Algunas
coses que les pasan a los jovenes
Deseos, heridas y búsquedas
81. Los jóvenes reconocen
que el cuerpo y la sexualidad tienen una importancia esencial para su vida y en
el camino de crecimiento de su identidad. Sin embargo, en un mundo que enfatiza
excesivamente la sexualidad, es difícil mantener una buena relación con el
propio cuerpo y vivir serenamente las relaciones afectivas. Por esta y por
otras razones, la moral sexual suele ser muchas veces «causa de incomprensión y
de alejamiento de la Iglesia, ya que se percibe como un espacio de juicio y de
condena». Al mismo tiempo, los jóvenes expresan «un explícito deseo de
confrontarse sobre las cuestiones relativas a la diferencia entre identidad
masculina y femenina, a la reciprocidad entre hombres y mujeres, y a la
homosexualidad»[34].
82. En nuestro tiempo «los
avances de las ciencias y de las tecnologías biomédicas inciden sobre la
percepción del cuerpo, induciendo a la idea de que se puede modificar sin
límite. La capacidad de intervenir sobre el ADN, la posibilidad de insertar
elementos artificiales en el organismo (cyborg) y el desarrollo de las
neurociencias constituyen un gran recurso, pero al mismo tiempo plantean
interrogantes antropológicos y éticos»[35].
Pueden llevarnos a olvidar que la vida es un don, y que somos seres creados y
limitados, que fácilmente podemos ser instrumentalizados por quienes tienen el
poder tecnológico[36].
«Además en algunos contextos juveniles se difunde un cierto atractivo por
comportamientos de riesgo como instrumento para explorarse a sí mismos,
buscando emociones fuertes y obtener un reconocimiento. […] Estos fenómenos, a
los que están expuestas las nuevas generaciones, constituyen un obstáculo para
una maduración serena»[37].
83. En los jóvenes también
están los golpes, los fracasos, los recuerdos tristes clavados en el alma.
Muchas veces «son las heridas de las derrotas de la propia historia, de los
deseos frustrados, de las discriminaciones e injusticias sufridas, del no
haberse sentido amados o reconocidos». Además «están las heridas morales, el
peso de los propios errores, los sentimientos de culpa por haberse equivocado»[38].
Jesús se hace presente en esas cruces de los jóvenes, para ofrecerles su
amistad, su alivio, su compañía sanadora, y la Iglesia quiere ser su
instrumento en este camino hacia la restauración interior y la paz del corazón.
84. En algunos jóvenes
reconocemos un deseo de Dios, aunque no tenga todos los contornos del Dios
revelado. En otros podremos vislumbrar un sueño de fraternidad, que no es poco.
En muchos habrá un deseo real de desarrollar las capacidades que hay en ellos
para aportarle algo al mundo. En algunos vemos una sensibilidad artística
especial, o una búsqueda de armonía con la naturaleza. En otros habrá quizás una
gran necesidad de comunicación. En muchos de ellos encontraremos un profundo
deseo de una vida diferente. Se trata de verdaderos puntos de partida, fibras
interiores que esperan con apertura una palabra de estímulo, de luz y de
aliento.
85. El Sínodo ha tratado
especialmente tres temas de suma importancia, cuyas conclusiones quiero acoger
textualmente, aunque todavía nos requerirán avanzar en un mayor análisis y
desarrollar una más adecuada y eficaz capacidad de respuesta.
El ambiente digital
86. «El ambiente digital
caracteriza el mundo contemporáneo. Amplias franjas de la humanidad están
inmersas en él de manera ordinaria y continua. Ya no se trata solamente de
“usar” instrumentos de comunicación, sino de vivir en una cultura ampliamente
digitalizada, que afecta de modo muy profundo la noción de tiempo y de espacio,
la percepción de uno mismo, de los demás y del mundo, el modo de comunicar, de
aprender, de informarse, de entrar en relación con los demás. Una manera de
acercarse a la realidad que suele privilegiar la imagen respecto a la escucha y
a la lectura incide en el modo de aprender y en el desarrollo del sentido
crítico»[39].
87. La web y
las redes sociales han creado una nueva manera de comunicarse y de vincularse,
y «son una plaza en la que los jóvenes pasan mucho tiempo y se encuentran
fácilmente, aunque el acceso no es igual para todos, en particular en algunas
regiones del mundo.
