Tema 305. Tesis 4 . Significado del término Evangelio, historicidad, origen,composición y datación (2)
1Los Evangelios Sinópticos, compuestos a partir de la catequesis primitiva, y de cuya historicidad no se puede dudar, nos transmiten fielmente la vida y enseñanzas de Jesús,
2aunque las coincidencias, divergencias y dependencia mutua (problema sinóptico) puedan ser explicadas de diferentes maneras.
3Si bien muchos autores niegan las atribuciones tradicionales y situan su composición después del año 70, tales argumentos no se imponen necesariamente.
1. los evangelios y su historicidad
1. 1.1 El género evangelio
1 1.2 La composición de los Evangelios
1. 1.3 La historicidad de los Evangelios
2. el Problema sinóptico
2. 2.1 Planteamiento del problema
2. 2.2 Distintas propuestas de solución
3. autores y datación de los sinópticos
3. 3.1 Las atribuciones tradicionales y su solidez
3. 3.2 Cuestión general de la datación de los Sinópticos
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pontificia Comisión Bíblicaa, Sancta Mater Ecclesia (DS 4402-4407)
Respecto al problema sinóptico las diversas introducciones ofrecen muchas explicaciones, pero sugerimos, por su brevedad y por permanecer abierta a más posibilidades:
D.l. Dungan-J.S.Kloppenborg, «El problema sinóptico ¿Cómo se formaron nuestros evangelios?», en W.r.FarmEr (ed.) Comentario Bíblico Internacional, Estella (Verbo Divino) 1999, 1119-1127.
2.EL PROBLEMA
SINÓPTICO
Planteamiento del problema
Es un hecho que entre los Evangelios de Mateo, Marcos
y Lucas hay una gran cantidad
de afinidades, pero también aparecen diferencias. Entre las afinidades hay que destacar que en los tres la vida
pública de Jesús comienza en el Jordán, hay
un ministerio en Galilea, un último camino a Jerusalén y los acontecimien- tos de la semana de Pasión,
así como la Resurrección al final.
Con frecuencia aparecen
las mismas series de milagros y discursos. Incluso los discursos que el Señor pronunció en arameo aparecen
traducidos con las mismas palabras
griegas. A veces hay mayor afinidad entre dos de
los tres Evangelios sinópticos.
Junto con las coincidencias anteriores
también encontramos diferencias. Hay algunos
hechos que sólo narran dos evangelistas, o incluso uno solo (es notable la gran omisión de Lucas que
correspondería a Mt 14,22-16,12). También en el orden de narrar a veces hay diferencias, que se extienden
a las cosas narradas y a las palabras del Señor: incluso en
secciones comunes a dos evangelistas el modo
de presentar las palabras
es distinto.
Conviene tener presente que nunca podremos explicar
perfectamente el hecho sinóptico, pues cada evangelista, según las
propias características, cir- cunstancias, etc, eligió unos materiales o presentó cierto
orden, y no podemos conocer
todo el contexto.
En segundo lugar está el problema de la lengua
en la que se han escrito los evangelios, o al menos
las fuentes que han empleado
los evangelistas, que debió ser el arameo, y no el texto griego que poseemos,
lo cual ya da lugar a diferencias.
En tercer lugar no se trata de explicar ahora la fuente
de las discrepancias, ni
aprovecharlas para negar la historicidad de los Evangelios, sino de reflexionar sobre la cuestión
literaria que puede ayudarnos a comprender mejor cómo se compusieron los Evangelios.
Distintas propuestas de solución
Algunos Padres, como san Agustín,
percibieron claramente el problema y trataron de responder (en el De consensu
evangelistarum) a los que negaban
la historicidad de los Evangelios por las discrepancias, como el
neoplatónico anticristiano
Porfirio. Sin embargo la cuestión se planteó con fuerza a partir del siglo
XVIII.
Algunos autores imbuidos de principios
racionalistas y dando por supuesta la falsedad de los Evangelios, trataron de explicar
(con bastante
ingenuidad al principio) las
convergencias y discrepancias a partir de criterios puramente literarios.
Básicamente hay tres grupos de hipótesis:
a) los evangelistas emplearon una serie de documentos
escritos previos y por eso se dan discrepacias y coincidencias
b) los evangelistas posteriores conocieron los evangelios anteriores y les siguieron en unas cosas, dejando otras;
c) hay una tradición oral de la que todos
dependen y que por su mayor ductilidad explica las coincidencias y discrepancias.
Los dos primeros
grupos de hipótesis
parten de una dependencia literaria
entre los textos de los evangelios (un evangelista copió documentos que manejó otro, o directamente
copió otro Evangelio), pero esta dependencia en modo alguno está demostrada de manera apodíctica.
Respecto al primer grupo algunos como el filósofo
idealista Lessing postularon un evangelio arameo breve
escrito poco después de Cristo, que evolucionó
hasta convertirse en los tres que
conocemos, pero esto no explica gran cosa.
La más difundida ha sido la hipótesis de dos fuentes propuesta por
el filósofo Schleiermacher y luego
por Weisse: suponen que el Evangelio más antiguo sería Mc (o incluso un proto-Mc) y existiría una fuente Q de dichos
del Señor. Mt y Lc
conocerían esos dos documentos, y tendrían además fuentes propias, lo que explicaría las coincidencias y
divergencias.
El problema es que da por supuesta, contra
la tradición, la anterioridad de Mc respecto
a Mt, y la fuente
Q (en las que se reconocen
muchos estratos) supondría
una comunidad cristiana
a la que no importa la vida, muerte y resurrección de Jesús; por
otra parte las coincidencias de Mt y
Lc contra Mc quedan sin explicación.
Esta hipótesis se ha ido enriqueciendo más al añadir nuevas fuentes, como Boismard, que
empleaba un proto- Mc, proto-Mt y proto-Lc, ingeniosamente combinados.
Otros han hablado
de múltiples fuentes, siguiendo el sistema sugerido
para explicar la composición de los
poemas de Homero (tradiciones populares se agrupan): ya indicamos antes los límites de tales aproximaciones. Por
otra parte la unidad de cada Evangelio no puede resultar de este tipo de mezclas.
Con frecuencia las distintas hipotéticas añadiduras respecto a las hipotéticas fuentes representarían la
hipotética teología que se iría desarrollando en las hipotéticas comunidades.
Respecto al segundo grupo de explicaciones, diversos autores han recurrido a la
existencia de un Mt en arameo hoy perdido, del que dependería el Evangelio de Mc. Lc a su vez habría
conocido Mc. Otros autores proponen
la secuencia Mt, Lc
y Mc, o bien Mc, Mt, Lc. Estas explicaciones tienen la ventaja de no recurrir a construcciones hipotéticas como Q, de la cual resulta
muy extraño que todos
la hayan conocido pero no quede ni un sólo
manuscrito ni resto de la misma.
El material de la hipotética Q estaría, en realidad, en Mt, con lo cual Lc lo habría
tomado de Mt en los muchos casos que coinciden. Sin embargo no parece que pueda dar razón de todas las coincidencias y discrepancias.
El tercer
grupo de explicaciones alude a la primitiva catequesis oral, lo cual se apoyaría en los sistemas mnemotécnicos
de la época. A partir de una primera catequesis en Jerusalén de san Pedro surgiría una triple forma palestinense, antioquena y romana, que se plasmaría respectivamente en los evangelios de Mt, Lc y Mc.
Esta explicación tiene
la ventaja de ser más fiel a la historia
que conocemos, a las atribuciones tradicionales de los Evangelios y al hecho de que las dependen-
cias verbales entre pasajes comunes disminuyen en proporción a su
extensión (a mayor extensión, menor concordancia
verbal, aunque la idea se mantenga).
Sin embargo no explica las diferencias en textos
esenciales, como la oración del Padre Nuestro, la institución del Eucaristía o relatos de la resurrección.
Lo más probable es que las teorías que recurren a la tradición
oral, combinadas con el recurso a la escritura en algunos
de sus elementos (a lo que parece aludir el prólogo
de Lc) pueda dar razón
mejor de las discrepancias y afinidad entre los evangelios sinópticos.
3. AUTOR, DESTINATARIOS Y DATACIÓN DE LOS SINÓPTICOS
Las atribuciones tradicionales y su solidez
Conforme a la tradición que se remonta, al menos, a la primera
mitad del siglo II, los cuatro evangelios se atribuyen a Mateo, Marcos,
Lucas y Juan respectivamente y en este orden.
Carece de sentido
(teniendo en cuenta
el uso litúrgico) suponer un periodo anónimo de los Evangelios y una
atribución posterior. Asimismo
existen unos antiquísimos prólogos antimarcionitas, de mediados del siglo II que contienen estas mismas atribuciones.
Es muy importante
el testimonio de Papías de Hierápolis transmitido por Eusebio de Cesarea
en la Historia Ecclesiastica 3,39,3s. Además de recordar la importancia de la tradición
oral ofrece algunos
datos interesantes sobre los Evangelios de Mateo (cuya redacción original fue en lengua semítica)
y Marcos (que depende directamente de la catequesis de Pedro). Posteriormente san Ireneo confirma en su Adversus haereses
3,1,1 las atribuciones que nosotros conocemos.
Resulta extraño que libros de esta importancia para los primeros
cristianos circularan en algún principio como algo anónimo,
y más extraño todavía atribuirlos a personajes tan secundarios como Marcos y Lucas que no pertenecieron a l grupo de los primeros
discípulos de Jesús.
En realidad las críticas a la paternidad literaria tradicional sólo pueden apoyarse
en una serie de presupuestos ideológicos de una determinada historia
de las formas y de la vinculación de los Evangelios
con Jesús y la existencia
de una tradición que recoja fielmente
hechos y dichos
del Señor.
Cuestión general de la datación
de los sinópticos
La tendencia más difundida en nuestros días,
aunque no dejan de aumentar
las críticas contra ella, es que los cuatro Evangelios se escribieron después
del año 70.
Básicamente se ofrecen dos razones, no siempre formuladas con claridad:
a)Dado que se habla de la caída de Jerusalén,
y no puede existir la profecía, deben haber sido escritos después
de la caída de Jerusalén;
b) dado que presentan en muchos casos una confesión clara de Jesús como Dios y otras enseñanzas cristia
nas bastante desarrolladas esto requiere una elaboración teológica de
muchos años, para pasar de las
pequeñas unidades a los Evangelios actuales. Es evidente que tales argumentos se apoyan en presupuestos que son indemostrables, y en última
instancia falsos.
Resultaría muy extraño que ninguno aludiera a
la destrucción de Jerusalén en el año 70 si se hubiera verificado
realmente para certificar la profecía de Jesús. Por otra parte el hablar de una elaboración teológica o un desarrollo doctrinal es algo que depende de los
criterios del exegeta para establer lo más o lo menos desarrollado; tampoco
se entiende porqué
hace falta más o menos tiempo para
formular ideas más o menos profundas
(sobre todo si se tiene en cuenta la inter- vención especial
de Dios en estas obras).
Más bien parece que debe señalarse que todos los Evangelios
estaban ya escritos antes
del año 70. Podría considerarse los años 40 como la fecha de Mt en arameo
(aunque fuera traducido al griego unos diez o quince años después), Mc en dependencia de Pedro no tiene porqué
ser posterior al año 50, y de Lc, si se toma en serio
la datación de Hechos bien podría haber
sido escrito antes del año 60,
o incluso a mediados de los 50. En la tesis siguiente desarrollaremos los motivos de estas fechas.
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