sujeto en cuanto tal es bueno, pero la privación de algo le hace malo,
al menos, en ese aspecto.
Se da una cierta gradación en el mal. El mal absoluto es el que priva a una persona
y definitivamente de su bienaventuranza eterna, que es su bien definitivo;
por ello el peor mal es la
condenación eterna o eterno alejamiento de Dios. La privación de otros bienes, por muy dolorosa
que pueda resultar, en la fase terrestre de nuestra existencia, siempre es un mal relativo, que
de por sí, no impide alcanzar, en su
momento el bien final.
Por eso es
especialmente llamativo el mal moral, o culpa
que se origina por la libre elección del hombre y del ángel. Dios nunca es causa del mal, aunque en su providencia no
siempre impida que las criaturas lo cometan por su libre defectibilidad.
No han faltado intentos
racionalistas que justificaban el mal como algo necesario para la belleza del universo, como en el caso de Plotino, o los que
como Leibniz consideraban que este mundo
era el mejor de los posibles. En el pensamiento contemporáneo se ha empleado
el argumento del mal contra la existencia de Dios, o se ha imaginado un Dios
impotente frente al mal, o incluso mezclado con el mal, algo muy característico de
los sistemas idealistas.
Nuestro entendimiento limitado no
puede armonizar perfectamente la suprema
bondad de Dios, su omnipotencia y omnisciencia, la libertad del hombre,
el pecado como negación libre del bien, pero tiene que afirmar
todos estos datos que nos ofrece la fe. La respuesta cristiana debe acentuar el
misterio y trascendencia de Dios, la responsabilidad de la criatura
en el tema del mal, y la presencia de Dios junto al que sufre. Más que una respuesta concreta
especulativa nos encontramos con toda la religión cristiana como respuesta al mal. Dios es capaz de obtener bienes
de los males que permite,
pero en estas cuestiones nunca podemos entender del todo las razones
de la permisión del mal.