VI. AGENTES DE
LA EVANGELIZACIÓN
La Iglesia
entera es misionera
Si hay hombres
que proclaman en el mundo el Evangelio de salvación, lo hacen por mandato, en
nombre y con la gracia de Cristo Salvador. "¿Cómo predicarán si no son
enviados?"
Incumbe a la
Iglesia por mandato divino ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a toda
creatura. La Iglesia entera es misionera, la obra de evangelización es un deber
fundamental del pueblo de Dios. Hay una vinculación íntima entre la Iglesia y
la evangelización. Cuando la Iglesia anuncia el reino de Dios y lo construye,
ella se implanta en el corazón del mundo como signo e instrumento de ese reino
que está ya presente y que viene. Son muy significativas, estas palabras de San
Agustín sobre la acción misionera de los doce: "predicando la palabra de
verdad, engendraron las Iglesias".
Un acto
eclesial
Evangelizar no
es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial. Cuando
el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado,
predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento,
aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia y su gesto se enlaza
mediante relaciones institucionales ciertamente, pero también mediante vínculos
invisibles y raíces escondidas del orden de la gracia, a la actividad
evangelizadora de toda la Iglesia. Esto supone que lo haga, no por una misión
que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de
la Iglesia y en su nombre.
La perspectiva
de la Iglesia universal
Así ha querido
el Señor a su Iglesia: universal, árbol grande cuyas ramas dan cobijo a las
aves del cielo, red que recoge toda clase de peces o que Pedro saca cargada de
153 grandes peces, rebaño que un solo pastor conduce a los pastos. Iglesia
universal sin límites ni fronteras, salvo, por desgracia, las del corazón y del
espíritu del hombre pecador.
La perspectiva
de la Iglesia particular
Sin embargo,
esta Iglesia universal se encarna de hecho en las Iglesias particulares,
constituidas de tal o cual porción de humanidad concreta, que hablan tal
lengua, son tributarias de una herencia cultural, de una visión del mundo, de
un pasado histórico, de un substrato humano determinado. La apertura a las
riquezas de la Iglesia particular responde a una sensibilidad especial del
hombre contemporáneo. En el pensamiento del Señor es la Iglesia, universal por
vocación y por misión, la que, echando sus raíces en la variedad de terrenos
culturales, sociales, humanos, toma en cada parte del mundo aspectos,
expresiones externas diversas.
Adaptación y
fidelidad de lenguaje
Las Iglesias
particulares profundamente amalgamadas, no sólo con las personas, sino también
con las aspiraciones, las riquezas y límites, las maneras de orar, de amar, de
considerar la vida y el mundo que distinguen a tal o cual conjunto humano,
tienen la función de asimilar lo esencial del mensaje evangélico, de
trasvasarlo, sin la menor traición a su verdad esencial, al lenguaje que esos
hombres comprenden, y, después de anunciarlo en ese mismo lenguaje.
Apertura de la
Iglesia universal
Pero este
enriquecimiento exige que las Iglesias locales mantengan esa clara apertura a
la Iglesia universal. Cuanto más ligada está una Iglesia particular por
vínculos sólidos a la Iglesia universal tanto más será evangelizadora de
verdad, es decir, capaz de beber en el patrimonio universal para lograr que el
pueblo se aproveche de él, así como de comunicar a la Iglesia universal la
experiencia y la vida de su pueblo, en beneficio de todos.
El inalterable depósito de la fe
El Sucesor de
Pedro es principio visible, viviente y dinámico de la unidad entre las Iglesias
y, consiguientemente, de la universalidad de la única Iglesia. Junto con los
hermanos en el Episcopado tienen la grave responsabilidad de guardar
inalterable el contenido de la fe católica que el Señor confió a los Apóstoles.
Tareas diferenciadas
Toda la Iglesia
está pues llamada a evangelizar y, sin embargo, en su seno tenemos que realizar
diferentes tareas evangelizadoras. Esta diversidad de servicios en la unidad de
la misma misión constituye la riqueza y la belleza de la evangelización. En primer lugar el Señor confía a los
Apóstoles la función de anunciar la Palabra. El los ha escogido, formado
durante varios años de intimidad, constituido y mandado como testigos y
maestros autorizados del mensaje de salvación. Y los Doce han enviado a su vez
a sus sucesores que, en la línea apostólica, continúan predicando la Buena
Nueva.
El Sucesor de
Pedro
El Sucesor de
Pedro, por voluntad de Cristo, está encargado del ministerio preeminente de
enseñar la verdad revelada, de predicar y de hacer predicar la Buena Nueva de
la salvación. El Nuevo Testamento presenta frecuentemente a Pedro "lleno
del Espíritu Santo", tomando la palabra en nombre de todos. El Concilio
Vaticano II ha querido subrayarlo, declarando que "el mandato de Cristo de
predicar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) se refiere ante
todo e inmediatamente a los obispos con Pedro y bajo la guía de Pedro".
Obispos y
Sacerdotes
Unidos al
Sucesor de Pedro, los obispos, sucesores de los Apóstoles, reciben en virtud de
su ordenación episcopal, la autoridad para enseñar en la Iglesia la verdad
revelada. Son los maestros de la fe. A los obispos están asociados en el ministerio
de la evangelización, como responsables a título especial, los que por la
ordenación sacerdotal obran en nombre de Cristo, en cuanto educadores del
pueblo de Dios en la fe, predicadores, siendo además ministros de la Eucaristía
y de los otros sacramentos.
Los religiosos
Los religiosos,
también ellos, tienen en su vida consagrada un medio privilegiado de
evangelización eficaz. A través de su ser más íntimo, se sitúan dentro del
dinamismo de la Iglesia, sedienta de lo Absoluto de Dios, llamada a la santidad.
Es de esta santidad de la que ellos dan testimonio. Ellos encarnan la Iglesia
deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas. Ellos son por su
vida signo de total disponibilidad para con Dios, la Iglesia, los hermanos.
Los seglares
Los seglares,
cuya vocación específica los coloca en el corazón del mundo y a la guía de las
más variadas tareas temporales, deben ejercer por lo mismo una forma singular
de evangelización. Su tarea primera e inmediata no es la institución y el
desarrollo de la comunidad eclesial —esa es la función específica de los
Pastores—, sino el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y
evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del
mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora, es el mundo vasto y
complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura,
de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de
comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización
como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo
profesional, el sufrimiento, etc.
La familia
En el seno del
apostolado evangelizador de los seglares, es imposible dejar de subrayar la
acción evangelizadora de la familia. Ella ha merecido muy bien, en los
diferentes momentos de la historia y en el Concilio Vaticano II, el hermoso nombre
de "Iglesia doméstica". Esto significa que en cada familia cristiana
deberían reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera. Por otra parte,
la familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es
transmitido y desde donde éste se irradia. Dentro, pues, de una familia
consciente de esta misión, todos los miembros de la misma evangelizan y son
evangelizados. Una familia así se hace evangelizadora de otras muchas familias
y del ambiente en que ella vive.
Los jóvenes
Las
circunstancias invitan a prestar una atención especialísima a los jóvenes. Es
necesario que los jóvenes bien formados en la fe y arraigados en la oración, se
conviertan cada vez más en los apóstoles de la juventud.
sábado, 16 de junio de 2012
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