LA PERFECTA CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO
FIGURA BÍBLICA DE LA VIDA CONSAGRADA POR
MARÍA: REBECA Y JACOB (183)
Esaú, figura de los réprobos (184-190)
Jacob, figura de los predestinados
(191-195)
Comportamiento de los predestinados y de
los réprobos (196-200)
CAPÍTULO
III
FIGURA
BÍBLICA DE LA VIDA CONSAGRADA POR MARÍA: REBECA Y JACOB
183 El Espíritu Santo nos ofrece en
el libro del Génesis una figura admirable de todas las verdades que acabo de
exponer respecto a la Santísima Virgen y a sus hijos y servidores. La hallamos
en la historia de Jacob, que, por la diligencia y cuidados de su madre, Rebeca,
recibió la bendición de su padre, Isaac.
1.
HISTORIA BÍBLICA DE REBECA Y JACOB
184 Esaú había vendido a Jacob sus
derechos de primogenitura (ver Gén 25,33). Rebeca, madre de ambos hermanos, que
amaba tiernamente a Jacob, le aseguró –muchos años después– estos derechos
mediante una estratagema santa y toda llena de misterio.
Isaac, sintiéndose muy viejo y deseando bendecir a sus hijos antes de morir, llamó a Esaú, a quien amaba, y le encargó que saliera de caza a conseguir algo de comer para bendecirle luego. Rebeca comunicó al punto a Jacob lo que sucedía y le mandó traer dos cabritos del rebaño. Cuando los trajo y entregó a su madre, ella los preparó al gusto de Isaac –que bien conocía–, vistió a Jacob con los vestidos de Esaú, que ella guardaba, y le cubrió las manos y el cuello con la piel de los cabritos, a fin de que su padre, que estaba ciego, al oír la voz de Jacob, creyese –al menos por el vello de sus manos– que era Esaú. Sorprendido, en efecto, Isaac por el timbre de aquella voz, que parecía ser de Jacob, le mandó acercarse y palpando el pelo de las pieles que le cubrían las manos, dijo que verdaderamente la voz era de Jacob, pero las manos eran las de Esaú. Después que comió y al besar a Jacob, sintió la fragancia de sus vestidos, le bendijo y deseó el rocío del cielo y la fecundidad de la tierra, le hizo señor de todos sus hermanos, y finalizó su bendición con estas palabras: Maldito quien te maldiga y bendito quien te bendiga (Gén 27,29).
Apenas había Isaac concluido estas palabras, he aquí que entra Esaú, trayendo para comer de lo que había cazado, a fin de recibir luego la bendición de su padre. El santo patriarca se sorprendió, con increíble asombro, al darse cuenta de lo ocurrido. Pero, lejos de retractar lo que había hecho, lo confirmó. Porque veía claramente el dedo de Dios en este suceso.
Esaú entonces lanzó bramidos -anota la Sagrada Escritura-, acusando a gritos de engañador a su hermano, y preguntó a su padre si no tenía más que una bendición. (En todo esto –como advierten los Santos Padres– fue figura de aquellos que, hallando cómodo juntar a Dios con el mundo, quieren gozar, a la vez, de los consuelos del cielo y los deleites de la tierra). Isaac, conmovido por los lamentos de Esaú, lo bendijo por fin, pero con una bendición de la tierra, sometiéndole a su hermano. Lo que le hizo concebir un odio tan irreconciliable contra Jacob, que no esperaba sino la muerte de su padre para matar al hermano. Y éste no hubiera podido escapar a la muerte si Rebeca, su querida madre, no lo hubiese salvado con su solicitud y con los buenos consejos que le dio y que él siguió.
2.
EXPLICACION
1.
Esaú, figura de los réprobos
185 Antes de explicar esta
bellísima historia es preciso advertir que, según los Santos Padres y los
exégetas (138) , Jacob es figura de Cristo y de
los predestinados, mientras que Esaú lo es de los réprobos. Para pensar que es
así, basta examinar las acciones y conducta de uno y otro.
