lunes, 15 de abril de 2024

TEMA 294. TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN. TERCERA PARTE (6). LA PERFECTA CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO. PUNTOS (201-212))

 TERCERA PARTE

LA PERFECTA CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO

 FIGURA BÍBLICA DE LA VIDA CONSAGRADA POR MARÍA

 Solicitud de María para con sus fieles servidores (201-212)

 

4. Solicitud de María para con sus fieles servidores

 201 Veamos ahora los amables cuidados que la Santísima Virgen, como la mejor de todas las madres, prodiga a los fieles servidores que se han consagrado a Ella de la manera que acabo de indicar y conforme al ejemplo de Jacob.

 

1o María los ama

 Yo amo a los que me aman (Prov 8,17). 1) Los ama, porque es su Madre verdadera, y una madre ama siempre a su hijo, fruto de sus entrañas. 2) Los ama, en respuesta al amor efectivo que ellos le profesan como a su cariñosa Madre. 3) Los ama, porque -como predestinados que son- también los ama Dios: Quise a Jacob más que a Esaú (Rom 9,13). 4) Los ama, porque se han consagrado totalmente a Ella, y son, por tanto, su posesión y herencia: Sea Israel tu heredad (BenS 24,13).

 

202 Ella los ama con ternura, con mayor ternura que todas las madres juntas. Reúnan, si pueden, todo el amor natural que todas las madres del mundo tienen a sus hijos, en el corazón de una sola madre hacia su hijo único: ciertamente, esta madre amaría mucho a ese hijo. María, sin embargo, ama en verdad más tiernamente a sus hijos de cuanto esta madre amaría al suyo. Los ama no sólo con afecto, sino con eficacia. Con amor afectivo y efectivo, como el de Rebeca para con Jacob y aún mucho más. Veamos lo que esta bondadosa Madre -de quien Rebeca no fue más que una figura- hace a fin de obtener para sus hijos la bendición del Padre celestial:

 

203 1- Espía, como Rebeca, las oportunidades para hacerles el bien, para engrandecerlos y enriquecerlos. Dado que ve claramente en la luz de Dios todos los bienes y males, la fortuna próspera o adversa, las bendiciones y maldiciones divinas, dispone de lejos las cosas para liberar a sus servidores de toda clase de males y colmarlos de toda suerte de bienes; de modo que, si se tiene que realizar ante Dios alguna empresa por la fidelidad de una creatura a un cargo importante, es seguro que María procurará que esta empresa se encomiende a alguno de sus queridos hijos y servidores y le dará la gracia necesaria para llevarla a feliz término. “Ella gestiona nuestros asuntos”, dice un santo (144) .

 

204 2- Les da buenos consejos, como Rebeca a Jacob: Hijo mío, escucha lo que te digo (Gén 27,8, Vulgata). Sigue mis consejos. Y entre otras cosas, les inspira que le lleven dos cabritos, es decir, su cuerpo y su alma, y se lo consagren, para aderezar con ellos un manjar agradable a Dios. Les aconseja también que cumplan cuanto Jesucristo, su Hijo, enseñó con sus palabras y ejemplos. Y si no les da por sí misma estos consejos, se vale para ello del ministerio de los ángeles, los cuales jamás se sienten tan honrados ni experimentan mayor placer que cuando obedecen alguna de sus órdenes de bajar a la tierra a socorrer a alguno de sus servidores.

 

205 3- Y ¿qué hace esta tierna Madre cuando le entregas y consagras cuerpo y alma y cuanto de ellos depende sin excepción alguna? Lo que hizo Rebeca en otro tiempo con los cabritos que le llevó Jacob: 1. los mata y hace morir a la vida del viejo Adán; 2. los desuella y despoja de su piel natural, de sus inclinaciones torcidas, del egoísmo y voluntad propia y del apego a las creaturas; 3. los purifica de toda suciedad y mancha de pecado; 4. los adereza al gusto de Dios y a su mayor gloria. Y como sólo Ella conoce perfectamente en cada caso el gusto divino y la mayor gloria del Altísimo, sólo Ella puede, sin equivocarse, condimentar y aderezar nuestro cuerpo y alma a este gusto infinitamente exquisito y a esta gloria divinamente oculta.

 

206 4- Luego que esta bondadosa Madre recibe la ofrenda perfecta que le hemos hecho de nosotros mismos y de nuestros propios méritos y satisfacciones -por la devoción de que hemos hablado-, nos despoja de nuestros antiguos vestidos, nos engalana y hace dignos de comparecer ante el Padre del cielo:

1. nos reviste con los vestidos limpios, nuevos, preciosos y perfumados de Esaú, el primogénito, es decir, de Jesucristo, su Hijo, los cuales guarda Ella en casa, o sea, tiene en su poder, ya que es la tesorera y dispensadora universal y eterna de las virtudes y méritos de su Hijo Jesucristo. Virtudes y méritos que Ella concede y comunica a quien quiere, cuando quiere, como quiere y cuanto quiere, como ya hemos dicho (145) ;

2. cubre el cuello y las manos de sus servidores con las pieles de los cabritos muertos y desollados, es decir, los engalana con los méritos y el valor de sus propias acciones. Mata y mortifica, en efecto, todo lo imperfecto e impuro que hay en sus personas, pero no pierde ni disipa todo el bien que la gracia ha realizado en ellos, sino que lo guarda y aumenta, para hacer con ellos el ornato y fuerza de su cuello y de sus manos, es decir, para fortalecerlos a fin de que puedan llevar sobre su cuello el yugo del Señor y realizar grandes cosas para la gloria de Dios y la salvación de sus pobres hermanos;

3. comunica perfume y gracia nuevos a sus vestidos y adornos revistiéndolos con sus propias vestiduras, esto es, con sus méritos y virtudes, que al morir les legó en su testamento -como dice una santa religiosa del último siglo muerta en olor de santidad, y que lo supo por revelación-. De modo que todos los de su casa -sus servidores y esclavos llevan doble vestidura: la de su Hijo y la de Ella (ver Prov 31,21). Por ello, no tienen que temer el frío de Jesucristo, blanco como la nieve. Mientras que los réprobos, enteramente desnudos y despojados de los méritos de Jesucristo y de su Madre santísima, no podrán soportarlo.

 

207 5- Ella, finalmente, les obtiene la bendición del Padre celestial, por más que, no siendo ellos sino hijos menores y adoptivos, no deberían, naturalmente, tenerla. Con estos vestidos nuevos, de alto precio y agradabilísimo olor, y con cuerpo y alma bien preparados, se acercan confiados al lecho del Padre celestial. Él oye y distingue su voz, que es la del pecador; toca sus manos, cubiertas de pieles; percibe el perfume de sus vestidos; come con regocijo de lo que María, Madre de ellos, le ha preparado, y reconociendo en ellos los méritos y el buen olor de Jesucristo y de su santísima Madre:

1. les da su doble bendición: bendición del rocío del cielo (Gén 27,28), es decir, de la gracia divina, que es semilla de gloria: Nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales (Ef 1,3); y bendición de la fertilidad de la tierra (Gén 27,28), es decir, que este buen Padre les da el pan de cada día y suficiente cantidad de bienes de este mundo;

2. les constituye señores de sus otros hermanos, los réprobos. Lo cual no quiere decir que esta primacía sea siempre evidente en este mundo –que pasa en un instante (ver 1Cor 7,29-31) y al que frecuentemente dominan los réprobos: Todos esos malhechores son insolentes y altaneros; ¡son unos fanfarrones! (Sal 94 [93],3-4). Vi a un malvado que se jactaba, que prosperaba como cedro frondoso (Sal 36 [35],35)–, pero que es real, y aparecerá cuando los justos –como dice el Espíritu Santo– gobernarán naciones, someterán pueblos (Sab 3,8);

3. el Señor, no contento con bendecirlos en sus personas y bienes, bendice también a cuantos los bendigan y maldice a cuantos los maldigan y persigan.

 

2o María los alimenta

 208 El segundo deber de caridad que la Santísima Virgen ejerce con sus fieles servidores es el de proporcionarles todo lo necesario para el cuerpo y el alma. Les da vestiduras dobles, como acabamos de decir. Les da a comer los platos más exquisitos de la mesa de Dios. Les alimenta con el Pan de la vida que Ella misma ha formado: queridos hijos míos –les dice por boca de la Sabiduría– sáciense de mis frutos, es decir, de Jesús, fruto de vida, que para ustedes he traído al mundo (BenS 24,26). Vengan –les dice en otra parte– a comer de mi pan, que es Jesús, y a beber el vino (Prov 9,5) de su amor, que he mezclado para ustedes con la leche de mis pechos. Coman, beban y embriáguense, amigos míos (Cant 5,1).

