El
Señor llama
10. Todo esto es importante. Sin embargo, lo que quisiera recordar con esta Exhortación es sobre todo el llamado a la santidad que el Señor hace a cada uno de nosotros, ese llamado que te dirige también a ti: «Sed santos, porque yo soy santo» (Lv 11,45; cf. 1 P 1,16).
El Concilio
Vaticano II lo destacó con fuerza: «Todos los fieles, cristianos, de cualquier
condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de
salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección
de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre»(10).
11. «Cada uno por su camino», dice el Concilio. Entonces, no se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. Hay testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros.
11. «Cada uno por su camino», dice el Concilio. Entonces, no se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. Hay testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros.
Lo que interesa es que cada
creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello
tan personal que Dios ha puesto en él (cf. 1 Co 12, 7), y no
que se desgaste intentando imitar algo que no ha sido pensado para él. Todos
estamos llamados a ser testigos, pero «existen muchas formas existenciales de
testimonio»(11).
De hecho, cuando el gran místico san Juan de la Cruz escribía su Cántico
Espiritual, prefería evitar reglas fijas para todos y explicaba que
sus versos estaban escritos para que cada uno los aproveche «según su modo»(12). Porque la vida divina se comunica «a unos en una manera y a otros en
otra»(13).
12. Dentro de las formas variadas, quiero destacar que el «genio femenino» también se manifiesta en estilos femeninos de santidad, indispensables para reflejar la santidad de Dios en este mundo. Precisamente, aun en épocas en que las mujeres fueron más relegadas, el Espíritu Santo suscitó santas cuya fascinación provocó nuevos dinamismos espirituales e importantes reformas en la Iglesia.
12. Dentro de las formas variadas, quiero destacar que el «genio femenino» también se manifiesta en estilos femeninos de santidad, indispensables para reflejar la santidad de Dios en este mundo. Precisamente, aun en épocas en que las mujeres fueron más relegadas, el Espíritu Santo suscitó santas cuya fascinación provocó nuevos dinamismos espirituales e importantes reformas en la Iglesia.
Podemos
mencionar a santa Hildegarda de Bingen, santa Brígida, santa Catalina de Siena,
santa Teresa de Ávila o santa Teresa de Lisieux. Pero me interesa recordar a
tantas mujeres desconocidas u olvidadas quienes, cada una a su modo, han
sostenido y transformado familias y comunidades con la potencia de su
testimonio.
13. Esto debería entusiasmar y alentar a cada uno para darlo todo, para crecer hacia ese proyecto único e irrepetible que Dios ha querido para él desde toda la eternidad: «Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jr 1,5).
También para ti
13. Esto debería entusiasmar y alentar a cada uno para darlo todo, para crecer hacia ese proyecto único e irrepetible que Dios ha querido para él desde toda la eternidad: «Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jr 1,5).
También para ti
14. Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así.
Todos estamos
llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en
las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. ¿Eres consagrada
o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo
amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la
Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu
trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo
enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé
santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales(14).
15. Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Ga 5,22-23). Cuando sientas la tentación de enredarte en tu debilidad, levanta los ojos al Crucificado y dile: «Señor, yo soy un pobrecillo, pero tú puedes realizar el milagro de hacerme un poco mejor».
15. Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Ga 5,22-23). Cuando sientas la tentación de enredarte en tu debilidad, levanta los ojos al Crucificado y dile: «Señor, yo soy un pobrecillo, pero tú puedes realizar el milagro de hacerme un poco mejor».
En la
Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para
crecer hacia la santidad. El Señor la ha llenado de dones con la Palabra, los
sacramentos, los santuarios, la vida de las comunidades, el testimonio de sus
santos, y una múltiple belleza que procede del amor del Señor, «como novia que
se adorna con sus joyas» (Is 61,10).
16. Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos. Por ejemplo: una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: «No, no hablaré mal de nadie». Este es un paso en la santidad.
16. Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos. Por ejemplo: una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: «No, no hablaré mal de nadie». Este es un paso en la santidad.
Luego, en casa,
su hijo le pide conversar acerca de sus fantasías, y aunque esté cansada se
sienta a su lado y escucha con paciencia y afecto. Esa es otra ofrenda que
santifica. Luego vive un momento de angustia, pero recuerda el amor de la
Virgen María, toma el rosario y reza con fe. Ese es otro camino de santidad.
Luego va por la calle, encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con
cariño. Ese es otro paso.
17. A veces la vida presenta desafíos mayores y a través de ellos el Señor nos invita a nuevas conversiones que permiten que su gracia se manifieste mejor en nuestra existencia «para que participemos de su santidad» (Hb 12,10). Otras veces solo se trata de encontrar una forma más perfecta de vivir lo que ya hacemos: «Hay inspiraciones que tienden solamente a una extraordinaria perfección de los ejercicios ordinarios de la vida»(15).
17. A veces la vida presenta desafíos mayores y a través de ellos el Señor nos invita a nuevas conversiones que permiten que su gracia se manifieste mejor en nuestra existencia «para que participemos de su santidad» (Hb 12,10). Otras veces solo se trata de encontrar una forma más perfecta de vivir lo que ya hacemos: «Hay inspiraciones que tienden solamente a una extraordinaria perfección de los ejercicios ordinarios de la vida»(15).
Cuando el Cardenal Francisco Javier Nguyên van Thuân estaba en la
cárcel, renunció a desgastarse esperando su liberación. Su opción fue «vivir el
momento presente colmándolo de amor»; y el modo como se concretaba esto era:
«Aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones
ordinarias de manera extraordinaria»(16).
18. Así, bajo el impulso de la gracia divina, con muchos gestos vamos construyendo esa figura de santidad que Dios quería, pero no como seres autosuficientes sino «como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (1 P 4,10). Bien nos enseñaron los Obispos de Nueva Zelanda que es posible amar con el amor incondicional del Señor, porque el Resucitado comparte su vida poderosa con nuestras frágiles vidas: «Su amor no tiene límites y una vez dado nunca se echó atrás. Fue incondicional y permaneció fiel.
18. Así, bajo el impulso de la gracia divina, con muchos gestos vamos construyendo esa figura de santidad que Dios quería, pero no como seres autosuficientes sino «como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (1 P 4,10). Bien nos enseñaron los Obispos de Nueva Zelanda que es posible amar con el amor incondicional del Señor, porque el Resucitado comparte su vida poderosa con nuestras frágiles vidas: «Su amor no tiene límites y una vez dado nunca se echó atrás. Fue incondicional y permaneció fiel.
Amar así no es fácil porque muchas veces somos tan débiles. Pero
precisamente para tratar de amar como Cristo nos amó, Cristo comparte su propia
vida resucitada con nosotros. De esta manera, nuestras vidas demuestran su
poder en acción, incluso en medio de la debilidad humana»(17).
Notas a pie de página:
(10) Const. dogm. Lumen gentium, sobre
la Iglesia, 11.
(14) Cf. Catequesis (19 noviembre 2014): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (21 noviembre 2014), p. 16.
(16) Cinco panes y dos peces: un gozoso testimonio de fe desde el sufrimiento en la cárcel, México 19999, 21.
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