Información sin sabiduría
47. La verdadera sabiduría
supone el encuentro con la realidad. Pero hoy todo se puede producir,
disimular, alterar. Esto hace que el encuentro directo con los límites de la
realidad se vuelva intolerable. Como consecuencia, se opera un mecanismo de
“selección” y se crea el hábito de separar inmediatamente lo que me gusta de lo
que no me gusta, lo atractivo de lo feo. Con la misma lógica se eligen las
personas con las que uno decide compartir el mundo. Así las personas o
situaciones que herían nuestra sensibilidad o nos provocaban desagrado hoy
sencillamente son eliminadas en las redes virtuales, construyendo un círculo
virtual que nos aísla del entorno en el que vivimos.
48. El sentarse a escuchar
a otro, característico de un encuentro humano, es un paradigma de actitud
receptiva, de quien supera el narcisismo y recibe al otro, le presta atención,
lo acoge en el propio círculo. Pero «el mundo de hoy es en su mayoría un mundo
sordo. […] A veces la velocidad del mundo moderno, lo frenético nos impide
escuchar bien lo que dice otra persona. Y cuando está a la mitad de su diálogo,
ya lo interrumpimos y le queremos contestar cuando todavía no terminó de decir.
No hay que perder la capacidad de escucha». San Francisco de Asís «escuchó la
voz de Dios, escuchó la voz del pobre, escuchó la voz del enfermo, escuchó la
voz de la naturaleza. Y todo eso lo transforma en un estilo de vida. Deseo que
la semilla de san Francisco crezca en tantos corazones»[49].
49. Al desaparecer el
silencio y la escucha, convirtiendo todo en tecleos y mensajes rápidos y
ansiosos, se pone en riesgo esta estructura básica de una sabia comunicación
humana. Se crea un nuevo estilo de vida donde uno construye lo que quiere tener
delante, excluyendo todo aquello que no se pueda controlar o conocer
superficial e instantáneamente. Esta dinámica, por su lógica intrínseca, impide
la reflexión serena que podría llevarnos a una sabiduría común.
50. Podemos buscar juntos la verdad en el diálogo, en la conversación reposada o en la discusión apasionada. Es un camino perseverante, hecho también de silencios y de sufrimientos, capaz de recoger con paciencia la larga experiencia de las personas y de los pueblos.
El cúmulo abrumador de información que nos inunda no significa más sabiduría. La sabiduría no se fabrica con búsquedas ansiosas por internet, ni es una sumatoria de información cuya veracidad no está asegurada. De ese modo no se madura en el encuentro con la verdad. Las conversaciones finalmente sólo giran en torno a los últimos datos, son meramente horizontales y acumulativas. Pero no se presta una detenida atención y no se penetra en el corazón de la vida, no se reconoce lo que es esencial para darle un sentido a la existencia.
Así, la libertad es una ilusión que nos venden y que se confunde
con la libertad de navegar frente a una pantalla. El problema es que un camino
de fraternidad, local y universal, sólo puede ser recorrido por espíritus
libres y dispuestos a encuentros reales.
Sometimientos y autodesprecios
51. Algunos países
exitosos desde el punto de vista económico son presentados como modelos
culturales para los países poco desarrollados, en lugar de procurar que cada
uno crezca con su estilo propio, para que desarrolle sus capacidades de innovar
desde los valores de su cultura. Esta nostalgia superficial y triste, que lleva
a copiar y comprar en lugar de crear, da espacio a una autoestima nacional muy
baja. En los sectores acomodados de muchos países pobres, y a veces en quienes
han logrado salir de la pobreza, se advierte la incapacidad de aceptar
características y procesos propios, cayendo en un menosprecio de la propia
identidad cultural como si fuera la única causa de los males.
52. Destrozar la
autoestima de alguien es una manera fácil de dominarlo. Detrás de estas
tendencias que buscan homogeneizar el mundo, afloran intereses de poder que se
benefician del bajo aprecio de sí, al tiempo que, a través de los medios y de
las redes se intenta crear una nueva cultura al servicio de los más poderosos.
Esto es aprovechado por el ventajismo de la especulación financiera y la
expoliación, donde los pobres son los que siempre pierden. Por otra parte,
ignorar la cultura de un pueblo hace que muchos líderes políticos no logren
implementar un proyecto eficiente que pueda ser libremente asumido y sostenido
en el tiempo.