 Siendo Ella la tesorera y dispensadora de los dones y gracias del Altísimo, da gran porción y la mejor de todas, para alimentar y sustentar a sus hijos y servidores. Nutridos éstos con el Pan de vida, embriagados con el vino que engendra vírgenes (ver Zac 9,17), llevados en brazos (ver Is 66,12), encuentran tan suave el yugo de Jesucristo, que apenas sienten su peso a causa del aceite de la devoción en el cual María les sazona (ver Is 10,27, Vulgata).

 

3o María los conduce

 209 El tercer bien que la Santísima Virgen hace a sus fieles servidores es el conducirlos y guiarlos según la voluntad de su Hijo. Rebeca guiaba a su hijo Jacob, y de cuando en cuando le daba buenos consejos, ya para atraer sobre él la bendición de su padre, ya para ayudarle a evitar el odio y la persecución de su hermano Esaú. María, estrella del mar, conduce a todos sus fieles servidores al puerto de salvación. Les enseña los caminos de la vida eterna. Les hace evitar los pasos peligrosos. Los lleva de la mano por los senderos de la justicia. Los sostiene cuando están a punto de caer. Los levanta cuando han caído. Los reprende, como Madre cariñosa, cuando yerran, y aun a veces los castiga amorosamente. ¿Podrá extraviarse en el camino de la eternidad un hijo obediente a María, quien por sí misma le alimenta y es su guía esclarecida? “Siguiéndola –dice San Bernardo– no te extravías” (146). ¡No temas, pues! ¡Ningún verdadero hijo de María será engañado por el espíritu maligno! ¡Ni caerá en herejía formal! (147). Donde María es la conductora, no entran ni el espíritu maligno con sus ilusiones, ni los herejes con sus sofismas: “¡Si Ella te sostiene, no caerás!” (148).

 

4o María los defiende y protege

 210 El cuarto servicio que la Santísima Virgen ofrece a sus hijos y fieles servidores es defenderlos y protegerlos contra sus enemigos. Rebeca, con sus cuidados y vigilancia, libró a Jacob de todos los peligros en que se encontró, y especialmente de la muerte que su hermano Esaú le hubiera dado a causa del odio y envidia que le tenía –como en otros tiempos Caín a su hermano Abel–. Así obra también María, Madre cariñosa de los predestinados: los esconde bajo las alas de su protección, como una gallina a sus polluelos; dialoga con ellos, desciende hasta ellos, condesciende con todas sus debilidades, para defenderlos del gavilán y del buitre; los rodea y acompaña como ejército en orden de batalla (ver Cant 6,3.9, Vulgata) (149) . ¿Temerá, acaso, a sus enemigos quien está defendido por un ejército bien ordenado de cien mil hombres? Pues bien, ¡un fiel servidor de María, rodeado por su protección y poder imperial, tiene aún menos por qué temer! Esta bondadosa Madre y poderosa Princesa celestial enviará legiones de millones de ángeles para socorrer a uno de sus hijos antes que pueda decirse que un fiel servidor de María –que puso en Ella su confianza– haya sucumbido a la malicia, número y fuerza de sus enemigos.

 

5o María intercede por ellos

 211 Por último, el quinto y mayor servicio que la amable María ejerce en favor de sus fieles devotos es el interceder por ellos ante su Hijo y aplacarle con sus ruegos. Ella los une y conserva unidos a El con vínculo estrechísimo (150) .

 Rebeca hizo que Jacob se acercara al lecho de su padre. El buen anciano lo tocó, lo abrazó y hasta lo besó con alegría, contento y satisfecho como estaba de los manjares bien preparados que le había llevado. Gozoso de percibir los exquisitos perfumes de sus vestidos, exclamó: ¡Aroma que bendice el Señor es el aroma de mi hijo! (Gén 27,27). Este campo fértil cuyo aroma encantó el corazón del Padre es el aroma de las virtudes y méritos de María. Ella es, en efecto, campo lleno de gracias donde Dios Padre sembró, como grano de trigo para sus escogidos, a su propio Hijo.

 ¡Oh! ¡Cuán bien recibido es por Jesucristo, Padre sempiterno (ver Is 9,6), el hijo perfumado con el olor gratísimo de María! ¡Y qué pronto y perfectamente queda unido a Él, como ya hemos demostrado! (151) .

 

212 María además, después de haber colmado de favores a sus hijos y fieles servidores y de haberles alcanzado la bendición del Padre celestial y la unión con Jesucristo, los conserva en Jesucristo, y a Jesucristo en ellos. Los protege y vigila siempre, no sea que pierdan la gracia de Dios y caigan de nuevo en los lazos del enemigo. Ella conserva a los santos en su plenitud y les ayuda a perseverar en ella, según hemos visto (152) .

 Esta es la explicación de la insigne y antigua figura de la predestinación y la reprobación, tan desconocida y tan llena de misterios.

 

 Notas a pie de página:

 144 RAMÓN JORDÁN

145 SAN BERNARDINO DE SIENA; ver VD 25.141; SM 10.

146 Ver VD 134.

147 Ver VD 167.

148 Ver VD 174.

149 Ver VD 50.

150 Ver LG 62.

151 Ver VD 152-168.

152 Ver VD 152-168.

martes, 2 de abril de 2024

TEMA 293. TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN. TERCERA PARTE (5). LA PERFECTA CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO. PUNTOS (183-200))

 TERCERA PARTE

LA PERFECTA CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO

 

FIGURA BÍBLICA DE LA VIDA CONSAGRADA POR MARÍA: REBECA Y JACOB (183)

Esaú, figura de los réprobos (184-190)

Jacob, figura de los predestinados (191-195)

Comportamiento de los predestinados y de los réprobos (196-200)

 

 

CAPÍTULO III

 

FIGURA BÍBLICA DE LA VIDA CONSAGRADA POR MARÍA: REBECA Y JACOB

 

183 El Espíritu Santo nos ofrece en el libro del Génesis una figura admirable de todas las verdades que acabo de exponer respecto a la Santísima Virgen y a sus hijos y servidores. La hallamos en la historia de Jacob, que, por la diligencia y cuidados de su madre, Rebeca, recibió la bendición de su padre, Isaac.

 Oigámosla tal como la refiere el Espíritu Santo. Luego añadiré mi propia explicación (Gén 27,1-44).

 

1. HISTORIA BÍBLICA DE REBECA Y JACOB

 

184 Esaú había vendido a Jacob sus derechos de primogenitura (ver Gén 25,33). Rebeca, madre de ambos hermanos, que amaba tiernamente a Jacob, le aseguró –muchos años después– estos derechos mediante una estratagema santa y toda llena de misterio.

Isaac, sintiéndose muy viejo y deseando bendecir a sus hijos antes de morir, llamó a Esaú, a quien amaba, y le encargó que saliera de caza a conseguir algo de comer para bendecirle luego. Rebeca comunicó al punto a Jacob lo que sucedía y le mandó traer dos cabritos del rebaño. Cuando los trajo y entregó a su madre, ella los preparó al gusto de Isaac –que bien conocía–, vistió a Jacob con los vestidos de Esaú, que ella guardaba, y le cubrió las manos y el cuello con la piel de los cabritos, a fin de que su padre, que estaba ciego, al oír la voz de Jacob, creyese –al menos por el vello de sus manos– que era Esaú. Sorprendido, en efecto, Isaac por el timbre de aquella voz, que parecía ser de Jacob, le mandó acercarse y palpando el pelo de las pieles que le cubrían las manos, dijo que verdaderamente la voz era de Jacob, pero las manos eran las de Esaú. Después que comió y al besar a Jacob, sintió la fragancia de sus vestidos, le bendijo y deseó el rocío del cielo y la fecundidad de la tierra, le hizo señor de todos sus hermanos, y finalizó su bendición con estas palabras: Maldito quien te maldiga y bendito quien te bendiga (Gén 27,29).

Apenas había Isaac concluido estas palabras, he aquí que entra Esaú, trayendo para comer de lo que había cazado, a fin de recibir luego la bendición de su padre. El santo patriarca se sorprendió, con increíble asombro, al darse cuenta de lo ocurrido. Pero, lejos de retractar lo que había hecho, lo confirmó. Porque veía claramente el dedo de Dios en este suceso.

Esaú entonces lanzó bramidos -anota la Sagrada Escritura-, acusando a gritos de engañador a su hermano, y preguntó a su padre si no tenía más que una bendición. (En todo esto –como advierten los Santos Padres– fue figura de aquellos que, hallando cómodo juntar a Dios con el mundo, quieren gozar, a la vez, de los consuelos del cielo y los deleites de la tierra). Isaac, conmovido por los lamentos de Esaú, lo bendijo por fin, pero con una bendición de la tierra, sometiéndole a su hermano. Lo que le hizo concebir un odio tan irreconciliable contra Jacob, que no esperaba sino la muerte de su padre para matar al hermano. Y éste no hubiera podido escapar a la muerte si Rebeca, su querida madre, no lo hubiese salvado con su solicitud y con los buenos consejos que le dio y que él siguió.

 

2. EXPLICACION

 

1. Esaú, figura de los réprobos

 

185 Antes de explicar esta bellísima historia es preciso advertir que, según los Santos Padres y los exégetas (138) , Jacob es figura de Cristo y de los predestinados, mientras que Esaú lo es de los réprobos. Para pensar que es así, basta examinar las acciones y conducta de uno y otro.

1o Esaú, el primogénito, era fuerte y de constitución robusta, gran cazador, diestro y hábil en manejar el arco y traer caza abundante.

2o Casi nunca estaba en casa, y, confiando sólo en su fuerza y destreza, trabajaba siempre fuera de ella.

3o No se preocupaba mucho por agradar a su madre Rebeca y no hacía nada para ello.

4o Era tan glotón y esclavo de la gula, que vendió su derecho de primogenitura por un plato de lentejas.

5o Como otro Caín (Gén 4,8) (139) , estaba lleno de envidia contra su hermano, Jacob, a quien perseguía de muerte.

 

186 Esta es precisamente la conducta que observan los réprobos:

1) Confían en su fuerza y habilidad para los negocios temporales. Son muy fuertes, hábiles e ingeniosos para las cosas terrestres, pero muy flojos e ignorantes para las del cielo (140) .

 

187 2) Por ello, no permanecen nunca, o casi nunca, en su propia casa, es decir, dentro de sí mismos (Mt 6,6) -que es la morada interior y fundamental que Dios ha dado a cada hombre, para residir allí, a ejemplo suyo, porque Dios vive siempre en sí mismo-. Los réprobos no aprecian el retiro ni las cosas espirituales ni la devoción interior. Califican de apocadas, mojigatas y hurañas a las personas que cultivan la vida interior, se retiran del mundo y trabajan más dentro que fuera.

 

188 3) Los réprobos apenas si se interesan por la devoción a la Santísima Virgen, Madre de los predestinados. Es verdad que no la aborrecen formalmente, algunas veces le tributan alabanzas, dicen que la aman y hasta practican algunas devociones en su honor. Pero, por lo demás, no toleran que se la ame tiernamente, porque no tienen para con Ella las ternuras de Jacob. Censuran las prácticas de devoción, a las cuales los buenos hijos y servidores de María permanecen fieles para ganarse el afecto de Ella. No creen que esta devoción les sea necesaria para salvarse. Pretenden que, con tal de no odiar formalmente a la Santísima Virgen ni despreciar abiertamente su devoción, merecen la protección de la Virgen María, cuyos servidores son porque rezan y dicen entre dientes algunas oraciones en su honor, pero carecen de ternura para con Ella y evitan comprometerse en una conversión personal.

 

189 4) Los réprobos venden su derecho de primogenitura, es decir, los goces del cielo, por un plato de lentejas, es decir, por los placeres de la tierra. Ríen, beben, comen, se divierten, juegan, bailan, etc., sin preocuparse -como Esaúpor hacerse dignos de la bendición del Padre celestial. En pocas palabras: sólo piensan en la tierra, sólo aman las cosas de la tierra, sólo hablan y tratan de las cosas de la tierra y de sus placeres, vendiendo por un momento de placer, por un humo vano de honra y un pedazo de tierra dura, amarilla o blanca (141) , la gracia bautismal, su vestido de inocencia, su herencia celestial.

 

190 5) Por último, los réprobos odian y persiguen sin tregua a los predestinados, abierta o solapadamente. No pueden soportarlos: los desprecian, los critican, los contradicen, los injurian, los roban, los engañan, los empobrecen, los marginan, los rebajan hasta el polvo, mientras que ellos ensanchan su fortuna, se entregan a los placeres, viven regaladamente, se enriquecen y viven a sus anchas.

 

2. Jacob, figura de los predestinados

 191 1o Jacob, el hijo menor, era de constitución débil; era suave y tranquilo. Permanecía generalmente en casa, para granjearse los favores de Rebeca, su madre, a quien amaba tiernamente. Si alguna vez salía de casa, no lo hacía por capricho ni confiado en su habilidad, sino por obedecer a su madre.

 

192 2o Amaba y honraba a su madre. Por eso permanecía en casa con ella. Nunca se alegraba tanto como cuando la veía. Evitaba cuanto pudiera desagradarle y hacía cuanto creía que le complacería. Todo lo cual aumentaba en Rebeca el amor que ella le profesaba.

 

193 3o Estaba sometido en todo a su querida madre; la obedecía enteramente en todo, prontamente y sin tardar, amorosamente y sin quejarse. A la menor señal de su voluntad, el humilde Jacob corría a realizarla. Creía cuanto Rebeca le decía, sin discutir; por ejemplo, cuando le mandó que saliera a buscar dos cabritos y se los trajera para aderezar la comida a su padre, Isaac, Jacob no replicó que para preparar una sola comida para una persona bastaba con un cabrito, sino que sin replicar hizo cuanto ella le ordenó.

 

194 4o Tenía gran confianza en su querida madre, y como no confiaba en su propio valer, se apoyaba solamente en la solicitud y cuidados de su madre. Imploraba su ayuda en todas las necesidades y la consultaba en todas las dudas, por ejemplo, cuando le preguntó, si, en vez de la bendición, recibiría, más bien, la maldición de su padre, creyó en ella, y a ella se confió tan pronto Rebeca le contestó que ella tomaría sobre sí esa maldición.

 

195 5o Finalmente, imitaba -según sus capacidades- las virtudes de su madre. Y parece que una de las razones de que permaneciera sedentario en casa era el imitar a su querida y muy virtuosa madre, y el alejarse de las malas compañías, que corrompen las costumbres. En esta forma, se hizo digno de recibir la doble bendición de su querido padre.

 

3. Comportamiento de los predestinados y de los réprobos

 

196 Este es el comportamiento habitual de los predestinados:

1o Permanecen asiduamente en casa con su madre, es decir, aman el retiro, gustan de la vida interior, se aplican a la oración, a ejemplo y en compañía de su Madre, la Santísima Virgen, cuya gloria está en el interior (142) . Ciertamente, de vez en cuando aparecen en público, pero por obediencia a la voluntad de Dios y a la de su querida Madre y a fin de cumplir con los deberes de su estado. Y aunque en el exterior realicen aparentemente cosas grandes, estiman mucho más las que adelantan en el interior de sí mismos en compañía de la Santísima Virgen. En efecto, allí van realizando la obra importantísima de su perfección, en comparación de la cual las demás obras no son sino juego de niños.

Por eso, mientras algunas veces sus hermanos y hermanas trabajan fuera con gran empeño, habilidad y éxito, cosechando la alabanza y aprobación del mundo, ellos conocen -por la luz del Espíritu Santo- que se disfruta de mayor gloria, provecho y alegría en vivir escondidos en el retiro con Jesucristo, su modelo - en total y perfecta sumisión a su Madre- que en realizar por sí solos maravillas de naturaleza y gracia en el mundo, a semejanza de tantos Esaús y réprobos que hay en él. En su casa habrá riquezas y abundancia (Sal 112 [111],3). Sí, en la casa de María se encuentra abundancia de gloria para Dios y de riquezas para los hombres.

