lunes, 3 de febrero de 2025

Tema 308 PLAN INTEGRAL DE FORMACIÓN PRIMER CURSO. Tesis 19. CREACIÓN Y PROVIDENCIA DE DIOS (1)

 

TEMA 308. TESIS 19

CREACIÓN Y PROVIDENCIA DE DIOS (1)

 

1El único Dios, vivo y verdadero, creó de la nada, por su omnipotente virtud y libérrima decisión, para manifestar su gloria, que brilla especialmente en el Hijo encarnado, todo el mundo,

2lo invisible, esto es, los ángeles y lo visible.

3Todo lo gobierna con su providencia, que trasciende las causas segundas sin sustituirlas, y aunque permite el mal es capaz de obtener bienes por caminos que con frecuencia no alcanzamos a comprender.

 

1.  la Creación a partir de la nada

1.1 El dogma de la creación

1.2 El universo hecho por Dios a partir de la nada

1.3 Dios causa ejemplar del universo

1.4 El universo y la manifestación de la gloria de Dios

2.  Creación invisible y Creación visible

2.1 La existencia de ángeles como dogma de fe

2.2 Naturaleza y operaciones de los ángeles

2.3 Origen y actuación de ángeles y demonios

2.4 El mundo material y sus características principales

3.  Providencia Divina y permisión del mal

3.1 Conservación, providencia y predestinación

3.2 El mundo material bajo el gobierno divino

3.3 La permisión del mal

 

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CEC 279-354; Compendio 51-65

 

ConCilio iV DE lETrán, Constitución Firmiter (30.11.1215) DS 800

ConCilio VaTiCano i, Constitución Dei Filius (6.VII.1870) cap. 1 DS 3001- 3003; 3021-3025.

         S.Th. I, qq.44-74 [44,45,50,65]


1.                                LA CREACIÓN A PARTIR DE LA NADA

 

1.1              El dogma de la creación

El Génesis describe en los dos primeros capítulos la creación del hombre y el mundo como una obra soberana y majestuosa de Dios, no como un proceso en el que está implicado materialmente, como si el mundo fuera parte de Dios. Se trata además de una acción que ha tenido lugar de una vez por todas, no de un tiempo cíclico. Los libros proféticos presentan al Dios creador como el salvador de Israel. Esto ayuda a que el mensaje de salvación sea algo universal. También se relaciona la creación con la plenitud escatológica final. Los salmos, especialmente 8, 104 y 136 muestran la grandeza de Dios creador, y su relación con la Alianza. En la literatura sapiencial el texto se centra más en la creación en misma como manifestación de la grandeza del creador.

 

En la predicación de Jesús acerca del Reino la fe en la creación es un presu- puesto, pues el Reino es esa soberanía de Dios sobre todo. Los mismos milagros son una muestra más del dominio de Cristo sobre la creación. En los Hechos encontramos que las primeras predicaciones cristianas, tanto a judíos como a paganos hacen referencias al Dios creador, que ha elegido a Israel, a lo que debe añadirse la confesión de Cristo.

 

San Pablo destaca la función creadora de Cristo, por quien y para quien todo ha sido hecho (1 Co 8,6; Col 1,15-17; Ef 1,3ss). Por su parte, san Juan ya el prólogo muestra la actuación del Hijo en la creación, casi en paralelismo con Gn 1,1; pero esta creación es renovada con el ser hijos de Dios. Sin embargo san Juan es consciente del estado de pecado en que se encuentra en mundo, y del cual Cristo nos viene a librar, de ahí que diga que el mundo está en poder del maligno.

 

La creación forma parte del credo, ya en el primer artículo se habla del creador de todas las cosas. Los contenidos básicos de este dogma nos hablan de que el mundo ha sido creado por Dios de la nada, no existe desde siempre, y la finalidad del mundo es el mismo Dios. Asimismo esta creación se orienta a la participación de los ángeles y los hombres en la vida divina. Cristo es el centro y el redentor de la creación. Estas enseñanzas las encontramos en los Concilios Lateranense IV y Vaticano I, entre otros lugares.

