martes, 17 de diciembre de 2024

Tema 305 PLAN INTEGRAL DE FORMACIÓN PRIMER CURSO. Tesis 4 . Significado del término Evangelio, historicidad, origen,composición y datación (2)

 Tema 305. Tesis 4 . Significado del término Evangelio, historicidad, origen,composición y datación (2)

 

1Los Evangelios Sinópticos, compuestos a partir de la catequesis primitiva, y de cuya historicidad no se puede dudar, nos transmiten fielmente la vida y enseñanzas de Jesús,

2aunque las coincidencias, divergencias y dependencia mutua (problema sinóptico) puedan ser explicadas de diferentes maneras.

3Si bien muchos autores niegan las atribuciones tradicionales y situan su composición después del año 70, tales argumentos no se imponen necesariamente.

 

1.  los evangelios y su historicidad

1.                     1.1   El género evangelio

1                      1.2 La composición de los Evangelios

1.                     1.3 La historicidad de los Evangelios

2.  el Problema sinóptico

2.                   2.1 Planteamiento del problema

2.                    2.2 Distintas propuestas de solución

3.  autores y datación de los sinópticos

3.                    3.1 Las atribuciones tradicionales y su solidez

3.                    3.2 Cuestión general de la datación de los Sinópticos

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pontificia Comisión Bíblicaa, Sancta Mater Ecclesia (DS 4402-4407)

Respecto al problema sinóptico las diversas introducciones ofrecen muchas explicaciones, pero sugerimos, por su brevedad y por permanecer abierta a más posibilidades:

D.l. Dungan-J.S.Kloppenborg «E problema  sinóptico  ¿Cómo  se  formaron nuestros evangelios?», en W.r.FarmEr (ed.) Comentario Bíblico Internacional, Estella (Verbo Divino) 1999, 1119-1127.


2.EL PROBLEMA SINÓPTICO

 

Planteamiento del problema

Es un hecho que entre los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas hay una gran cantidad de afinidades, pero también aparecen diferencias. Entre las afinidades hay que destacar que en los tres la vida pública de Jesús comienza en el Jordán, hay un ministerio en Galilea, un último camino a Jerusalén y los acontecimien- tos de la semana de Pasión, así como la Resurrección al final.

 

Con frecuencia aparecen las mismas series de milagros y discursos. Incluso los discursos que el Señor pronunció en arameo aparecen traducidos con las mismas palabras griegas. A veces hay mayor afinidad entre dos de los tres Evangelios sinópticos.

 

Junto con las coincidencias anteriores también encontramos diferencias. Hay algunos hechos que sólo narran dos evangelistas, o incluso uno solo (es notable la gran omisión de Lucas que correspondería a Mt 14,22-16,12). También en el orden de narrar a veces hay diferencias, que se extienden a las cosas narradas y a las palabras del Señor: incluso en secciones comunes a dos evangelistas el modo de presentar las palabras es distinto.

 

Conviene tener presente que nunca podremos explicar perfectamente el hecho sinóptico, pues cada evangelista, según las propias características, cir- cunstancias, etc, eligió unos materiales o presentó cierto orden, y no podemos conocer todo el contexto.

 

En segundo lugar está el problema de la lengua en la que se han escrito los evangelios, o al menos las fuentes que han empleado los evangelistas, que debió ser el arameo, y no el texto griego que poseemos, lo cual ya da lugar a diferencias.

 

En tercer lugar no se trata de explicar ahora la fuente de las discrepancias, ni aprovecharlas para negar la historicidad de los Evangelios, sino de reflexionar sobre la cuestión literaria que puede ayudarnos a comprender mejor cómo se compusieron los Evangelios.

 

Distintas propuestas de solución

Algunos Padres, como san Agustín, percibieron claramente el problema  y trataron de responder (en el De consensu evangelistarum) a los que negaban la historicidad de los Evangelios por las discrepancias, como el neoplatónico anticristiano Porfirio. Sin embargo la cuestión se planteó con fuerza a partir del siglo XVIII.

