El amor político (180-182)
Amor efectivo (183-185)
La actividad del amor político (186)
Los desvelos del amor (187-189)
Amor que integra y reúne (190-192)
Más fecundidad que éxitos (193-197)
El amor político
180. Reconocer a cada ser
humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a
todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar
los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta
línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo
puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar
procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en «el campo
de la más amplia caridad, la caridad política»[165].
Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad
social[166].
Una vez más convoco a rehabilitar la política, que «es una altísima vocación, es
una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común»[167].
181. Todos los compromisos
que brotan de la Doctrina Social de la Iglesia «provienen de la caridad que,
según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40)»[168].
Esto supone reconocer que «el amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo,
es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran
construir un mundo mejor»[169].
Por esa razón, el amor no sólo se expresa en relaciones íntimas y cercanas,
sino también en «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas
y políticas»[170].
182. Esta caridad política
supone haber desarrollado un sentido social que supera toda mentalidad
individualista: «La caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a
buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo
individualmente, sino también en la dimensión social que las une»[171].
Cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo, y al mismo tiempo
no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada persona. Pueblo y persona
son términos correlativos. Sin embargo, hoy se pretende reducir las personas a
individuos, fácilmente dominables por poderes que miran a intereses espurios.
La buena política busca caminos de construcción de comunidades en los distintos
niveles de la vida social, en orden a reequilibrar y reorientar la
globalización para evitar sus efectos disgregantes.
Amor efectivo
183. A partir del «amor
social»[172] es
posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos
sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir
un mundo nuevo[173],
porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos
eficaces de desarrollo para todos. El amor social es una «fuerza capaz de
suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para
renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales
y ordenamientos jurídicos»[174].
184. La caridad está en el
corazón de toda vida social sana y abierta. Sin embargo, hoy «se afirma
fácilmente su irrelevancia para interpretar y orientar las responsabilidades
morales»[175].
Es mucho más que sentimentalismo subjetivo, si es que está unida al compromiso
con la verdad, de manera que no sea «presa fácil de las emociones y las
opiniones contingentes de los sujetos»[176].
Precisamente su relación con la verdad facilita a la caridad su universalismo y
así evita ser «relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado»[177].
De otro modo, será «excluida de los proyectos y procesos para construir un
desarrollo humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y
operatividad»[178].
Sin la verdad, la emotividad se vacía de contenidos relacionales y sociales.
Por eso la apertura a la verdad protege a la caridad de una falsa fe que se
queda sin «su horizonte humano y universal»[179].
185. La caridad necesita la
luz de la verdad que constantemente buscamos y «esta luz es simultáneamente la
de la razón y la de la fe»[180],
sin relativismos. Esto supone también el desarrollo de las ciencias y su aporte
insustituible para encontrar los caminos concretos y más seguros para obtener
los resultados que se esperan. Porque cuando está en juego el bien de los demás
no bastan las buenas intenciones, sino lograr efectivamente lo que ellos y sus
naciones necesitan para realizarse.
La actividad del amor político
186. Hay un llamado amor
“elícito”, que son los actos que proceden directamente de la virtud de la
caridad, dirigidos a personas y a pueblos. Hay además un amor “imperado”:
aquellos actos de la caridad que impulsan a crear instituciones más sanas,
regulaciones más justas, estructuras más solidarias[181].
De ahí que sea «un acto de caridad igualmente indispensable el esfuerzo
dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga
que padecer la miseria»[182].
Es caridad acompañar a una persona que sufre, y también es caridad todo lo que
se realiza, aun sin tener contacto directo con esa persona, para modificar las
condiciones sociales que provocan su sufrimiento. Si alguien ayuda a un anciano
a cruzar un río, y eso es exquisita caridad, el político le construye un
puente, y eso también es caridad. Si alguien ayuda a otro con comida, el
político le crea una fuente de trabajo, y ejercita un modo altísimo de la
caridad que ennoblece su acción política.
