Introducción
179. A veces he visto
árboles jóvenes, bellos, que elevaban sus ramas al cielo buscando siempre más,
y parecían un canto de esperanza. Más adelante, después de una tormenta, los
encontré caídos, sin vida. Porque tenían pocas raíces, habían desplegado sus
ramas sin arraigarse bien en la tierra, y así sucumbieron ante los embates de
la naturaleza.
Por eso me duele ver que algunos les propongan a los jóvenes
construir un futuro sin raíces, como si el mundo comenzara ahora. Porque «es
imposible que alguien crezca si no tiene raíces fuertes que ayuden a estar bien
sostenido y agarrado a la tierra. Es fácil “volarse” cuando no hay desde donde
agarrarse, de donde sujetarse»[98].
Que no te arranquen de la tierra
180. Esta no es una
cuestión secundaria, y me parece bueno dedicarle un breve capítulo. Comprender
esto permite distinguir la alegría de la juventud de un falso culto a la
juventud que algunos utilizan para seducir a los jóvenes y utilizarlos para sus
fines.
181. Piensen esto: si una
persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que no
recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo
miren el futuro que él les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su
propuesta para que solamente hagan lo que él les dice? Esa persona los necesita
vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus
promesas y se sometan a sus planes.
Así funcionan las ideologías de distintos
colores, que destruyen (o de-construyen) todo lo que sea diferente y de ese
modo pueden reinar sin oposiciones. Para esto necesitan jóvenes que desprecien
la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue
transmitiendo a lo largo de las generaciones, que ignoren todo lo que los ha
precedido.
182. Al mismo tiempo, los
manipuladores utilizan otro recurso: una adoración de la juventud, como si todo
lo que no sea joven se convirtiera en detestable y caduco. El cuerpo joven se
vuelve el símbolo de este nuevo culto, y entonces todo lo que tenga que ver con
ese cuerpo se idolatra y se desea sin límites, y lo que no sea joven se mira
con desprecio. Pero es un arma que en primer lugar termina degradando a los
jóvenes, los vacía de valores reales, los utiliza para obtener beneficios
personales, económicos o políticos.
183. Queridos jóvenes, no
acepten que usen su juventud para fomentar una vida superficial, que confunde
la belleza con la apariencia. Mejor sepan descubrir que hay hermosura en el
trabajador que vuelve a su casa sucio y desarreglado, pero con la alegría de
haber ganado el pan de sus hijos.
Hay una belleza extraordinaria en la comunión
de la familia junto a la mesa y en el pan compartido con generosidad, aunque la
mesa sea muy pobre. Hay hermosura en la esposa despeinada y casi anciana, que
permanece cuidando a su esposo enfermo más allá de sus fuerzas y de su propia
salud. Aunque haya pasado la primavera del noviazgo, hay hermosura en la
fidelidad de las parejas que se aman en el otoño de la vida, en esos viejitos
que caminan de la mano.
Hay hermosura, más allá de la apariencia o de la
estética de moda, en cada hombre y en cada mujer que viven con amor su vocación
personal, en el servicio desinteresado por la comunidad, por la patria, en el
trabajo generoso por la felicidad de la familia, comprometidos en el arduo
trabajo anónimo y gratuito de restaurar la amistad social. Descubrir, mostrar y
resaltar esta belleza, que se parece a la de Cristo en la cruz, es poner los
cimientos de la verdadera solidaridad social y de la cultura del encuentro.
184. Junto con las
estrategias del falso culto a la juventud y a la apariencia, hoy se promueve
una espiritualidad sin Dios, una afectividad sin comunidad y sin compromiso con
los que sufren, un miedo a los pobres vistos como seres peligrosos, y una serie
de ofertas que pretenden hacerles creer en un futuro paradisíaco que siempre se
postergará para más adelante.
No quiero proponerles eso, y con todo mi afecto
quiero advertirles que no se dejen dominar por esta ideología que no los
volverá más jóvenes, sino que los convertirá en esclavos. Les propongo otro
camino, hecho de libertad, de entusiasmo, de creatividad, de horizontes nuevos,
pero cultivando al mismo tiempo esas raíces que alimentan y sostienen.
185. En esta línea, quiero
destacar que «numerosos Padres sinodales provenientes de contextos no
occidentales señalan que en sus países la globalización conlleva auténticas
formas de colonización cultural, que desarraigan a los jóvenes de la
pertenencia a las realidades culturales y religiosas de las que provienen. Es
necesario un compromiso de la Iglesia para acompañarlos en este paso sin que
pierdan los rasgos más valiosos de su identidad»[99].
186. Hoy vemos una
tendencia a “homogeneizar” a los jóvenes, a disolver las diferencias propias de
su lugar de origen, a convertirlos en seres manipulables hechos en serie. Así
se produce una destrucción cultural, que es tan grave como la desaparición de
las especies animales y vegetales[100].
Por eso, en un mensaje a jóvenes indígenas, reunidos en Panamá, los exhorté a
«hacerse cargo de las raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va a
hacer crecer, florecer y fructificar»[101].
