MARIA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
MARÍA
EN EL MISTERIO DE LA IGLESIA. (22)
1.MISIÓN
DE MARIA EN EL PUEBLO DE DIOS
1.COLABORADORA DE DIOS (23-26)
2.INFLUJO MATERNAL DE MARIA (27-28)
3.SEÑAL DE FE AUTÉNTICA (29-30)
4.MARIA MADRE DE LA IGLESIA (31-33)
5. MARIA FIGURA DE LA IGLESIA (34-36)
CAPÍTULO
II
MARÍA
EN EL MISTERIO DE LA IGLESIA
22 La forma en que procedieron las
tres divinas personas de la Santísima Trinidad en la encarnación y primera
venida de Jesucristo, la prosiguen todos los días, de manera invisible, en la
santa Iglesia, y la mantendrán hasta el fin de los siglos en la segunda venida
de Jesucristo.
1.
MISIÓN DE MARÍA EN EL PUEBLO DE DIOS
1.
Colaboradora
de Dios
23 Dios Padre creó un depósito de
todas las aguas, y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias, y lo
llamó María (17) .
El Dios
omnipotente posee un tesoro o almacén riquísimo en el que ha encerrado lo más
hermoso, refulgente, raro y precioso que tiene, incluido su propio Hijo. Este
inmenso tesoro es María, a quien los santos llaman el tesoro del Señor (18) , de cuya plenitud se enriquecen los hombres.
24 Dios Hijo comunicó a su Madre
cuanto adquirió mediante su vida y muerte, sus méritos infinitos y virtudes
admirables, y la constituyó tesorera de cuanto el Padre le dio en herencia. Por
medio de Ella aplica sus méritos a sus miembros, les comunica sus virtudes y
les distribuye sus gracias. María constituye su canal misterioso, su acueducto,
por el cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias (19) .
25 Dios Espíritu Santo comunicó
sus dones a María, su fiel Esposa, y la escogió por dispensadora de cuanto
posee. Ella distribuye a quien quiere, cuanto quiere, como quiere y cuando
quiere todos sus dones y gracias (20) . Y no se
concede a los hombres ningún don celestial que no pase por sus manos
virginales. Porque tal es la voluntad de Dios, que quiere que todo lo tengamos
por María. Porque así será enriquecida, ensalzada y honrada por el Altísimo la
que durante su vida se empobreció, humilló y ocultó hasta el fondo de la nada
por su profunda humildad. Estos son los sentimientos de la Iglesia y de los
Santos Padres (21) .
. 26 Si yo hablara a ciertos sabios
actuales, probaría cuanto afirmo, sin más, con textos de la Sagrada Escritura y
de los Santos Padres, citando al efecto sus pasajes latinos, y con otras
sólidas razones, que se pueden ver largamente expuestas por el R. P. Poiré en
su libro La Triple Corona de la Santísima Virgen (22) .
Pero
estoy hablando de modo especial a los humildes y sencillos. Que son personas de
buena voluntad, tienen una fe más robusta que la generalidad de los sabios y
creen con mayor sencillez y mérito. Por ello me contento con declararles
sencillamente la verdad, sin detenerme a citarles pasajes latinos, que no
entienden. Aunque no renuncio a citar algunos, pero sin esforzarme por
buscarlos. Prosigamos.
2. Influjo Maternal de María
27 La gracia perfecciona a la
naturaleza, y la gloria, a la gracia. Es cierto, por tanto, que Nuestro Señor
es todavía en el cielo Hijo de María, como lo fue en la tierra, y, por
consiguiente, conserva para con Ella la sumisión y obediencia del mejor de todos
los hijos para con la mejor de todas las madres. No veamos, sin embargo, en
esta dependencia ningún desdoro o imperfección en Jesucristo. María es
infinitamente inferior a su Hijo, que es Dios. Y por ello no le manda, como
haría una madre a su hijo aquí abajo, que es inferior a ella. María, toda
transformada en Dios por la gracia y la gloria –que transforma en Él a todos
los santos–, no pide, quiere, ni hace nada que sea contrario a la eterna e
inmutable voluntad de Dios.
Por
tanto, cuando leemos en San Bernardo, San Buenaventura, San Bernardino y otros
que en el cielo y en la tierra todo –inclusive el mismo Dios– está sometido a
la Santísima Virgen, quieren decir que la autoridad que Dios le confiere es tan
grande que parece como si tuviera el mismo poder que Dios, y que sus plegarias
y súplicas son tan poderosas ante Dios, que valen como mandatos ante la divina
Majestad. La cual no desoye jamás las súplicas de su querida Madre, porque son
siempre humildes y conformes con la voluntad divina.