Los desvelos del amor
187. Esta caridad, corazón
del espíritu de la política, es siempre un amor preferencial por los últimos,
que está detrás de todas las acciones que se realicen a su favor[183].
Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le
lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados
en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura, y por
lo tanto verdaderamente integrados en la sociedad. Esta mirada es el núcleo del
verdadero espíritu de la política. Desde allí los caminos que se abren son
diferentes a los de un pragmatismo sin alma. Por ejemplo, «no se puede abordar
el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente
tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué
triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la
pasividad»[184]. Lo
que se necesita es que haya diversos cauces de expresión y de participación
social. La educación está al servicio de ese camino para que cada ser humano
pueda ser artífice de su destino. Aquí muestra su valor el principio de subsidiariedad,
inseparable del principio de solidaridad.
188. Esto provoca la
urgencia de resolver todo lo que atenta contra los derechos humanos
fundamentales. Los políticos están llamados a «preocuparse de la fragilidad, de
la fragilidad de los pueblos y de las personas. Cuidar la fragilidad quiere
decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista
y privatista que conduce inexorablemente a la “cultura del descarte”. […]
Significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante,
y ser capaz de dotarlo de dignidad»[185].
Así ciertamente se genera una actividad intensa, porque «hay que hacer lo que
sea para salvaguardar la condición y dignidad de la persona humana»[186].
El político es un hacedor, un constructor con grandes objetivos, con mirada
amplia, realista y pragmática, aún más allá de su propio país. Las mayores
angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las
encuestas, sino por no resolver efectivamente «el fenómeno de la exclusión
social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos,
comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas,
trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas,
terrorismo y crimen internacional organizado. Es tal la magnitud de estas
situaciones y el grado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar
toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto
tranquilizador en las conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones
sean realmente efectivas en la lucha contra todos estos flagelos»[187].
Esto se hace aprovechando con inteligencia los grandes recursos del desarrollo
tecnológico.
189. Todavía estamos lejos
de una globalización de los derechos humanos más básicos. Por eso la política
mundial no puede dejar de colocar entre sus objetivos principales e imperiosos
el de acabar eficazmente con el hambre. Porque «cuando la especulación
financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier
mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte, se
desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El
hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable»[188]. Mientras
muchas veces nos enfrascamos en discusiones semánticas o ideológicas,
permitimos que todavía hoy haya hermanas y hermanos que mueran de hambre o de
sed, sin un techo o sin acceso al cuidado de su salud. Junto con estas
necesidades elementales insatisfechas, la trata de personas es otra vergüenza
para la humanidad que la política internacional no debería seguir tolerando,
más allá de los discursos y las buenas intenciones. Son mínimos impostergables.
Amor que integra y reúne
190. La caridad política se
expresa también en la apertura a todos. Principalmente aquel a quien le toca
gobernar, está llamado a renuncias que hagan posible el encuentro, y busca la
confluencia al menos en algunos temas. Sabe escuchar el punto de vista del otro
facilitando que todos tengan un espacio. Con renuncias y paciencia un
gobernante puede ayudar a crear ese hermoso poliedro donde todos encuentran un
lugar. En esto no funcionan las negociaciones de tipo económico. Es algo más,
es un intercambio de ofrendas en favor del bien común. Parece una utopía
ingenua, pero no podemos renunciar a este altísimo objetivo.
191. Mientras vemos que
todo tipo de intolerancias fundamentalistas daña las relaciones entre personas,
grupos y pueblos, vivamos y enseñemos nosotros el valor del respeto, el amor
capaz de asumir toda diferencia, la prioridad de la dignidad de todo ser humano
sobre cualesquiera fuesen sus ideas, sentimientos, prácticas y aun sus pecados.
