La transformación de la fe-esperanza cristiana en el tiempo moderno
16. ¿Cómo ha podido desarrollarse la idea de que el mensaje de Jesús es estrictamente individualista y dirigido sólo al individuo? ¿Cómo se ha llegado a interpretar la « salvación del alma » como huida de la responsabilidad respecto a las cosas en su conjunto y, por consiguiente, a considerar el programa del cristianismo como búsqueda egoísta de la salvación que se niega a servir a los demás?
Para encontrar una respuesta a esta cuestión hemos de fijarnos en los elementos fundamentales de la época moderna. Estos se ven con particular claridad en Francis Bacon. Es indiscutible que –gracias al descubrimiento de América y a las nuevas conquistas de la técnica que han permitido este desarrollo– ha surgido una nueva época. Pero, ¿sobre qué se basa este cambio epocal? Se basa en la nueva correlación entre experimento y método, que hace al hombre capaz de lograr una interpretación de la naturaleza conforme a sus leyes y conseguir así, finalmente, « la victoria del arte sobre la naturaleza » (victoria cursus artis super naturam)[14].
La novedad – según la visión de Bacon– consiste en una nueva correlación entre
ciencia y praxis. De esto se hace después una aplicación en clave teológica:
esta nueva correlación entre ciencia y praxis significaría que se restablecería
el dominio sobre la creación, que Dios había dado al hombre y que se perdió por
el pecado original[15].
17. Quien lee estas afirmaciones, y reflexiona con atención, reconoce en ellas un paso desconcertante: hasta aquel momento la recuperación de lo que el hombre había perdido al ser expulsado del paraíso terrenal se esperaba de la fe en Jesucristo, y en esto se veía la « redención ».
Ahora, esta « redención », el restablecimiento del « paraíso » perdido, ya no se espera de la fe, sino de la correlación apenas descubierta entre ciencia y praxis. Con esto no es que se niegue la fe; pero queda desplazada a otro nivel –el de las realidades exclusivamente privadas y ultramundanas– al mismo tiempo que resulta en cierto modo irrelevante para el mundo.
Esta visión programática ha determinado el proceso de los tiempos modernos e influye también en la crisis actual de la fe que, en sus aspectos concretos, es sobre todo una crisis de la esperanza cristiana. Por eso, en Bacon la esperanza recibe también una nueva forma. Ahora se llama: fe en el progreso.
En efecto, para Bacon está
claro que los descubrimientos y las invenciones apenas iniciadas son sólo un
comienzo; que gracias a la sinergia entre ciencia y praxis se seguirán
descubrimientos totalmente nuevos, surgirá un mundo totalmente nuevo, el reino
del hombre[16].
Según esto, él mismo trazó un esbozo de las invenciones previsibles, incluyendo
el aeroplano y el submarino. Durante el desarrollo ulterior de la ideología del
progreso, la alegría por los visibles adelantos de las potencialidades humanas
es una confirmación constante de la fe en el progreso como tal.
18. Al mismo tiempo, hay dos categorías que ocupan cada vez más el centro de la idea de progreso: razón y libertad. El progreso es sobre todo un progreso del dominio creciente de la razón, y esta razón es considerada obviamente un poder del bien y para el bien. El progreso es la superación de todas las dependencias, es progreso hacia la libertad perfecta. También la libertad es considerada sólo como promesa, en la cual el hombre llega a su plenitud.
En ambos conceptos –libertad y razón– hay un aspecto político. En efecto, se espera el reino de la razón como la nueva condición de la humanidad que llega a ser totalmente libre. Sin embargo, las condiciones políticas de este reino de la razón y de la libertad, en un primer momento, aparecen poco definidas. La razón y la libertad parecen garantizar de por sí, en virtud de su bondad intrínseca, una nueva comunidad humana perfecta.
Pero en
ambos conceptos clave, « razón » y « libertad », el pensamiento está siempre,
tácitamente, en contraste también con los vínculos de la fe y de la Iglesia,
así como con los vínculos de los ordenamientos estatales de entonces. Ambos
conceptos llevan en sí mismos, pues, un potencial revolucionario de enorme
fuerza explosiva.
19. Hemos de fijarnos brevemente en las dos etapas esenciales de la concreción política de esta esperanza, porque son de gran importancia para el camino de la esperanza cristiana, para su comprensión y su persistencia.
Está, en primer lugar, la Revolución francesa como el intento de instaurar el dominio de la razón y de la libertad, ahora también de manera políticamente real. La Europa de la Ilustración, en un primer momento, ha contemplado fascinada estos acontecimientos, pero ante su evolución ha tenido que reflexionar después de manera nueva sobre la razón y la libertad. Para las dos fases de la recepción de lo que ocurrió en Francia, son significativos dos escritos de Immanuel Kant, en los que reflexiona sobre estos acontecimientos.
En 1792 escribe la obra: « Der Sieg des guten Prinzips über das böse und die Gründung eines Reichs Gottes auf Erden » (La victoria del principio bueno sobre el malo y la constitución de un reino de Dios sobre la tierra). En ella dice: « El paso gradual de la fe eclesiástica al dominio exclusivo de la pura fe religiosa constituye el acercamiento del reino de Dios »[17]. Nos dice también que las revoluciones pueden acelerar los tiempos de este paso de la fe eclesiástica a la fe racional. El « reino de Dios », del que había hablado Jesús, recibe aquí una nueva definición y asume también una nueva presencia; existe, por así decirlo, una nueva « espera inmediata »: el « reino de Dios » llega allí donde la « fe eclesiástica » es superada y reemplazada por la « fe religiosa », es decir por la simple fe racional.
En 1794, en su
obra « Das Ende aller Dinge » (El final de todas las cosas),
aparece una imagen diferente. Ahora Kant toma en consideración la posibilidad
de que, junto al final natural de todas las cosas, se produzca también uno
contrario a la naturaleza, perverso. A este respecto, escribe: « Si llegara un
día en el que el cristianismo no fuera ya digno de amor, el pensamiento
dominante de los hombres debería convertirse en el de un rechazo y una
oposición contra él; y el anticristo [...] inauguraría su régimen, aunque breve
(fundado presumiblemente en el miedo y el egoísmo). A continuación, no
obstante, puesto que el cristianismo, aun habiendo sido destinado a ser la
religión universal, no habría sido ayudado de hecho por el destino a serlo,
podría ocurrir, bajo el aspecto moral, el final (perverso) de todas las cosas »[18].
Notas a pie de página:
[14] Novum
Organum I, 117.
[15] Cf. ibíd.,
I, 129.
[16] Cf. New
Atlantis.
[17] En Werke IV:
W. Weischedel, ed. (1956), 777. Las páginas sobre la Victoria del
principio bueno constituyen, como es sabido, el tercer capítulo del
escrito Die Religion innerhalb der Grenzen der bloßen Vernunft (La
religión dentro de los límites de la mera razón), publicado por Kant en 1793.
[18] I. Kant, Das
Ende aller Dinge: Werke IV, W. Weischedel, ed. (1964),
190.
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