Jóvenes comprometidos
168. Es verdad que a veces,
frente a un mundo tan lleno de violencia y egoísmo, los jóvenes pueden correr
el riesgo de encerrarse en pequeños grupos, y así privarse de los desafíos de
la vida en sociedad, de un mundo amplio, desafiante y necesitado. Sienten que
viven el amor fraterno, pero quizás su grupo se convirtió en una mera
prolongación de su yo.
Esto se agrava si la vocación del laico se concibe sólo
como un servicio al interno de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas,
etc.), olvidando que la vocación laical es ante todo la caridad en la familia,
la caridad social y la caridad política: es un compromiso concreto desde la fe
para la construcción de una sociedad nueva, es vivir en medio del mundo y de la
sociedad para evangelizar sus diversas instancias, para hacer crecer la paz, la
convivencia, la justicia, los derechos humanos, la misericordia, y así extender
el Reino de Dios en el mundo.
169. Propongo a los jóvenes
ir más allá de los grupos de amigos y construir la «amistad social, buscar el
bien común. La enemistad social destruye. Y una familia se destruye por la
enemistad. Un país se destruye por la enemistad. El mundo se destruye por la
enemistad. Y la enemistad más grande es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo
se está destruyendo por la guerra. Porque son incapaces de sentarse y hablar
[…].
Sean capaces de crear la amistad social»[90]. No
es fácil, siempre hay que renunciar a algo, hay que negociar, pero si lo
hacemos pensando en el bien de todos podremos alcanzar la magnífica experiencia
de dejar de lado las diferencias para luchar juntos por algo común. Si logramos
buscar puntos de coincidencia en medio de muchas disidencias, en ese empeño
artesanal y a veces costoso de tender puentes, de construir una paz que sea
buena para todos, ese es el milagro de la cultura del encuentro que los jóvenes
pueden atreverse a vivir con pasión.
170. El Sínodo reconoció
que «aunque de forma diferente respecto a las generaciones pasadas, el compromiso
social es un rasgo específico de los jóvenes de hoy. Al lado de algunos
indiferentes, hay muchos otros dispuestos a comprometerse en iniciativas de
voluntariado, ciudadanía activa y solidaridad social, que hay que acompañar y
alentar para que emerjan los talentos, las competencias y la creatividad de los
jóvenes y para incentivar que asuman responsabilidades.
El compromiso social y
el contacto directo con los pobres siguen siendo una ocasión fundamental para
descubrir o profundizar la fe y discernir la propia vocación […]. Se señaló
también la disponibilidad al compromiso en el campo político para la
construcción del bien común»[91].
171. Hoy, gracias a Dios,
los grupos de jóvenes en parroquias, colegios, movimientos o grupos
universitarios suelen salir a acompañar ancianos y enfermos, o visitan barrios
pobres, o salen juntos a auxiliar a los indigentes en las llamadas “noches de
la caridad”. Con frecuencia ellos reconocen que en estas tareas es más lo que
reciben que lo que dan, porque se aprende y se madura mucho cuando uno se
atreve a tomar contacto con el sufrimiento de los otros. Además, en los pobres
hay una sabiduría oculta, y ellos, con palabras simples, pueden ayudarnos a
descubrir valores que no vemos.
172. Otros jóvenes
participan en programas sociales orientados a la construcción de casas para los
que no tienen techo, o al saneamiento de lugares contaminados, o a la
recolección de ayudas para los más necesitados.
Sería bueno que esa energía
comunitaria se aplicara no sólo a acciones esporádicas sino de una manera
estable, con objetivos claros y una buena organización que ayude a realizar una
tarea más continuada y eficiente.
Los universitarios pueden unirse de manera
interdisciplinar para aplicar su saber a la resolución de problemas sociales, y
en esta tarea pueden trabajar codo a codo con jóvenes de otras Iglesias o de
otras religiones.
173. Como en el milagro de
Jesús, los panes y los peces de los jóvenes pueden multiplicarse (cf. Jn 6,4-13).
Igual que en la parábola, las pequeñas semillas de los jóvenes se convierten en
árbol y cosecha (cf. Mt 13,23.31-32). Todo ello desde la
fuente viva de la Eucaristía, en la cual nuestro pan y nuestro vino se
transfiguran para darnos Vida eterna. Se les pide a los jóvenes una tarea
inmensa y difícil.
Con la fe en el Resucitado, podrán enfrentarla con
creatividad y esperanza, y ubicándose siempre en el lugar del servicio, como
los sirvientes de aquella boda, sorprendidos colaboradores del primer signo de
Jesús, que sólo siguieron la consigna de su Madre: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5).
Misericordia, creatividad y esperanza hacen crecer la vida.
174. Quiero alentarte a
este compromiso, porque sé que «tu corazón, corazón joven, quiere construir un
mundo mejor. Sigo las noticias del mundo y veo que tantos jóvenes, en muchas
partes del mundo, han salido por las calles para expresar el deseo de una civilización
más justa y fraterna. Los jóvenes en la calle. Son jóvenes que quieren ser
protagonistas del cambio.