Mientras en la sociedad actual proliferan los fanatismos, las lógicas cerradas
y la fragmentación social y cultural, un buen político da el primer paso para
que resuenen las distintas voces. Es cierto que las diferencias generan
conflictos, pero la uniformidad genera asfixia y hace que nos fagocitemos
culturalmente. No nos resignemos a vivir encerrados en un fragmento de
realidad.
192. En este contexto,
quiero recordar que, junto con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, pedimos «a los
artífices de la política internacional y de la economía mundial, comprometerse
seriamente para difundir la cultura de la tolerancia, de la convivencia y de la
paz; intervenir lo antes posible para parar el derramamiento de sangre
inocente»[189].
Y cuando una determinada política siembra el odio o el miedo hacia otras
naciones en nombre del bien del propio país, es necesario preocuparse,
reaccionar a tiempo y corregir inmediatamente el rumbo.
Más fecundidad que éxitos
193. Al mismo tiempo que
desarrolla esta actividad incansable, todo político también es un ser humano.
Está llamado a vivir el amor en sus relaciones interpersonales cotidianas. Es
una persona, y necesita advertir que «el mundo moderno, por su misma perfección
técnica tiende a racionalizar, cada día más, la satisfacción de los deseos
humanos, clasificados y repartidos entre diversos servicios. Cada vez menos se
llama a un hombre por su nombre propio, cada vez menos se tratará como persona
a este ser, único en el mundo, que tiene su propio corazón, sus sufrimientos,
sus problemas, sus alegrías y su propia familia. Sólo se conocerán sus
enfermedades para curarlas, su falta de dinero para proporcionárselo, su
necesidad de casa para alojarlo, su deseo de esparcimiento y de distracciones
para organizárselas». Pero «amar al más insignificante de los seres humanos
como a un hermano, como si no hubiera más que él en el mundo, no es perder el
tiempo»[190].
194. También en la política
hay lugar para amar con ternura. «¿Qué es la ternura? Es el amor que se hace
cercano y concreto. Es un movimiento que procede del corazón y llega a los
ojos, a los oídos, a las manos. […] La ternura es el camino que han recorrido
los hombres y las mujeres más valientes y fuertes»[191].
En medio de la actividad política, «los más pequeños, los más débiles, los más
pobres deben enternecernos: tienen “derecho” de llenarnos el alma y el corazón.
Sí, ellos son nuestros hermanos y como tales tenemos que amarlos y tratarlos»[192].
195. Esto nos ayuda a
reconocer que no siempre se trata de lograr grandes éxitos, que a veces no son
posibles. En la actividad política hay que recordar que «más allá de toda
apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra
entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya
justifica la entrega de mi vida. Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y
alcanzamos plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de
rostros y de nombres!»[193].
Los grandes objetivos soñados en las estrategias se logran parcialmente. Más
allá de esto, quien ama y ha dejado de entender la política como una mera
búsqueda de poder «tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus
trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones
sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde
ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da
vueltas por el mundo como una fuerza de vida»[194].
196. Por otra parte, una
gran nobleza es ser capaz de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por
otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra.
La buena política une al amor la esperanza, la confianza en las reservas de
bien que hay en el corazón del pueblo, a pesar de todo. Por eso «la auténtica
vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los
protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y
cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas
energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales»[195].
197. Vista de esta manera,
la política es más noble que la apariencia, que el marketing, que
distintas formas de maquillaje mediático. Todo eso lo único
que logra sembrar es división, enemistad y un escepticismo desolador incapaz de
apelar a un proyecto común. Pensando en el futuro, algunos días las preguntas
tienen que ser: “¿Para qué? ¿Hacia dónde estoy apuntando realmente?”. Porque,
después de unos años, reflexionando sobre el propio pasado la pregunta no será:
“¿Cuántos me aprobaron, cuántos me votaron, cuántos tuvieron una imagen
positiva de mí?”. Las preguntas, quizás dolorosas, serán: “¿Cuánto amor puse en
mi trabajo, en qué hice avanzar al pueblo, qué marca dejé en la vida de la
sociedad, qué lazos reales construí, qué fuerzas positivas desaté, cuánta paz
social sembré, qué provoqué en el lugar que se me encomendó?”.
