Introducción
1. «Fratelli tutti»[1],
escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las
hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. De esos
consejos quiero destacar uno donde invita a un amor que va más allá de las
barreras de la geografía y del espacio. Allí declara feliz a quien ame al otro
«tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él»[2].
Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad
abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la
cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde
habite.
2. Este santo del amor
fraterno, de la sencillez y de la alegría, que me inspiró a escribir la
encíclica Laudato si’, vuelve a motivarme
para dedicar esta nueva encíclica a la fraternidad y a la amistad social.
Porque san Francisco, que se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se
sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne. Sembró paz por todas
partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de
los descartados, de los últimos.
Sin fronteras
3. Hay un episodio de su vida que nos muestra su corazón sin confines, capaz de ir más allá de las distancias de procedencia, nacionalidad, color o religión. Es su visita al Sultán Malik-el-Kamil, en Egipto, que significó para él un gran esfuerzo debido a su pobreza, a los pocos recursos que tenía, a la distancia y a las diferencias de idioma, cultura y religión. Este viaje, en aquel momento histórico marcado por las cruzadas, mostraba aún más la grandeza del amor tan amplio que quería vivir, deseoso de abrazar a todos. La fidelidad a su Señor era proporcional a su amor a los hermanos y a las hermanas.
Sin desconocer las
dificultades y peligros, san Francisco fue al encuentro del Sultán con la misma
actitud que pedía a sus discípulos: que sin negar su identidad, cuando fueran
«entre sarracenos y otros infieles […] no promuevan disputas ni controversias,
sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios»[3]. En
aquel contexto era un pedido extraordinario. Nos impresiona que ochocientos
años atrás Francisco invitara a evitar toda forma de agresión o contienda y
también a vivir un humilde y fraterno “sometimiento”, incluso ante quienes no
compartían su fe.
4. Él no hacía la guerra
dialéctica imponiendo doctrinas, sino que comunicaba el amor de Dios. Había
entendido que «Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios» (1 Jn 4,16).
De ese modo fue un padre fecundo que despertó el sueño de una sociedad
fraterna, porque «sólo el hombre que acepta acercarse a otros seres en su
movimiento propio, no para retenerlos en el suyo, sino para ayudarles a ser más
ellos mismos, se hace realmente padre»[4].
En aquel mundo plagado de torreones de vigilancia y de murallas protectoras,
las ciudades vivían guerras sangrientas entre familias poderosas, al mismo
tiempo que crecían las zonas miserables de las periferias excluidas. Allí
Francisco acogió la verdadera paz en su interior, se liberó de todo deseo de
dominio sobre los demás, se hizo uno de los últimos y buscó vivir en armonía
con todos. Él ha motivado estas páginas.
5. Las cuestiones
relacionadas con la fraternidad y la amistad social han estado siempre entre
mis preocupaciones. Durante los últimos años me he referido a ellas reiteradas
veces y en diversos lugares. Quise recoger en esta encíclica muchas de esas
intervenciones situándolas en un contexto más amplio de reflexión. Además, si
en la redacción de la Laudato si’ tuve una fuente de
inspiración en mi hermano Bartolomé, el Patriarca ortodoxo que propuso con
mucha fuerza el cuidado de la creación, en este caso me sentí especialmente
estimulado por el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, con quien me encontré en Abu Dabi
para recordar que Dios «ha creado todos los seres humanos iguales en los
derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como
hermanos entre ellos»[5]. No
se trató de un mero acto diplomático sino de una reflexión hecha en diálogo y
de un compromiso conjunto. Esta encíclica recoge y desarrolla grandes temas
planteados en aquel documento que firmamos juntos. También acogí aquí, con mi
propio lenguaje, numerosas cartas y documentos con reflexiones que recibí de
tantas personas y grupos de todo el mundo.
6. Las siguientes páginas
no pretenden resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su
dimensión universal, en su apertura a todos. Entrego esta encíclica social como
un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas
de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo
sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras.
Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me
nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo
con todas las personas de buena voluntad.
7. Asimismo, cuando
estaba redactando esta carta, irrumpió de manera inesperada la pandemia de
Covid-19 que dejó al descubierto nuestras falsas seguridades. Más allá de las
diversas respuestas que dieron los distintos países, se evidenció la
incapacidad de actuar conjuntamente. A pesar de estar hiperconectados, existía
una fragmentación que volvía más difícil resolver los problemas que nos afectan
a todos. Si alguien cree que sólo se trataba de hacer funcionar mejor lo
que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar los sistemas y
las reglas ya existentes, está negando la realidad.
8. Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos»[6].
Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana,
como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza
de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos.
Capítulo primero
LAS SOMBRAS DE UN MUNDO CERRADO
9. Sin pretender realizar
un análisis exhaustivo ni poner en consideración todos los aspectos de la
realidad que vivimos, propongo sólo estar atentos ante algunas tendencias del
mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal.
