Bajo el aliento
del Espíritu
No habrá nunca
evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo. Sobre Jesús de Nazaret
el Espíritu descendió en el momento del bautismo, cuando la voz del Padre
—"Tú eres mi hijo muy amado, en ti pongo mi complacencia"— manifiesta de manera sensible su elección y
misión.
En efecto,
solamente después de la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés, los
Apóstoles salen hacia todas las partes del mundo para comenzar la gran obra de
evangelización de la Iglesia. El es el alma de esta Iglesia. El es quien
explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su
misterio. El es quien, hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en
cada evangelizador que se deja poseer y conducir por El, y pone en los labios
las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma
del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino
anunciado.
Testigos
auténticos
¿Creéis verdaderamente
en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que
vivís? Hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una
condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación. Ees
necesario que el celo evangelizador brote de una verdadera santidad de vida y
que la predicación alimentada con la oración y sobre todo con el amor a la
Eucaristía, redunde en mayor santidad del predicador.
El mundo exige
y espera de nosotros sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para con
todos, especialmente para los pequeños y los pobres, obediencia y humildad,
desapego de sí mismos y renuncia. Sin esta marca de santidad, nuestra palabra
difícilmente abrirá brecha en el corazón de los hombres de este tiempo. Corre el
riesgo de hacerse vana e infecunda.
Animados por el
amor
La obra de la
evangelización supone, en el evangelizador, un amor fraternal siempre creciente
hacia aquellos a los que evangeliza. ¿De qué amor se trata? Es el amor de un
padre; más aún, el de una madre. Tal es el amor que el Señor espera de cada
predicador del Evangelio, de cada constructor de la Iglesia.
Signo de amor
también es el respeto a la situación religiosa y espiritual de la persona que
se evangeliza. Respeto a su ritmo que no se puede forzar demasiado. Respecto a
su conciencia y a sus convicciones, que no hay que atropellar.
Será también
una señal de amor el esfuerzo desplegado para transmitir a los cristianos
certezas sólidas basadas en la palabra de Dios, y no dudas o incertidumbres
nacidas de una formación mal asimilada. Los fieles tienen necesidad de esas
certezas en su vida cristiana; tienen derecho a ellas en cuanto hijos de Dios
que, poniéndose en sus brazos, se abandonan totalmente a las exigencias del
amor.
María, estrella
de evangelización
En la mañana de
Pentecostés, Ella presidió con su oración el comienzo de la evangelización bajo
el influjo del Espíritu Santo. Sea Ella la estrella de la evangelización
siempre renovada que la Iglesia, dócil al mandato del Señor, debe promover y realizar,
sobre todo en estos tiempos difíciles y llenos de esperanza.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario