martes, 20 de febrero de 2024

TEMA 290. TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN. TERCERA PARTE (2). LA PERFECTA CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO. PUNTOS (135-151)

 

TERCERA PARTE

LA PERFECTA CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO

 MOTIVOS EN FAVOR DE ESTA DEVOCIÓN (1)

 

ESTA DEVOCIÓN NOS CONSAGRA TOTALMENTE AL SERVICIO DE DIOS (135-138)

ESTA DEVOCIÓN HACE QUE IMITEMOS EL EJEMPLO DE JESUCRISTO (139-143)

ESTA DEVOCIÓN NOS ALCANZA LA PROTECCIÓN MATERNAL DE MARÍA (144-150)

ESTA DEVOCIÓN ES UN MEDIO EXCELENTE PARA PROCURAR LA MAYOR GLORIA DE DIOS (151)

 

 CAPÍTULO II

 MOTIVOS EN FAVOR DE ESTA DEVOCIÓN

 1. ESTA DEVOCIÓN NOS CONSAGRA TOTALMENTE AL SERVICIO DE DIOS

 135 Primer motivo que nos manifiesta la excelencia de la consagración de sí mismo a Jesucristo por manos de María. No se puede concebir ocupación más noble en este mundo que la de servir a Dios. El último de los servidores de Dios es más rico, poderoso y noble que todos los reyes y emperadores si éstos no sirven a Dios. ¿Cuál no será entonces la riqueza, poder, dignidad del auténtico y perfecto servidor de Dios, que se consagra enteramente, sin reserva y en cuanto le es posible, a su servicio? (96) .

 Tal viene a ser, en efecto, el esclavo fiel y amoroso de Jesucristo en María, consagrado totalmente, por manos de la Santísima Virgen, a ese Rey de reyes, sin reservarse nada para sí mismo. Ni todo el oro del mundo ni las bellezas del cielo alcanzan para pagarlo.

 

136 Las demás congregaciones, asociaciones y cofradías erigidas en honor de Nuestro Señor y de su Madre santísima, y que tan grandes bienes producen en la cristiandad, no obligan a entregarlo todo sin reserva. Prescriben, ciertamente, a sus asociados algunas prácticas para que cumplan los compromisos adquiridos, pero les dejan libres las demás acciones y el resto del tiempo. Esta devoción, en cambio, exige entregar a Jesús y a María todos los pensamientos, palabras, acciones y sufrimientos y todos los momentos de la vida. De quien ha optado por ella se podrá, pues, decir, con toda verdad, que cuanto hace –vele o duerma, coma o beba, realice acciones importantes u ordinarias– pertenece a Jesús y a María gracias a la consagración que ha hecho, a no ser que la haya retractado expresamente. ¡Qué consuelo!

 

137 Además –como ya he dicho (97) – no hay práctica que nos libere más fácilmente de cierto resabio de amor propio que se desliza imperceptiblemente en las mejores acciones. Esta gracia insigne la concede Nuestro Señor en reconocimiento por el acto heroico y desinteresado de entregarle, por las manos de su santísima Madre, todo el valor de las buenas acciones. Si ya en este mundo da el céntuplo a los que por su amor dejan los bienes exteriores, temporales y perecederos (ver Mt 19,29), ¿qué no dará a quienes sacrifican aun los bienes interiores y espirituales?

 

138 Jesús, nuestro mejor amigo, se entregó a nosotros sin reserva, en cuerpo y alma, con sus virtudes, gracias y méritos. “Me ganó totalmente entregándose todo”, dice San Bernardo. ¿No será, pues, un deber de justicia y gratitud darle todo lo que podemos? El fue el primero en mostrarse generoso con nosotros; seámoslo con El –lo exige la gratitud–, y El se manifestará aún más generoso durante nuestra vida, en la muerte y por la eternidad: Eres generoso con el generoso (ver Sal 18 [17],26).

 

2. ESTA DEVOCIÓN HACE QUE IMITEMOS EL EJEMPLO DE JESUCRISTO

 139 Segundo motivo que nos demuestra que es en sí justo y ventajoso para el cristiano el consagrase totalmente a la Santísima Virgen mediante esta práctica a fin de pertenecer más perfectamente a Jesucristo.