 Señor Jesús, ¡qué delicia es tu morada! (Sal 84 [83],1-8). El pajarillo encontró casa para albergarse, y la tórtola nido para colocar sus polluelos. ¡Oh! ¡Cuán dichoso el hombre que habita en la casa de María! ¡Tú fuiste el primero en habitar en Ella! En esta morada de predestinados, el cristiano recibe ayuda de ti solo y dispone en su corazón las subidas y escalones de todas las virtudes para elevarse a la perfección en este valle de lágrimas.

 

197 2o Los predestinados aman con filial afecto y honran efectivamente a la Santísima Virgen como a su cariñosa Madre y Señora. La aman no sólo de palabra, sino de hecho. La honran no sólo exteriormente, sino en el fondo del corazón. Evitan, como Jacob, cuanto pueda desagradarle y practican con fervor todo lo que creen puede granjearles su benevolencia.

 Le llevan y entregan no ya dos cabritos, como Jacob a Rebeca, sino lo que representaban los dos cabritos de Jacob, es decir, su cuerpo y su alma, con todo cuanto de ellos depende, para que Ella:

1) los reciba como cosa suya;

2) los mate y haga morir al pecado y a sí mismos, desollándolos y despojándolos de su propia piel y egoísmo, para agradar por este medio a su Hijo Jesús, que no acepta por amigos y discípulos sino a los que están muertos a sí mismos;

3) los aderece al gusto del Padre celestial y a su mayor gloria, que Ella conoce mejor que nadie;

4) con sus cuidados e intercesión disponga este cuerpo y esta alma, bien purificados de toda mancha, bien muertos, desollados y aderezados, como manjar delicado, digno de la boca y bendición del Padre celestial.

¿No es esto, acaso, lo que harán los predestinados, que aceptarán y vivirán la perfecta consagración a Jesucristo por manos de María, que aquí les enseñamos, para que testifiquen a Jesús y a María un amor intrépido y efectivo? Los réprobos protestan muchas veces que aman a Jesús, que aman y honran a María, pero no lo demuestran con la entrega de sí mismos (Prov 3,9), ni llegan a inmolarles el cuerpo y el alma con sus pasiones, como los predestinados.

 

198 3o Estos viven sumisos y obedientes a la Santísima Virgen como a su cariñosa Madre, a ejemplo de Jesucristo, quien de treinta y tres años que vivió sobre la tierra, empleó treinta en glorificar a Dios, su Padre, mediante una perfecta y total sumisión a su santísima Madre. La obedecen, siguiendo exactamente sus consejos, como el humilde Jacob los de Rebeca cuando le dijo: Escucha lo que te digo (Gén 27,8), o como la Santísima Virgen: Hagan lo que El les diga (Jn 2,5).

Jacob, por haber obedecido a su madre, recibió –como de milagro– la bendición, aunque, naturalmente, no podía recibirla. Los servidores de las bodas de Caná, por haber seguido el consejo de la Santísima Virgen, fueron honrados con el primer milagro de Jesucristo, que convirtió el agua en vino a petición de su santísima Madre. Asimismo, todos los que hasta el fin de los siglos reciban la bendición del Padre celestial y sean honrados con las maravillas de Dios, sólo recibirán estas gracias como consecuencia de su perfecta obediencia a María. Los Esaús, al contrario, pierden su bendición por falta de sumisión a la Santísima Virgen.

 

199 4o Los predestinados tienen gran confianza en la bondad y poder de María, su bondadosa Madre. Reclaman sin cesar su socorro. La miran como su estrella polar, para llegar a buen puerto. Le manifiestan sus penas y necesidades con toda la sinceridad del corazón.

Se acogen a los pechos de su misericordia y dulzura para obtener por su intercesión el perdón de sus pecados o saborear, en medio de las penas y sequedades, sus dulzuras maternales. Se arrojan, esconden y pierden de manera maravillosa en su seno amoroso y virginal, para ser allí inflamados en amor puro, ser allí purificados de las menores manchas y encontrar allí plenamente a Jesucristo, que reside en María como en su trono más glorioso.

¡Oh! ¡Qué felicidad! “No creas –dice el abad Guerrico– que es mayor felicidad habitar en el seno de Abrahán que en el de María, dado que el Señor puso en éste su trono”.

Los réprobos, por el contrario, ponen toda su confianza en sí mismos. Al igual que el hijo pródigo, se alimentan solamente de lo que comen los cerdos, se nutren solamente de tierra, a semejanza de los sapos, y, a la par que los mundanos, sólo aman las cosas visibles y exteriores. No pueden gustar del seno de María ni experimentar el apoyo y la confianza que sienten los predestinados en la Santísima Virgen, su bondadosa Madre. Quieren hambrear miserablemente por las cosas de fuera –dice San Gregorio (143) –, porque no quieren saborear la dulzura preparada dentro de sí mismos y en el interior de Jesús y de María.

 

200 5o Finalmente, los predestinados siguen el ejemplo de la Santísima Virgen, su tierna Madre. Es decir, la imitan, y por esto son verdaderamente dichosos y devotos y llevan la señal infalible de su predestinación, como se lo anuncia su cariñosa Madre: Dichosos los que siguen mis caminos (Prov 8,32), es decir, quienes con el auxilio de la gracia divina practican mis virtudes y caminan sobre las huellas de mi vida. Sí, dichosos durante su vida terrena, por la abundancia de gracias y dulzuras que les comunico de mi plenitud, y más abundantemente que a aquellos que no me imitan tan de cerca. Dichosos en su muerte, que es dulce y tranquila, y a la que ordinariamente asisto para conducirlos personalmente a los goces de la eternidad. Dichosos, finalmente, en la eternidad, porque jamás se ha perdido ninguno de mis fieles servidores que haya imitado mis virtudes durante su vida.

 Los réprobos, por el contrario, son desgraciados durante su vida, en la muerte y por la eternidad, porque no imitan las virtudes de la Santísima Virgen, y se contentan con ingresar, a veces, en sus cofradías, rezar en su honor algunas oraciones o practicar otra devoción exterior.

 ¡Oh Virgen Santísima! ¡Bondadosa Madre mía! ¡Cuán felices son -lo repito en el arrebato de mi corazón-, cuán felices son quienes, sin dejarse seducir por una falsa devoción, siguen fielmente tus caminos, observando tus consejos y mandatos! Pero ¡desgraciados y malditos los que, abusando de tu devoción, no guardan los mandamientos de tu Hijo! Malditos los que se apartan de tus mandatos (Sal 119 [118],21).

 

Notas a pie de página:

138 Por ejemplo, SAN AMBROSIO, SAN BERNARDO, SAN ANTONINO, RICARDO DE SAN VÍCTOR...

139 Ver VD 54.210.

140 SAN GREGORIO MAGNO.

141 Ver SA 27; “tierra amarilla o blanca” es oro y plata.

142 Ver VD 11.

143 Ver VD 48.


 

martes, 19 de marzo de 2024

TEMA 292. TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN. TERCERA PARTE (4). LA PERFECTA CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO. PUNTOS (169-182)

 

MOTIVOS EN FAVOR DE ESTA DEVOCIÓN (3)

 

ESTA DEVOCIÓN NOS LLEVA A LA PLENA LIBERTAD DE LOS HIJOS DE DIOS 

(169-170)

ESTA DEVOCIÓN PROCURA GRANDES VENTAJAS AL PRÓJIMO (171-172)

ESTA DEVOCIÓN ES UN MEDIO MARAVILLOSO DE PERSEVERANCIA (173-182)

  

6. ESTA DEVOCIÓN NOS LLEVA A LA PLENA LIBERTAD DE LOS HIJOS DE DIOS

 

169 Sexto motivo. Esta devoción da a quienes la practican fielmente una gran libertad interior: la libertad de los hijos de Dios (ver Gál 5,1-13; 2Cor 3,17). Porque haciéndose esclavos de Jesucristo y consagrándose a Él por esta devoción, este buen Señor nuestro, en recompensa de la amorosa esclavitud por la que hemos optado: 1. quita del alma todo escrúpulo y temor servil que pudiera estrecharla, esclavizarla y perturbarla; 2. ensancha el corazón con una santa confianza en Dios, haciendo que le mire como a su Padre; 3. le inspira un amor tierno y filial.