53. Se olvida que «no
existe peor alienación que experimentar que no se tienen raíces, que no se
pertenece a nadie. Una tierra será fecunda, un pueblo dará fruto, y podrá
engendrar el día de mañana sólo en la medida que genere relaciones de
pertenencia entre sus miembros, que cree lazos de integración entre las
generaciones y las distintas comunidades que la conforman; y también en la
medida que rompa los círculos que aturden los sentidos alejándonos cada vez más
los unos de los otros»[50].
Esperanza
54. A pesar de estas sombras densas que no conviene ignorar, en las próximas páginas quiero hacerme eco de tantos caminos de esperanza. Porque Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien. La reciente pandemia nos permitió rescatar y valorizar a tantos compañeros y compañeras de viaje que, en el miedo, reaccionaron donando la propia vida.
Fuimos capaces de reconocer cómo nuestras
vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes que, sin lugar a dudas,
escribieron los acontecimientos decisivos de nuestra historia compartida:
médicos, enfermeros y enfermeras, farmacéuticos, empleados de los
supermercados, personal de limpieza, cuidadores, transportistas, hombres y
mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad,
voluntarios, sacerdotes, religiosas… comprendieron que nadie se salva solo[51].
55. Invito a la esperanza,
que «nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser
humano, independientemente de las circunstancias concretas y los
condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una
aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo
grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como
la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. […] La esperanza es
audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas
seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes
ideales que hacen la vida más bella y digna»[52]. Caminemos
en esperanza.
Capítulo segundo
UN EXTRANO EN EL CAMINO
56. Todo lo que mencioné
en el capítulo anterior es más que una aséptica descripción de la realidad, ya
que «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres
de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez
gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay
verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón»[53].
En el intento de buscar una luz en medio de lo que estamos viviendo, y antes de
plantear algunas líneas de acción, propongo dedicar un capítulo a una parábola
dicha por Jesucristo hace dos mil años. Porque, si bien esta carta está
dirigida a todas las personas de buena voluntad, más allá de sus convicciones religiosas,
la parábola se expresa de tal manera que cualquiera de nosotros puede dejarse
interpelar por ella.
«Un maestro de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?”. Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo”. Entonces Jesús le dijo: “Has respondido bien; pero ahora practícalo y vivirás”. El maestro de la Ley, queriendo justificarse, le volvió a preguntar: “¿Quién es mi prójimo?”. Jesús tomó la palabra y dijo: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, quienes, después de despojarlo de todo y herirlo, se fueron, dejándolo por muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por el mismo camino, lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Igual hizo un levita, que llegó al mismo lugar, dio un rodeo y pasó de largo.
En cambio, un samaritano, que iba
de viaje, llegó a donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió
profundamente, se acercó y le vendó sus heridas, curándolas con aceite y vino.
Después lo cargó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un albergue y se quedó
cuidándolo. A la mañana siguiente le dio al dueño del albergue dos monedas de
plata y le dijo: ‘Cuídalo, y, si gastas de más, te lo pagaré a mi regreso’.
¿Cuál de estos tres te parece que se comportó como prójimo del hombre que cayó
en manos de los ladrones?” El maestro de la Ley respondió: “El que lo trató con
misericordia”. Entonces Jesús le dijo: “Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc 10,25-37).
El trasfondo
57. Esta parábola recoge
un trasfondo de siglos. Poco después de la narración de la creación del mundo y
del ser humano, la Biblia plantea el desafío de las relaciones entre nosotros.
Caín destruye a su hermano Abel, y resuena la pregunta de Dios: «¿Dónde está tu
hermano Abel?» (Gn 4,9). La respuesta es la misma que
frecuentemente damos nosotros: «¿Acaso yo soy guardián de mi hermano?» (ibíd.).
Al preguntar, Dios cuestiona todo tipo de determinismo o fatalismo que pretenda
justificar la indiferencia como única respuesta posible. Nos habilita, por el
contrario, a crear una cultura diferente que nos oriente a superar las
enemistades y a cuidarnos unos a otros.
58. El libro de Job acude
al hecho de tener un mismo Creador como base para sostener algunos derechos
comunes: «¿Acaso el que me formó en el vientre no lo formó también a él y nos
modeló del mismo modo en la matriz?» (31,15). Muchos siglos después, san Ireneo
lo expresará con la imagen de la melodía: «El amante de la verdad no debe
dejarse engañar por el intervalo particular de cada tono, ni suponer un creador
para uno y otro para otro […], sino uno solo»[54].
59. En las tradiciones
judías, el imperativo de amar y cuidar al otro parecía restringirse a las
relaciones entre los miembros de una misma nación. El antiguo precepto «amarás
a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18) se entendía ordinariamente
como referido a los connacionales. Sin embargo, especialmente en el judaísmo
que se desarrolló fuera de la tierra de Israel, los confines se fueron
ampliando. Apareció la invitación a no hacer a los otros lo que no quieres que
te hagan (cf. Tb 4,15). El sabio Hillel (siglo I a. C.) decía
al respecto: «Esto es la Ley y los Profetas. Todo lo demás es comentario»[55].
El deseo de imitar las actitudes divinas llevó a superar aquella tendencia a
limitarse a los más cercanos: «La misericordia de cada persona se extiende a su
prójimo, pero la misericordia del Señor alcanza a todos los vivientes» (Si 18,13).
60. En el Nuevo
Testamento, el precepto de Hillel se expresó de modo positivo: «Traten en todo
a los demás como ustedes quieran ser tratados, porque en esto consisten la Ley
y los Profetas» (Mt 7,12). Este llamado es universal, tiende a
abarcar a todos, sólo por su condición humana, porque el Altísimo, el Padre
celestial «hace salir el sol sobre malos y buenos» (Mt 5,45). Como
consecuencia se reclama: «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es
misericordioso» (Lc 6,36).
61. Hay una motivación
para ampliar el corazón de manera que no excluya al extranjero, que puede
encontrarse ya en los textos más antiguos de la Biblia. Se debe al constante
recuerdo del pueblo judío de haber vivido como forastero en Egipto:
«No maltratarás ni oprimirás al migrante que reside en tu territorio,
porque ustedes fueron migrantes en el país de Egipto»(Ex 22,20).
«No oprimas al migrante: ustedes saben lo que es ser migrante, porque
fueron migrantes en el país de Egipto»(Ex 23,9).
«Si un migrante viene a residir entre ustedes, en su tierra, no lo
opriman. El migrante residente será para ustedes como el compatriota; lo amarás
como a ti mismo, porque ustedes fueron migrantes en el país de Egipto»(Lv 19,33-34).
«Si cosechas tu viña, no vuelvas a por más uvas. Serán para el migrante,
el huérfano y la viuda. Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto»(Dt 24,21-22).
En el Nuevo Testamento resuena con fuerza el llamado al amor fraterno:
«Toda la Ley alcanza su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo»(Ga 5,14).
«Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien
aborrece a su hermano está y camina en las tinieblas» (1 Jn 2,10-11).
«Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos
a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte» (1 Jn 3,14).
«Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no
ve»(1 Jn 4,20).
62. Aun esta propuesta de amor podía entenderse mal. Por algo, frente a la tentación de las primeras comunidades cristianas de crear grupos cerrados y aislados, san Pablo exhortaba a sus discípulos a tener caridad entre ellos «y con todos» (1 Ts 3,12), y en la comunidad de Juan se pedía que los hermanos fueran bien recibidos, «incluso los que están de paso» (3 Jn 5). Este contexto ayuda a comprender el valor de la parábola del buen samaritano: al amor no le importa si el hermano herido es de aquí o es de allá. Porque es el «amor que rompe las cadenas que nos aíslan y separan, tendiendo puentes; amor que nos permite construir una gran familia donde todos podamos sentirnos en casa. […] Amor que sabe de compasión y de dignidad»[56].
Notas a pie de página:
[49]Del film El Papa Francisco – Un hombre de palabra. La
esperanza es un mensaje universal, de Wim Wenders (2018).
[50] Discurso a las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo
diplomático, Tallin – Estonia (25 septiembre 2018): L’Osservatore
Romano, ed. semanal en lengua española (5 octubre 2018), p. 4.
[51] Cf. Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia (27
marzo 2020): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española
(3 abril 2020), p. 3; Mensaje para la 4.ª Jornada Mundial de los Pobres 2020 (13
junio 2020), 6: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua
española (19 junio 2020), p. 5.
[52] Saludo a los jóvenes del Centro Cultural Padre Félix Varela,
La Habana – Cuba (20 septiembre 2015): L’Osservatore Romano (21-22
septiembre 2015), p. 6.
[53] Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el
mundo actual, 1.
[54] S. Ireneo de Lyon, Adversus Haereses 2, 25, 2: PG 7/1,
798-s.
[55] Talmud Bavli (Talmud de Babilonia), Sabbat, 31 a.
[56] Discurso a los asistidos de las obras de caridad de la
Iglesia, Tallin – Estonia (25 septiembre 2018): L’Osservatore
Romano, ed. semanal en lengua española (5 octubre 2018), p. 5.
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