Tu relación con los ancianos
187. En el Sínodo se
expresó que «los jóvenes están proyectados hacia el futuro y afrontan la vida
con energía y dinamismo. Sin embargo […] a veces suelen prestar poca atención a
la memoria del pasado del que provienen, en particular a los numerosos dones
que les han transmitido sus padres y abuelos, al bagaje cultural de la sociedad
en la que viven.
Ayudar a los jóvenes a descubrir la riqueza viva del pasado,
haciendo memoria y sirviéndose de este para las propias decisiones y
posibilidades, es un verdadero acto de amor hacia ellos, en vista de su
crecimiento y de las decisiones que deberán tomar»[102].
188. La Palabra de Dios
recomienda no perder el contacto con los ancianos, para poder recoger su
experiencia: «Acude a la reunión de los ancianos, y si encuentras a un sabio
júntate a él […]. Si ves a un hombre prudente, madruga para buscarlo, que tus
pies desgasten el umbral de su puerta» (Si 6,34.36). En todo caso,
los largos años que ellos vivieron y todo lo que han pasado en la vida, deben
llevarnos a mirarlos con respeto: «Ponte de pie ante el hombre de canas» (Lv 19,32).
Porque «la fuerza es el adorno de los jóvenes, las canas son el honor de los
ancianos» (Pr 20,29).
189. La Biblia nos pide:
«Escucha a tu padre que te dio la vida, y no desprecies a tu madre cuando sea
anciana» (Pr 23,22). El mandato de honrar al padre y a la madre «es
el primer mandamiento que va acompañado de una promesa» (Ef 6,2;
cf. Ex 20,12; Dt 5,16; Lv 19,3),
y la promesa es: «serás feliz y se prolongará tu vida sobre la tierra» (Ef 6,3).
190. Esto no significa que
tengas que estar de acuerdo con todo lo que ellos dicen, ni que debas aprobar
todas sus acciones. Un joven siempre debería tener un espíritu crítico. San
Basilio Magno, refiriéndose a los antiguos autores griegos, recomendaba a los
jóvenes que los estimasen, pero que acogieran sólo lo bueno que pudieran
enseñarles.[103] Se
trata simplemente de estar abiertos para recoger una sabiduría que se comunica
de generación en generación, que puede convivir con algunas miserias humanas, y
que no tiene por qué desaparecer ante las novedades del consumo y del mercado.
191. Al mundo nunca le
sirvió ni le servirá la ruptura entre generaciones. Son los cantos de sirena de
un futuro sin raíces, sin arraigo. Es la mentira que te hace creer que sólo lo
nuevo es bueno y bello. La existencia de las relaciones intergeneracionales
implica que en las comunidades se posea una memoria colectiva, pues cada
generación retoma las enseñanzas de sus antecesores, dejando así un legado a
sus sucesores. Esto constituye marcos de referencia para cimentar sólidamente
una sociedad nueva. Como dice el refrán: “Si el joven supiese y el viejo
pudiese, no habría cosa que no se hiciese”.
Sueños y visiones
192. En la profecía de Joel
encontramos un anuncio que nos permite entender esto de una manera muy bella.
Dice así: «Derramaré mi Espíritu sobre toda carne y sus hijos y sus hijas
profetizarán, y sus jóvenes verán visiones y sus ancianos soñarán sueños» (Jl 3,1; cf. Hch 2,17).
Si los jóvenes y los viejos se abren al Espíritu Santo, ambos producen una
combinación maravillosa. Los ancianos sueñan y los jóvenes ven visiones. ¿Cómo
se complementan ambas cosas?
193. Los ancianos tienen
sueños construidos con recuerdos, con imágenes de tantas cosas vividas, con la
marca de la experiencia y de los años. Si los jóvenes se arraigan en esos
sueños de los ancianos logran ver el futuro, pueden tener visiones que les
abren el horizonte y les muestran nuevos caminos. Pero si los ancianos no
sueñan, los jóvenes ya no pueden mirar claramente el horizonte.
194. Es lindo encontrar
entre lo que nuestros padres conservaron, algún recuerdo que nos permite
imaginar lo que soñaron para nosotros nuestros abuelos y nuestras abuelas. Todo
ser humano, aun antes de nacer, ha recibido de parte de sus abuelos como
regalo, la bendición de un sueño lleno de amor y de esperanza: el de una vida
mejor para él. Y si no lo tuvo de ninguno de sus abuelos, seguramente algún
bisabuelo sí lo soñó y se alegró por él, contemplando en la cuna a sus hijos y
luego a sus nietos. El sueño primero, el sueño creador de nuestro Padre Dios,
precede y acompaña la vida de todos sus hijos. Hacer memoria de esta bendición,
que se extiende de generación en generación, es una herencia preciosa que hay
que saber conservar viva para poder transmitirla también nosotros.
195. Por eso es bueno dejar
que los ancianos hagan largas narraciones, que a veces parecen mitológicas,
fantasiosas –son sueños de viejos–, pero muchas veces están llenas de rica
experiencia, de símbolos elocuentes, de mensajes ocultos. Esas narraciones
requieren tiempo, que nos dispongamos gratuitamente a escuchar y a interpretar
con paciencia, porque no entran en un mensaje de las redes sociales. Tenemos
que aceptar que toda la sabiduría que necesitamos para la vida no puede
encerrarse en los límites que imponen los actuales recursos de comunicación.