 

170 No me detengo a probar con razones esta verdad. Me contento con referir un hecho histórico que leí en la vida de la Madre Inés de Jesús, religiosa dominica del convento de Langeac (Alvernia), donde murió en olor de santidad en 1634 (130) . Contaba apenas siete años, y ya padecía grandes congojas espirituales. Oyó entonces una voz que le dijo: “Si quieres verte libre de todas tus angustias y ser protegida contra todos tus enemigos, hazte cuanto antes esclava de Jesús y de su santísima Madre”. Al regresar a casa, se apresuró a consagrarse enteramente como esclava de Jesús y María, aunque por entonces no sabía lo que era esta devoción. Habiendo encontrado después una cadena de hierro, se la puso a la cintura y la llevo hasta la muerte. Hecho esto, cesaron todas sus congojas y escrúpulos y halló tanta paz y amplitud de corazón, que se comprometió a enseñar esta devoción a muchos otros, que, a su vez, hicieron con ella grandes progresos –recordemos, entre otros, al Sr. Olier, fundador del seminario de San Sulpicio, y a muchos sacerdotes y eclesiásticos del mismo seminario… Un día se le apareció la Santísima Virgen y le puso al cuello una cadena de oro, en prueba del gozo que le había causado al hacerse esclava suya y de su Hijo. Y santa Cecilia que acompañaba a la Santísima Virgen, le dijo: “¡Dichosos los fieles esclavos de la Reina del cielo, porque gozarán de la verdadera libertad! ¡Servirte a ti es libertad!” (131).

 

7. ESTA DEVOCIÓN PROCURA GRANDES VENTAJAS AL PRÓJIMO

 

171 Séptimo motivo. Puede movernos a abrazar esta práctica el considerar los grandes bienes que reporta al prójimo.

Efectivamente, con ella se ejercita de manera eminente la caridad con el prójimo, porque se le da, por manos de María, lo más precioso y caro que tenemos, que es el valor satisfactorio e impetratorio de todas las buenas obras, sin exceptuar el menor pensamiento bueno ni el más leve sufrimiento. Se acepta que todas las satisfacciones adquiridas hasta ahora y las que se adquieran hasta la muerte sean empleadas, según la voluntad de la Santísima Virgen, en la conversión de los pecadores o la liberación de las almas del purgatorio.

¿No es esto amar perfectamente al prójimo? ¿No es esto pertenecer al número de los verdaderos discípulos de Jesucristo, cuyo distintivo es la caridad? ¿No es éste el medio de convertir a los pecadores, sin temor a la vanidad, y liberar a las almas del purgatorio, casi sin hacer otra cosa que lo que cada cual está obligado a hacer conforme a su estado?

 

172 Para comprender la excelencia de este motivo sería indispensable conocer el valor que tiene la conversión de un pecador o la liberación de un alma del purgatorio; bien infinito, mayor que la creación del cielo y de la tierra, pues se da a un alma la posesión de Dios. De suerte que, aun cuando por esta devoción no se sacase en toda la vida más que a un alma del purgatorio o no se convirtiese más que a un solo pecador, ¿no sería esto motivo suficiente para mover a todo hombre caritativo a optar por ella?

Nótese, además, que nuestras buenas obras, al pasar por las manos de María, reciben un aumento de pureza y por lo mismo, de mérito y valor satisfactorio e impetratorio. Con lo cual se hacen mucho más capaces de aliviar a las almas del purgatorio y convertir a los pecadores que si no pasaran por las manos virginales y generosas de María. Lo poco que ofrecemos por medio de la Santísima Virgen y por caridad pura y desinteresada, llega a ser realmente poderoso para aplacar la cólera de Dios y atraer su misericordia. De suerte que una persona que haya sido enteramente fiel a esta práctica, encontrará a la hora de la muerte que ha liberado a muchas almas del purgatorio y convertido a muchos pecadores por medio de esta devoción, aunque sólo haya realizado las obras ordinarias de su propio estado. ¡Qué gozo en el día del juicio! ¡Qué gloria en la eternidad!

 

8. ESTA DEVOCIÓN ES UN MEDIO MARAVILLOSO DE PERSEVERANCIA

 

173 Octavo motivo. Finalmente, lo que más poderosamente nos impele a abrazar esta devoción a la Santísima Virgen es el reconocer en ella un medio admirable para perseverar en la virtud y ser fieles a Dios. ¿Por qué, en efecto, la mayor parte de las conversiones no es permanente? ¿Por qué se recae tan fácilmente en el pecado? ¿Por qué la mayor parte de los justos, en vez de adelantar de virtud en virtud y adquirir nuevas gracias, pierde muchas veces las pocas virtudes y gracias que poseía? Esta desgracia proviene como hemos dicho (132) - de que, no obstante estar el hombre tan corrompido y ser tan débil e inconstante, confía en sí mismo, se apoya en sus propias fuerzas y se cree capaz de guardar el tesoro de sus gracias, virtudes y méritos.

Ahora bien, por esta devoción confiamos a la Virgen fiel cuanto poseemos, constituyéndola depositaria universal de todos nuestros bienes de naturaleza y gracia. Confiamos en su fidelidad, nos apoyamos en su poder y nos fundamos en su misericordia y caridad, para que Ella conserve y aumente nuestras virtudes y méritos a pesar del demonio, el mundo y la carne, que hacen esfuerzos para arrebatárnoslos. Le decimos como el hijo a su madre y el buen esclavo a su señora: ¡Conserva el depósito! (1Tim 6,20)133 . Madre y Señora, reconozco que por tu intercesión he recibido hasta ahora más gracias de Dios de las que yo merecía. La triste experiencia me enseña que llevo este tesoro en un vaso muy frágil y que soy muy débil y miserable para conservarlo en mí mismo: Soy pequeño y despreciable (Sal 119 [118]),141). Recibe, por favor, cuanto poseo y consérvamelo con tu fidelidad y tu poder. Si tú me guardas, no perderé nada; si me sostienes, no caeré; si me proteges, estaré seguro ante mis enemigos.

 

174 San Bernardo dice en términos formales lo mismo para inspirarnos esta práctica: “Si Ella te sostiene, no caes; si Ella te protege, no temes; si Ella te guía, no te fatigas; si Ella te es favorable, llegas hasta el puerto de salvación”. San Buenaventura parece decir lo mismo en términos más explícitos. “La Santísima Virgen no solamente se mantiene en la plenitud de los santos; Ella mantiene y conserva a los santos en su plenitud, para que ésta no disminuya; impide que sus virtudes se debiliten, que sus méritos se esfumen, que sus gracias se pierdan, que los demonios les hagan daño, que el Señor los castigue cuando pecan”.

 

175 María es la Virgen fiel, que por su fidelidad a Dios repara las pérdidas que la Eva infiel causó por su infidelidad, y alcanza a quienes confían en Ella la fidelidad para con Dios y la perseverancia. Por esto, un santo (134) la compara a un áncora firme, que los sostiene e impide que naufraguen en el mar tempestuoso de este mundo, en donde tantos perecen por no aferrarse a Ella: “Atamos -dicelas almas a tu esperanza como a un áncora firme.”

Los santos que se han salvado estuvieron firmemente adheridos a Ella, y a Ella ataron a otros para que perseveraran en la virtud.

¡Dichosos, pues, una y mil veces, los cristianos que ahora se aferran fiel y enteramente a María como a un áncora firme! Los embates tempestuosos de este mundo no los podrán sumergir ni les harán perder sus tesoros celestiales. ¡Dichosos quienes entran en María como en el arca de Noé! Las aguas del diluvio de los pecados que anegan a tantas personas no les harán daño, porque los que obran por mí no pecarán (BenS 24,30, Vulgata) –dice la divina Sabiduría–; es decir, los que están en mí para trabajar en su salvación no pecarán.

¡Dichosos los hijos infieles de la infeliz Eva que se aferran a la Madre y Virgen fiel, la cual permanece siempre fiel y no puede negarse a sí misma: Si somos infieles, Ella permanece fiel, porque no puede negarse a sí misma (2Tim 2,13), y responde siempre con amor a quienes la aman: Yo amo a los que me aman (Prov 8,17). Y los ama no sólo con amor afectivo, sino también con amor efectivo y eficaz, impidiendo, mediante gracias abundantes, que retrocedan en la virtud o caigan en el camino, y pierdan así la gracia de su Hijo.