Sueños que se rompen en pedazos
10. Durante décadas
parecía que el mundo había aprendido de tantas guerras y fracasos y se dirigía
lentamente hacia diversas formas de integración. Por ejemplo, avanzó el sueño
de una Europa unida, capaz de reconocer raíces comunes y de alegrarse con la diversidad
que la habita. Recordemos «la firme convicción de los Padres fundadores de la
Unión Europea, los cuales deseaban un futuro basado en la capacidad de trabajar
juntos para superar las divisiones, favoreciendo la paz y la comunión entre
todos los pueblos del continente»[7].También
tomó fuerza el anhelo de una integración latinoamericana y comenzaron a darse
algunos pasos. En otros países y regiones hubo intentos de pacificación y
acercamientos que lograron frutos y otros que parecían promisorios.
11. Pero la historia da
muestras de estar volviendo atrás. Se encienden conflictos anacrónicos que se
consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados,
resentidos y agresivos. En varios países una idea de la unidad del pueblo y de
la nación, penetrada por diversas ideologías, crea nuevas formas de egoísmo y
de pérdida del sentido social enmascaradas bajo una supuesta defensa de los
intereses nacionales. Lo que nos recuerda que «cada generación ha de hacer
suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas
más altas aún. Es el camino. El bien, como también el amor, la justicia y la
solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados
cada día. No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado
e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que
todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos
reclaman a todos»[8].
12. “Abrirse al mundo” es
una expresión que hoy ha sido cooptada por la economía y las finanzas. Se
refiere exclusivamente a la apertura a los intereses extranjeros o a la
libertad de los poderes económicos para invertir sin trabas ni complicaciones
en todos los países. Los conflictos locales y el desinterés por el bien común
son instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo cultural
único. Esta cultura unifica al mundo pero divide a las personas y a las
naciones, porque «la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos,
pero no más hermanos»[9].
Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los
intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia.
Hay más bien mercados, donde las personas cumplen roles de consumidores o de
espectadores. El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de
los más fuertes que se protegen a sí mismos, pero procura licuar las
identidades de las regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y
dependientes. De este modo la política se vuelve cada vez más frágil frente a
los poderes económicos transnacionales que aplican el “divide y reinarás”.
El fin de la conciencia histórica
13. Por eso mismo se
alienta también una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía
más. Se advierte la penetración cultural de una especie de “deconstruccionismo”,
donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie
únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas
formas de individualismo sin contenidos. En esta línea se situaba un consejo
que di a los jóvenes: «Si una persona les hace una propuesta y les dice
que ignoren la historia, que no recojan la experiencia de los mayores, que
desprecien todo lo pasado y que sólo miren el futuro que ella les ofrece, ¿no
es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que solamente hagan lo
que ella les dice? Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados
de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Así
funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen —o de-construyen—
todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones. Para
esto necesitan jóvenes que desprecien la historia, que rechacen la riqueza
espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones,
que ignoren todo lo que los ha precedido»[10].
14. Son las nuevas formas
de colonización cultural. No nos olvidemos que «los pueblos que enajenan su
tradición, y por manía imitativa, violencia impositiva, imperdonable
negligencia o apatía, toleran que se les arrebate el alma, pierden, junto con
su fisonomía espiritual, su consistencia moral y, finalmente, su independencia
ideológica, económica y política»[11].
Un modo eficaz de licuar la conciencia histórica, el pensamiento crítico, la
lucha por la justicia y los caminos de integración es vaciar de sentido o
manipular las grandes palabras. ¿Qué significan hoy algunas expresiones como
democracia, libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas para
utilizarlas como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido
que pueden servir para justificar cualquier acción.
Notas a pie de página:
[1] Admoniciones, 6, 1: Fonti Francescane (FF) 155; cf. Escritos.
Biografías. Documentos de la época, ed. Bac, Madrid 2011, 94.
[2] Ibíd., 25: FF 175; cf. ibíd., p. 99.
[3] S. Francisco de Asís, Regla no bulada de los hermanos menores,
16, 3.6: FF 42-43; cf. ibíd., 120.
[4] Eloi Leclerc, O.F.M., Exilio y ternura, ed. Marova,
Madrid 1987, 205.
[5] Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y
la convivencia común, Abu Dabi (4 febrero 2019): L’Osservatore
Romano, ed. semanal en lengua española (8 febrero 2019), p. 6.
[6] Discurso en el encuentro ecuménico e interreligioso con los
jóvenes, Skopie – Macedonia del Norte (7 mayo 2019): L’Osservatore
Romano, ed. semanal en lengua española (10 mayo 2019), p. 13.
[7] Discurso al Parlamento europeo, Estrasburgo (25 noviembre 2014): AAS 106
(2014), 996; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española
(28 noviembre 2014), p. 3.
[8] Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el
Cuerpo diplomático, Santiago – Chile (16 enero 2018): AAS 110
(2018), 256.
[9] Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009),
19: AAS 101 (2009), 655.
[10] Exhort. ap. postsin. Christus vivit (25 marzo 2019), 181.
[11] Card. Raúl Silva Henríquez, S.D.B., Homilía en el Tedeum en
Santiago de Chile (18 septiembre 1974).
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