 

Además de formar parte de la Revelación algunos aspectos del dogma de la creación se pueden alcanzar a partir de la luz natural del entendimiento, aunque en el estado actual del hombre no sea fácil llegar a este conocimiento. En realidad no tendría sentido hablar de la Revelación sin un Revelador, y para esto es preciso que el mundo creado nos haga conocer la existencia de un creador El universo hecho por Dios a partir de la nada

 

Cuando hablamos de creación nos referimos a hacer algo a partir de la nada, de ahí la definición clásica de creación: productio rei ex nihilo sui et subiecti. Dios es causa que no presupone absolutamente nada en su actuación. La creación es la mejor manera de mantener la trascendencia de Dios. En ese sentido la relación entre el Absoluto y los entes debe ser asimétrica: los entes dependen del Absoluto, pero no al revés. Se puede presentar la creación desde el punto de vista de la omnipotencia divina (relacionada en el credo con la creación). Dios hace que las cosas sean porque participan de su ser. La misma idea de creación a partir de la nada excluye que Dios pueda emplear una criatura como instrumento, pues un instrumento siempre tiene que actuar sobre algo, y la creación precisamente excluye cualquier cosa previa.

 

El acto de crear, como toda la actuación de Dios, se identifica con su misma esencia (porque en Dios no hay diferencia entre ser y actuar), pero el resultado de ese acto (el mundo creado) es distinto de Dios, tiene un inicio temporal y por ello no es eterno.

1.2               Dios causa ejemplar del universo

El ser de las cosas viene de Dios, pero en las realidades creadas se distingue el acto de ser de la esencia. También las esencias de las cosas dependen de Dios. Aquí habría que hablar de un cierto tipo de causalidad ejemplar. Se da una semejanza de las criaturas respecto al creador, pero de manera muy lejana, por la trascendencia de Dios, ya que Dios nunca puede producir una naturaleza como la suya. Todo el universo, en su conjunto es un reflejo de la plenitud de ser de Dios, aunque parcial y limitado.

 

La inteligibilidad última de las criaturas viene precisamente de que están en la mente de Dios, son conocidas por Dios, y se denominan, en ese sentido ideas de la mente divina (tomando una terminología de origen platónico). Sin embargo esto no nos puede llevar a plantear una especie de pre-existencia de la criatura en Dios: cada cosa, y cada persona existe en misma, y como tal la conoce Dios. La causalidad ejemplar de las ideas no se podría realizar sin que Dios comunicara el ser a las criaturas.

1.3               El universo y la manifestación de la gloria de Dios

Del mismo modo que la creación muestra, de manera parcial, las riquezas del ser y de la forma divinas, pero remite a algo que está más allá y trasciende el universo, lo mismo puede decirse de la finalidad. Por cuanto la finalidad se relaciona con el bien, el bien de la creación no puede ser otro que la participación en el bien increado y trascendente al universo.

 

El amor de Dios recae en primer lugar sobre Dios mismo, y se goza infinitamente en dicho amor, de manera infinita y necesaria. Esto supone que Dios no tiene otro fin fuera de mismo, y por eso el fin de la creación es manifestar la gloria de Dios. Esta gloria de Dios se manifiesta ante todo en el Hijo encarnado. Ha habido bastantes discusiones sobre si el motivo de la Encarnación fue simplemente esa manifestación de la gloria de Dios o la Redención: ambos aspectos son importantes, y tal como se ha dado la encarnación resultan inseparables.

 

2.              CREACIÓN INVISIBLE Y CREACIÓN VISIBLE

 

2.1              La existencia de ángeles como dogma de fe

Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento aparecen continuamente los ángeles. En algunas ocasiones puede ser un modo de personalizar la actuación divina de manera que se salve su trascendencia, pero en otros muchos casos se trata de criaturas al servicio de Dios, que le glorifican y ayudan a los hombres en su camino hacia Dios. En general las afirmaciones de las Escrituras son más sobrias que las de otras religiones o creencias de la época.

