CAPÍTULO CUARTO
UNA ECOLOGÍA INTEGRAL
137. Dado que todo está íntimamente relacionado, y que los problemas
actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la
crisis mundial, propongo que nos detengamos ahora a pensar en los distintos
aspectos de unaecología integral, que incorpore claramente las
dimensiones humanas y sociales.
I. Ecología ambiental, económica y social
138. La ecología estudia las relaciones entre los organismos vivientes y el
ambiente donde se desarrollan. También exige sentarse a pensar y a discutir
acerca de las condiciones de vida y de supervivencia de una sociedad, con la
honestidad para poner en duda modelos de desarrollo, producción y consumo.
No
está de más insistir en que todo está conectado. El tiempo y el espacio no son
independientes entre sí, y ni siquiera los átomos o las partículas subatómicas
se pueden considerar por separado. Así como los distintos componentes del
planeta –físicos, químicos y biológicos– están relacionados entre sí, también las
especies vivas conforman una red que nunca terminamos de reconocer y
comprender. Buena parte de nuestra información genética se comparte con muchos
seres vivos.
Por eso, los conocimientos fragmentarios y aislados pueden
convertirse en una forma de ignorancia si se resisten a integrarse en una
visión más amplia de la realidad.
139. Cuando se habla de «medio ambiente», se indica particularmente una
relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto
nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero
marco de nuestra vida.
Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos
interpenetrados. Las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un
análisis del funcionamiento de la sociedad, de su economía, de su
comportamiento, de sus maneras de entender la realidad. Dada la magnitud de los
cambios, ya no es posible encontrar una respuesta específica e independiente
para cada parte del problema.
Es fundamental buscar soluciones integrales que
consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los
sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social,
sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución
requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la
dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.
140. Debido a la cantidad y variedad de elementos a tener en cuenta, a la
hora de determinar el impacto ambiental de un emprendimiento concreto, se
vuelve indispensable dar a los investigadores un lugar preponderante y
facilitar su interacción, con amplia libertad académica.
Esta investigación
constante debería permitir reconocer también cómo las distintas criaturas se
relacionan conformando esas unidades mayores que hoy llamamos «ecosistemas». No
los tenemos en cuenta sólo para determinar cuál es su uso racional, sino porque
poseen un valor intrínseco independiente de ese uso.
Así como cada organismo es
bueno y admirable en sí mismo por ser una criatura de Dios, lo mismo ocurre con
el conjunto armonioso de organismos en un espacio determinado, funcionando como
un sistema. Aunque no tengamos conciencia de ello, dependemos de ese conjunto
para nuestra propia existencia.
Cabe recordar que los ecosistemas intervienen
en el secuestro de anhídrido carbónico, en la purificación del agua, en el
control de enfermedades y plagas, en la formación del suelo, en la
descomposición de residuos y en muchísimos otros servicios que olvidamos o
ignoramos.
Cuando advierten esto, muchas personas vuelven a tomar conciencia de
que vivimos y actuamos a partir de una realidad que nos ha sido previamente
regalada, que es anterior a nuestras capacidades y a nuestra existencia. Por
eso, cuando se habla de «uso sostenible», siempre hay que incorporar una
consideración sobre la capacidad de regeneración de cada ecosistema en sus
diversas áreas y aspectos.
141. Por otra parte, el crecimiento económico tiende a producir
automatismos y a homogeneizar, en orden a simplificar procedimientos y a
reducir costos. Por eso es necesaria una ecología económica, capaz de obligar a
considerar la realidad de manera más amplia. Porque «la protección del medio
ambiente deberá constituir parte integrante del proceso de desarrollo y no
podrá considerarse en forma aislada»[114].
Pero al mismo tiempo se vuelve actual la necesidad imperiosa del humanismo, que
de por sí convoca a los distintos saberes, también al económico, hacia una
mirada más integral e integradora.
Hoy el análisis de los problemas ambientales
es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales,
urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma, que genera un
determinado modo de relacionarse con los demás y con el ambiente. Hay una
interacción entre los ecosistemas y entre los diversos mundos de referencia
social, y así se muestra una vez más que «el todo es superior a la parte»[115].
142. Si todo está relacionado, también la salud de las instituciones de una
sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana:
«Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales»[116].
