PRIMERA
PARTE (4)
MARIA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
MARÍA
EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS DE LA IGLESIA
MARÍA
Y LOS ÚLTIMOS TIEMPOS (49-50)
MARÍA
EN LA LUCHA FINAL (51-54)
MARÍA
Y LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS (55-59)
CAPÍTULO
III
MARÍA
EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS DE LA IGLESIA
1.
MARÍA Y LOS ÚLTIMOS TIEMPOS
49 La salvación del mundo comenzó
por medio de María, y por medio de Ella debe alcanzar su plenitud. María casi
no se manifestó en la primera venida de Jesucristo, a fin de que los hombres,
poco instruidos e iluminados aún acerca de la persona de su Hijo, no se
alejaran de la verdad, aficionándose demasiado fuerte e imperfectamente a la
Madre, como habría ocurrido seguramente si Ella hubiera sido conocida, a causa
de los admirables encantos que el Altísimo le había concedido aun en su
exterior. Tan cierto es esto, que San Dionisio Aeropagita escribe que, cuando
la vio, la hubiera tomado por una divinidad, a causa de sus secretos encantos e
incomparable belleza, si la fe -en la que se hallaba bien cimentado- no le
hubiera enseñado lo contrario.
Pero,
en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de
manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea
conocido, amado y servido. Pues ya no valen los motivos que movieron al
Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y manifestarla sólo
parcialmente desde que se predica el Evangelio.
50 Dios quiere, pues, revelar y
manifestar a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos (42) :
1.porque
Ella se ocultó en este mundo y se colocó más baja que el polvo por su profunda
humildad, habiendo alcanzado de Dios, de los apóstoles y evangelistas que no la
dieran a conocer.
2.
porque Ella es la obra maestra de las manos de Dios tanto en el orden de la
gracia como en el de la gloria, y El quiere ser glorificado y alabado en la
tierra por los hombres;
3.
porque Ella es la aurora que precede y anuncia al Sol de justicia, Jesucristo,
y, por lo mismo, debe ser conocida y manifestada si queremos que Jesucristo lo
sea;
4.
porque Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera vez, y
lo será también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente;
5.
porque Ella es el medio seguro y el camino directo e inmaculado para ir a
Jesucristo y hallarle perfectamente. Por Ella deben, pues, hallar a Jesucristo
las personas santas que deben resplandecer en santidad. Quien halla a María,
halla la vida (ver Prov 8,35), es decir, a Jesucristo, que es el Camino, la
Verdad y la Vida (Jn 14,6). Ahora bien, no se puede hallar a María si no se la
busca ni buscarla si no se la conoce, pues no se busca ni desea lo que no se
conoce. Es, por tanto, necesario que María sea mejor conocida que nunca, para
mayor conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad;
6.
porque María debe resplandecer, más que nunca, en los últimos tiempos en
misericordia, poder y gracia: en misericordia, para recoger y acoger
amorosamente a los pobres pecadores y a los extraviados que se convertirán y
volverán a la Iglesia católica; en poder contra los enemigos de Dios, los
idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e impíos endurecidos, que se
rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas, a
cuantos se les opongan; en gracia, para
animar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo,
que combatirán por los intereses del Señor;
7. por
último, porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces como un
ejército en orden de batalla (Cant 6,3) (43) ,
sobre todo en estos últimos tiempos, cuando el diablo, sabiendo que le queda
poco tiempo (Ap 12,17) -y mucho menos que nunca- para perder a las gentes,
redoblará cada día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará en breve
crueles persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y
verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los
demás.
2.
MARÍA EN LA LUCHA FINAL
51 A estas últimas y crueles
persecuciones de Satanás, que aumentarán de día en día hasta que llegue el
anticristo, debe referirse, sobre todo, aquella primera y célebre predicción y
maldición lanzada por Dios contra la serpiente en el paraíso terrestre. Nos
parece oportuno explicarla aquí, para gloria de la Santísima Virgen, salvación
de sus hijos y confusión de los demonios.
Pongo
hostilidades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; ella herirá tu
cabeza cuando tú hieras su talón (Gén 3,15).