1o Esaú, el primogénito, era fuerte y de constitución robusta, gran cazador, diestro y hábil en manejar el arco y traer caza abundante.
2o Casi
nunca estaba en casa, y, confiando sólo en su fuerza y destreza, trabajaba
siempre fuera de ella.
3o No
se preocupaba mucho por agradar a su madre Rebeca y no hacía nada para ello.
4o Era
tan glotón y esclavo de la gula, que vendió su derecho de primogenitura por un
plato de lentejas.
5o Como
otro Caín (Gén 4,8) (139) , estaba lleno de
envidia contra su hermano, Jacob, a quien perseguía de muerte.
186 Esta es precisamente la conducta
que observan los réprobos:
1)
Confían en su fuerza y habilidad para los negocios temporales. Son muy fuertes,
hábiles e ingeniosos para las cosas terrestres, pero muy flojos e ignorantes
para las del cielo (140) .
187 2) Por ello, no permanecen
nunca, o casi nunca, en su propia casa, es decir, dentro de sí mismos (Mt 6,6)
-que es la morada interior y fundamental que Dios ha dado a cada hombre, para
residir allí, a ejemplo suyo, porque Dios vive siempre en sí mismo-. Los
réprobos no aprecian el retiro ni las cosas espirituales ni la devoción
interior. Califican de apocadas, mojigatas y hurañas a las personas que
cultivan la vida interior, se retiran del mundo y trabajan más dentro que
fuera.
188 3) Los réprobos apenas si se
interesan por la devoción a la Santísima Virgen, Madre de los predestinados. Es
verdad que no la aborrecen formalmente, algunas veces le tributan alabanzas,
dicen que la aman y hasta practican algunas devociones en su honor. Pero, por
lo demás, no toleran que se la ame tiernamente, porque no tienen para con Ella
las ternuras de Jacob. Censuran las prácticas de devoción, a las cuales los
buenos hijos y servidores de María permanecen fieles para ganarse el afecto de
Ella. No creen que esta devoción les sea necesaria para salvarse. Pretenden
que, con tal de no odiar formalmente a la Santísima Virgen ni despreciar
abiertamente su devoción, merecen la protección de la Virgen María, cuyos
servidores son porque rezan y dicen entre dientes algunas oraciones en su
honor, pero carecen de ternura para con Ella y evitan comprometerse en una
conversión personal.
189 4) Los réprobos venden su
derecho de primogenitura, es decir, los goces del cielo, por un plato de
lentejas, es decir, por los placeres de la tierra. Ríen, beben, comen, se
divierten, juegan, bailan, etc., sin preocuparse -como Esaúpor hacerse dignos
de la bendición del Padre celestial. En pocas palabras: sólo piensan en la
tierra, sólo aman las cosas de la tierra, sólo hablan y tratan de las cosas de
la tierra y de sus placeres, vendiendo por un momento de placer, por un humo
vano de honra y un pedazo de tierra dura, amarilla o blanca (141) , la gracia bautismal, su vestido de inocencia,
su herencia celestial.
190 5) Por último, los réprobos
odian y persiguen sin tregua a los predestinados, abierta o solapadamente. No
pueden soportarlos: los desprecian, los critican, los contradicen, los
injurian, los roban, los engañan, los empobrecen, los marginan, los rebajan hasta
el polvo, mientras que ellos ensanchan su fortuna, se entregan a los placeres,
viven regaladamente, se enriquecen y viven a sus anchas.
2.
Jacob, figura de los predestinados
192 2o Amaba y honraba a su madre.
Por eso permanecía en casa con ella. Nunca se alegraba tanto como cuando la
veía. Evitaba cuanto pudiera desagradarle y hacía cuanto creía que le
complacería. Todo lo cual aumentaba en Rebeca el amor que ella le profesaba.
193 3o Estaba sometido en todo a su
querida madre; la obedecía enteramente en todo, prontamente y sin tardar,
amorosamente y sin quejarse. A la menor señal de su voluntad, el humilde Jacob
corría a realizarla. Creía cuanto Rebeca le decía, sin discutir; por ejemplo,
cuando le mandó que saliera a buscar dos cabritos y se los trajera para
aderezar la comida a su padre, Isaac, Jacob no replicó que para preparar una
sola comida para una persona bastaba con un cabrito, sino que sin replicar hizo
cuanto ella le ordenó.
