lunes, 1 de diciembre de 2025

TEMA 325. TESIS 18 (1). FORMULACIÓN DEL MISTERIO TRINITARIO


TESIS 18 (1).

FORMULACIÓN DEL MISTERIO TRINITARIO

 

1Dios, uno en esencia, es Tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu. 2El Hijo eterno procede del Padre por generación y el Espíritu Santo procede del Padre y el Hijo por espiración, procesiones que instauran relaciones. 3Designamos a los Tres Personas divinas que se constituyen y distinguen por las relaciones. 4Son inseparables en su obrar, pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio, sobre todo en las misiones del Hijo y del Espíritu Santo.

 

1.  Dios en su uniDaD De esenCia

2.  ProCesiones y relaCiones en Dios

2.1 Profundizar en el misterio de fe mediante la analogía

2.2 Procesiones en Dios manteniendo la única sustancia

2.3 La relación en Dios

3.  las Personas DiVinas: PaDre, hiJo y esPíriTu sanTo

3.1 la noción de persona aplicada a Dios

3.2 La persona del Padre

3.3 La persona del Hijo

3.4 La persona del Espíritu Santo

4.  el aCTuar De Dios y las misiones DiVinas

4.1 unidad de la actuación de Dios ad extra

4.2 Las misiones divinas

4.3. La inhabitación de las personas divinas en el alma en gracia

 


ConCilio Xi DE TolEDo, Confesión de fe (7.11.675) DS 525-532

ConCilio  iV DE  lETrán, Constitución Damnamus ergo (30.11.1215) DS 803- 808

ConCilio DE FlorEnCia, Bula Laetentur coeli (6.7.1439) DS 1300-1302

iD., Bula Cantate Domino (4.2.1442) DS 1330-1332 S.Th. I, qq.3-4;10;14;19;22-23;27-43 [27-29;43]

 

1.  DIOS EN SU UNIDAD DE ESENCIA

La esencia divina (es decir, Dios en su unidad de esencia) es el mismo ser subsistente, realidad perfectísima, sin ningún tipo de composición, y fuente de toda unidad, verdad y bondad. Está presente en todas partes y en todo tiempo, pues su duración es la eternidad (posesión perfecta y simultánea de una vida sin límite). Se identifica con las Tres Personas divinas y con cada una de ellas, de manera que no hay ninguna cuaternidad (esencia + tres Personas). Esta esencia divina ni engendra, ni es engendrada, ni procede, sino que engendra el Padre, es engendrado el Hijo y procede el Espíritu.


Es el Dios vivo y verdadero que se distingue del mundo, porque lo ha creado, de manera que no cabe ningún tipo de panteísmo. Es el origen de cualquier perfección que se pueda encontrar en las criaturas, sin composición alguna y Acto puro. Por este motivo la manera más correcta de expresar su esencia es la de Ipsum Esse Subsistens, es el mismo ser subsistente, frente al de las criaturas que es un ser por participación. En Dios no se distinguen la esencia y el acto de ser, mientras que en cualquier criatura se da realmente esa distinción.


Para cualquier entendimiento creado es un misterio que no puede comprender aunque es posible alcanzar un cierto conocimiento de Él a partir de la creación, y de otro orden por la Revelación, ya que nuestro lenguaje, mediante la analogía, puede hablar con verdad sobre Dios si bien de modo muy limitado. Aunque Dios es el autor de todas las cosas y el origen de todas las inteligencias no le conocemos de una manera inmediata y a partir de Él todas las cosas, porque eso sería caer en el ontologismo; sólo en la visión beatífica, y gracias al lumen gloriae, que es una especial gracia, se puede contemplar a Dios cara a cara en la otra vida. Dios posee un conocimiento perfecto, que se identifica con su misma esencia. 


En Dios su esencia no se distingue de su actuación, y por eso se da el conocimiento en Él sin que esto conlleve introducir en Dios la pluralidad. Este detalle es importante, porque no han faltado explicaciones del principio último, como el Uno de los neoplatónicos, en las cuales no se podía afirmar que conocía, y por ello se negaba su carácter personal. Dios se conoce a mismo y todas las cosas fuera de él, porque las ha creado y todas participan de su esencia. 


El conocimiento de Dios se extiende tanto a lo que ha existido, existe o existirá (ciencia de visión) como a lo como meramente posible (conocimiento de simple inteligencia). Conoce todas las cosas de manera inmutable, aunque conoce las cosas mudables como existiendo en su propio tiempo.


En Dios se da la voluntad y el amor, un amor necesario a mismo y libre respecto a todas las cosas fuera de él, de manera que los designios de su voluntad son libres. El amor de Dios recae en primer lugar sobre Dios mismo, y se goza infinitamente en dicho amor, de manera infinita y necesaria. Esto supone que Dios no tiene otro fin fuera de sí mismo. No se puede hablar de un egoísmo trascendental en Dios, pues es su misma perfección la que le hace digno de su propio amor infinito. Egoísmo es preferir un bien limitado al Bien, y esto, evidentemente no se da en Dios. 


Dios ama a las criaturas, pero su amor no está causado por la bondad de los seres, sino que es causa de la bondad de las criaturas. El amor de Dios es un acto único y simplicísimo: el que ame más a unas que a otras se advierte no en el acto de amor, sino en sus efectos en la criatura.

 

2.  PROCESIONES Y RELACIONES EN DIOS

 

2.1  Profundizar en el misterio de fe mediante la analogía

El dato de fe en la Santísima Trinidad es un misterio en sentido estricto, es decir, la mera razón natural no podría conocerlo; ni siquiera una vez conocido por la razón, demostrarlo, pero sí puede tratar de alcanzar una cierta inteligencia del mismo y rechazar las falsas razones que se presenten contra este misterio.


La analogía psicológica consiste en profundizar en el misterio trinitario emple- ando la comparación con la vida espiritual del hombre, con sus operaciones de entendimiento y voluntad, que ayudan a entender algo más las procesiones del Hijo y del Espíritu Santo. Aunque el primero que la sistematizó fue San Agustín, tiene precedentes abundantes en la tradición anterior: las teologías del Logos de los apologistas, las vinculaciones entre el Espíritu Santo y el amor.

2.2  Procesiones en Dios manteniendo la única sustancia

El término procesión se encuentra en la Escritura (Jn 15,26) para designar el envío de las Personas divinas y se emplea en teología para indicar que unas tienen su origen en otras. La procesión de unas personas de otras se da en perfecta consustancialidad, no se separa ni divide la única sustancia divina.


La procesión del Verbo en Dios se puede comprender de manera análoga a como el entendimiento produce, por su fecundidad un verbo mental o concepto. Aunque el entender es común a las Tres Personas divinas y se identifica con la esencia, en cambio la dicción o generación de un Verbo es propia sólo del Padre, de manera que se distinguen el Padre, que dice, y el Verbo, dicho.


La procesión del Hijo es generación, producción de otro yo en Dios, en perfecta consustancialidad. Es una generación natural, es decir, previa a toda decisión libre; además el Hijo es Unigénito, pues al ser imagen perfecta del Padre no tiene sentido hablar de otro.


La procesión del Hijo, pues, se explica con una doble analogía: generación, con lo que esto implica de transmisión de vida y naturaleza, y emanación de un Verbo, ilustrando el modo de la generación: inmaterial. El verbo indica semejanza respecto a lo conocido, por esto, los aspectos de generación y emana- ción intelectual están relacionados.


Para explicar la procesión del Espíritu Santo se recurre a la analogía del amor. El amado está impreso en el amante, y se da, en el acto de amor, como un impulso hacia el amado. Ese término inmanente ofrece una analogía para entender la procesión del Espíritu Santo.


Dios se ama a mismo, y así se produce la emanación del Espíritu Santo. El amor es común a las Tres divinas Personas, pero la espiración del Espíritu distingue por una parte al Padre y al Hijo que unidos en amor espiran, y por otra, al Espirado, el Espíritu Santo. La procesión del Espíritu se produce de manera natural, previamente a todo acto libre.


La procesión del Espíritu no es generación. Así lo atestigua la Revelación, y se refleja en la analogía empleada, pues la impresión del amor, de por sí, no es semejanza del que ama, aunque en este caso se dé en perfecta consustancialidad y con la comunicación de naturaleza, de modo que no es generación.

2.3  La relación en Dios

La distinción de las Personas divinas entre se ha de producir en perfecta consustancialidad, y el único modo de distinguirlas es según la relación. La relación, de por sí, distingue necesariamente los dos extremos de la relación. Se aplica a Dios esta categoría, purificándola del carácter accidental que tiene en las criaturas y considerándola como subsistente en Dios. 


Precisamente por ser un predicamento que hace relación ad aliud esto permite pensar en una relación que no modifique la esencia, y de ese modo podemos hablar de una distinción (los dos términos de la relación necesariamente se distinguen) sin romper la única esencia. De este modo se puede formular el axioma, proclamado por el Concilio de Florencia (DS 1330), de que en Dios todo es uno, salvo la oposición relativa, que es la que distingue.


Precisamente tenemos cuatro relaciones: Paternidad (el Padre engendra al Hijo), Filiación (el Hijo es engendrado por el Padre), Espiración activa (el Padre y el Hijo espiran el Espíritu) y espiración pasiva (el Espíritu es espirado por el Padre y el Hijo); sin embargo sólo hay tres personas porque la Espiración activa no se distingue realmente ni de la Paternidad ni de la Filiación, pues no hay oposición relativa entre ellas. Las personas divinas se identifican con la esencia divina (el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu es Dios), pero se distinguen entre (el Padre no es el Hijo).


 Se emplea el término perichóresis designar la unidad y mutua inmanencia de las Personas divinas entre sí. Es una consecuencia de la unidad de esencia de la Trinidad, y permite afirmar la distinción sin caer en el triteísmo, o en una mera unidad genérica. La perichóresis en sentido ontológico no se opone, sino que va acompañada de una comunión de amor entre las Tres Personas.

 

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