martes, 31 de octubre de 2023

TEMA 283. TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN. PARTE PRIMERA (2) MARIA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN. PUNTOS 22-36

 

PRIMERA PARTE (2)

 

MARIA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

 

MARÍA EN EL MISTERIO DE LA IGLESIA. (22)

 

1.MISIÓN DE MARIA EN EL PUEBLO DE DIOS

   1.COLABORADORA DE DIOS (23-26)

   2.INFLUJO MATERNAL DE MARIA (27-28)

   3.SEÑAL DE FE AUTÉNTICA (29-30)

   4.MARIA MADRE DE LA IGLESIA (31-33)

   5. MARIA FIGURA DE LA IGLESIA (34-36)

 

 

CAPÍTULO II

 

MARÍA EN EL MISTERIO DE LA IGLESIA

 

22 La forma en que procedieron las tres divinas personas de la Santísima Trinidad en la encarnación y primera venida de Jesucristo, la prosiguen todos los días, de manera invisible, en la santa Iglesia, y la mantendrán hasta el fin de los siglos en la segunda venida de Jesucristo.

 

1. MISIÓN DE MARÍA EN EL PUEBLO DE DIOS

 

1.     Colaboradora de Dios

 

23 Dios Padre creó un depósito de todas las aguas, y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias, y lo llamó María (17) .

 

El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísimo en el que ha encerrado lo más hermoso, refulgente, raro y precioso que tiene, incluido su propio Hijo. Este inmenso tesoro es María, a quien los santos llaman el tesoro del Señor (18) , de cuya plenitud se enriquecen los hombres.

 

24 Dios Hijo comunicó a su Madre cuanto adquirió mediante su vida y muerte, sus méritos infinitos y virtudes admirables, y la constituyó tesorera de cuanto el Padre le dio en herencia. Por medio de Ella aplica sus méritos a sus miembros, les comunica sus virtudes y les distribuye sus gracias. María constituye su canal misterioso, su acueducto, por el cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias (19) .

 

25 Dios Espíritu Santo comunicó sus dones a María, su fiel Esposa, y la escogió por dispensadora de cuanto posee. Ella distribuye a quien quiere, cuanto quiere, como quiere y cuando quiere todos sus dones y gracias (20) . Y no se concede a los hombres ningún don celestial que no pase por sus manos virginales. Porque tal es la voluntad de Dios, que quiere que todo lo tengamos por María. Porque así será enriquecida, ensalzada y honrada por el Altísimo la que durante su vida se empobreció, humilló y ocultó hasta el fondo de la nada por su profunda humildad. Estos son los sentimientos de la Iglesia y de los Santos Padres (21) .

 

. 26 Si yo hablara a ciertos sabios actuales, probaría cuanto afirmo, sin más, con textos de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres, citando al efecto sus pasajes latinos, y con otras sólidas razones, que se pueden ver largamente expuestas por el R. P. Poiré en su libro La Triple Corona de la Santísima Virgen (22) .

 

Pero estoy hablando de modo especial a los humildes y sencillos. Que son personas de buena voluntad, tienen una fe más robusta que la generalidad de los sabios y creen con mayor sencillez y mérito. Por ello me contento con declararles sencillamente la verdad, sin detenerme a citarles pasajes latinos, que no entienden. Aunque no renuncio a citar algunos, pero sin esforzarme por buscarlos. Prosigamos.

 

2. Influjo Maternal de María

 

27 La gracia perfecciona a la naturaleza, y la gloria, a la gracia. Es cierto, por tanto, que Nuestro Señor es todavía en el cielo Hijo de María, como lo fue en la tierra, y, por consiguiente, conserva para con Ella la sumisión y obediencia del mejor de todos los hijos para con la mejor de todas las madres. No veamos, sin embargo, en esta dependencia ningún desdoro o imperfección en Jesucristo. María es infinitamente inferior a su Hijo, que es Dios. Y por ello no le manda, como haría una madre a su hijo aquí abajo, que es inferior a ella. María, toda transformada en Dios por la gracia y la gloria –que transforma en Él a todos los santos–, no pide, quiere, ni hace nada que sea contrario a la eterna e inmutable voluntad de Dios.

