El trabajo
268. Los Obispos de Estados
Unidos han señalado con claridad que la juventud, llegada la mayoría de edad,
«a menudo marca la entrada de una persona en el mundo del trabajo. “¿Qué haces
para vivir?” es un tema constante de conversación, porque el trabajo es una
parte muy importante de sus vidas.
Para los jóvenes adultos, esta experiencia
es muy fluida porque se mueven de un trabajo a otro e incluso pasan de carrera
a carrera. El trabajo puede definir el uso del tiempo y puede determinar lo que
pueden hacer o comprar. También puede determinar la calidad y la cantidad del
tiempo libre. El trabajo define e influye en la identidad y el autoconcepto de
un adulto joven y es un lugar fundamental donde se desarrollan amistades y
otras relaciones porque generalmente no se trabaja solo.
Hombres y mujeres
jóvenes hablan del trabajo como cumplimiento de una función y como algo que
proporciona un sentido. Permite a los adultos jóvenes satisfacer sus
necesidades prácticas, pero aún más importante buscar el significado y el
cumplimiento de sus sueños y visiones. Aunque el trabajo puede no ayudar a
alcanzar sus sueños, es importante para los adultos jóvenes cultivar una
visión, aprender a trabajar de una manera realmente personal y satisfactoria
para su vida, y seguir discerniendo el llamado de Dios»[148].
269. Ruego a los jóvenes
que no esperen vivir sin trabajar, dependiendo de la ayuda de otros. Eso no
hace bien, porque «el trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en
esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización
personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una
solución provisoria para resolver urgencias»[149].
De ahí que «la espiritualidad cristiana, junto con la admiración contemplativa
de las criaturas que encontramos en san Francisco de Asís, ha desarrollado
también una rica y sana comprensión sobre el trabajo, como podemos encontrar,
por ejemplo, en la vida del beato Carlos de Foucauld y sus discípulos»[150].
270. El Sínodo remarcó que
el mundo del trabajo es un ámbito donde los jóvenes «experimentan formas de
exclusión y marginación. La primera y la más grave es el desempleo juvenil, que
en algunos países alcanza niveles exorbitados. Además de empobrecerlos, la
falta de trabajo cercena en los jóvenes la capacidad de soñar y de esperar, y
los priva de la posibilidad de contribuir al desarrollo de la sociedad.
En
muchos países esta situación se debe a que algunas franjas de población juvenil
se encuentran desprovistas de las capacidades profesionales adecuadas, también
debido a las deficiencias del sistema educativo y formativo. Con frecuencia la
precariedad ocupacional que aflige a los jóvenes responde a la explotación
laboral por intereses económicos»[151].
271. Es una cuestión muy delicada
que la política debe considerar como un tema de primer orden, particularmente
hoy que la velocidad de los desarrollos tecnológicos, junto con la obsesión por
reducir los costos laborales, puede llevar rápidamente a reemplazar
innumerables puestos de trabajo por máquinas. Y se trata de un asunto
fundamental de la sociedad porque el trabajo para un joven no es sencillamente
una tarea orientada a conseguir ingresos.
Es expresión de la dignidad humana,
es camino de maduración y de inserción social, es un estímulo constante para
crecer en responsabilidad y en creatividad, es una protección frente a la
tendencia al individualismo y a la comodidad, y es también dar gloria a Dios
con el desarrollo de las propias capacidades.
272. No siempre un joven
tiene la posibilidad de decidir a qué va a dedicar sus esfuerzos, en qué tareas
va a desplegar sus energías y su capacidad de innovar. Porque además de los
propios deseos, y aún más allá de las propias capacidades y del discernimiento
que uno realice, están los duros límites de la realidad.
Es verdad que no
puedes vivir sin trabajar y que a veces tienes que aceptar lo que encuentres,
pero nunca renuncies a tus sueños, nunca entierres definitivamente una
vocación, nunca te des por vencido. Siempre sigue buscando, al menos, modos
parciales o imperfectos de vivir lo que en tu discernimiento reconoces como una
verdadera vocación.
273. Cuando uno descubre
que Dios lo llama a algo, que está hecho para eso –sea la enfermería, la
carpintería, la comunicación, la ingeniería, la docencia, el arte o cualquier
otro trabajo– entonces será capaz de hacer brotar sus mejores capacidades de
sacrificio, de generosidad y de entrega.
Saber que uno no hace las cosas porque
sí, sino con un significado, como respuesta a un llamado que resuena en lo más
hondo de su ser para aportar algo a los demás, hace que esas tareas le den al
propio corazón una experiencia especial de plenitud. Así lo decía el antiguo
libro bíblico del Eclesiastés: «He visto que no hay nada mejor para el ser
humano que gozarse en su trabajo» (Qo 3,22).
Vocaciones a una consagración especial
274. Si partimos de la
convicción de que el Espíritu sigue suscitando vocaciones al sacerdocio y a la
vida religiosa, podemos “volver a echar las redes” en nombre del Señor, con
toda confianza. Podemos atrevernos, y debemos hacerlo, a decirle a cada joven
que se pregunte por la posibilidad de seguir este camino.
275. Algunas veces hice
esta propuesta a jóvenes que me respondieron casi con burla diciendo: “No, la
verdad es que yo no voy para ese lado”. Sin embargo, años después algunos de
ellos estaban en el Seminario. El Señor no puede faltar a su promesa de no
dejar a la Iglesia privada de los pastores sin los cuales no podría vivir ni
realizar su misión. Y si algunos sacerdotes no dan un buen testimonio, no por
eso el Señor dejará de llamar. Al contrario, Él redobla la apuesta porque no
deja de cuidar a su Iglesia amada.
276. En el discernimiento
de una vocación no hay que descartar la posibilidad de consagrarse a Dios en el
sacerdocio, en la vida religiosa o en otras formas de consagración. ¿Por qué
excluirlo? Ten la certeza de que, si reconoces un llamado de Dios y lo sigues,
eso será lo que te hará pleno.
277. Jesús camina entre
nosotros como lo hacía en Galilea. Él pasa por nuestras calles, se detiene y
nos mira a los ojos, sin prisa. Su llamado es atractivo, es fascinante. Pero
hoy la ansiedad y la velocidad de tantos estímulos que nos bombardean hacen que
no quede lugar para ese silencio interior donde se percibe la mirada de Jesús y
se escucha su llamado.
Mientras tanto, te llegarán muchas propuestas
maquilladas, que parecen bellas e intensas, aunque con el tiempo solamente te
dejarán vacío, cansado y solo. No dejes que eso te ocurra, porque el torbellino
de este mundo te lleva a una carrera sin sentido, sin orientación, sin
objetivos claros, y así se malograrán muchos de tus esfuerzos.
Más bien busca
esos espacios de calma y de silencio que te permitan reflexionar, orar, mirar
mejor el mundo que te rodea, y entonces sí, con Jesús, podrás reconocer cuál es
tu vocación en esta tierra.
[148] Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos, Sons
and Daughters of Light: A Pastoral Plan for Ministry with Young Adults (12
noviembre 1996), I, 3.
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