 

Algunos autores imbuidos de principios racionalistas y dando por supuesta la falsedad de los Evangelios, trataron de explicar (con bastante ingenuidad al principio) las convergencias y discrepancias a partir de criterios puramente literarios.

 

Básicamente hay tres grupos de hipótesis:

a) los evangelistas emplearon una serie de documentos escritos previos y por eso se dan discrepacias y coincidencias

b) los evangelistas posteriores conocieron los evangelios anteriores y les siguieron  en unas cosas, dejando otras;

c) hay una tradición oral de la que todos dependen y que por su mayor ductilidad explica las coincidencias y discrepancias.

 

Los dos primeros grupos de hipótesis parten de una dependencia literaria entre los textos de los evangelios (un evangelista copió documentos que manejó otro, o directamente copió otro Evangelio), pero esta dependencia en modo alguno está demostrada de manera apodíctica.

 

Respecto al primer grupo algunos como el filósofo idealista Lessing postularon un evangelio arameo breve escrito poco después de Cristo, que evolucionó hasta convertirse en los tres que conocemos, pero esto no explica gran cosa.

 

La más difundida ha sido la hipótesis de dos fuentes propuesta por el filósofo Schleiermacher y luego por Weisse: suponen que el Evangelio más antiguo sería Mc (o incluso un proto-Mc) y existiría una fuente Q de dichos del Señor. Mt y Lc conocerían esos dos documentos, y tendrían además fuentes propias, lo que explicaría las coincidencias y divergencias.

 

El problema es que da por supuesta, contra la tradición, la anterioridad de Mc respecto a Mt, y la fuente Q (en las que se reconocen muchos estratos) supondría una comunidad cristiana a la que no  importa la vida, muerte y resurrección de Jesús; por otra parte las coincidencias de Mt y Lc contra Mc quedan sin explicación.

 

Esta hipótesis se ha ido enriqueciendo más al añadir nuevas fuentes, como Boismard, que empleaba un proto- Mc, proto-Mt y proto-Lc, ingeniosamente combinados.

 

Otros han hablado de múltiples fuentes, siguiendo el sistema sugerido para explicar la composición de los poemas de Homero (tradiciones populares se agrupan): ya indicamos antes los límites de tales aproximaciones. Por otra parte la unidad de cada Evangelio no puede resultar de este tipo de mezclas.

 

Con frecuencia las distintas hipotéticas añadiduras respecto a las hipotéticas fuentes representarían la hipotética teología que se iría desarrollando en las hipotéticas comunidades.

 

Respecto al segundo grupo de explicaciones, diversos autores han recurrido a la existencia de un Mt en arameo hoy perdido, del que dependería el Evangelio de Mc. Lc a su vez habría conocido Mc. Otros autores proponen la secuencia Mt, Lc y Mc, o bien Mc, Mt, Lc. Estas explicaciones tienen la ventaja de no recurrir a construcciones hipotéticas como Q, de la cual resulta muy extraño que todos  la hayan conocido pero no quede ni un sólo manuscrito ni resto de la misma.

 

El material de la hipotética Q estaría, en realidad, en Mt, con lo cual Lc lo habría

tomado de Mt en los muchos casos que coinciden. Sin embargo no parece que pueda dar razón de todas las coincidencias y discrepancias.

 

El tercer grupo de explicaciones alude a la primitiva catequesis oral, lo cual se apoyaría en los sistemas mnemotécnicos de la época. A partir de una primera catequesis en Jerusalén de san Pedro surgiría una triple forma palestinense, antioquena y romana, que se plasmaría respectivamente en los evangelios de Mt, Lc y Mc.

 

Esta explicación tiene la ventaja de ser más fiel a la historia que conocemos, a las atribuciones tradicionales de los Evangelios y al hecho de que las dependen- cias verbales entre pasajes comunes disminuyen en proporción a su extensión (a  mayor extensión, menor concordancia verbal, aunque la idea se mantenga).