 

Por tanto, cuando leemos en San Bernardo, San Buenaventura, San Bernardino y otros que en el cielo y en la tierra todo –inclusive el mismo Dios– está sometido a la Santísima Virgen, quieren decir que la autoridad que Dios le confiere es tan grande que parece como si tuviera el mismo poder que Dios, y que sus plegarias y súplicas son tan poderosas ante Dios, que valen como mandatos ante la divina Majestad. La cual no desoye jamás las súplicas de su querida Madre, porque son siempre humildes y conformes con la voluntad divina.

 

Si Moisés, con la fuerza de su plegaria, contuvo la cólera divina contra los israelitas en forma tan eficaz que el Señor, altísimo e infinitamente misericordioso, no pudiendo resistirle, le pidió que le dejase encolerizarse y castigar a ese pueblo rebelde (Ver Ex 32,10), ¿qué debemos pensar –con mayor razón– de los ruegos de la humilde María, la digna Madre de Dios, que son más poderosos delante de su Majestad que las súplicas e intercesiones de todos los ángeles y santos del cielo y de la tierra?

 

28 María impera en el cielo sobre los ángeles y bienaventurados. En recompensa a su profunda humildad, Dios le ha dado el poder y la misión de llenar de santos los tronos vacíos, de donde por orgullo cayeron los ángeles apóstatas. Tal es la voluntad del Altísimo, que exalta siempre a los humildes (Lc 1,52): que el cielo, la tierra y los abismos se sometan, de grado o por fuerza, a las órdenes de la humilde María, a quien constituyó soberana del cielo y de la tierra (23) , capitana de sus ejércitos, tesorera de sus riquezas, dispensadora de sus gracias, realizadora de sus portentos, reparadora del género humano, mediadora de los hombres, exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compañera de su grandeza y de sus triunfos.

 

3. Señal de fe autentica

 

29 Dios Padre quiere formarse hijos por medio de María hasta la consumación del mundo, y le dice: Pon tu morada en Jacob (BenS 24,13); es decir, fija tu morada y residencia en mis hijos y predestinados, simbolizados por Jacob, y no en los hijos del demonio, los réprobos, simbolizados por Esaú.

 

30 Así como en la generación natural y corporal concurren el padre y la madre, también en la generación sobrenatural y espiritual hay un Padre, que es Dios, y una Madre, que es María.

 

Todos los verdaderos hijos de Dios y predestinados tienen a Dios por Padre y a María por Madre. Y quien no tenga a María por Madre, tampoco tiene a Dios por Padre (ver Rom 8,25-30) (24) . Por eso los réprobos –tales los herejes, cismáticos, etc., que odian o miran con desprecio o indiferencia a la Santísima Virgen– no tienen a Dios por Padre –aunque se jacten de ello–, porque no tienen a María por Madre. Que, si la tuviesen por tal, la amarían y honrarían, como un hijo bueno y verdadero ama y honra naturalmente a la madre que le dio la vida.

 

La señal más infalible y segura para distinguir a un hereje, a un hombre de perversa doctrina, a un réprobo de un predestinado, es que el hereje y réprobo no tienen sino desprecio o indiferencia para con la Santísima Virgen, cuyo culto y amor procuran disminuir con sus palabras y ejemplos, abierta u ocultamente y, a veces, con pretextos aparentemente válidos (25) . ¡Ay! Dios Padre no ha dicho a María que establezca en ellos su morada, porque son los Esaús.

 

4. María, Madre de la Iglesia

 

31 Dios Hijo quiere formarse por medio de María y, por decirlo así, encarnarse todos los días en los miembros de su Cuerpo místico, y le dice: Entra en la heredad de Israel (BenS 24,13).

 

Como si le dijera: Dios, mi Padre, me ha dado en herencia todas las naciones de la tierra, todos los hombres buenos y malos, predestinados y réprobos; regiré a los primeros con cetro de oro; a los segundos, con vara de hierro; de los primeros seré padre y abogado; de los segundos, justo vengador; de todos seré juez. Tú, en cambio, querida Madre mía, tendrás por heredad y posesión solamente a los predestinados, simbolizados en Israel; como buena madre suya, tú los darás a luz, los alimentarás y harás crecer, y, como su soberana, los guiarás, gobernarás y defenderás.