 Este buen Maestro no desdeñó encerrarse en el seno de la Santísima Virgen como prisionero y esclavo de amor, ni de vivir sometido y obediente a Ella durante treinta años. Ante esto –lo repito– se anonada la razón humana, si reflexiona seriamente en la conducta de la Sabiduría encarnada, que no quiso –aunque hubiera podido hacerlo– entregarse directamente a los hombres, sino que prefirió comunicarse a ellos por medio de la Santísima Virgen; ni quiso venir al mundo a la edad de varón perfecto, independiente de los demás, sino como niño pequeño y débil, necesitado de los cuidados y asistencia de su santísima Madre.

 Esta Sabiduría infinita, inmensamente deseosa de glorificar a Dios, su Padre, y salvar a los hombres, no encontró medio más perfecto y rápido para realizar sus anhelos que someterse en todo a la Santísima Virgen, no sólo durante los ocho, diez o quince primeros años de su vida -como los demás niños-, sino durante treinta años. Y durante este tiempo de sumisión y dependencia glorificó más al Padre que si hubiera empleado estos años en hacer milagros, predicar por toda la tierra y convertir a todos los hombres.

 !Que si no, hubiera hecho esto! ¡Oh! ¡Cuán altamente glorifica a Dios quien, a ejemplo de Jesucristo, se somete a María!

 Teniendo, pues, ante los ojos ejemplo tan claro y universalmente reconocido, ¿seremos tan insensatos que esperemos hallar medio más perfecto y rápido para glorificar a Dios que no sea el someternos a María, a imitación de su Hijo?

 

140 En prueba de la dependencia en que debemos vivir respecto a la Santísima Virgen, recuerda cuanto hemos dicho (98) al aducir el ejemplo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos ofrecen de dicha dependencia.

 El Padre no dio ni da su Hijo sino por medio de María, no se forma hijos adoptivos ni comunica sus gracias sino por Ella. Dios Hijo se hizo hombre para todos solamente por medio de María, no se forma ni nace cada día en las almas sino por Ella en unión con el Espíritu Santo, ni comunica sus méritos y virtudes sino por Ella. El Espíritu Santo no formó a Jesucristo sino por María y sólo por Ella (99) forma a los miembros de su Cuerpo místico y reparte sus dones y virtudes. Después de tantos y tan apremiantes ejemplos de la Santísima Trinidad, ¿podremos, acaso –a no ser que estemos completamente ciegos–, prescindir de María, no consagrarnos ni someternos a Ella para ir a Dios y sacrificarnos a El?

 

141 Veamos ahora algunos pasajes de los Padres, que he seleccionado para probar lo que acabo de afirmar:

 “Dos hijos tiene María: un Hombre-Dios y un hombre-hombre. Del primero es madre corporal; del segundo, madre espiritual” (100) .

 “La voluntad de Dios es que todo lo tengamos por María. Debemos reconocer que la esperanza, gracia y dones que tenemos dimanan de Ella” (101) .

 “Ella distribuye todos los dones y virtudes del Espíritu Santo a quien quiere, cuando quiere, como quiere y en la medida que Ella quiere” (102) .

 “Dios lo entregó todo a María, para que lo recibieras por medio de Ella, pues tú eras indigno de recibirlo directamente de El” (103) .

 

142 Viendo Dios que somos indignos de recibir sus gracias inmediatamente de sus manos -dice San Bernardo- las da a María, para que por Ella recibamos cuanto nos quiere dar. Añadamos que Dios cifra su gloria en recibir, de manos de María, el tributo de gratitud, respeto y amor que le debemos por sus beneficios.

 Es, pues, muy justo imitar la conducta de Dios, “para que -añade el mismo San Bernardo- la gracia vuelva a su autor por el mismo canal por donde vino a nosotros”.

 Esto es lo que hacemos con nuestra devoción: ofrecemos y consagramos a la Santísima Virgen cuanto somos y tenemos, a fin de que Nuestro Señor reciba por su mediación la gloria y el reconocimiento que le debemos, y nos reconocemos indignos e incapaces de acercarnos por nosotros mismos a su infinita Majestad. Por ello acudimos a la intercesión de la Santísima Virgen.