 

Dada la pacífica posesión de esta creencia apenas hicieron falta definiciones magisteriales en la Antigüedad y la Edad Media: las más importantes fueron para recordar que eran seres creados y que los demonios habían sido hechos buenos pero eligieron el mal (Lateranense IV). En el siglo XX tanto Pío XII (Humani Generis: DS 3891) como Pablo VI (Credo) debieron insistir en su carácter de verdaderas criaturas personales.

 

Los datos principales acerca de los ángeles son los siguientes: a) Existencia de los ángeles como criaturas personales; b) Naturaleza espiritual de los mismos; c) Fueron creados por Dios; d) Su creación tuvo lugar al inicio del tiempo; e) Los demonios fueron creados buenos pero se pervirtieron por su propia acción.

2.2              Naturaleza y operaciones de los ángeles

La afirmación principal es que son criaturas incorpóreas. Está afirmación tardó en aceptarse, pues a veces se pensó que tenían un cuerpo muy sutil, para que no pareciera que eran igual que Dios. En realidad su carácter creado, y por tanto su composición (acto de ser y esencia), les distinguía de la simplicidad divina. Precisamente la ausencia de materia da lugar a que cada individuo agote su especie.

 

Aunque no tiene cuerpos naturalmente unidos a sí, consta que poseen un cierto dominio sobre los elementos materiales, y esto permite que aparezcan con cuerpos, pero no los asumen de manera vital. Al no ser materiales no ocupan un lugar porque se extiendan en el espacio, sino porque pueden actuar sobre lo material. Esto no quiere decir que estén en todas partes (atributo propio sólo de Dios), pues sólo se encuentran allí donde se extiende su poder, que es limitado.

 

Los ángeles poseen un conocimiento, pero meramente intelectual, es decir, no conocen a partir de la sensibilidad. Dios les infunde las especies, conceptos o semejanzas cognoscitivas, pues esto es lo que corresponde a unos seres que son plenamente intelectuales. Mediante tales especies pueden conocer no sólo los grandes principios, sino también lo material y concreto. Sólo pueden conocer el futuro de una manera conjetural, pues no son eternos ni está todo ante su conocimiento. Lo mismo puede decirse respecto a los pensamientos humanos: simplemente pueden conjeturarlos y conocer los aspectos más sensibles e imagi- nativos, pues conocer los pensamientos humanos es propio sólo de Dios.

 

Del mismo modo que hay conocimiento en ellos también hay voluntad y amor, sólo que se da de un modo instantáneo, no por una serie de pasos, como en el caso de los hombres. Aman naturalmente a Dios más que a sí mismos, pero esto no evitó que pecaran, pues no quisieron aceptar la bienaventuranza sobrenatural que Dios les proponía.

2.3               Origen y actuación de ángeles y demonios

Los ángeles han sido creados por Dios en el tiempo, y no puede decirse que hayan existido siempre, aunque su duración no se puede medir por el tiempo. Los ángeles fueron enriquecidos con una serie de dones en su creación, pero no tuvieron desde el primer momento la bienaventuranza perfecta, sino que Dios les concedió la gracia para que pudieran merecer el premio eterno. De ese modo alcanzaron la bienaventuranza y la visión de Dios.

 

Respecto a los demonios fueron creados buenos por Dios, pero se rebelaron contra Él, es decir, no le obedecieron. Esta desobediencia tuvo que ser un pecado de soberbia y de orgullo: no querer aceptar la bienaventuranza que Dios les proponía, y que sobrepasaba su naturaleza, lo cual suponía algo que no podían alcanzar por sus propias fuerzas. Dado el carácter del entendimiento y la de la voluntad de los demonios quedaron obstinados en el mal, de manera que alcanzaron de manera instantánea su estado definitivo. Una ulterior “oportunidad” por parte de Dios sería algo así como ofrecérsela a los condenados.

 

Los ángeles pueden comunicarse entre sí diversos pensamientos, recibir iluminaciones de Dios y también pueden iluminar los entendimientos humanos. Su poder se limita a cierto dominio sobre la materia corporal, de ahí que puedan influir sobre las pasiones, pero no directamente sobre la voluntad. Los ángeles pueden ser enviados a realizar misiones particulares en el mundo de los hombres, o ayudar a los hombres, de ahí la creencia en los ángeles custodios.