 

Sin embargo no explica las diferencias en textos esenciales, como la oración del Padre Nuestro, la institución del Eucaristía o relatos de la resurrección.

Lo más probable es que las teorías que recurren a la tradición oral, combinadas con el recurso a la escritura en algunos de sus elementos (a lo que parece aludir el prólogo de Lc) pueda dar razón mejor de las discrepancias y afinidad entre los evangelios sinópticos.

 

3. AUTOR, DESTINATARIOS Y DATACIÓN DE LOS SINÓPTICOS

 

Las atribuciones tradicionales y su solidez

Conforme a la tradición que se remonta, al menos, a la primera mitad del siglo II, los cuatro evangelios se atribuyen a Mateo, Marcos, Lucas y Juan respectivamente y en este orden.

 

Carece de sentido (teniendo en cuenta el uso litúrgico) suponer un periodo anónimo de los Evangelios y una atribución posterior. Asimismo existen unos antiquísimos prólogos antimarcionitas, de mediados del siglo II que contienen estas mismas atribuciones.

 

Es muy importante el testimonio de Papías de Hierápolis transmitido por Eusebio de Cesarea en la Historia Ecclesiastica 3,39,3s. Además de recordar la importancia de la tradición oral ofrece algunos datos interesantes sobre los Evangelios de Mateo (cuya redacción original fue en lengua semítica) y Marcos (que depende directamente de la catequesis de Pedro). Posteriormente san Ireneo confirma en su Adversus haereses 3,1,1 las atribuciones que nosotros conocemos.

 

Resulta extraño que libros de esta importancia para los primeros cristianos circularan en algún principio como algo anónimo, y más extraño todavía atribuirlos a personajes tan secundarios como Marcos y Lucas que no pertenecieron a l grupo de los primeros discípulos de Jesús.

 

En realidad las críticas a la paternidad  literaria tradicional sólo pueden apoyarse en una serie de presupuestos ideológicos de una determinada historia de las formas y de la vinculación de los Evangelios con Jesús y la existencia de una tradición que recoja fielmente hechos y dichos del Señor.

 

Cuestión general de la datación de los sinópticos

 

La tendencia más difundida en nuestros días, aunque no dejan de aumentar las críticas contra ella, es que los cuatro Evangelios se escribieron después del año 70.

 

Básicamente se ofrecen dos razones, no siempre formuladas con claridad:

 

a)Dado que se habla de la caída de Jerusalén, y no puede existir la profecía, deben  haber sido escritos después de la caída de Jerusalén;

 

b) dado que presentan en   muchos casos una confesión clara de Jesús como Dios y otras enseñanzas cristia nas bastante desarrolladas esto requiere una elaboración teológica de muchos años, para pasar de las pequeñas unidades a los Evangelios actuales. Es evidente que tales argumentos se apoyan en presupuestos que son indemostrables, y en última instancia falsos.

 

Resultaría muy extraño que ninguno aludiera a la destrucción de Jerusalén en  el año 70 si se hubiera verificado realmente para certificar la profecía de Jesús. Por otra parte el hablar de una elaboración teológica o un desarrollo doctrinal es algo que depende de los criterios del exegeta para establer lo más o lo menos desarrollado; tampoco se entiende porqué hace falta más o menos tiempo para formular ideas más o menos profundas (sobre todo si se tiene en cuenta la inter- vención especial de Dios en estas obras).

 

Más bien parece que debe señalarse que todos los Evangelios estaban ya escritos antes del año 70. Podría considerarse los años 40 como la fecha de Mt en arameo (aunque fuera traducido al griego unos diez o quince años después), Mc en dependencia de Pedro no tiene porqué ser posterior al año 50, y de Lc, si se toma en serio la datación de Hechos bien podría haber sido escrito antes del año 60, o incluso a mediados de los 50. En la tesis siguiente desarrollaremos los motivos de estas fechas.

 




 

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