196. En el libro La
sabiduría de los años[104],
expresé algunos deseos en forma de pedidos. «¿Qué pido a los ancianos, entre
los cuales me cuento yo mismo? Nos pido que seamos guardianes de la memoria.
Los abuelos y las abuelas necesitamos formar un coro. Me imagino a los ancianos
como el coro permanente de un importante santuario espiritual, en el que las
oraciones de súplica y los cantos de alabanza sostienen a la comunidad entera
que trabaja y lucha en el terreno de la vida»[105].
Es hermoso que «los jóvenes y las muchachas también, los viejos
junto con los niños, alaben el nombre del Señor» (Sal 148,12-13).
197. ¿Qué podemos darles
los ancianos? «A los jóvenes de hoy día que viven su propia mezcla de
ambiciones heroicas y de inseguridades, podemos recordarles que una vida sin
amor es una vida infecunda»[106].
¿Qué podemos decirles? «A los jóvenes temerosos podemos decirles que la
ansiedad frente al futuro puede ser vencida»[107].
¿Qué podemos enseñarles? «A los jóvenes excesivamente preocupados de sí mismos
podemos enseñarles que se experimenta mayor alegría en dar que en recibir, y
que el amor no se demuestra sólo con palabras, sino también con obras»[108].
Arriesgar juntos
198. El amor que se da y
que obra, tantas veces se equivoca. El que actúa, el que arriesga, quizás
comete errores. Aquí, en este momento, puede resultar de interés traer el
testimonio de María Gabriela Perin, huérfana de padre desde recién nacida que
reflexiona cómo esto influyó en su vida, en una relación que no duró pero que
la hizo madre y ahora abuela: «Lo que yo sé es que Dios crea historias.
En su
genialidad y su misericordia, Él toma nuestros triunfos y fracasos y teje
hermosos tapices que están llenos de ironía. El reverso del tejido puede
parecer desordenado con sus hilos enredados –los acontecimientos de nuestra
vida– y tal vez sea ese lado con el que nos obsesionamos cuando tenemos dudas.
Sin embargo, el lado bueno del tapiz muestra una historia magnífica, y ese es el
lado que ve Dios»[109].
Cuando las personas mayores miran atentamente la vida, a menudo saben de modo
instintivo lo que hay detrás de los hilos enredados y reconocen lo que Dios
hace creativamente aun con nuestros errores.
199. Si caminamos juntos,
jóvenes y ancianos, podremos estar bien arraigados en el presente, y desde aquí
frecuentar el pasado y el futuro: frecuentar el pasado, para aprender de la
historia y para sanar las heridas que a veces nos condicionan; frecuentar el
futuro, para alimentar el entusiasmo, hacer germinar sueños, suscitar
profecías, hacer florecer esperanzas. De ese modo, unidos, podremos aprender
unos de otros, calentar los corazones, inspirar nuestras mentes con la luz del
Evangelio y dar nueva fuerza a nuestras manos.
200. Las raíces no son
anclas que nos atan a otras épocas y nos impiden encarnarnos en el mundo actual
para hacer nacer algo nuevo. Son, por el contrario, un punto de arraigo que nos
permite desarrollarnos y responder a los nuevos desafíos. Entonces tampoco
sirve «que nos sentemos a añorar tiempos pasados; hemos de asumir con realismo
y amor nuestra cultura y llenarla de Evangelio. Somos enviados hoy para
anunciar la Buena Noticia de Jesús a los tiempos nuevos. Hemos de amar nuestra
hora con sus posibilidades y riesgos, con sus alegrías y dolores, con sus
riquezas y sus límites, con sus aciertos y sus errores»[110].
201. En el Sínodo, uno de
los jóvenes auditores proveniente de las islas Samoa, dijo que la Iglesia es
una canoa, en la cual los viejos ayudan a mantener la dirección interpretando
la posición de las estrellas, y los jóvenes reman con fuerza imaginando lo que
les espera más allá. No nos dejemos llevar ni por los jóvenes que piensan que
los adultos son un pasado que ya no cuenta, que ya caducó, ni por los adultos
que creen saber siempre cómo deben comportarse los jóvenes. Mejor subámonos
todos a la misma canoa y entre todos busquemos un mundo mejor, bajo el impulso
siempre nuevo del Espíritu Santo.
Notas a pie de página:
[98] Discurso en la Vigilia con los jóvenes en la XXXIV Jornada
Mundial de la Juventud en Panamá (26 enero 2019): L’Osservatore
Romano, ed. semanal en lengua española (1 febrero 2019), p. 13.
[101] Videomensaje para el Encuentro Mundial de la Juventud
Indígena en Panamá (17-21 enero 2019): L’Osservatore
Romano, ed. semanal en lengua española (25 enero 2019), p. 10.
[110] Eduardo Pironio, Mensaje a los jóvenes argentinos en el
Encuentro Nacional de Jóvenes en Córdoba (12-15 septiembre 1985), 2.