SEGUNDA PARTE (3)
EL CULTO DE MARÍA EN LA IGLESIA
DEFORMACIONES DEL CULTO A MARÍA (90-104)
LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA
VIRGEN (105-119)
CAPÍTULO
II
90 Presupuestas las cinco verdades
anteriores, es preciso, ahora más que nunca, hacer una buena elección de la
verdadera devoción a la Santísima Virgen. En efecto, hoy más que nunca, nos
encontramos con falsas devociones que fácilmente podrían tomarse por verdaderas.
El demonio, como falso acuñador de moneda y engañador astuto y experimentado,
ha embaucado y hecho caer a muchas almas por medio de falsas devociones a la
Santísima Virgen, y cada día utiliza su experiencia diabólica para perder a
muchas otras, entreteniéndolas y adormeciéndolas en el pecado so pretexto de
algunas oraciones mal recitadas y de algunas prácticas exteriores inspiradas
por él.
91 Es por ello importantísimo: 1.
conocer las falsas devociones, para evitarlas, y la verdadera, para abrazarla;
2. conocer cuál es, entre las diferentes formas de devoción verdadera a la
Santísima Virgen, la más perfecta, la más agradable a María, la más gloriosa
para Dios y la más eficaz para nuestra santificación, a fin de optar por ella.
92 Hay, a mi parecer, siete clases
de falsos devotos y falsas devociones a la Santísima Virgen, a saber:
1. los
devotos críticos;
2. los
devotos escrupulosos;
3. los
devotos exteriores;
4. los
devotos presuntuosos;
5. los
devotos inconstantes;
6. los
devotos hipócritas;
7. los
devotos interesados.
1.
LOS DEVOTOS CRÍTICOS
93 Los devotos críticos son, por lo común, sabios orgullosos, engreídos y pagados de sí mismos, que en el fondo tienen alguna devoción a la Santísima Virgen, pero critican casi todas las formas de piedad con que las gentes sencillas honran ingenua y santamente a esta buena Madre sólo porque no se acomodan a su fantasía. Ponen en duda todos los milagros e historias referidas por autores fidedignos o tomadas de las crónicas de las órdenes religiosas que atestiguan la misericordia y el poder de la Santísima Virgen. Se irritan al ver a las gentes sencillas y humildes arrodilladas –para rogar a Dios– ante un altar o imagen de María o en la esquina de una calle (74) .
2.
LOS DEVOTOS ESCRUPULOSOS
94 Los devotos escrupulosos son personas que temen deshonrar al Hijo al honrar a la Madre, rebajar al uno al honrar a la otra. No pueden tolerar que se tributen a la Santísima Virgen las justísimas alabanzas que le prodigan los Santos Padres. Toleran penosamente que haya más personas arrodilladas ante un altar de María que delante del Santísimo Sacramento, ¡como si esto fuera contrario a aquello o si los que oran a la Santísima Virgen no orasen a Jesucristo por medio de Ella! No quieren que se hable con tanta frecuencia de la Madre de Dios ni que los fieles acudan a Ella tantas veces.
Oigamos algunas de sus expresiones más frecuentes: “¿De qué sirven tantos rosarios? ¿Tantas congregaciones y devociones exteriores a la Santísima Virgen? ¡Cuánta ignorancia en tales prácticas! ¡Esto es poner en ridículo nuestra religión! ¡Hábleme, más bien, de los devotos de Jesucristo (frecuentemente lo nombran sin descubrirse, lo digo entre paréntesis). ¡Hay que recurrir a Jesucristo: El es nuestro único mediador! Hay que predicar a Jesucristo: ¡esto sí es sólido!” (75) .
95 La Iglesia, con el Espíritu
Santo, bendice primero a la Santísima Virgen y después a Jesucristo: Bendita tú
entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Y esto no porque la
Virgen María sea mayor que Jesucristo o igual a El -lo cual sería intolerable
herejía-, sino porque para bendecir más perfectamente a Jesucristo hay que
bendecir primero a María (76) . Digamos, pues,
con todos los verdaderos devotos de la Santísima Virgen y contra sus falsos
devotos escrupulosos: María, bendita tú entre todas las mujeres y bendito es el
fruto de tu vientre, Jesús (Lc 1,42).