52 Dios ha hecho y preparado una
sola e irreconciliable hostilidad, que durará y se intensificará hasta el fin.
Y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de
la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer. De suerte que el enemigo
más terrible que Dios ha suscitado contra Satanás es María, su santísima Madre.
Ya desde el paraíso terrenal –aunque María sólo estaba entonces
en la mente divina– le inspiró tanto odio contra ese maldito enemigo de Dios,
le dio tanta sagacidad para descubrir la malicia de esa antigua serpiente y
tanta fuerza para vencer, abatir y aplastar a ese orgulloso impío, que el
diablo la teme no sólo más que a todos los ángeles y hombres, sino, en cierto
modo, más que al mismo Dios. No ya porque la ira, odio y poder divinos no sean
infinitamente mayores que los de la Santísima Virgen, cuyas perfecciones son
limitadas, sino:
1.
porque Satanás, que es tan orgulloso, sufre infinitamente más al verse vencido
y castigado por una sencilla y humilde esclava de Dios, y la humildad de la
Virgen lo humilla más que el poder divino;
2.
porque Dios ha concedido a María un poder tan grande contra los demonios, que
-como, a pesar suyo, se han visto muchas veces obligados a confesarlo por boca
de los posesos- tienen más miedo a un solo suspiro de María en favor de una
persona que a las oraciones de todos los santos, y a una sola amenaza suya
contra ellos más que a todos los demás tormentos.
53 Lo que Lucifer perdió por
orgullo lo ganó María con la humildad. Lo que Eva condenó y perdió por
desobediencia lo salvó María con la obediencia. Eva, al obedecer a la
serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para todos sus hijos,
entregándolos a Satanás; María, al permanecer perfectamente fiel a Dios, se
convirtió en causa de salvación para sí y para todos sus hijos y servidores,
consagrándolos al Señor (44) .
54 Dios no puso solamente una
hostilidad, sino hostilidades, y no sólo entre María y Lucifer, sino también
entre la descendencia de la Virgen y la del demonio. Es decir, Dios puso
hostilidades, antipatías y odios secretos entre los verdaderos hijos y servidores
de la Santísima Virgen y los hijos y esclavos del diablo: no pueden amarse ni
entenderse unos a otros.
Los
hijos de Belial (Dt 13,14) (45) , los esclavos
de Satanás, los amigos de este mundo de pecado –¡todo viene a ser lo mismo!–
han perseguido siempre, y perseguirán más que nunca de hoy en adelante, a
quienes pertenezcan a la Santísima Virgen, como en otro tiempo Caín y Esaú
–figuras de los réprobos– perseguían a sus hermanos Abel y Jacob, figuras de
los predestinados.
Pero la
humilde María triunfará siempre sobre aquel orgulloso, y con victoria tan
completa que llegará a aplastarle la cabeza, donde reside su orgullo. María
descubrirá siempre su malicia de serpiente, manifestará sus tramas infernales,
desvanecerá sus planes diabólicos y defenderá hasta al fin a sus servidores de
aquellas garras mortíferas.
El
poder de María sobre todos los demonios resplandecerá, sin embargo, de modo
particular en los últimos tiempos, cuando Satanás pondrá asechanzas a su
calcañar, o sea, a sus humildes servidores y pobres hijos que Ella suscitará
para hacerle la guerra. Serán pequeños y pobres a juicio del mundo; humillados
delante de todos; rebajados y oprimidos como el calcañar respecto de los demás
miembros del cuerpo. Pero, en cambio, serán ricos en gracias y carismas, que
María les distribuirá con abundancia; grandes y elevados en santidad delante de
Dios; superiores a cualquier otra creatura por su celo ardoroso; y tan
fuertemente apoyados en el socorro divino, que, con la humildad de su calcañar
y unidos a María, aplastarán la cabeza del demonio y harán triunfar a
Jesucristo.
3.
MARÍA Y LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS
55 Sí, Dios quiere que su Madre
santísima sea ahora más conocida, amada y honrada que nunca. Lo que sucederá,
sin duda, si los predestinados, con la gracia y luz del Espíritu Santo, entran
y penetran en la práctica interior y perfecta de la devoción que voy a
manifestarles en seguida.