 

176 Esta Madre bondadosa recibe siempre, por pura caridad, cuanto se le confía en depósito. Y, una vez que lo ha recibido como depositaria, se obliga en justicia –en virtud del contrato de depósito– a guardárnoslo, como una persona a quien yo hubiera confiado en depósito mil escudos quedaría obligada a guardármelos, de suerte que, si por negligencia suya, se perdieran, sería responsable de la pérdida en rigor de justicia. Pero ¿qué digo? Esta fiel Señora no dejará jamás que por negligencia suya se pierda lo que se le ha confiado; el cielo y la tierra pasarán antes que Ella sea negligente e infiel con quienes confían en Ella.

 

177 ¡Pobres hijos de María! ¡Su debilidad es extrema, grande su inconstancia, muy corrompida su naturaleza! Lo confieso, ¡han sido extraídos de la misma masa corrompida que los hijos de Adán y Eva! Pero ¡no se desalienten por ello! ¡Consuélense y alégrense! Oigan el secreto que les descubro; secreto desconocido a casi todos los cristianos aun a los más devotos.

No guarden su oro ni su plata en cofres que ya fueron destrozados por el espíritu maligno que los saqueó. Además, esos cofres son muy pequeños y endebles y están envejecidos para poder contener tan grandes y preciosos tesoros. No echen el agua pura y cristalina de la fuente en vasijas de todo sucias e infectadas por el pecado. Si éste no se halla ya en ellas, queda aún su mal olor, que contaminaría el agua. No echen sus vinos exquisitos en toneles viejos, que han estado llenos de vinos malos, pues, se echarían a perder y correrían el peligro de derramarse (135) .

 

178 ¡Almas predestinadas, sé que me han entendido! Pero quiero hablarles aún con más claridad. No confien el oro de su caridad, la plata de su pureza, las aguas de las gracias celestiales ni los vinos de sus méritos y virtudes a un saco agujereado, a un cofre viejo y roto, a un vaso infectado y contaminado, como son ustedes mismos. Porque serán robados por los ladrones, esto es, por los demonios, que día y noche asechan y espían el momento oportuno para ello; y porque todo lo más puro que Dios les da lo corromperán con el mal olor de su egoísmo, de la confianza en ustedes mismos y de su propia voluntad.

Guarden más bien, viertan en el seno y corazón de María todos sus tesoros, gracias y virtudes. Ella es Vaso espiritual, Vaso de honor, Vaso insigne de devoción. Desde que el mismo Dios se encerró en él personalmente y con todas sus gracias, este vaso se tornó totalmente espiritual, y se convirtió en morada espiritual de las almas más espirituales; se hizo digno de honor y trono de honor de los mayores príncipes de la eternidad; se tornó insigne de devoción y la morada de las almas más insignes en dulzuras, gracias y virtudes; se hizo, finalmente, rico como una casa de oro, fuerte como la torre de David y puro como torre de marfil (136).

 

 179 ¡Oh! ¡Qué feliz es el hombre que lo ha entregado todo a María, que en todo y por todo confía y se pierde en María! ¡Es todo de María, y María es toda de él! Puede decir abiertamente con David: María ha sido hecha para mí (ver Sal 118,58, Vulgata). O con el discípulo amado: La tomé por todos mis bienes (Jn 19,27). O con Jesucristo: Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío (Jn 17,10). 135 VD 78-82.

 

180 Si algún crítico, al leer esto, piensa que hablo aquí hiperbólicamente o por devoción exagerada, no me está entendiendo. O porque es hombre carnal, que de ningún modo gusta las cosas del espíritu, o porque es del mundo -de este mundo que no puede recibir al Espíritu Santo (ver Mt 16,23; Jn 14,17) (137) , o -porque es orgulloso y crítico, que condena o desprecia todo lo que no entiende. Pero quienes nacieron no de la sangre, ni de la voluntad de la carne ni de la voluntad de varón, sino de Dios (ver Jn 1,13) y de María, me comprenden y gustan y para ellos estoy escribiendo.


181 Digo, sin embargo, a unos y a otros -volviendo al asunto interrumpido- que, siendo la excelsa María la más noble y generosa de todas las puras creaturas, jamás se deja vencer en amor ni generosidad. Ella, como dice un santo devoto, “por un huevo te dará un buey”, es decir, por lo poquito que le damos nos dará, en retorno, mucho de lo que ha recibido de Dios. Por consiguiente, si te entregas a Ella sin reserva y pones en Ella tu confianza, sin presunción y trabajando por tu parte para adquirir las virtudes y domar tus pasiones, Ella se dará a ti totalmente.

 

182 Que los fieles servidores de María digan, pues, abiertamente, con San Juan Damasceno: “Si confío en ti, ¡oh Madre de Dios!, me salvaré; protegido por ti, nada temeré; con tu auxilio combatiré a mis enemigos y los pondré en fuga, porque ser devoto tuyo es un arma de salvación que Dios da a los que quiere salvar”.

 

Notas a pie de página:

 130 INÉS DE LANGEAC (1602-1634).

131 Vida de la Madre Inés de Langeac, 2ª. ed. Le Puy, 1675, p 581 581.

 132 Ver VD 87-89.

133 Ver SM 40 457

134 SAN JUAN DAMASCENO

135 VD 78-82

136 Letanías lauretanas.

137 Ver SM 66; VD 216,266


martes, 5 de marzo de 2024

TEMA 291. TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN. TERCERA PARTE (3). LA PERFECTA CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO. PUNTOS (152-168)

 

ESTA DEVOCIÓN CONDUCE A LA UNIÓN CON JESUCRISTO

Es camino fácil (152-154)

Es camino corto (155-156)

Es camino perfecto (157-158)

Es camino seguro (159-168)

 

 

5. ESTA DEVOCIÓN CONDUCE A LA UNIÓN CON JESUCRISTO

 

152 Quinto motivo. Esta devoción es camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Nuestro Señor, en la cual consiste la perfección cristiana.

 

1. Es camino fácil

 Es camino fácil. Es el camino abierto por Jesucristo al venir a nosotros, y en que no hay obstáculos para llegar a Él. Ciertamente que se puede llegar a Jesucristo por otros caminos. Pero en ellos se encuentran cruces más numerosas, muertes extrañas y muchas más dificultades apenas superables; será necesario pasar por noches oscuras, extraños combates y agonías, escarpadas montañas, punzantes espinas y espantosos desiertos. Pero por el camino de María se avanza más suave y tranquilamente.

Claro que también aquí encontramos rudos combates y grandes dificultades a superar. Pero esta bondadosa Madre y Señora se hace tan cercana y presente a sus fieles servidores para iluminarlos en sus tinieblas, esclarecerlos en sus dudas, fortalecerlos en sus temores, sostenerlos en sus combates y dificultades que -en verdad- este camino virginal para encontrar a Jesucristo resulta de rosas y mieles comparado con los demás.

Ha habido santos, pero en corto número -como San Efrén, San Juan Damasceno, San Bernardo, San Bernardino, San Buenaventura, San Francisco de Sales, etc.-, que han transitado por este camino suave para ir a Jesucristo, porque el Espíritu Santo, Esposo fiel de María, se lo ha enseñado por gracia especialísima. Pero los otros santos, que son la mayoría, aunque hayan tenido todos devoción a la Santísima Virgen, no han entrado, o sólo muy poco, en este camino. Es por ello que tuvieron que pasar por las pruebas más rudas y peligrosas.

 

153 ¿De dónde procederá entonces, me preguntará algún fiel servidor de María, que los fieles servidores de esta bondadosa Madre encuentran tantas ocasiones de padecer, y aún más que aquellos que no le son tan devotos? (110) . Los contradicen, persiguen, calumnian y nadie los puede tolerar... O caminan entre tinieblas interiores, o por desiertos donde no se da la menor gota de rocío del cielo. Si esta devoción a la Santísima Virgen facilita el camino para llegar a Jesucristo, ¿por qué son sus devotos los más crucificados?

 

154 Le respondo que ciertamente, siendo los más fieles servidores de la Santísima Virgen sus preferidos, reciben de Ella los más grandes favores y gracias del cielo, que son las cruces. Pero sostengo que los servidores de María llevan estas cruces con mayor facilidad, mérito y gloria, y que lo que mil veces detendría a otros o los haría caer, a ellos no los detiene nunca, sino que los hace avanzar, porque esta bondadosa Madre, plenamente llena de gracia y unción del Espíritu Santo, endulza todas las cruces que les prepara con el azúcar de su dulzura maternal y con la unción del amor puro, de modo que ellos las comen alegremente como nueces confitadas, aunque de por sí sean muy amargas.

Y creo que una persona que quiere ser devota y vivir piadosamente en Jesucristo (2Tim 3,12), y por consiguiente, padecer persecución y cargar todos los días su cruz, no llevará jamás grandes cruces, o no las llevará con alegría y hasta el fin, si no profesa una tierna devoción a la Santísima Virgen, que es la dulzura de las cruces; como tampoco podría una persona, sin gran violencia –que no es durable–, comer nueces verdes no confitadas con azúcar.

 

2. Es camino corto

 155 Esta devoción a la Santísima Virgen es camino corto para encontrar a Jesucristo. Sea porque en él nadie se extravía, sea porque –como acabo de decir– se avanza por él con mayor gusto y facilidad y, por consiguiente, con mayor rapidez.

Se adelanta más en poco tiempo de sumisión y obediencia a María que en años enteros de hacer nuestra propia voluntad y apoyarnos en nosotros mismos. Porque el hombre obediente y sumiso a María cantará victorias señaladas sobre todos sus enemigos (Prov 21,28). Estos, ciertamente, querrán impedirle que avance, hacerle retroceder o caer, pero –con el apoyo, auxilio y dirección de María, sin caer, retroceder ni detenerse– avanzará a pasos agigantados hacia Jesucristo por el mismo camino por el cual está escrito que Jesús vino a nosotros a pasos de gigante y en corto tiempo (ver Sal 18 [17],6).

 

156 ¿Cuál crees sea el motivo de que Jesucristo haya vivido tan poco tiempo sobre la tierra y que haya pasado todos esos años en sumisión y obediencia a su Madre? Es éste: que, no obstante la brevedad de su carrera mortal (ver Sab 4,13), vivió largos años, incluso mucho más que Adáncuyas pérdidas vino a reparar-, aunque éste haya vivido más de novecientos años. Largo tiempo vivió Jesucristo, porque vivió en sumisión y unión a su santísima Madre por obediencia al Padre. Porque:

 1o El que respeta a su madre -dice el Espíritu Santo- acumula tesoros (BenS 3,5) (111) , es decir, el que honra a María, su Madre, hasta someterse a Ella y obedecerla en todo, pronto se hará muy rico, pues cada día acumula tesoros por el secreto de esta piedra filosofal.

 2o Según una interpretación espiritual de las siguientes palabras del Espíritu Santo: Mi vejez se encuentra en la misericordia del seno (Sal 92 [91],11, Vulgata), en el seno de María –que rodeó y engendró a un varón perfecto (ver Jer 31,22) y pudo contener a Aquel a quien no puede abrazar ni contener el universo (112) , los jóvenes se convierten en ancianos por la experiencia, luz, santidad y sabiduría, y llegan en pocos años a la plenitud de la edad en Jesucristo (ver Ef 4,13) (113) .

 3. Es camino perfecto

157 Esta devoción a la Santísima Virgen es camino perfecto para ir a Jesucristo y unirse a Él. Porque María es la más perfecta y santa de las puras creaturas, y Jesucristo, que ha venido a nosotros de la manera más perfecta, no tomó otro camino para viaje tan grande y admirable que María.

El Altísimo, el Incomprensible, el Inaccesible y EL QUE ES ha querido venir a nosotros, gusanillos y que no somos nada. ¿Cómo sucedió esto? El Altísimo descendió de manera perfecta y divina hasta nosotros por medio de la humilde María, sin perder nada de su divinidad y santidad. Del mismo modo, deben subir los pequeñuelos hasta el Altísimo perfecta y divinamente y sin temor alguno a través de María.

El Incomprensible se dejó abarcar y encerrar perfectamente por la humilde María, sin perder nada de su inmensidad. Del mismo modo, debemos dejarnos contener y conducir perfectamente y sin reservas por la humilde María.

El Inaccesible se acercó y unió estrecha, perfecta y aun personalmente a nuestra humanidad por María, sin perder nada de su Majestad. Del mismo modo, por María debemos acercarnos a Dios y unirnos a su Majestad perfecta e íntimamente, sin temor de ser rechazados. Finalmente, EL QUE ES quiso venir a lo que no es y hacer que lo que no es llegue a ser Dios o El que es. Esto lo realizó perfectamente entregándose y sometiéndose incondicionalmente a la joven María, sin dejar de ser en el tiempo El que es en la eternidad. Del mismo modo, nosotros, aunque no seamos nada, podemos por María llegar a ser semejantes a Dios por la gracia y la gloria, entregándonos perfecta y totalmente a Ella, de suerte que, no siendo nada por nosotros mismos, lo seamos todo en Ella, sin temor de engañarnos.

 

158 Abridme un camino nuevo par ir a Jesucristo, embaldosado con todos los méritos de los bienaventurados, adornado con todas sus virtudes heroicas, iluminado y embellecido con todos los esplendores y bellezas de los ángeles, y en el que se presenten todos los ángeles y santos para guiar, defender y sostener a quienes quieran andar por él; afirmo abiertamente con toda verdad que, antes que tomar camino tan perfecto, prefiero seguir el camino inmaculado de María (ver Sal 18 [17],33, Vulgata), vía o camino sin mancha ni fealdad, sin pecado original ni actual, sin sombras ni tinieblas. Y si mi amable Jesús viene otra vez al mundo para reinar gloriosamente en él -como sucederá ciertamente-, no escogerá para su viaje otro camino que el de la excelsa María, por quien vino la primera vez con tanta seguridad y perfección. La diferencia entre una y otra venida es que la primera fue secreta y escondida, mientras que la segunda será gloriosa y fulgurante. Pero ambas son perfectas, porque ambas se realizan por María. ¡Ay! ¡Este es un misterio que aún no se comprende! ¡Enmudezca aquí toda lengua! (114) .

 

4. Es camino seguro

 159 Esta devoción a la Santísima Virgen es camino seguro para ir a Jesucristo y alcanzar la perfección uniéndonos a Él.

 1o Porque esta práctica que estoy enseñando no es nueva. Es tan antigua que no se pueden señalar con precisión sus comienzos –como dice en un libro que escribió sobre esta devoción el Sr. Boudón (115) , muerto hace poco en olor de santidad–. Es cierto, sin embargo, que se hallan vestigios de ella en la Iglesia hace más de setecientos años.

San Odilón, abad de Cluny –que vivió hacia 1040–, fue uno de los primeros en practicarla públicamente en Francia, como se consigna en su biografía (116) .

El cardenal San Pedro Damiano relata que en el año 1076 (117) su hermano, el Beato Marín, se hizo esclavo de la Santísima Virgen en presencia de su director espiritual y en forma muy edificante: echóse una cuerda al cuello, tomó la disciplina y colocó en el altar una suma de dinero como señal de vasallaje y consagración a la Santísima Virgen. Actitud en la cual perseveró tan fielmente toda su vida, que a la hora de su muerte mereció ser visitado y consolado por su bondadosa Señora y escuchar de sus labios la promesa del paraíso en recompensa de sus servicios.

César Bolando hace mención de un ilustre caballero, Walter de Birbac, pariente próximo de los duques de Lovaina, quien hacia 1300 hizo la consagración de sí mismo a la Santísima Virgen.

Muchas otras personas practicaron en privado esta devoción hasta el siglo XVII, en que se hizo pública.

 

160 El P. Simón Rojas, de la Orden de la Trinidad Redención de los Cautivos, predicador en la corte de Felipe III, puso en boga esta devoción por España y Alemania, y obtuvo de Gregorio XV, a instancia del mismo rey, grandes indulgencias para quienes la practicasen (118) .

El P. Bartolomé de los Ríos (119) , agustino, se dedicó con el Beato Simón Rojas, íntimo amigo suyo, a extender de palabra y por escrito esta devoción en España y Alemania. Escribió un grueso volumen titulado De hierarchia mariana, en el que trata con tanta piedad como erudición de la antigüedad, excelencia y solidez de esta devoción.

Los PP. Teatinos propagaron esta devoción en Italia, Sicilia y Saboya durante el último siglo.