3.
LOS DEVOTOS EXTERIORES
4.
LOS DEVOTOS PRESUNTUOSOS
98 Nada en el cristianismo es tan
perjudicial a las gentes como esta presunción diabólica. Porque ¿cómo puede
alguien decir con verdad que ama y honra a la Santísima Virgen mientras con sus
pecados hiere, traspasa, crucifica y ultraja despiadadamente a Jesucristo, su
Hijo? Si María se obligara a salvar por su misericordia a esta clase de
personas, ¡autorizaría el pecado y ayudaría a crucificar a su Hijo! Y esto,
¿quién osaría siquiera pensarlo?
99 Protesto que abusar así de la
devoción a la Santísima Virgen –devoción que, después de la que se tiene a
Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, es la más santa y sólida de todas–
constituye un horrible sacrilegio: el mayor y menos digno de perdón después de
la comunión sacrílega.
2.
violentarte para evitar el pecado;
3.
inscribirte en las cofradías, rezar los cinco o los quince misterios del
rosario u otras oraciones, ayunar los sábados, etc.
100 Todas estas buenas obras son
maravillosamente útiles para lograr la conversión de los pecadores por
endurecidos que estén. Y si tú, lector, fueras uno de ellos, aunque ya tuvieras
un pie en el abismo..., te las aconsejo, a condición de que las realices con la
única intención de alcanzar de Dios –por intercesión de la Santísima Virgen– la
gracia de la contrición y el perdón de tus pecados y vencer tus hábitos malos,
y no para permanecer tranquilamente en estado de pecado, no obstante los
remordimientos de la conciencia, el ejemplo de Jesucristo y de los santos y las
máximas del santo Evangelio.
5.
LOS DEVOTOS INCONSTANTES
101 Los devotos inconstantes son los que honran a la Santísima Virgen a intervalos y como a saltos. Ya fervorosos, ya tibios... En un momento parecen dispuestos a emprenderlo todo por su servicio, poco después ya no son los mismos. Abrazan de momento todas las devociones a la Santísima Virgen y se inscriben en todas sus cofradías, pero luego no cumplen sus normas con fidelidad. Cambian como la luna (BenS 27,12). Y María los coloca debajo de sus pies (ver Ap 12,1), junto a la media luna, porque son volubles e indignos de ser contados entre los servidores de esta Virgen fiel, que se distingue por la fidelidad y la constancia.
6.
LOS DEVOTOS HIPÓCRITAS
7.
LOS DEVOTOS INTERESADOS
104 Pongamos, pues, suma atención,
a fin de no pertenecer al número de los devotos críticos, que no creen en nada,
pero todo lo critican; de los devotos escrupulosos, que temen ser demasiado
devotos a la Santísima Virgen por respeto a Jesucristo; de los devotos
exteriores, que hacen consistir toda su devoción en prácticas exteriores; de
los devotos presuntuosos, que, bajo el oropel de una falsa devoción a la
Santísima Virgen, viven encenagados en el pecado; de los devotos inconstantes,
que –por ligereza– cambian sus prácticas de devoción o las abandonan a la menor
tentación; de los devotos hipócritas, que entran en las cofradías y visten la
librea de la Santísima Virgen para hacerse pasar por santos, y finalmente, de
los devotos interesados, que sólo recurren a la Santísima Virgen para librarse
de males corporales o alcanzar bienes de este mundo.
CAPÍTULO
III
105 Después de haber desenmascarado
y reprobado las falsas devociones a la Santísima Virgen, conviene presentar en
pocas palabras la verdadera. Esta es:
1.
interior;
2.
tierna;
3.
santa;
4.
constante;
5. desinteresada
(78) .
1.