En ese sentido, la ecología social es necesariamente institucional, y alcanza
progresivamente las distintas dimensiones que van desde el grupo social
primario, la familia, pasando por la comunidad local y la nación, hasta la vida
internacional.
Dentro de cada uno de los niveles sociales y entre ellos, se
desarrollan las instituciones que regulan las relaciones humanas. Todo lo que
las dañe entraña efectos nocivos, como la perdida de la libertad, la injusticia
y la violencia.
Varios países se rigen con un nivel institucional precario, a
costa del sufrimiento de las poblaciones y en beneficio de quienes se lucran
con ese estado de cosas. Tanto en la administración del Estado, como en las
distintas expresiones de la sociedad civil, o en las relaciones de los
habitantes entre sí, se registran con excesiva frecuencia conductas alejadas de
las leyes. Estas pueden ser dictadas en forma correcta, pero suelen quedar como
letra muerta. ¿Puede esperarse entonces que la legislación y las normas
relacionadas con el medio ambiente sean realmente eficaces?
Sabemos, por
ejemplo, que países poseedores de una legislación clara para la protección de
bosques siguen siendo testigos mudos de la frecuente violación de estas leyes.
Además, lo que sucede en una región ejerce, directa o indirectamente,
influencias en las demás regiones. Así, por ejemplo, el consumo de narcóticos
en las sociedades opulentas provoca una constante y creciente demanda de
productos originados en regiones empobrecidas, donde se corrompen conductas, se
destruyen vidas y se termina degradando el ambiente.
II. Ecología cultural
143. Junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico,
artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común de
un lugar y una base para construir una ciudad habitable. No se trata de
destruir y de crear nuevas ciudades supuestamente más ecológicas, donde no
siempre se vuelve deseable vivir. Hace falta incorporar la historia, la cultura
y la arquitectura de un lugar, manteniendo su identidad original.
Por eso, la
ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad
en su sentido más amplio. De manera más directa, reclama prestar atención a las
culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio
ambiente, poniendo en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje
popular. Es la cultura no sólo en el sentido de los monumentos del pasado, sino
especialmente en su sentido vivo, dinámico y participativo, que no puede
excluirse a la hora de repensar la relación del ser humano con el ambiente.
144. La visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la
actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar
la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad. Por eso,
pretender resolver todas las dificultades a través de normativas uniformes o de
intervenciones técnicas lleva a desatender la complejidad de las problemáticas
locales, que requieren la intervención activa de los habitantes.
Los nuevos
procesos que se van gestando no siempre pueden ser incorporados en esquemas
establecidos desde afuera, sino que deben partir de la misma cultura local. Así
como la vida y el mundo son dinámicos, el cuidado del mundo debe ser flexible y
dinámico. Las soluciones meramente técnicas corren el riesgo de atender a
síntomas que no responden a las problemáticas más profundas.
Hace falta
incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos y las culturas, y así
entender que el desarrollo de un grupo social supone un proceso histórico
dentro de un contexto cultural y requiere del continuado protagonismo de los
actores sociales locales desde su propia cultura. Ni siquiera la
noción de calidad de vida puede imponerse, sino que debe entenderse dentro del
mundo de símbolos y hábitos propios de cada grupo humano.
145. Muchas formas altamente concentradas de explotación y degradación del
medio ambiente no sólo pueden acabar con los recursos de subsistencia locales,
sino también con capacidades sociales que han permitido un modo de vida que
durante mucho tiempo ha otorgado identidad cultural y un sentido de la
existencia y de la convivencia.
La desaparición de una cultura puede ser tanto
o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal. La imposición
de un estilo hegemónico de vida ligado a un modo de producción puede ser tan
dañina como la alteración de los ecosistemas.
146. En este sentido, es indispensable prestar especial atención a las
comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales. No son una simple
minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales
interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que
afecten a sus espacios.
Para ellos, la tierra no es un bien económico, sino don
de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el
cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores. Cuando
permanecen en sus territorios, son precisamente ellos quienes mejor los cuidan.
Sin embargo, en diversas partes del mundo, son objeto de presiones para que
abandonen sus tierras a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos y
agropecuarios que no prestan atención a la degradación de la naturaleza y de la
cultura.
Notas a pie de página:
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