 

161 El Padre Estanislao Fenicio, de la Compañía de Jesús (120) , la dio a conocer maravillosamente en Polonia.

El P. de los Ríos, en su libro antes citado, consigna los nombres de los príncipes, princesas, obispos y cardenales de diferentes naciones que abrazaron esta devoción. El R. P. Cornelio a Lápide (121) , tan recomendable por su piedad como por su ciencia profunda, recibió de muchos obispos y teólogos el encargo de examinar esta devoción. Después de estudiarla detenidamente, hizo de ella grandes alabanzas, dignas de su piedad. Muchos otros grandes personajes siguieron su ejemplo.

Los RR. PP. Jesuitas, siempre celosos en el servicio de la Santísima Virgen, presentaron, en nombre de los congregantes de Colonia, un opúsculo sobre la santa esclavitud al duque Fernando de Baviera –arzobispo entonces de Colonia–. Este lo aprobó y permitió imprimirlo, y exhortó a todos los párrocos y religiosos de su diócesis a difundir, en la medida de lo posible, esta sólida devoción.

 

162 El cardenal de Bérulle (122) , cuya memoria bendice toda Francia, fue uno de los más celosos en propagar por Francia esta devoción, a pesar de todas las calumnias y persecuciones que le hicieron los críticos y libertinos. Estos lo acusaron de novedad y superstición, y publicaron contra él un folleto difamatorio, sirviéndose –o más bien el demonio se sirvió por medio de ellos– de mil argucias para impedirle divulgar por Francia esta devoción. Pero este santo varón respondió a las calumnias con su paciencia, y a las objeciones del libelo con un breve escrito, en que las refutó victoriosamente, demostrando que esta práctica se funda en el ejemplo de Jesucristo, las obligaciones que tenemos para con Él y las promesas del Santo Bautismo. Particularmente con esta última razón cerró la boca a sus adversarios, haciéndoles ver que esta consagración a la Santísima Virgen, y por medio de Ella a Jesucristo, no es otra cosa que una perfecta renovación de los votos y promesas del Bautismo. Añade muchas y muy hermosas cosas sobre esta devoción, que pueden leerse en sus obras.

 

163 En el citado libro del Sr. Boudón se pueden ver los nombres de los diferentes papas que han aprobado esta devoción, de los teólogos que la han examinado, las persecuciones suscitadas contra ella, y sobre las cuales ha triunfado, y los millares de personas que la han abrazado, sin que jamás ningún papa la haya condenado (123) . Y es que no se la podría condenar sin trastornar los fundamentos del cristianismo. Consta, pues, que esta devoción no es nueva. Y, si no es corriente, se debe a que es demasiado preciosa para ser saboreada por toda clase de personas.

 

164 2o Esta devoción es un medio seguro para ir a Jesucristo. Efectivamente, el oficio de la Santísima Virgen es conducirnos con toda seguridad a Jesucristo, así como el de éste es llevarnos al Padre eterno con toda seguridad. No se engañen, pues, las personas espirituales creyendo falsamente que María les impida llegar a la unión con Dios. Porque ¿será posible que la que halló gracia delante de Dios para todo el mundo en general y para cada uno en particular estorbe a las almas alcanzar la inestimable gracia de la unión con Él? ¿Será posible que la que fue total y sobreabundantemente llena de gracia y tan unida y transformada en Dios que lo obligó a encarnarse en Ella (124) impida al alma vivir unida a Dios? Ciertamente que la vista de las otras creaturas, aunque santas, podrá, en ocasiones, retardar la unión divina, pero no María, como he dicho (125) y no me cansaré de repetirlo.

Una de las razones que explican por qué son tan pocas las almas que llegan a la madurez en Jesucristo (126) es el que María –que ahora como siempre es la Madre de Cristo y la Esposa fecunda del Espíritu Santo– no está bastante formada en los corazones. Quien desee tener el fruto maduro y bien formado, debe tener el árbol que lo produce. Quien desee tener el fruto de vida -Jesucristo-, debe tener el árbol de vida que es María (127) . Quien desee tener en sí la operación del Espíritu Santo, debe tener a su Esposa fiel e inseparable, la excelsa María, como hemos dicho antes (128) .

 

165 Persuádete, pues, de que cuanto más busques a María en tus oraciones, contemplaciones, acciones y padecimientos –si no de manera clara y explícita, al menos con mirada general e implícita–, más perfectamente hallarás a Jesucristo, que está siempre con María, grande y poderoso, dinámico e incomprensible, como no está en el cielo ni en ninguna otra creatura del universo.

Así, la excelsa María, toda transformada en Dios, lejos de obstaculizar a los perfectos la llegada a la unión con Dios, es la creatura que nos ayuda más eficazmente en obra tan importante. Y esto en forma tal que no ha habido ni habrá jamás persona igual a Ella, ya por las gracias que para ello nos alcanzará –pues, como dice un santo, “nadie se llena del pensamiento de Dios sino por Ella” (129) –, ya por las ilusiones y engaños del maligno espíritu, de los que Ella nos librará.

 

166 Donde está María no puede estar el espíritu maligno. Precisamente una de las señales más infalibles de que somos gobernados por el buen espíritu es el ser muy devotos de la Santísima Virgen, pensar y hablar frecuentemente de Ella. Así piensa San Germán, quien añade que así como la respiración es señal clara de que el cuerpo no está muerto, del mismo modo el pensar con frecuencia en María e invocarla amorosamente es señal cierta de que el alma no está muerta por el pecado.

 

167 Siendo así que –según dicen la Iglesia y el Espíritu Santo, que la dirige– María sola ha dado muerte a las herejías, –por más que los críticos murmuren–, jamás un fiel devoto de María caerá en herejía o ilusión, al menos formales. Podrá, tal vez –aunque más difícilmente que los otros–, errar materialmente, tomar la mentira por la verdad y el mal espíritu por bueno...; pero, tarde o temprano, conocerá su falta y error material, y cuando lo conozca, no se obstinará en creer y defender lo que había tenido por verdadero.

 

168 Cualquiera, pues, que desee avanzar, sin temor a ilusiones –cosa ordinaria entre personas de oración–, por los caminos de la santidad y hallar con seguridad y perfección a Jesucristo, debe abrazar de todo corazón, con corazón generoso y de buena gana (2Mac 1,3), esta devoción a la Santísima Virgen, que tal vez no haya conocido todavía y que yo le enseño ahora: Me queda por enseñaros un camino excepcional (1Cor 12,3). Es el camino abierto por Jesucristo, la Sabiduría encarnada, nuestra Cabeza. El miembro de esta Cabeza que avanza por dicho camino no puede extraviarse. Es camino fácil, a causa de la plenitud de la gracia y unción del Espíritu Santo que lo llena; nadie se cansa ni retrocede si camina por él. Es camino corto, que en breve nos lleva a Jesucristo. Es camino perfecto, sin lodo, ni polvo, ni fealdad de pecado. Es, finalmente, camino seguro, que de manera directa y segura, sin desviarnos ni a la derecha ni a la izquierda, nos conduce a Jesucristo y a la vida eterna.

Entremos, pues, por este camino y avancemos en él, día y noche, hasta la perfecta madurez en Jesucristo.

 

Notas a pie de página:

 

110 Ver SM 22.

111 ASE 86-87.

112 Expresión de la liturgia.

113 Ver VD 33.

114 Ver VD 12.

115 ENRIQUE MARÍA BOUDÓN (1634-1702).

116 SAN ODILÓN (962-1048).

117 PEDRO DAMIANO (1007-1072).

118 SIMÓN ROJAS (1552-1652).

119 BARTOLOMÉ DE LOS RÍOS (1580-1652).

120 FRANCISCO ESTANISLAO FENICIO, S.J. (1592-1652).

121 CORNELIUS VAN DEN STEEN (1567-1637).

122 PEDRO DE BERULLE (1575-1637).

123 La inquisición romana sólo condenó en aquellos tiempos los abusos y exageraciones de devotos sin discreción.

124 Se trata de la preparación y disposiciones con que María fue preparada por Dios y se preparó Ella misma a la obra de la Encarnación (ver ASE 107: María atrae y cautiva al Omnipotente; ver VD 157).

125 Ver VD 75; SM 21.

126 Ver VD 33.

127 Ver SM 70.

128 Ver VD 20-21.34-36.

129 Ver LG 65.35; SAN GERMÁN DE CONSTANTINOPLA.