DEVOCIÓN INTERIOR
106 Primero, la verdadera devoción a la Santísima Virgen es interior. Es decir, procede del espíritu y del corazón, de la estima que tienes de Ella, de la alta idea que te has formado de sus grandezas y del amor que le tienes.
2.
DEVOCIÓN TIERNA
107 Segundo, ella es tierna, vale decir, llena de confianza en la Santísima Virgen, como la confianza del niño en su querida madre. Esta devoción hace que recurras a la Santísima Virgen en todas tus necesidades materiales y espirituales con gran sencillez, confianza y ternura, e implores la ayuda de tu bondadosa Madre en todo tiempo, lugar y circunstancia: en las dudas, para que te esclarezca; en los extravíos, para que te convierta al buen camino; en las tentaciones, para que te sostenga; en las debilidades, para que te fortalezca; en las caídas, para que te levante; en los desalientos, para que te reanime; en los escrúpulos, para que te libre de ellos; en las cruces, afanes y contratiempos de la vida, para que te consuele. Finalmente, en todas las dificultades materiales y espirituales, María es tu recurso ordinario, sin temor de importunar a tu bondadosa Madre ni desagradar a Jesucristo.
3.
DEVOCIÓN SANTA
tendiendo
la mano a tu bondadosa Madre; si pierdes el gusto y la devoción sensibles, no
te acongojarás por ello. Porque el justo y fiel devoto de María vive de la fe
de Jesús y de María y no de los sentimientos corporales (ver Heb 10,34) (80) .
110 Quinto, por último, la verdadera devoción a la Santísima Virgen es desinteresada. Es decir, te inspirará no buscarte a ti mismo, sino sólo a Dios en su santísima Madre. El verdadero devoto de María no sirve a esta augusta Reina por espíritu de lucro o interés ni por su propio bien temporal o eterno, corporal o espiritual, sino únicamente porque Ella merece ser servida y sólo Dios en Ella. Ama a María, pero no precisamente por los favores que recibe o espera recibir de Ella, sino porque Ella es amable. Por eso la ama con la misma fidelidad en los sinsabores y sequedades que en las dulzuras y fervores sensibles. La ama lo mismo en el Calvario que en las bodas de Caná.
111 Muchas cosas he dicho ya de la
Santísima Virgen. Muchas más tengo que decir. E infinitamente más serán las que
omita, ya por ignorancia, ya por falta de talento o tiempo. Cuanto digo
responde al propósito que tengo de hacer de ti un verdadero devoto de María y
un auténtico discípulo de Jesucristo.
112 ¡Oh! ¡qué bien pagado quedaría
mi esfuerzo si este humilde escrito cae en manos de una persona bien dispuesta,
nacida de Dios y de María y no de linaje humano, ni por impulso de la carne ni
por deseo de varón (Jn 1,13); le descubre e inspira, por gracia del Espíritu
Santo, la excelencia y precio de la verdadera y sólida devoción a la Santísima
Virgen que ahora voy a exponerte! ¡Si supiera que mi sangre pecadora serviría
para hacer penetrar en tu corazón, lector amigo, las verdades que escribo en
honor de mi amada Madre y soberana Señora, de quien soy el último de los hijos
y esclavos, con mi sangre, en vez de tinta, trazaría estas líneas, pues abrigo
la esperanza de hallar personas generosas que, por su fidelidad a la práctica
que voy a enseñarte, resarcirán a mi amada Madre y Señora por los daños que ha
sufrido a causa de mi ingratitud e infidelidad!
113 Hoy me siento, más que nunca,
animado a creer y esperar aquello que tengo profundamente grabado en el corazón
y que vengo pidiendo a Dios desde hace muchos años, a saber, que tarde o
temprano la Santísima Virgen tenga más hijos, servidores y esclavos de amor (81) que nunca, y que, por este medio, Jesucristo, mi
Señor, reine como nunca en los corazones.