Si
Moisés, con la fuerza de su plegaria, contuvo la cólera divina contra los
israelitas en forma tan eficaz que el Señor, altísimo e infinitamente
misericordioso, no pudiendo resistirle, le pidió que le dejase encolerizarse y
castigar a ese pueblo rebelde (Ver Ex 32,10), ¿qué debemos pensar –con mayor
razón– de los ruegos de la humilde María, la digna Madre de Dios, que son más
poderosos delante de su Majestad que las súplicas e intercesiones de todos los
ángeles y santos del cielo y de la tierra?
28 María impera en el cielo sobre
los ángeles y bienaventurados. En recompensa a su profunda humildad, Dios le ha
dado el poder y la misión de llenar de santos los tronos vacíos, de donde por
orgullo cayeron los ángeles apóstatas. Tal es la voluntad del Altísimo, que
exalta siempre a los humildes (Lc 1,52): que el cielo, la tierra y los abismos
se sometan, de grado o por fuerza, a las órdenes de la humilde María, a quien
constituyó soberana del cielo y de la tierra (23) ,
capitana de sus ejércitos, tesorera de sus riquezas, dispensadora de sus
gracias, realizadora de sus portentos, reparadora del género humano, mediadora
de los hombres, exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compañera de su
grandeza y de sus triunfos.
3. Señal de fe autentica
29 Dios Padre quiere formarse hijos
por medio de María hasta la consumación del mundo, y le dice: Pon tu morada en
Jacob (BenS 24,13); es decir, fija tu morada y residencia en mis hijos y
predestinados, simbolizados por Jacob, y no en los hijos del demonio, los
réprobos, simbolizados por Esaú.
30 Así como en la generación
natural y corporal concurren el padre y la madre, también en la generación
sobrenatural y espiritual hay un Padre, que es Dios, y una Madre, que es María.
Todos
los verdaderos hijos de Dios y predestinados tienen a Dios por Padre y a María
por Madre. Y quien no tenga a María por Madre, tampoco tiene a Dios por Padre
(ver Rom 8,25-30) (24) . Por eso los réprobos
–tales los herejes, cismáticos, etc., que odian o miran con desprecio o
indiferencia a la Santísima Virgen– no tienen a Dios por Padre –aunque se
jacten de ello–, porque no tienen a María por Madre. Que, si la tuviesen por
tal, la amarían y honrarían, como un hijo bueno y verdadero ama y honra
naturalmente a la madre que le dio la vida.
La
señal más infalible y segura para distinguir a un hereje, a un hombre de perversa
doctrina, a un réprobo de un predestinado, es que el hereje y réprobo no tienen
sino desprecio o indiferencia para con la Santísima Virgen, cuyo culto y amor
procuran disminuir con sus palabras y ejemplos, abierta u ocultamente y, a
veces, con pretextos aparentemente válidos (25) . ¡Ay! Dios Padre no ha dicho a María que establezca
en ellos su morada, porque son los Esaús.
4. María, Madre de la Iglesia
31 Dios Hijo quiere formarse por
medio de María y, por decirlo así, encarnarse todos los días en los miembros de
su Cuerpo místico, y le dice: Entra en la heredad de Israel (BenS 24,13).
Como si
le dijera: Dios, mi Padre, me ha dado en herencia todas las naciones de la
tierra, todos los hombres buenos y malos, predestinados y réprobos; regiré a
los primeros con cetro de oro; a los segundos, con vara de hierro; de los
primeros seré padre y abogado; de los segundos, justo vengador; de todos seré
juez. Tú, en cambio, querida Madre mía, tendrás por heredad y posesión
solamente a los predestinados, simbolizados en Israel; como buena madre suya,
tú los darás a luz, los alimentarás y harás crecer, y, como su soberana, los
guiarás, gobernarás y defenderás.
32 Uno por uno, todos han nacido
en ella (ver Sal 87 [86],6), dice el Espíritu Santo. Según la explicación de
algunos Padres, un primer hombre nacido de María es el Hombre-Dios, Jesucristo;
el segundo es un hombre-hombre, hijo de Dios y de María por adopción.
Ahora
bien, si Jesucristo, Cabeza de la humanidad, ha nacido de Ella, los
predestinados, que son los miembros de esta Cabeza, deben también, por
consecuencia necesaria, nacer de Ella (26) .
Ninguna madre da a luz la cabeza sin los miembros, ni los miembros sin la
cabeza; de lo contrario, aquello sería un monstruo de la naturaleza. Del mismo
modo, en el orden de la gracia, la Cabeza y los miembros nacen de la misma
madre. Y si un miembro del Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, un
predestinado, naciese de una madre que no sea María, la que engendró a la
Cabeza, no sería un predestinado ni miembro de Jesucristo, sino un monstruo en
el orden de la gracia.