 

143 Esta práctica constituye, además, un ejercicio de profunda humildad, virtud que Dios prefiere a todas las otras. Quien se ensalza rebaja a Dios; quien se humilla lo glorifica. Dios se enfrenta a los arrogantes, pero concede gracia a los humildes (Sant 4,6). Si te humillas creyéndote indigno de presentarte y acercarte a Él, Dios se abaja y desciende para venir a ti, complacerse en ti y elevarte, aun a pesar tuyo. Pero si te acercas a Él atrevidamente, sin mediador, Él se aleja de ti y no podrás alcanzarlo.

 ¡Oh! ¡Cuánto ama Él la humildad de corazón! Y a esta humildad precisamente nos conduce la práctica de esta devoción. Que nos enseña a no acercarnos jamás a Nuestro Señor por nosotros mismos –por amable y misericordioso que Él sea–, sino a servirnos siempre de la intercesión de la Santísima Virgen, para presentarnos ante Dios, hablarle y acercarnos a Él, ofrecerle algo o unirnos y consagrarnos a Él.

 

 3. ESTA DEVOCIÓN NOS ALCANZA LA PROTECCIÓN MATERNAL DE MARÍA

 1. María se da a su esclavo

 144 Tercer motivo. La Santísima Virgen es Madre de dulzura y misericordia, y jamás se deja vencer en amor y generosidad. Viendo que te has entregado totalmente a Ella para honrarla y servirla y te has despojado de cuanto más amas para adornarla, se entrega también a ti plenamente y en forma inefable. Hace que te abismes en el piélago de sus gracias, te adorna con sus méritos, te apoya con su poder, te ilumina con su luz, te inflama con su amor, te comunica sus virtudes: su humildad, su fe, su pureza, etc.; se constituye tu fiadora, tu suplemento y tu todo ante Jesús. Por último, dado que como consagrado perteneces totalmente a María, también Ella te pertenece en plenitud. De suerte que, en cuanto perfecto servidor e hijo de María, puedes repetir lo que dijo de sí mismo el evangelista San Juan: El discípulo la tuvo en su casa (Jn 19,27) (104) como su único bien.

 

145 Este comportamiento, observado con fidelidad, produce en tu alma gran desconfianza, desprecio y aborrecimiento de ti mismo, y a la vez, inmensa confianza y total entrega en manos de la Santísima Virgen, tu bondadosa Señora.

 Como consagrado a Ella, no te apoyarás ya en tus propias disposiciones, intenciones, méritos, virtudes y buenas obras. En efecto, lo has sacrificado todo a Jesucristo, por medio de esta Madre bondadosa. Por ello, ya no te queda otro tesoro -y éste ya es tuyo- en donde estén todos tus bienes que María.

 Esto te llevará a acercarte a Nuestro Señor sin temor servil ni escrúpulos y rogarle con toda confianza, y te hará participar en los sentimientos del piadoso y sabio abad Ruperto, quien, aludiendo a la victoria de Jacob sobre un ángel (ver Gén 32,23-33), dirige a la Santísima Virgen estas hermosas palabras: “¡Oh María, princesa mía y Madre inmaculada del Hombre-Dios, Jesucristo!, deseo luchar con este Hombre que es el Verbo de Dios, armado no con mis méritos, sino con los tuyos”.

 ¡Oh! ¡Qué poderosos y fuertes somos ante Jesucristo cuando estamos armados con los méritos e intercesión de la digna Madre de Dios, quien -según palabras de San Agustínvenció amorosamente al Todopoderoso!

 

2. María purifica nuestras buenas obras, las embellece y hace aceptables a su Hijo divino

 146 Por esta devoción entregamos a Nuestro Señor, por manos de su Madre santísima, todas nuestras buenas obras. Esta bondadosa señora las purifica, embellece, presenta a Jesucristo y hace que su Hijo las acepte.

 1. Las purifica de toda mancha de egoísmo y del apego aun imperceptible que se desliza insensiblemente en las mejores acciones. Tan pronto como llegan a sus manos purísimas y fecundas, esas manos -jamás estériles ni ociosas y que purifican todo cuanto tocan- limpian en lo que le ofrecemos todo lo que tenga de impuro o imperfecto.

 

147 2. Las embellece, adornándolas con sus méritos y virtudes. Pensemos en un labrador cuya única riqueza fuera una manzana y que deseara granjearse la simpatía y benevolencia del rey. ¿Qué haría? - Acudir a la reina y presentarle la manzana para que ella la ofrezca al soberano. La reina acepta el modesto regalo, coloca la manzana en una grande y hermosa bandeja de oro y la presenta al rey en nombre del labrador. En esta forma, la manzana, de suyo indigna de ser presentada al soberano, se convierte en un obsequio digno de su Majestad gracias a la bandeja de oro y a la persona que la entrega (105) .