En cualquier caso, constituyen una extraordinaria
oportunidad de diálogo, encuentro e intercambio entre personas, así como de
acceso a la información y al conocimiento. Por otro lado, el entorno digital es
un contexto de participación sociopolítica y de ciudadanía activa, y puede
facilitar la circulación de información independiente capaz de tutelar
eficazmente a las personas más vulnerables poniendo de manifiesto las
violaciones de sus derechos. En numerosos países, web y redes
sociales representan un lugar irrenunciable para llegar a los jóvenes e
implicarlos, incluso en iniciativas y actividades pastorales»[40].
88. Pero para comprender
este fenómeno en su totalidad hay que reconocer que, como toda realidad humana,
está atravesado por límites y carencias. No es sano confundir la comunicación
con el mero contacto virtual. De hecho, «el ambiente digital también es un
territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia, hasta llegar al
caso extremo del dark web.
Los medios de comunicación digitales
pueden exponer al riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida
de contacto con la realidad concreta, obstaculizando el desarrollo de
relaciones interpersonales auténticas. Nuevas formas de violencia se difunden
mediante los social media, por ejemplo el ciberacoso; la web también
es un canal de difusión de la pornografía y de explotación de las personas para
fines sexuales o mediante el juego de azar»[41].
89. No se debería olvidar
que «en el mundo digital están en juego ingentes intereses económicos, capaces
de realizar formas de control tan sutiles como invasivas, creando mecanismos de
manipulación de las conciencias y del proceso democrático. El funcionamiento de
muchas plataformas a menudo acaba por favorecer el encuentro entre personas que
piensan del mismo modo, obstaculizando la confrontación entre las diferencias.
Estos circuitos cerrados facilitan la difusión de informaciones y noticias
falsas, fomentando prejuicios y odios. La proliferación de las fake
news es expresión de una cultura que ha perdido el sentido de la
verdad y somete los hechos a intereses particulares. La reputación de las
personas está en peligro mediante juicios sumarios en línea. El fenómeno afecta
también a la Iglesia y a sus pastores»[42].
90. En un documento que
prepararon 300 jóvenes de todo el mundo antes del Sínodo, ellos indicaron que
«las relaciones online pueden volverse inhumanas. Los espacios
digitales nos ciegan a la vulnerabilidad del otro y obstaculizan la reflexión
personal. Problemas como la pornografía distorsionan la percepción que el joven
tiene de la sexualidad humana. La tecnología usada de esta forma, crea una
realidad paralela ilusoria que ignora la dignidad humana»[43].
La inmersión en el mundo virtual ha propiciado una especie de “migración
digital”, es decir, un distanciamiento de la familia, de los valores culturales
y religiosos, que lleva a muchas personas a un mundo de soledad y de
autoinvención, hasta experimentar así una falta de raíces aunque permanezcan
físicamente en el mismo lugar.
La vida nueva y desbordante de los jóvenes, que
empuja y busca autoafirmar la propia personalidad, se enfrenta hoy a un desafío
nuevo: interactuar con un mundo real y virtual en el que se adentran solos como
en un continente global desconocido. Los jóvenes de hoy son los primeros en
hacer esta síntesis entre lo personal, lo propio de cada cultura, y lo global.
Pero esto requiere que logren pasar del contacto virtual a una buena y sana
comunicación.
Los migrantes como paradigma de nuestro tiempo
91. ¿Cómo no recordar a
tantos jóvenes afectados por las migraciones? Los fenómenos migratorios «no
representan una emergencia transitoria, sino que son estructurales. Las
migraciones pueden tener lugar dentro del mismo país o bien entre países
distintos. La preocupación de la Iglesia atañe en particular a aquellos que
huyen de la guerra, de la violencia, de la persecución política o religiosa, de
los desastres naturales –debidos entre otras cosas a los cambios climáticos– y
de la pobreza extrema: muchos de ellos son jóvenes. En general, buscan
oportunidades para ellos y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y
desean crear las condiciones para que se haga realidad»[44].
Los migrantes «nos recuerdan la condición originaria de la fe, o sea la de ser
“forasteros y peregrinos en la tierra” (Hb 11,13)»[45].
92. Otros migrantes son
«atraídos por la cultura occidental, a veces con expectativas poco realistas
que los exponen a grandes desilusiones. Traficantes sin escrúpulos, a menudo
vinculados a los cárteles de la droga y de las armas, explotan la situación de
debilidad de los inmigrantes, que a lo largo de su viaje con demasiada
frecuencia experimentan la violencia, la trata de personas, el abuso
psicológico y físico, y sufrimientos indescriptibles.