33 [...] Jesucristo es hoy, como
siempre, fruto de María. El cielo y la tierra lo repiten millares de veces cada
día: Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Es indudable, por tanto, que
Jesucristo es tan verdaderamente fruto y obra de María para cada hombre en
particular, que lo posee, como para todo el mundo en general. De modo que, si
algún fiel tiene a Jesucristo formado en su corazón, puede decir con osadía:
“¡Gracias mil a María; lo que poseo es obra y fruto suyo, y sin Ella no lo
tendría!” Y se pueden aplicar a María, con mayor razón de la que tenía San
Pablo para aplicárselas a sí mismo, estas palabras: Hijos míos, otra vez me
causan dolores de parto hasta que Cristo tome forma en Uds (27) . Todos los días doy a luz a los hijos de Dios
hasta que se asemejen a Jesucristo, mi Hijo (ver Gál 4,19) (28) , en madurez perfecta (ver Ef 4,13).
San Agustín, excediéndose a sí mismo y a
cuanto acabo de decir, afirma que todos los predestinados -para asemejarse realmente
al Hijo de Dios (ver Rom 8,29) están ocultos, mientras viven en este mundo, en
el seno de la Santísima Virgen, donde esta bondadosa Madre los protege,
alimenta, mantiene y hace crecer... hasta que les da a luz para la gloria
después de la muerte, que es, a decir verdad, el día de su nacimiento, como
llama la Iglesia a la muerte de los justos. ¡Oh misterio de la gracia,
desconocido de los réprobos y poco conocido de los predestinados!
5. María, figura de la Iglesia
34 Dios Espíritu Santo quiere
formarse elegidos en Ella y por Ella, y le dice: En el pueblo glorioso echa
raíces (BenS 24,13). Echa, querida Esposa mía, las raíces de todas tus virtudes
en mis elegidos, para que crezcan de virtud en virtud y de gracia en gracia. Me
complací tanto en ti mientras vivías sobre la tierra practicando las más
sublimes virtudes, que aun ahora deseo hallarte en la tierra sin que dejes de
estar en el cielo. Reprodúcete para ello en mis elegidos. Tenga yo el placer de
ver en ellos las raíces de tu fe invencible, de tu humildad profunda, de tu
mortificación universal, de tu oración sublime, de tu caridad ardiente, de tu
esperanza firme y de todas tus virtudes. Tu eres, como siempre, mi Esposa fiel,
pura y sublime. Tu fe me procure fieles; tu pureza me dé vírgenes; tu
fecundidad, elegidos y templos (29) .
35 Cuando María ha echado raíces
en un alma, realiza allí las maravillas de la gracia que sólo Ella puede
realizar, porque sólo Ella es la Virgen fecunda, que no tuvo ni tendrá jamás
semejante en pureza y fecundidad.
María
ha colaborado con el Espíritu Santo en la obra de los siglos, es decir, la
encarnación del Verbo de Dios. En consecuencia, Ella realizará también los
mayores portentos de los últimos tiempos: la formación y educación de los
grandes santos, que vivirán hacia el final de los tiempos, están reservados a
Ella (30) , porque sólo esta Virgen singular y
milagrosa puede realizar, en unión del Espíritu Santo, las cosas excelentes y
extraordinarias.
36 Cuando el Espíritu Santo, su
Esposo, la encuentra en un alma, vuela y entra en esa alma en plenitud, y se le
comunica tanto más abundantemente cuanto más sitio hace el alma a su Esposa.
Una de las razones de que el Espíritu Santo no realice ahora maravillas
portentosas en las almas es que no encuentra en ellas una unión suficientemente
estrecha con su fiel e indisoluble Esposa.
Digo
“fiel e indisoluble Esposa” porque desde que este Amor sustancial del Padre y
del Hijo se desposó con María para producir a Jesucristo, Cabeza de los
elegidos, y a Jesucristo en los elegidos, jamás la ha repudiado, porque Ella se
ha mantenido siempre fiel y fecunda.
Notas a pie de página;
17 Juego de palabras en lengua latina: MARÍA = mares, y MARÍA =
María.
18 Ver VD 216
19 VD 142
20 SAN BERNARDINO DE SIENA
21 Ver VD 141.
22 FRANCISCO POIRÉ (1584-1637). 19 VD 142.
23 Ver LG 59.
24 El texto recuerda un pasaje de San Cipriano (De Unitate Ecclesiae
6: PL 4,519A): «Quien no tenga a la Iglesia por Madre, tampoco tiene a Dios por
Padre»
25 Ver VD 63-65.94-95.
26 Ver VD 264.
27 “Es verdadera Madre de los miembros de Cristo por haber cooperado
con amor a que naciesen en la Iglesia los fieles que son miembros de aquella
Cabeza...” (LG 53; ver 61 y R Mat 20-24).
28 Ver VD 56 377
29 En la exhortación “Signum Magnum (13 de mayo de 1967) PABLO VI
afirma que María, gracias al esplendor de sus virtudes, es Madre y Maestra de
la Iglesia, en general y de cada alma en particular (No. 8).
30 Ver VD 47-49. 379
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