sábado, 21 de mayo de 2011

TEMA 35. FIELES LAICOS. LA NUEVA EVANGELIZACIÓN (I)

EXPOSICIÓN:
(extracto de la exhortación apostólica de SS Juan Pablo II: Christifideles laici)

IR A TRABAJAR EN MI VIÑA

"Hacia las nueve de la mañana salió otra vez y vio otros que estaban en la plaza, sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña" ... (Mt 20, 3-4) Este llamamiento resuena constantemente en el transcurso de la historia se dirige a cada hombre que viene a este mundo. No se dirige sólo a los religiosos, los pastores y sacerdotes, sino que se dirige a todos.

Los fieles laicos son llamados personalmente por el Señor para trabajar en la viña a favor de la Iglesia y del mundo. Los laicos son invitados a unirse más íntimamente al Señor y participar de su misión salvadora.

SECULARISMO Y NECESIDAD DE LO RELIGIOSO

Fascinado por el desarrollo científico-técnico y por la tentación más antigua y siempre nueva de querer llegar a ser como Dios, haciendo uso de su libertad, el hombre arranca las raíces religiosas que están en su corazón, se olvida de Dios, lo rechaza y se pone a adorar los más diversos ídolos.

"Crecientes multitudes se alejan prácticamente de la Religión" y una creciente descristianización aflige a pueblos de antigua tradición cristiana, reclamando, sin dilación, una nueva evangelización.

La necesidad y la aspiración de lo religioso no puede suprimirse totalmente del corazón del hombre. Su conciencia lo lleva a interrogarse sobre el sentido de la existencia, del sufrimiento y de la muerte, abriéndose a una búsqueda religiosa y el retorno al sentido de lo sagrado y de la oración.

LA PERSONA HUMANA: UNA DIGNIDAD DESPRECIADA Y EXALTADA

Cuando no se reconoce la dignidad del hombre como imagen viviente de Dios, el hombre queda expuesto a las formas más humillantes de instrumentalización que lo convierten en un esclavo del "más fuerte" (ideología, poder del dinero, poder mediático).

Los derechos fundamentales de las personas son violados: el derecho a la vida, la integridad física, a tener una vivienda, un trabajo, a tener una familia y una paternidad responsable, a participar en la vida pública, el derecho a la libertad de conciencia y de libertad religiosa.

Pero al tener un indestructible fundamento en Dios creador y padre, la sacralidad de la persona vuelve a imponerse, de nuevo y siempre. Se debe preservar el sentido de la dignidad personal de cada ser humano.

Vivimos también en los tiempos de los humanismos, unos alienadores y otros exaltadores del hombre llegando a una verdadera idolatría. También es un signo de los tiempos la participación de las personas en la toma de decisiones políticas, culturales y sociales, y un creciente papel participativo de la mujer y del mundo juvenil.




TIEMPO DE CONFLICTIVIDAD Y BÚSQUEDA DE LA PAZ

La conflictividad es un fenómeno que caracteriza el tiempo actual y que lleva a la nefasta confrontación entre personas, naciones y bloques de naciones, que muchas veces se traduce en injusticia, violencia, terrorismo y guerra. La paz en la justicia es un bien irrenunciable que pide la implicación y la participación de todos, especialmente de la participación de los fieles laicos.

JESUCRISTO, ESPERANZA PARA LA HUMANIDAD

Esta es la viña en la que están llamados los trabajadores, enviados por el Señor a predicar que Jesucristo es la respuesta plena a todas las dificultades del hombre. Sostenidos por el Espíritu Santo los fieles laicos, juntos con los pastores y toda la Iglesia, presentan con su testimonio de palabra y de obras a Jesucristo redentor del hombre y portador de la alegría y la esperanza en el mundo.

FIELES LAICOS

Los fieles laicos viven en el mundo, implicados en todas las ocupaciones y trabajos y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social. Estudian, trabajan, tienen relaciones de amistad, sociales, profesionales, culturales, etc.

En este ámbito desarrollan su vocación cristiana, llamados por Dios a contribuir desde dentro, como levadura, a la santificación del mundo, con su testimonio de vida y con el fulgor de su fe, esperanza y caridad. Buscan el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios, llamados a vivir la santidad y ser sal de la tierra y luz del mundo.

Por el bautismo los fieles son integrados en el pueblo de Dios y participan a su manera del oficio sacerdotal, profético y de la realeza de Jesucristo y participan de la misión de la Iglesia formada por todo el pueblo cristiano. Insertados en Jesucristo, la verdadera vid, Cristo comunica vida y fecundidad a los sarmientos, los fieles laicos.

Sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida familiar y conyugal, el trabajo cotidiano, el descanso corporal y espiritual, si son hechos en el Espíritu, incluso las mismas pruebas de la vida, se convierten en sacrificios espirituales aceptables a Dios por Jesucristo. Es en este sentido que el fiel laico participa en el oficio sacerdotal de Cristo.

Cuando proclaman el reino de Dios con su testimonio de vida y con el poder de la palabra participan del oficio profético de Cristo.

Cuando con su entrega sirven a la justicia, practican la caridad y luchan espiritualmente para vencer el pecado forman parte de la realeza de Cristo Señor y Rey del universo.

VIVIR LA SANTIDAD PERSONAL PARA SANTIFICAR EL MUNDO

Los fieles laicos están llamados al seguimiento y a la imitación de Cristo, escuchando la palabra de Dios, viviendo las bienaventuranzas, participando de la oración personal, familiar y comunitaria y de la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia. Están interpelados a la unidad de vida, considerando las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres, llevándolos a la comunión con Dios en Cristo.

Los fieles laicos están llamados a vivir la vocación de la santidad como un signo luminoso del infinito amor que Dios les da. Esta vocación a la santidad está íntimamente ligada a la misión apostólica y a la impetuosidad misionera, sólo cuando los sarmiento están insertados en la viña es cuando dan frutos. Igualmente son interpelados a vivir la comunión de los santos, incorporados a la vida de Cristo y con una idéntica caridad entre todos los fieles, los de este mundo y del cielo.

Esta comunión es por definición "orgánica", análoga a la de un ser vivo, caracterizada por la diversidad y la complementariedad de los miembros, con diferentes vocaciones y condiciones de vida, de ministerios, de carismas y de responsabilidades, animados todos por el único e idéntico Espíritu.

PARA REFLEXIONAR

¿Me siento llamado a trabajar en la viña del Señor? ...

¿Soy consciente de mi dignidad de fiel laico ...de participar en el oficio sacerdotal, profético y real de Cristo? ...

¿Procuro tener unidad de vida entre mi fe y mi actividad cotidiana?

¿Me siento llamado a la santidad? ... procuro avanzar en su camino .....

Os animo a participar con vuestros comentarios, pensamientos o vivencias, que nos enriquecen a todos!

sábado, 7 de mayo de 2011

TEMA 34. LA VOCACIÓN MATRIMONIAL

EXPOSICIÓN: (Párrafos extraídos del "libro de la Fe" de los Obispos de Bélgica)

LLAMADOS POR DIOS EN EL AMOR CONYUGAL Y FAMILIAR

El amor forma parte de la naturaleza humana, porque Dios nuestro Señor, que es amor, así lo ha querido. Los hombres y las mujeres se atraen entre sí, de esta atracción nace el enamoramiento.

En un primer estadio el amor es "eros", atracción física y emocional por el amado o la amada: "me fascina, no puedo dejar de pensar en él, en ella, me hace feliz ....", es un sentimiento que tiene una raíz “egoísta”, estoy con el otro porque "me llena, me satisface, estoy bien "....

Pero el amor también es "ágapé", un estadio en el que dejo de mirarme a mí mismo para ver al otro: porque amo a otra persona quiero hacerla feliz, ya no pienso en mí, pienso en sus necesidades, en lo que le gusta.

Cuando confluyen el eros y el agapé entre los amantes, fluyendo en ambas direcciones el amor llega a su madurez.

PREPARACIÓN AL MATRIMONIO

Un paso natural en la relación de una pareja que se ama es el de querer poner la vida en común y fundar un hogar. La Iglesia desea acompañar ya desde el principio a los novios que forman parte de la comunidad cristiana, ayudándoles en la preparación de esta unión, instruyendo acerca de las dificultades del encuentro y la convivencia y descubriéndoles la joya del amor compartido.

El amor humano es una vocación que se vive en las alegrías y en las penas, en los conflictos y en el perdón y también en el fracaso. La vida en pareja es un descubrimiento constante del otro, una invitación a superar el egoísmo personal para hacer feliz al amado. Es una comunidad de fe y esperanza compartida, los futuros esposos son llamados a recurrir a menudo a la oración y a la vida de sacramentos. También es una comunidad abierta a la vida, pensando en los hijos que formarán parte de la familia.



EL MATRIMONIO


El matrimonio aporta a nuestra existencia una comunidad profunda de vida y amor. La unión de los esposos ha sido elevada por el mismo Cristo a la dignidad de sacramento. El matrimonio consiste esencialmente en el compromiso recíproco de los esposos de ayudarse y amarse en la felicidad y en la desgracia, y también el gozo y la disponibilidad de acoger a los hijos y educarlos.


Por eso en la liturgia del sacramento, el que casa a los esposos no es el sacerdote, son los mismos esposos los que se casan entre ellos con el intercambio de su consentimiento, se administran mutuamente el sacramento, en presencia del sacerdote que da a este compromiso la dimensión eclesial, y en presencia de unos testigos que representan a la sociedad.


La Iglesia recuerda a los esposos que para otorgarse el sacramento del matrimonio deben ser solteros, venir a contraerlo sin coacción y desearlo de todo corazón, con la disposición de amar y honrar al cónyuge durante toda la vida y de acoger con amor los hijos que recibirán de Dios y a educarlos según la ley de Cristo y de la Iglesia. Estas condiciones son indispensables para que la pareja se una realmente en matrimonio.


LA LITURGIA


La liturgia del sacramento del matrimonio se celebra normalmente dentro de la misa. Previamente se pide a los novios que reciban el sacramento de la reconciliación para poder participar también del sacramento eucarístico.

En un momento de la celebración eucarística el sacerdote llama a los novios para que se den la mano derecha y se den su consentimiento ante Dios y la Iglesia: "Yo te tomo por esposo / esposa y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad y amarte y honrarte toda la vida".



En este sacramento los dos contrayentes se convierten en una sola carne, Cristo les asiste y habla por boca de ellos. Cuando el novio habla, Cristo habla. Cuando la novia responde, responde Cristo. La palabra que se dan es palabra de amor, libre y pura. Uno la da al otro y es a la vez puro don de Dios.

Después del consentimiento el sacerdote extiende la mano derecha sobre los novios y dice: "Que el Señor confirme el consentimiento que se ha manifestado en la presencia de la Iglesia, y os conceda su bendición. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre ".

A continuación bendice los anillos, que son el símbolo de la fidelidad, y los esposos se los ponen el uno al otro. Los anillos reciben también el nombre de alianza, un nombre muy significativo y un bello símbolo del amor y la fidelidad. Entran en la Iglesia como novios y salen como marido y mujer.


CONSUMACIÓN DEL MATRIMONIO

El acto conyugal (unión sexual) consuma el matrimonio y le da un sentido definitivo. La disponibilidad que los esposos manifiestan el uno hacia el otro y el don que se hacen recíprocamente con su sexualidad, son exclusivos.

El vínculo conyugal entre bautizados es único e inalterable, no lo pueden disolver ni el divorcio ni el adulterio.

CRISTO ASISTE LOS ESPOSOS

No se puede comprender ni el celibato cristiano ni el matrimonio cristiano fuera de la fe.

La virginidad cristiana es siempre de cara al Reino, es un amor auténtico de Cristo; una virginidad sin amor es un desierto. Igualmente el matrimonio cristiano busca su fuerza y el ideal en el amor de Cristo a la Iglesia, un matrimonio cristiano se esfuerza en el compromiso de amor y de fidelidad conyugal asistido por el mismo Jesucristo.



LA FAMILIA, IGLESIA DOMÉSTICA EN MEDIO DEL MUNDO

Viviendo la vocación propia y sostenidos por un sacramento especial, los esposos se ayudan mutuamente en la vida conyugal y familiar. Los hijos son llamados a compartir la fe de los padres y convertirse en miembros del pueblo de Dios.

Es dentro de la familia que los esposos y los hijos se santifican y santifican a otros hogares con su testimonio. Por eso la familia es llamada "Iglesia doméstica", llamada a vivir la comunión y la reconciliación, y a llevar la misión de toda la Iglesia con vistas a la construcción y santificación del mundo.

PARA REFLEXIONAR:

La sociedad actual banaliza la sexualidad y el amor .... ¿es un avance esto ?....¿ son más felices?

La sociedad actual "moderna" equipara "nuevos modelos" de convivencia dándoles también el nombre de matrimonio ....

En la sociedad actual conviven diferentes modelos de familia: monoparentales, divorciados, divorciados vueltos a casar, conviviendo con hijos de otra pareja; parejas del mismo sexo, con hijos o sin hijos ,...... ¿Es un bien para la sociedad ?....

¿Damos los creyentes un testimonio creíble del modelo de familia cristiana ?.... ¿Hacemos de nuestro hogar una Iglesia doméstica ?.....

¿Tenemos presencia en la sociedad cuando se toman decisiones que afectan a la familia ?....

Os animo a participar con vuestros comentarios!