Cabe señalar la especial
vulnerabilidad de los inmigrantes menores no acompañados, y la situación de
quienes se ven obligados a pasar muchos años en los campos de refugiados o que
permanecen bloqueados durante largo tiempo en los países de tránsito, sin poder
continuar sus estudios ni desarrollar sus talentos. En algunos países de
llegada, los fenómenos migratorios suscitan alarma y miedo, a menudo fomentados
y explotados con fines políticos. Se difunde así una mentalidad xenófoba, de
gente cerrada y replegada sobre sí misma, ante la que hay que reaccionar con
decisión»[46].
93. «Los jóvenes que emigran tienen que separarse de su propio contexto de
origen y con frecuencia viven un desarraigo cultural y religioso. La fractura
también concierne a las comunidades de origen, que pierden a los elementos más
vigorosos y emprendedores, y a las familias, en particular cuando emigra uno de
los padres o ambos, dejando a los hijos en el país de origen. La Iglesia tiene
un papel importante como referencia para los jóvenes de estas familias rotas.
Sin embargo, las historias de los migrantes también son historias de encuentro
entre personas y entre culturas: para las comunidades y las sociedades a las
que llegan son una oportunidad de enriquecimiento y de desarrollo humano
integral de todos. Las iniciativas de acogida que hacen referencia a la Iglesia
tienen un rol importante desde este punto de vista, y pueden revitalizar a las
comunidades capaces de realizarlas»[47].
94. «Gracias a la diversa
proveniencia de los Padres [sinodales], respecto al tema de los migrantes el
Sínodo ha vivido el encuentro de muchas perspectivas, en particular entre
países de origen y países de llegada. Además, ha resonado el grito de alarma de
aquellas Iglesias cuyos miembros se ven obligados a escapar de la guerra y de
la persecución, y que ven en estas migraciones forzadas una amenaza para su
propia existencia. Precisamente el hecho de incluir en su seno todas estas
perspectivas pone a la Iglesia en condiciones de desempeñar en medio de la
sociedad un papel profético sobre el tema de las migraciones»[48].
Pido especialmente a los jóvenes que no caigan en las redes de quienes quieren
enfrentarlos a otros jóvenes que llegan a sus países, haciéndolos ver como
seres peligrosos y como si no tuvieran la misma inalienable dignidad de todo
ser humano.
Poner fin a todo tipo de abusos
95. En los últimos tiempos
se nos ha reclamado con fuerza que escuchemos el grito de las víctimas de los
distintos tipos de abuso que han llevado a cabo algunos obispos, sacerdotes,
religiosos y laicos. Estos pecados provocan en sus víctimas «sufrimientos que
pueden llegar a durar toda la vida y a los que ningún arrepentimiento puede
poner remedio. Este fenómeno está muy difundido en la sociedad y afecta también
a la Iglesia y representa un serio obstáculo para su misión»[49].
96. Es verdad que «la
plaga de los abusos sexuales a menores es por desgracia un fenómeno
históricamente difuso en todas las culturas y sociedades», especialmente en el
seno de las propias familias y en diversas instituciones, cuya extensión se
evidenció sobre todo «gracias a un cambio de sensibilidad de la opinión
pública». Pero «la universalidad de esta plaga, a la vez que confirma su
gravedad en nuestras sociedades, no disminuye su monstruosidad dentro de la
Iglesia» y «en la justificada rabia de la gente, la Iglesia ve el reflejo de la
ira de Dios, traicionado y abofeteado»[50].
97. «El Sínodo renueva su
firme compromiso en la adopción de medidas rigurosas de prevención que impidan
que se repitan, a partir de la selección y de la formación de aquellos a
quienes se encomendarán tareas de responsabilidad y educativas»[51].
Al mismo tiempo, ya no hay que abandonar la decisión de aplicar las «acciones y
sanciones tan necesarias»[52].
Y todo esto con la gracia de Cristo. No hay vuelta atrás.
98. «Existen diversos
tipos de abuso: de poder, económico, de conciencia, sexual. Es evidente la
necesidad de desarraigar las formas de ejercicio de la autoridad en las que se
injertan y de contrarrestar la falta de responsabilidad y transparencia con la
que se gestionan muchos de los casos. El deseo de dominio, la falta de diálogo
y de transparencia, las formas de doble vida, el vacío espiritual, así como las
fragilidades psicológicas son el terreno en el que prospera la corrupción»[53].
El clericalismo es una permanente tentación de los sacerdotes, que interpretan
«el ministerio recibido como un poder que hay que ejercer más
que como un servicio gratuito y generoso que ofrecer; y esto
nos lleva a creer que pertenecemos a un grupo que tiene todas las respuestas y
no necesita ya escuchar ni aprender nada»[54].
Sin dudas un espíritu clericalista expone a las personas consagradas a perder
el respeto por el valor sagrado e inalienable de cada persona y de su libertad.
99. Junto con los Padres
sinodales, quiero expresar con cariño y reconocimiento mi «gratitud hacia
quienes han tenido la valentía de denunciar el mal sufrido: ayudan a la Iglesia
a tomar conciencia de lo sucedido y de la necesidad de reaccionar con decisión»[55].
Pero también merece un especial reconocimiento «el empeño sincero de
innumerables laicos, sacerdotes, consagrados y obispos que cada día se entregan
con honestidad y dedicación al servicio de los jóvenes. Su obra es un gran
bosque que crece sin hacer ruido. También muchos de los jóvenes presentes en el
Sínodo han manifestado gratitud por aquellos que los acompañaron y han
resaltado la gran necesidad de figuras de referencia»[56].
100. Gracias a Dios los
sacerdotes que cayeron en estos horribles crímenes no son la mayoría, que
sostiene un ministerio fiel y generoso. A los jóvenes les pido que se dejen
estimular por esta mayoría. En todo caso, cuando vean un sacerdote en riesgo,
porque ha perdido el gozo de su ministerio, porque busca compensaciones
afectivas o está equivocando el rumbo, atrévanse a recordarle su compromiso con
Dios y con su pueblo, anúncienle ustedes el Evangelio y aliéntenlo a mantenerse
en la buena senda.
Así ustedes prestarán una invalorable ayuda en algo
fundamental: la prevención que permita evitar que se repitan estas atrocidades.
Esta nube negra se convierte también en un desafío para los jóvenes que aman a
Jesucristo y a su Iglesia, porque pueden aportar mucho en esta herida si ponen
en juego su capacidad de renovar, de reclamar, de exigir coherencia y
testimonio, de volver a soñar y de reinventar.
101. No es este el único
pecado de los miembros de la Iglesia, cuya historia tiene muchas sombras.
Nuestros pecados están a la vista de todos; se reflejan sin piedad en las
arrugas del rostro milenario de nuestra Madre y Maestra. Porque ella camina
desde hace dos mil años, compartiendo «los gozos y las esperanzas, las
tristezas y las angustias de los hombres»[57].
Y camina como es, sin hacerse cirugías estéticas.
No teme mostrar los pecados
de sus miembros, que a veces algunos de ellos intentan disimular, ante la luz
ardiente de la Palabra del Evangelio que limpia y purifica. Tampoco deja de
recitar cada día, avergonzada: «Piedad de mí, Señor, por tu bondad. […] Tengo
siempre presente mi pecado» (Sal 51,3.5). Pero recordemos que no se
abandona a la Madre cuando está herida, sino que se la acompaña para que saque
de ella toda su fortaleza y su capacidad de comenzar siempre de nuevo.
102. En medio de este drama
que justamente nos duele en el alma, «Jesús Nuestro Señor, que nunca abandona a
su Iglesia, le da la fuerza y los instrumentos para un nuevo camino»[58].
Así, este momento oscuro, «con la valiosa ayuda de los jóvenes, puede ser
realmente una oportunidad para una reforma de carácter histórico»[59],
para abrirse a un nuevo Pentecostés y empezar una etapa de purificación y de
cambio que otorgue a la Iglesia una renovada juventud.
Pero los jóvenes podrán
ayudar mucho más si se sienten de corazón parte del «santo y paciente Pueblo
fiel de Dios, sostenido y vivificado por el Espíritu Santo», porque «será
justamente este santo Pueblo de Dios el que nos libre de la plaga del
clericalismo, que es el terreno fértil para todas estas abominaciones»[60].
Notas a pie de página:
Documento Final de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los
Obispos, 60. En
adelante este documento se citará con la sigla DF.
[43] Documento de la Reunión pre-sinodal para la preparación de
la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (24
marzo 2018), I, 4.
[50] Discurso conclusivo del encuentro sobre “La protección de
los menores en la Iglesia” (24 febrero 2019): L’Osservatore
Romano, ed. semanal en lengua española (1 marzo 2019), p. 9.
[52] Carta al Pueblo de Dios (20 agosto 2018),
2: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (24 agosto
2018), p. 6.
[54] Discurso a la primera Congregación general de la XV
Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (3
octubre 2018): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española
(5 octubre 2018), p. 10.
[60] Discurso conclusivo del encuentro sobre “La protección de
los menores en la Iglesia” (24 febrero 2019): L’Osservatore
Romano, ed. semanal en lengua española (1 marzo 2019), p. 10.
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