 

Los demonios pueden tentar al hombre, con el deseo de que peque y se aleje de Dios, por envidia y odio a Dios. El poder que tienen los ángeles sobre el mundo material explica los casos de posesiones diabólicas, aunque no sean muy frecuentes, y obedecen siempre a una permisión divina, ya que no son la  situación normal de un ser humano.

2.4              El mundo material y sus características principales

Lo característico del mundo material es su mutabilidad, de ahí todo lo referente al caos y desorden en los niveles más bajos de la materia, aunque esto no  elimina el orden del cosmos.

 

En la actividad de los entes naturales se dan una serie de pautas, que las ciencias expresan en forma de ley; de esta manera, si las leyes científicas están bien formuladas responden a las regularidades que se dan en la realidad. Por otra parte en el mundo físico se da la contingencia, concepto opuesto a la necesidad, y la raíz de esta contingencia está en la misma materialidad, que no se puede determinar de una manera absoluta. Respecto al obrar, los seres meramente materiales no poseen libertad, y esto hace que su comportamiento tenga una cierta necesidad, pero no lleva a un determinismo absoluto.

 

lunes, 20 de enero de 2025

Tema 307 PLAN INTEGRAL DE FORMACIÓN PRIMER CURSO. Tesis 17. El Misterio de Dios en la Revelación (2)

 TESIS 17 EL MISTERIO DE DIOS EN LA REVELACIÓN (2)

 Dios se ha revelado en la historia de la salvación como Yahvé, el Dios de la Alianza, y la Encarnación del Verbo nos revela su triple personalidad, pues el Hijo y el Espíritu Santo son los enviados del Padre.

 Tras una primera reflexión no exenta de problemas, Nicea define la consustancialidad del Hijo con el Padre, Constantinopla I la divinidad del Espíritu y Constantinopla II presenta la fórmula dogmática definitiva: Dios es una ousía y tres hypóstasis.

 

1.la revelación del misterio de dios en la Escritura

1.1  el Dios de la Alianza en el Antiguo y Nuevo Testamento

1.2  La Revelación del Hijo

1.3  La Revelación del Espíritu Santo

2.la Primera reflexión Teológica sobre Dios en la iglesia

3.las grandes formulaciones Conciliares

3.1  El concilio de Nicea (325)

3.2  De Nicea a Constantinopla (381)

3.3  La formulación definitiva en Constantinopla II (553) y otros textos

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CEC 198-267; Compendio 36-49

 

Concilio de Nicea, Símbolo (19.6.325) DS 125-126

Conilio de Constantinopla, Símbolo (6.381) DS 150

 

Congregación  para  la  Doctrina  DE  la  FE,  Declaración  Mysterium  Filii  Dei

(21.2.1972) 4-6 en Doc. 10,6-9

iD., Notificación sobre la obra «Jesus Symbol of God» del P.Roger Haight sj (13.12.2004) I-IV en Doc. 104,8-18




(2) continuación

3. LAS GRANDES FORMULACIONES CONCILIARES

 

3.1 El concilio de Nicea (325)

El concilio de Nicea quiere responder a la doctrina de Arrio, quien situaba al Padre en una posición única, y considera al Hijo una mera criatura, superior a todas, creada libremente antes del tiempo, no eterna, dios por participación. Para ello subraya los pasajes de la Escritura que acentúan la unidad de Dios 1 Tm 2,4-5 y donde el Hijo parece creado Col 1,15; Pr 8,22. Al principio no emplea Jn 14,28 en donde se afirma que el Padre es mayor que el Hijo.

 

También se basa en concepciones del platonismo medio, considerando al Hijo un dios mediador  y secundario y tampoco parecen ajenas estas reflexiones a las ideas de Filón de Alejandría sobre el Logos o Verbo como instrumento de Dios para crear. Por otra parte al acentuar los sufrimientos de Cristo, y no considerar su alma humana, los atribuye al Verbo, que por lo tanto debe ser criatura. Es importante notar por ello que para Arrio Cristo no sería ni verdadero Dios ni verdadero hombre, pues carecía de alma humana.