194 4o Tenía gran confianza en su
querida madre, y como no confiaba en su propio valer, se apoyaba solamente en
la solicitud y cuidados de su madre. Imploraba su ayuda en todas las
necesidades y la consultaba en todas las dudas, por ejemplo, cuando le preguntó,
si, en vez de la bendición, recibiría, más bien, la maldición de su padre,
creyó en ella, y a ella se confió tan pronto Rebeca le contestó que ella
tomaría sobre sí esa maldición.
195 5o Finalmente, imitaba -según
sus capacidades- las virtudes de su madre. Y parece que una de las razones de
que permaneciera sedentario en casa era el imitar a su querida y muy virtuosa
madre, y el alejarse de las malas compañías, que corrompen las costumbres. En
esta forma, se hizo digno de recibir la doble bendición de su querido padre.
3.
Comportamiento de los predestinados y de los réprobos
196 Este es el comportamiento
habitual de los predestinados:
1o Permanecen asiduamente en casa con su madre, es decir, aman el retiro, gustan de la vida interior, se aplican a la oración, a ejemplo y en compañía de su Madre, la Santísima Virgen, cuya gloria está en el interior (142) . Ciertamente, de vez en cuando aparecen en público, pero por obediencia a la voluntad de Dios y a la de su querida Madre y a fin de cumplir con los deberes de su estado. Y aunque en el exterior realicen aparentemente cosas grandes, estiman mucho más las que adelantan en el interior de sí mismos en compañía de la Santísima Virgen. En efecto, allí van realizando la obra importantísima de su perfección, en comparación de la cual las demás obras no son sino juego de niños.
Por eso, mientras algunas veces sus hermanos y hermanas trabajan fuera con gran empeño, habilidad y éxito, cosechando la alabanza y aprobación del mundo, ellos conocen -por la luz del Espíritu Santo- que se disfruta de mayor gloria, provecho y alegría en vivir escondidos en el retiro con Jesucristo, su modelo - en total y perfecta sumisión a su Madre- que en realizar por sí solos maravillas de naturaleza y gracia en el mundo, a semejanza de tantos Esaús y réprobos que hay en él. En su casa habrá riquezas y abundancia (Sal 112 [111],3). Sí, en la casa de María se encuentra abundancia de gloria para Dios y de riquezas para los hombres.
197 2o Los predestinados aman con
filial afecto y honran efectivamente a la Santísima Virgen como a su cariñosa
Madre y Señora. La aman no sólo de palabra, sino de hecho. La honran no sólo
exteriormente, sino en el fondo del corazón. Evitan, como Jacob, cuanto pueda
desagradarle y practican con fervor todo lo que creen puede granjearles su
benevolencia.
1) los
reciba como cosa suya;
2) los
mate y haga morir al pecado y a sí mismos, desollándolos y despojándolos de su
propia piel y egoísmo, para agradar por este medio a su Hijo Jesús, que no
acepta por amigos y discípulos sino a los que están muertos a sí mismos;
3) los
aderece al gusto del Padre celestial y a su mayor gloria, que Ella conoce mejor
que nadie;
4) con sus cuidados e intercesión disponga
este cuerpo y esta alma, bien purificados de toda mancha, bien muertos,
desollados y aderezados, como manjar delicado, digno de la boca y bendición del
Padre celestial.
¿No es esto, acaso, lo que harán los predestinados, que aceptarán y vivirán la perfecta consagración a Jesucristo por manos de María, que aquí les enseñamos, para que testifiquen a Jesús y a María un amor intrépido y efectivo? Los réprobos protestan muchas veces que aman a Jesús, que aman y honran a María, pero no lo demuestran con la entrega de sí mismos (Prov 3,9), ni llegan a inmolarles el cuerpo y el alma con sus pasiones, como los predestinados.