114 Preveo claramente que muchas
bestias rugientes llegan furiosas a destrozar con sus diabólicos dientes este
humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha servido para
redactarlo, o sepultar, al menos, estas líneas en las tinieblas o en el
silencio de un cofre a fin de que no sea publicado (82)
. Atacarán, incluso, a quienes lo lean y pongan en práctica. Pero ¡qué
importa! ¡Tanto mejor! ¡Esta perspectiva me anima y hace esperar un gran éxito,
es decir, la formación de un gran escuadrón de aguerridos y valientes soldados
de Jesús y de María, de uno y otro sexo, que combatirán al mundo, al demonio y
a la naturaleza corrompida en los tiempos –como nunca peligrosos– que van a
llegar!
El que
pueda con eso, que lo haga (Mt 19,12).
CAPÍTULO
IV
115 La verdadera devoción a la Santísima Virgen puede expresarse interiormente de diversas maneras. He aquí, en resumen, las principales:
2.
meditar sus virtudes, privilegios y acciones;
3.
contemplar sus grandezas;
4.
ofrecerle actos de amor, alabanza, acción de gracias;
5.
invocarla de corazón;
6.
ofrecerse y unirse a Ella;
7.
realizar todas las acciones con intención de agradarla;
8.
comenzar, continuar y concluir las acciones por Ella, en Ella, con Ella y para
Ella, a fin de hacerlas por Jesucristo, en Jesucristo, con Jesucristo y para
Jesucristo, nuestra meta definitiva.
116 La verdadera devoción a la
Santísima Virgen tiene también varias prácticas exteriores. Estas son las
principales:
1.
inscribirse en sus cofradías y entrar en las congregaciones marianas;
2.
entrar en las órdenes o institutos religiosos fundados para honrarla;
3.
publicar sus alabanzas;
4.
hacer en su honor limosnas, ayunos y mortificaciones espirituales y corporales.
5.
llevar sus libreas, como el santo rosario, el escapulario o la cadenilla;
6.
rezar atenta y modestamente el santo rosario, compuesto de quince decenas de
avemarías, en honor de los quince principales misterios de Jesucristo, o la
tercera parte del rosario, que son cinco decenas, en honor de los cinco
misterios gozosos (anunciación, visitación, nacimiento de Jesucristo,
purificación y el Niño perdido y hallado en el templo); o de los cinco
misterios dolorosos (agonía de Jesús en el huerto, flagelación, coronación de
espinas, subida al Calvario con la cruz a cuestas y crucifixión y muerte de
Jesús); o de los cinco misterios gloriosos (resurrección de Jesucristo,
ascensión del Señor, venida del Espíritu Santo, asunción y coronación de María
por las tres personas de la Santísima Trinidad); o una corona de seis o siete
decenas en honor de los años que, según se cree, vivió sobre la tierra la
Santísima Virgen; o la coronilla de la Santísima Virgen, compuesta de tres
padrenuestros y doce avemarías, en honor de su corona de doce estrellas o
privilegios; o el oficio de Santa María Virgen, tan universalmente aceptado y
rezado en la Iglesia; o el salterio menor de María Santísima, compuesto en
honor suyo por San Buenaventura, y que inspira afectos tan tiernos y devotos
que no se puede rezar sin conmoverse; o catorce padrenuestros y avemarías en
honor de sus catorce alegrías; u otras oraciones, himnos y cánticos de la
Iglesia, como la Salve; Madre del Redentor; Salve, Reina de los cielos o Reina
de cielos –según los tiempos litúrgicos–; el himno Salve, de mares Estrella; la
antífona ¡Oh gloriosa Señora!, el Magnificat, etc., u otras piadosas plegarias
de que están llenos los devocionarios;
7.
cantar y hacer cantar en su honor cánticos espirituales;
8.
hacer en su honor cierto número de genuflexiones o reverencias, diciéndole, por
ejemplo, todas las mañanas sesenta o cien veces: Dios te salve, María, Virgen
fiel, para alcanzar de Dios, por mediación suya, la fidelidad a la gracia
durante todo el día; y por la noche: Dios te salve, María, Madre de
misericordia, para implorar de Dios, por medio de Ella, el perdón de los
pecados cometidos durante el día;
9.
mostrar interés por sus cofradías, adornar sus altares, coronar y embellecer
sus imágenes;
10.
organizar procesiones y llevar en ellas sus imágenes y llevar una consigo, como
arma poderosa contra el demonio;
11.
hacer pintar o grabar sus imágenes o su monograma y colocarlas en las iglesias,
las casas o los dinteles de las puertas y entrada de las ciudades, de las iglesias
o de las casas;
12.
consagrarse a Ella en forma especial y solemne.