 

Después de las respuestas de su obispo Alejandro de Alejandría, y ante la       gravedad del problema se convoca el Concilio de Nicea, en el que intervienen  especialmente Alejandro de Alejandría, Osio y Constantino. Se añadió a una fórmula de fe anterior (probablemente de Cesarea) una serie de incisos para precisar la divinidad del Hijo: procede de la sustancia del Padre; es Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado; homousion (de la misma sustancia) to Patri.

 

Es la primera definición dogmática de la Iglesia, que tiene que incluir ter- minología no bíblica para expresar con mayor precisión la fe bíblica. El término    homousios provocó los recelos de algunos porque consideraban que destruía la realidad de las personas divinas.De Nicea a Constantinopla (381)

 

3.2 Después del concilio de Nicea, y mezclado con diversas cuestiones políticas de los emperadores, podemos hablar de cuatro grupos: a) Anomeos o arrianos radicales: Aecio, Eunomio. b) Homousianos: Fieles a la fórmula de Nicea, San Atanasio, Osio y los Capadocios. c) Homeusianos: Una cierta vía media: defen- dían la divinidad del Hijo, pero el homousios les parecía casi sabeliano, preferían homoiousios (semejante naturaleza) y empleaban la terminología de tres ousiai o tres hypostasis. d) Partidarios del Homoios kata panta, fórmula todavía más ambi- gua y que hablaba simplemente de un parecido general entre el Padre y el Hijo.

 

La gran aportación de san Atanasio fue subrayar la independencia entre la Trinidad y la creación: es cierto que el Hijo había participado en la creación del mundo, pero su razón de ser no consistía en la mera mediación para la creación y existía desde la eternidad como Hijo. Por otra parte insistió mucho en la necesidad de mantener y explicar el término homousios. Debido a su firmeza en estas cuestiones y a la actividad pro-arriana de varios emperadores debió sufrir numerosos destierros. 


El Sínodo de Alejandría del 362, presidido por él, admitió las diferentes terminologías de una o tres hypostasis, si se explican de manera correcta. También trató de la divinidad y consustancialidad del Espíritu Santo en sus cartas a Serapión de Thmuis; en ellas se plantea la cuestión de que el Espíritu Santo, aunque no haya sido engendrado es también de la naturaleza divina y por ello se le debe aplicar el término homousios respecto al Padre y al Hijo.

 

En occidente san Hilario, partiendo de la fórmula bautismal como confesión de fe escribe el primer gran tratado latino acerca de la Trinidad, usando la termi- nología de persona y naturaleza. Defiende la eternidad de la generación del Hijo  y explica los pasajes bíblicos problemáticos, al tiempo que explica el homousios de modo que los homeusianos pudieran aceptarlo. Insistió en la unidad de la Trinidad, e indica ya el carácter relativo Padre-Hijo. Respecto al Espíritu Santo es más claro en el aspecto salvífico que en el intra-trinitario. San Gregorio de Elvira fue un defensor acérrimo del homousios y criticó la ambigüedad de algunas fórmulas alternativas.

 

San Basilio Magno tuvo que hacer frente a los arrianos radicales, como Eunomio, y a los que no querían reconocer la divinidad del Espíritu Santo (pneumatómacos, seguidores de Macedonio). Para Eunomio lo característico de Dios es que es inengendrado, mientras que todo lo demás tiene un origen, por  ello sólo el Padre es verdadero Dios.

 

En este contexto san Basilio distingue entre los nombres relativos y los comunes en Dios (inengendrado es meramente relativo pues equivale a Padre, mientras que eterno es común, y corresponde al Padre y al Hijo). Así en la misma divinidad se puede hablar de Padre e Hijo, caracterizados por sus propiedades relativas. Establece la terminología trinitaria que se hará defi- nitiva: una ousia y tres hypostasis, con lo que aunaba a los partidarios de homousios (una ousia) y a los de las Tres hypostasis, asegurando una fórmula que respetara la unidad y trinidad en Dios.