198 3o Estos viven sumisos y
obedientes a la Santísima Virgen como a su cariñosa Madre, a ejemplo de
Jesucristo, quien de treinta y tres años que vivió sobre la tierra, empleó
treinta en glorificar a Dios, su Padre, mediante una perfecta y total sumisión
a su santísima Madre. La obedecen, siguiendo exactamente sus consejos, como el
humilde Jacob los de Rebeca cuando le dijo: Escucha lo que te digo (Gén 27,8),
o como la Santísima Virgen: Hagan lo que El les diga (Jn 2,5).
Jacob, por haber obedecido a su madre, recibió –como de milagro– la bendición, aunque, naturalmente, no podía recibirla. Los servidores de las bodas de Caná, por haber seguido el consejo de la Santísima Virgen, fueron honrados con el primer milagro de Jesucristo, que convirtió el agua en vino a petición de su santísima Madre. Asimismo, todos los que hasta el fin de los siglos reciban la bendición del Padre celestial y sean honrados con las maravillas de Dios, sólo recibirán estas gracias como consecuencia de su perfecta obediencia a María. Los Esaús, al contrario, pierden su bendición por falta de sumisión a la Santísima Virgen.
199 4o Los predestinados tienen
gran confianza en la bondad y poder de María, su bondadosa Madre. Reclaman sin
cesar su socorro. La miran como su estrella polar, para llegar a buen puerto.
Le manifiestan sus penas y necesidades con toda la sinceridad del corazón.
Se acogen a los pechos de su misericordia y dulzura para obtener por su intercesión el perdón de sus pecados o saborear, en medio de las penas y sequedades, sus dulzuras maternales. Se arrojan, esconden y pierden de manera maravillosa en su seno amoroso y virginal, para ser allí inflamados en amor puro, ser allí purificados de las menores manchas y encontrar allí plenamente a Jesucristo, que reside en María como en su trono más glorioso.
¡Oh! ¡Qué felicidad! “No creas –dice el abad Guerrico– que es mayor felicidad habitar en el seno de Abrahán que en el de María, dado que el Señor puso en éste su trono”.
Los réprobos, por el contrario, ponen toda su confianza en sí mismos. Al igual que el hijo pródigo, se alimentan solamente de lo que comen los cerdos, se nutren solamente de tierra, a semejanza de los sapos, y, a la par que los mundanos, sólo aman las cosas visibles y exteriores. No pueden gustar del seno de María ni experimentar el apoyo y la confianza que sienten los predestinados en la Santísima Virgen, su bondadosa Madre. Quieren hambrear miserablemente por las cosas de fuera –dice San Gregorio (143) –, porque no quieren saborear la dulzura preparada dentro de sí mismos y en el interior de Jesús y de María.
200 5o Finalmente, los
predestinados siguen el ejemplo de la Santísima Virgen, su tierna Madre. Es
decir, la imitan, y por esto son verdaderamente dichosos y devotos y llevan la
señal infalible de su predestinación, como se lo anuncia su cariñosa Madre: Dichosos
los que siguen mis caminos (Prov 8,32), es decir, quienes con el auxilio de la
gracia divina practican mis virtudes y caminan sobre las huellas de mi vida.
Sí, dichosos durante su vida terrena, por la abundancia de gracias y dulzuras
que les comunico de mi plenitud, y más abundantemente que a aquellos que no me
imitan tan de cerca. Dichosos en su muerte, que es dulce y tranquila, y a la
que ordinariamente asisto para conducirlos personalmente a los goces de la
eternidad. Dichosos, finalmente, en la eternidad, porque jamás se ha perdido
ninguno de mis fieles servidores que haya imitado mis virtudes durante su vida.
Notas a pie de página:
138 Por ejemplo, SAN AMBROSIO, SAN BERNARDO, SAN ANTONINO, RICARDO DE SAN VÍCTOR...
139 Ver VD 54.210.
140 SAN GREGORIO MAGNO.
141 Ver SA 27; “tierra amarilla o blanca” es oro y plata.
142 Ver VD 11.
143 Ver VD 48.
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