 

32 Uno por uno, todos han nacido en ella (ver Sal 87 [86],6), dice el Espíritu Santo. Según la explicación de algunos Padres, un primer hombre nacido de María es el Hombre-Dios, Jesucristo; el segundo es un hombre-hombre, hijo de Dios y de María por adopción.  

 

Ahora bien, si Jesucristo, Cabeza de la humanidad, ha nacido de Ella, los predestinados, que son los miembros de esta Cabeza, deben también, por consecuencia necesaria, nacer de Ella (26) . Ninguna madre da a luz la cabeza sin los miembros, ni los miembros sin la cabeza; de lo contrario, aquello sería un monstruo de la naturaleza. Del mismo modo, en el orden de la gracia, la Cabeza y los miembros nacen de la misma madre. Y si un miembro del Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, un predestinado, naciese de una madre que no sea María, la que engendró a la Cabeza, no sería un predestinado ni miembro de Jesucristo, sino un monstruo en el orden de la gracia.

 

33 [...] Jesucristo es hoy, como siempre, fruto de María. El cielo y la tierra lo repiten millares de veces cada día: Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Es indudable, por tanto, que Jesucristo es tan verdaderamente fruto y obra de María para cada hombre en particular, que lo posee, como para todo el mundo en general. De modo que, si algún fiel tiene a Jesucristo formado en su corazón, puede decir con osadía: “¡Gracias mil a María; lo que poseo es obra y fruto suyo, y sin Ella no lo tendría!” Y se pueden aplicar a María, con mayor razón de la que tenía San Pablo para aplicárselas a sí mismo, estas palabras: Hijos míos, otra vez me causan dolores de parto hasta que Cristo tome forma en Uds (27) . Todos los días doy a luz a los hijos de Dios hasta que se asemejen a Jesucristo, mi Hijo (ver Gál 4,19) (28) , en madurez perfecta (ver Ef 4,13).

 

 San Agustín, excediéndose a sí mismo y a cuanto acabo de decir, afirma que todos los predestinados -para asemejarse realmente al Hijo de Dios (ver Rom 8,29) están ocultos, mientras viven en este mundo, en el seno de la Santísima Virgen, donde esta bondadosa Madre los protege, alimenta, mantiene y hace crecer... hasta que les da a luz para la gloria después de la muerte, que es, a decir verdad, el día de su nacimiento, como llama la Iglesia a la muerte de los justos. ¡Oh misterio de la gracia, desconocido de los réprobos y poco conocido de los predestinados!

 

5. María, figura de la Iglesia

 

34 Dios Espíritu Santo quiere formarse elegidos en Ella y por Ella, y le dice: En el pueblo glorioso echa raíces (BenS 24,13). Echa, querida Esposa mía, las raíces de todas tus virtudes en mis elegidos, para que crezcan de virtud en virtud y de gracia en gracia. Me complací tanto en ti mientras vivías sobre la tierra practicando las más sublimes virtudes, que aun ahora deseo hallarte en la tierra sin que dejes de estar en el cielo. Reprodúcete para ello en mis elegidos. Tenga yo el placer de ver en ellos las raíces de tu fe invencible, de tu humildad profunda, de tu mortificación universal, de tu oración sublime, de tu caridad ardiente, de tu esperanza firme y de todas tus virtudes. Tu eres, como siempre, mi Esposa fiel, pura y sublime. Tu fe me procure fieles; tu pureza me dé vírgenes; tu fecundidad, elegidos y templos (29) .

 

35 Cuando María ha echado raíces en un alma, realiza allí las maravillas de la gracia que sólo Ella puede realizar, porque sólo Ella es la Virgen fecunda, que no tuvo ni tendrá jamás semejante en pureza y fecundidad.

 

María ha colaborado con el Espíritu Santo en la obra de los siglos, es decir, la encarnación del Verbo de Dios. En consecuencia, Ella realizará también los mayores portentos de los últimos tiempos: la formación y educación de los grandes santos, que vivirán hacia el final de los tiempos, están reservados a Ella (30) , porque sólo esta Virgen singular y milagrosa puede realizar, en unión del Espíritu Santo, las cosas excelentes y extraordinarias.

 

36 Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la encuentra en un alma, vuela y entra en esa alma en plenitud, y se le comunica tanto más abundantemente cuanto más sitio hace el alma a su Esposa. Una de las razones de que el Espíritu Santo no realice ahora maravillas portentosas en las almas es que no encuentra en ellas una unión suficientemente estrecha con su fiel e indisoluble Esposa.