Por favor, no dejen que otros sean los protagonistas
del cambio. Ustedes son los que tienen el futuro. Por ustedes entra el futuro
en el mundo. A ustedes les pido que también sean protagonistas de este cambio.
Sigan superando la apatía y ofreciendo una respuesta cristiana a las
inquietudes sociales y políticas que se van planteando en diversas partes del
mundo.
Les pido que sean constructores del futuro, que se metan en el trabajo
por un mundo mejor. Queridos jóvenes, por favor, no balconeen la vida, métanse
en ella. Jesús no se quedó en el balcón, se metió; no balconeen la vida,
métanse en ella como hizo Jesús»[92].
Pero sobre todo, de una manera o de otra, sean luchadores por el bien común,
sean servidores de los pobres, sean protagonistas de la revolución de la
caridad y del servicio, capaces de resistir las patologías del individualismo
consumista y superficial.
Misioneros valientes
175. Enamorados de Cristo,
los jóvenes están llamados a dar testimonio del Evangelio en todas partes, con
su propia vida. San Alberto Hurtado decía que «ser apóstoles no significa
llevar una insignia en el ojal de la chaqueta; no significa hablar de la
verdad, sino vivirla, encarnarse en ella, transformarse en Cristo. Ser apóstol
no es llevar una antorcha en la mano, poseer la luz, sino ser la luz [...]. El
Evangelio [...] más que una lección es un ejemplo. El mensaje convertido en
vida viviente»[93].
176. El valor del
testimonio no significa que se deba callar la palabra. ¿Por qué no hablar de
Jesús, por qué no contarles a los demás que Él nos da fuerzas para vivir, que
es bueno conversar con Él, que nos hace bien meditar sus palabras? Jóvenes, no
dejen que el mundo los arrastre a compartir sólo las cosas malas o
superficiales. Ustedes sean capaces de ir contracorriente y sepan compartir a
Jesús, comuniquen la fe que Él les regaló. Ojalá puedan sentir en el corazón el
mismo impulso irresistible que movía a san Pablo cuando decía: «¡Ay de mí si no
anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16).
177. «¿Adónde nos envía
Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos. El Evangelio no es
para algunos sino para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos,
más receptivos, más acogedores. Es para todos. No tengan miedo de ir y llevar a
Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a
quien parece más lejano, más indiferente.
El Señor busca a todos, quiere que
todos sientan el calor de su misericordia y de su amor»[94].
Y nos invita a ir sin miedo con el anuncio misionero, allí donde nos
encontremos y con quien estemos, en el barrio, en el estudio, en el deporte, en
las salidas con los amigos, en el voluntariado o en el trabajo, siempre es
bueno y oportuno compartir la alegría del Evangelio. Así es como el Señor se va
acercando a todos. Y a ustedes, jóvenes, los quiere como sus instrumentos para
derramar luz y esperanza, porque quiere contar con vuestra valentía, frescura y
entusiasmo.
178. No cabe esperar que la
misión sea fácil y cómoda. Algunos jóvenes dieron su vida con tal de no frenar
su impulso misionero. Los Obispos de Corea expresaron: «Esperamos que podamos
ser granos de trigo e instrumentos para la salvación de la humanidad, siguiendo
el ejemplo de los mártires. Aunque nuestra fe es tan pequeña como una semilla
de mostaza, Dios le dará crecimiento y la utilizará como un instrumento para su
obra de salvación»[95].
Amigos, no esperen a mañana para colaborar en la transformación del mundo con
su energía, su audacia y su creatividad. La vida de ustedes no es un “mientras
tanto”. Ustedes son el ahora de Dios, que los quiere fecundos[96].
Porque «es dando como se recibe»[97],
y la mejor manera de preparar un buen futuro es vivir bien el presente con
entrega y generosidad.
Notas a pie de página:
[90] Saludo a los jóvenes del Centro Cultural Padre Félix Varela
en La Habana (20 septiembre 2015): L’Osservatore Romano, ed. semanal
en lengua española (25 septiembre 2015), p. 5.
[92] Discurso en la Vigilia de la XXVIII Jornada Mundial de la
Juventud en Río de Janeiro (27 julio 2013): AAS 105
(2013), 663.
[93] Ustedes son la luz del mundo, Discurso en el Cerro San
Cristóbal, Chile, 1940, en: https://www.padrealbertohurtado.cl/escritos-2/.
[94] Homilía en la Santa Misa de la XXVIII Jornada Mundial de la
Juventud en Río de Janeiro (28 julio 2013): AAS 105
(2013), 665.
[95] Conferencia Episcopal de Corea, Carta pastoral con motivo del
150 aniversario del martirio durante la persecución Byeong-in (30
marzo 2016).
[96] Cf. Homilía en la Santa Misa para la XXXIV Jornada Mundial de
la Juventud en Panamá (27 enero 2019): L’Osservatore
Romano, ed. semanalen lengua española (1 febrero 2019), pp. 14-15.
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