Notas a pie de página:
[165] Pío XI, Discurso a la Federación Universitaria Católica Italiana (18 diciembre 1927): L’Osservatore Romano (23 diciembre 1927), 3.
[166] Cf. Íd., Carta enc. Quadragesimo anno (15 mayo 1931),
88: AAS 23 (1931), 206-207.
[167] Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre
2013), 205: AAS 105 (2013), 1106.
[168] Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio
2009), 2: AAS 101 (2009), 642.
[169] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015),
231: AAS 107 (2015), 937.
[170] Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio
2009), 2: AAS 101 (2009), 642.
[171] Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la doctrina social de la Iglesia,
207.
[172] S. Juan Pablo II, Carta enc. Redemptor hominis (4 marzo 1979),
15: AAS 71 (1979), 288.
[173] Cf. S. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo
1967), 44: AAS 59 (1967), 279.
[174]Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la doctrina social de la Iglesia,
207.
[175] Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio
2009), 2: AAS 101 (2009), 642.
[176] Ibíd., 3: AAS 101 (2009), 643.
[177] Ibíd., 4: AAS 101
(2009), 643.
[179] Ibíd., 3: AAS 101 (2009), 643.
[180] Ibíd.: AAS 101 (2009), 642.
[181] La doctrina moral católica, siguiendo la enseñanza de santo Tomás de
Aquino, distingue entre el acto “elícito” y el acto “imperado” (cf. Summa
Theologiae, I-II, q. 8-17; Marcellino Zalba, S.J., Theologiae
moralis summa. Theologia moralis fundamentalis. Tractatus de virtutibus
theologicis, ed. BAC, Madrid 1952, vol. 1, 69; Antonio Royo Marín,
O.P., Teología de la perfección cristiana, ed. BAC, Madrid 1962,
192-196).
[182] Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la doctrina social de la Iglesia,
208.
[183] Cf. S. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis (30
diciembre 1987), 42: AAS 80 (1988), 572-574; Íd., Carta
enc. Centesimus annus (1 mayo 1991),
11: AAS 83 (1991), 806-807.
[184] Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de
Movimientos populares (28 octubre 2014): AAS 106
(2014), 852.
[185] Discurso al Parlamento europeo, Estrasburgo (25 noviembre 2014): AAS 106
(2014), 999; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española
(28 noviembre 2014), p. 4.
[186] Discurso a la clase dirigente y al Cuerpo diplomático,
Bangui – República Centroafricana (29 noviembre 2015): AAS 107
(2015), 1320;L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (4
diciembre 2015), p. 15.
[187] Discurso a la Organización de las Naciones Unidas,
Nueva York (25 septiembre 2015): AAS 107 (2015), 1039.
[188] Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de
Movimientos populares (28 octubre 2014): AAS 106
(2014), 853.
[189] Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y
la convivencia común, Abu Dabi (4 febrero 2019): L’Osservatore
Romano, ed. semanal en lengua española (8 febrero 2019), p. 7.
[190] René Voillaume, Hermano de todos, ed. Narcea, Madrid
1978, 15-17.
[191] Videomensaje al TED2017 de Vancouver (26
abril 2017): L’Osservatore Romano (27 abril 2017), p. 7.
[192] Audiencia general (18 febrero
2015): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española
(20 febrero 2015)p. 2.
[193] Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre
2013), 274: AAS 105 (2013), 1130.
[194] Ibíd., 279: AAS 105 (2013), 1132.
[195] Mensaje para la 52.ª Jornada Mundial de la Paz 1 enero 2019 (8
diciembre 2018), 5: L’Osservatore Romano, ed. semanal en
lengua española (21 diciembre 2018), p. 7.
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