 

Digo “fiel e indisoluble Esposa” porque desde que este Amor sustancial del Padre y del Hijo se desposó con María para producir a Jesucristo, Cabeza de los elegidos, y a Jesucristo en los elegidos, jamás la ha repudiado, porque Ella se ha mantenido siempre fiel y fecunda.

 

 

Notas a pie de página;

 

17 Juego de palabras en lengua latina: MARÍA = mares, y MARÍA = María.

18 Ver VD 216

19 VD 142

20 SAN BERNARDINO DE SIENA

21 Ver VD 141.

22 FRANCISCO POIRÉ (1584-1637). 19 VD 142.

23 Ver LG 59.

24 El texto recuerda un pasaje de San Cipriano (De Unitate Ecclesiae 6: PL 4,519A): «Quien no tenga a la Iglesia por Madre, tampoco tiene a Dios por Padre»

25 Ver VD 63-65.94-95.

26 Ver VD 264.

27 “Es verdadera Madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con amor a que naciesen en la Iglesia los fieles que son miembros de aquella Cabeza...” (LG 53; ver 61 y R Mat 20-24).

28 Ver VD 56 377

29 En la exhortación “Signum Magnum (13 de mayo de 1967) PABLO VI afirma que María, gracias al esplendor de sus virtudes, es Madre y Maestra de la Iglesia, en general y de cada alma en particular (No. 8).

30 Ver VD 47-49. 379

domingo, 15 de octubre de 2023

TEMA 282. TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN. INTRODUCCIÓN Y PARTE PRIMERA (1) MARIA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN. PUNTOS 1-21

 

INTRODUCCIÓN

 MARÍA EN EL DESIGNIO DE DIOS (1)

1. MARÍA ES UN MISTERIO (2-9)

2. MARÍA NO ES SUFICIENTEMENTE CONOCIDA (10-12)

3. HAY QUE CONOCER MEJOR A MARÍA (13)

 

PRIMERA PARTE

MARIA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

 NECESIDAD DEL CULTO A MARIA (14-15)

MARÍA EN EL MISTERIO DE CRISTO (16-21)

 

MARÍA EN EL DESIGNIO DE DIOS

 1 Por medio de la Santísima Virgen María vino Jesucristo al mundo y también por medio de Ella debe reinar en el mundo (1) .

 

1. MARÍA ES UN MISTERIO

 1. A causa de su humildad

 2. La vida de María fue oculta. Por ello, el Espíritu Santo y la Iglesia la llaman alma mater: Madre oculta y escondida. Su humildad fue tan profunda, que no hubo para Ella anhelo más firme y constante que el de ocultarse a sí misma y a todas las creaturas para ser conocida solamente de Dios.

 3. Ella pidió a Dios pobreza y humildad. Y Él, escuchándola, tuvo a bien ocultarla en su concepción, nacimiento, vida, misterios, resurrección y asunción a casi todos los hombres. Sus propios padres no la conocían. Y los ángeles se preguntaban con frecuencia uno a otro: ¿Quién es ésta? (Cant 8,5) (2) . Porque el Altísimo se la ocultaba. O, si algo les manifestaba de Ella, era infinitamente más lo que les encubría.

 

2. Por disposición divina

 4. Dios Padre -a pesar de haberle comunicado su poder (3)  consintió que no hiciera ningún milagro –al menos portentoso– durante su vida. Dios Hijo –a pesar de haberle comunicado su sabiduría– consintió en que Ella casi no hablara. Dios Espíritu Santo –a pesar de ser Ella su fiel Esposa– consintió en que los apóstoles y evangelistas hablaran de Ella muy poco y sólo en cuanto era necesario para dar a conocer a Jesucristo. 3. Por su grandeza excepcional

 5. María es la excelente obra maestra del Altísimo, quien se ha reservado para sí el conocimiento y posesión de Ella.

 María es la Madre admirable del Hijo, quien tuvo a bien humillarla y ocultarla durante su vida, para fomentar su humildad, llamándola mujer (ver Jn 2,4; 19,26 (4), como si se tratara de una extraña, aunque en su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y hombres. María es la fuente sellada, en la que sólo puede entrar el Espíritu Santo, cuya Esposa fiel es Ella. María es el santuario y tabernáculo de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica y maravillosamente que en ningún otro lugar del universo, sin exceptuar los querubines y serafines; a ninguna creatura, por pura que sea, se le permite entrar allí sin privilegio especial.