 

148 3. María presenta esas buenas obras a Jesucristo, no reserva para sí nada de lo que se le ofrece; todo lo presenta fielmente a Jesucristo. Si la alabas y glorificas, inmediatamente Ella alaba y glorifica a Jesús. Si la ensalzas y bendices, Ella –como cuando Santa Isabel la alabó– entona su cántico: Proclama mi alma la grandeza del Señor (Lc 1,46) (106) .

 

149 4. Por insignificante y pobre que sea para Jesucristo, Rey de reyes y Santo de los santos, el don que le presentas, María hace que El acepte tus buenas obras. Pero quien por su cuenta y apoyado en su propia destreza y habilidad lleva algo a Jesucristo, debe recordar que El examina el obsequio, y muchas veces lo rechaza por hallarlo manchado de egoísmo, lo mismo que en otro tiempo rechazó los sacrificios de los judíos por estar llenos de voluntad propia (ver Heb 10,5-7).

 Pero si, al presentar algo a Jesús, lo ofreces por las manos puras y virginales de su Madre amadísima, lo coges por el lado flaco –si me permites la expresión–. Él no mirará tanto el don que le ofreces cuanto a su bondadosa Madre que se lo presenta, ni considerará tanto la procedencia del don cuanto a aquella que se lo ofrece.

 Del mismo modo, María –jamás rechazada y siempre recibida por su Hijo– hace que su Majestad acepte con agrado cuanto le ofrezcas, grande o pequeño; basta que María lo presente para que Jesús lo acepte y se complazca en el obsequio. El gran consejo que San Bernardo daba a aquellos que dirigía a la perfección era éste: “Si quieres ofrecer algo a Dios, procura presentarlo por las manos agradabilísimas y dignísimas de María, si no quieres ser rechazado” (107) .

 

150 ¿No es esto, lo que la misma naturaleza inspira a los pequeños respecto a los grandes, como hemos visto? (108)  ¿Por qué no habría de enseñarnos la gracia a observar la misma conducta para con Dios, infinitamente superior a nosotros y ante quien somos menos que átomos? Tanto más teniendo como tenemos una abogada tan poderosa, que jamás ha sido desairada; tan inteligente, que conoce todos los secretos para conquistar el corazón de Dios; tan buena y caritativa, que no rechaza a nadie por pequeño o malvado que sea.

 Más adelante expondré la historia de Jacob y Rebeca, la figura verdadera de lo que voy diciendo (109) .

 

4. ESTA DEVOCIÓN ES UN MEDIO EXCELENTE PARA PROCURAR LA MAYOR GLORIA DE DIOS

 151 Cuarto motivo. Esta devoción, fielmente practicada, es un medio excelente para enderezar el valor de nuestras buenas obras para la mayor gloria de Dios. Casi nadie obra con esta noble finalidad -a pesar de que a ello estemos obligados-, sea porque no sabemos dónde está la mayor gloria de Dios, sea porque no la buscamos.

 Ahora bien, dado que la Santísima Virgen, a quien cedemos el valor y mérito de nuestras buenas obras, conoce perfectamente donde está la mayor gloria de Dios y todo su actuar es procurarla, el perfecto servidor de esta amable Señora, que se ha consagrado totalmente a Ella como hemos dicho, puede afirmar resueltamente que el valor de todas sus acciones, pensamientos y palabras se ordena a la mayor gloria de Dios, a no ser que haya revocado expresamente su ofrenda.

 ¿Será posible hallar algo más consolador para una persona que ama a Dios con amor puro y desinteresado y aprecia la gloria e intereses de Dios más que los suyos propios?

 

Notas a pie de página:

96 Ver LG 36: servir por Cristo y como Cristo es reinar.

97 Ver VD 110.

98 Ver VD 14-39.

99 Ver LG 62; MC 17

100 CONRADO DE SAJONIA.

101 SAN BERNARDO..

102 SAN BERNARDINO..

103 SAN BERNARDO

104 VD 179.

105 Ver SM 37.

106 Ver VD 225.

107 Ver SM 37; VD 142.

108 Ver VD 147.

109 Ver VD 183.212.