117 Existen muchas formas de
verdadera devoción a la Santísima Virgen (84) inspiradas
por el Espíritu Santo a las personas santas y que son muy eficaces para la
santificación. Pueden leerse, en extenso, en El paraíso abierto a Filagia (85) , compuesto por el R.P. Pablo Barry, S.J., quien
ha recopilado en esta obra gran número de devociones practicadas por los santos
en honor de la Santísima Virgen. Estas devociones constituyen maravillosos
medios de santificación, siempre que se hagan con las debidas disposiciones, es
decir:
1. con
la buena y recta intención de agradar a Dios sólo, unirse a Jesucristo, nuestra
meta final, y edificar al prójimo;
2. con
atención, sin distracciones voluntarias;
3. con
devoción, sin precipitación ni negligencia;
4. con
modestia y compostura corporal respetuosa y edificante
2.
LA PRÁCTICA MÁS PERFECTA
119 Dado que lo esencial de esta devoción
consiste en el interior que ella debe formar, no será igualmente comprendida
por todos: algunos se detendrán en lo que tiene de exterior, sin pasar de ahí:
será el mayor número; otros, en número reducido, penetrarán en lo interior de
la misma, pero se quedarán en el primer grado. ¿Quién subirá al segundo? ¿Quién
llegará hasta el tercero? ¿Quién, finalmente, permanecerá en él habitualmente?
Sólo aquel a quien el Espíritu Santo de Jesucristo revele este secreto y lo conduzca
por sí mismo para hacerlo avanzar de virtud en virtud, de gracia en gracia, de
luz en luz, hasta transformarlo en Jesucristo y llevarlo a la plenitud de su
madurez sobre la tierra y perfección de su gloria en el cielo.
Notas a pie de página:
75 El culto de María jamás de opone al de su Hijo: Ella busca la
gloria de Jesús y la realización del proyecto de amor que el Padre le ha
encomendado en la salvación de los hombres, mientras coopera siempre con la
acción del Espíritu Santo, en disponibilidad absoluta.
76 Ver VD 224-225.
77 La auténtica devoción a María lleva a la conversión y a dejarse
transformar por la Palabra de Dios, bajo la fuerza del Espíritu Santo (Lc
11,28); ver LG 56; VD 108. 415
78 Ver LG 67.
79 La colaboración de María a la obra de la salvación fue de absoluta
y total disponibilidad y consagración al proyecto de Dios. Ver LG 56; SM 40; VD
81.119.121.122.173-175.177.178.206...
80 Ver VD 214. 421
81 “Hijos, servidores y esclavos de amor”, son una y misma realidad.
82 Todo sucedió a la letra. El manuscrito quedó escondido a partir
de la Revolución francesa (1789) hasta 1842 en que el P. RAUTUREAU lo encontró
entre los libros de la Casa General de la Compañía de María.
83 Ver VD 257ss.
84 Los Padres del Concilio Vaticano II recuerdan y aprueban las
devociones marianas reconocidas por la Iglesia; ver LG 66; MC, Intr.
85 El P. DE MONTFORT recuerda las condiciones con las cuales las
prácticas exteriores de devoción a María se hacen santificadoras.
86 Siendo seminarista, el P. DE MONTFORT fue bibliotecario. Tuvo
entonces la oportunidad de leer y sacar notas abundantes. Esos apuntes nos han
quedado en un grueso Cuaderno de Notas. J.B. BLAIN, amigo del santo, testifica
también su sed de lectura mariana.
87 Ver LG 60.66.
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