 

Respecto del Espíritu Santo es menos claro, pues defiende su divinidad, pero con terminología equivalente, para procurar la unión con los pneumatómacos menos radicales. En su explicación de las propiedades divinas le atribuye al Espíritu la santificación, lo cual es definirle

 

San Gregorio Nacianceno profundizó en las aportaciones de San Basilio, explicando el tema de las propiedades relativas, y caracteriza al Espíritu por la procesión como propiedad intratrinitaria, con lo que se perfila mejor la explicación de San Basilio; defendió sin ninguna ambigüedad la divinidad del Espíritu Santo. Habla con mucha claridad de la unidad en la Trinidad por una esencia única, que se identifica con la Trinidad.

 

Finalmente el emperador Teodosio convocó el Concilio de Constantinopla

(381) para poner fin a la controversia arriana y atajar la herejía de los pneuma- tómacos. Parte del credo de Nicea, y añade nuevas cláusulas. Respecto al Hijo      se precisa que “su reino no tendrá fin” contra Marcelo de Ancira. Este afirmaba que al final de los tiempos el Hijo se disolvería en el Padre, lo cual era un cierto sabelianismo. Sobre el Espíritu Santo se explica su divinidad de modo equivalente, sin emplear el término Dios, conforme a la prudencia de San Basilio. De esta manera, después de “en el Espíritu Santo” se añaden los siguientes incisos:


a)               Señor, que es un título divino; b) dador de vida, otro atributo divino; c) que procede del Padre, para indicar que no es una criatura; d) que con el Padre y el  Hijo recibe una misma adoración y gloria, de manera que el honor que recibe es el propio de Dios. e) Se debe notar que el Concilio de Constantinopla hizo referencia simplemente a que el Espíritu procede del Padre. 


En el ámbito latino, desde el credo del Concilio I de Toledo (DS 188), siguiendo una carta de san León Magno a Toribio de Astorga se precisó que procedía del Padre y del Hijo, lo cual fue ocasión para que varios siglos después el Patriarca Focio acusara a los latinos de haber adulterado la fórmula de fe. 


En realidad el malentendido estaba que en el texto griego el “procede” (ekporeuesthai) indicaba proceder como de un único origen, y en ese sentido se debería decir que procede del Padre mediante el Hijo; en latín, en cambio, el verbo procedere tiene un sentido mucho más amplio, que indica simplemente una dependencia, y en ese caso sí se podía afirmar que el Espíritu Santo dependía del Padre y del Hijo.

 

3.3 La formula definitiva en Constantinopla II (553) y otros textos

La fórmula definitiva la encontramos en el Concilio de Constantinopla II (553); se trató de un concilio fundamentalmente cristológico, pero en su primer canon presenta un resumen de la fe trinitaria: «una sola naturaleza o sustancia (physin etoi ousian) del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, una sola potencia y poder, una Trinidad consustancial (triada omousion), una sola divinidad, adorada en tres hipóstasis o personas (prosopa). Pues hay un solo Dios y Padre del cual provienen todas las cosas, un solo Hijo por medio del cual son hechas todas las cosas, y un solo Espíritu Santo, en el que son todas las cosas».

 

En occidente se dio desde el siglo IV un notable desarrollo teológico sobre cuestiones trinitarias, lo que se plasmó en diversas fórmulas de fe, como los credos de los concilios de Toledo. Fue, con todo, más importante la enseñanza del Concilio de Letrán IV, en el que se precisó más la cuestión de a unidad en la Trinidad (DS 803-806) y las decisiones del Concilio de Lyon II (DS 850) y del Concilio de Florencia (DS 1300-1302) sobre cuestiones referentes al Espíritu Santo y su procesión respecto al Padre y al Hijo. 


En cualquier caso todos estos textos dependen de los grandes concilios trinitarios a los que nos hemos referido en apartados anteriores y simplemente muestran la fe de la Iglesia. Mucho más recientemente se puede citar alguna de las declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe indicadas en la bibliografía ante negaciones o deformaciones del Misterio Trinitario en nuestros días.