Entonces
verán claramente, en cuanto lo permite la fe, a esta hermosa estrella del mar,
y, guiados por ella, llegarán a puerto seguro a pesar de las tempestades y de
los piratas.
Entonces
conocerán las grandezas de esta Soberana y se consagrarán enteramente a su
servicio como súbditos y esclavos de amor.
Entonces
saborearán sus dulzuras y bondades maternales y la amarán con ternura como sus
hijos de predilección. Entonces experimentarán las misericordias en que Ella
rebosa y la necesidad que tienen de su socorro, recurrirán en todo a Ella, como
a su querida Abogada y Mediadora ante Jesucristo. Entonces sabrán que María es
el medio más seguro, fácil, corto y perfecto para llegar a Jesucristo (46) , y se consagrarán a Ella en cuerpo y alma y sin
reserva alguna para pertenecer del mismo modo a Jesucristo.
56 Pero, ¿qué serán estos
servidores, esclavos e hijos de María?
Serán
fuego encendido (Sal 104 [103],4; Heb 1,7), ministros del Señor que prenderán
por todas partes el fuego del amor divino.
Serán
flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como
saetas en manos de un guerrero (Sal 127 [126],4).
Serán
hijos de Leví (47) , bien purificados por el
fuego de grandes tribulaciones y muy unidos a Dios (48)
. Llevarán en el corazón el oro del amor, el incienso de la oración en
el espíritu, y en el cuerpo, la mirra de la mortificación.
Serán
en todas partes el buen olor de Jesucristo (ver 2Cor 2,15-16) para los pobres y
sencillos; pero para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de
muerte.
57 Serán nubes tronantes y
volantes (ver Is 60,8), en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin
apegarse a nada, ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de
la palabra de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, descargarán
golpes contra el demonio y sus secuaces, y con la espada de dos filos de la
palabra de Dios (Heb 4,12; Ef 6,17) traspasarán a todos aquellos a quienes sean
enviados de parte del Altísimo.
58 Serán los apóstoles auténticos
de los últimos tiempos a quienes el Señor de los ejércitos dará la palabra y la
fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus
enemigos.
Dormirán
sin oro ni plata y –lo que más cuenta– sin preocupaciones en medio de los demás
sacerdotes, eclesiásticos y clérigos (Sal 68 [67],14) (49)
. Tendrán, sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con
la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres adonde
los llame el Espíritu Santo. Y sólo dejarán en pos de sí, en los lugares donde
prediquen, el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda la ley (ver Rom
13,10).
59 Por último, sabemos que serán
verdaderos discípulos de Jesucristo. Caminarán sobre las huellas de su pobreza,
humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, y enseñarán la senda
estrecha de Dios en la pura verdad, conforme al santo Evangelio y no a los
códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas; sin
perdonar, ni escuchar, ni temer a ningún mortal por poderoso que sea.
Llevarán
en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios (Heb 4,12); sobre sus
hombros, el estandarte ensangrentado de la cruz; en la mano derecha, el
crucifijo; el rosario en la izquierda (50) ; los
sagrados nombres de Jesús y de María en el corazón, y en toda su conducta la
modestia y mortificación de Jesucristo.
Tales
serán los grandes hombres que vendrán y a quienes María formará por orden del
Altísimo para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras y
mahometanos. Pero ¿cuándo y cómo sucederá esto?... ¡Sólo Dios lo sabe! A
nosotros nos toca callar, orar, suspirar y esperar: Yo esperaba con ansia al
Señor (Sal 40 [39],2).
Notas a pie de página:
42 Ver LG 48-51.
43 VD 120
44 Ver L.G. 56; SAN IRENEO, Adv. Haer. II 22,4:PG 7,959A; Harvey,
2,123-124.
45 Belial, el devorador, personificación del poder de los poderes
del mal.
46 Ver VD 152-168
47 Una de las doce tribus, posesión especial del Señor, quien a su
vez era posesión especial suya.
48 Ver 1 Cor 6,17.
49 Siguiendo la traducción de la Vulgata, este número del Tratado
comenta los versos 14-15 del salmo citado. Ver SA 17-25. 391
50 AC 19; SA 8.