 6. Digo con todos los santos que la excelsa María es el paraíso terrestre del nuevo Adán (Ver Gén 2,8) (5) , quien se encarnó en El por obra del Espíritu Santo para realizar allí maravillas incomprensibles. Ella es el sublime y divino mundo de Dios, lleno de bellezas y tesoros inefables. Es la magnificencia del Altísimo (6) , quien ocultó allí, como en su seno, a su Unigénito, y con Él lo más excelente y precioso. ¡Oh! ¡Qué portentos y misterios ha ocultado Dios en esta admirable creatura, como Ella misma se ve obligada a confesarlo –no obstante su profunda humildad–: ¡El Poderoso ha hecho obras grandes por mí! (Lc 1,49). El mundo los desconoce, porque es incapaz e indigno de conocerlos.

 7. Los santos han dicho cosas admirables de esta ciudad santa de Dios (7) . Y según ellos mismos testifican, nunca han estado tan elocuentes ni se han sentido tan felices (8) como al hablar de Ella. Todos a una proclaman que la altura de sus méritos, elevados por Ella hasta el trono de la divinidad, es inaccesible; la anchura de su caridad, dilatada por Ella más que la tierra, es inconmensurable; la grandeza de su poder, que se extiende hasta sobre el mismo Dios, es incomprensible (ver Ef 3,18; Ap 12,15-16); y, en fin, que la profundidad de su humildad y de todas sus virtudes y gracias es un abismo insondable. ¡Oh altura incomprensible! ¡Oh anchura inefable! ¡Oh grandeza sin medida! ¡Oh abismo impenetrable!

 8. Todos los días, del uno al otro confín de la tierra, en lo más alto del cielo y en lo más profundo de los abismos, todo pregona y exalta a la admirable María. Los nueve coros angélicos, los hombres de todo sexo, edad, condición, religión, buenos y malos, y hasta los mismos demonios, de grado o por fuerza se ven obligados -por la evidencia de la verdad- a proclamarla bienaventurada.

 Todos los ángeles en el cielo –dice San Buenaventura– le repiten continuamente: “¡Santa, santa, santa María! ¡Virgen y Madre de Dios!”, y le ofrecen todos los días millones y millones de veces la salutación angélica: Dios te salve, María..., prosternándose ante Ella y suplicándole que, por favor, los honre con alguno de sus mandatos. “San Miguel –llega a decir San Agustín–, aún siendo el príncipe de toda la milicia celestial, es el más celoso en rendirle y hacer que otros le rindan toda clase de honores, esperando siempre sus órdenes para volar en socorro de alguno de sus servidores”.

 9. Toda la tierra está llena de su gloria. Particularmente entre los cristianos, que la han escogido por tutela y patrona de varias naciones, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales consagradas a Dios bajo su advocación! ¡No hay iglesia sin un altar en su honor ni comarca ni región donde no se dé culto a alguna de sus imágenes milagrosas y se obtenga toda clase de bienes! ¡Cuántas cofradías y congregaciones en su honor! ¡Cuántos institutos religiosos colocados bajo su nombre y protección! ¡Cuántos congregantes en las asociaciones piadosas, cuántos religiosos en todas las órdenes religiosas! ¡Todos publican sus alabanzas y proclaman sus misericordias! (9). No hay siquiera un pequeñuelo que, al balbucir el avemaría, no la alabe. Ni apenas un pecador que, en medio de su obstinación, no conserve una chispa de confianza en Ella. Ni siquiera un solo demonio en el infierno que, temiéndola, no la respete.

 

2. MARÍA NO ES SUFICIENTEMENTE CONOCIDA

 10. Es, por tanto, justo y necesario repetir con los santos: DE MARÍA NUNQUAM SATIS (10) : María no ha sido aún alabada, ensalzada, honrada y servida como debe serlo. Merece mejores alabanzas, respeto, amor y servicio.

 11.Debemos decir también con el Espíritu Santo: Toda la gloria de la Hija del rey está en su interior (Sal 45 (44),14, Vulgata). Como si toda la gloria exterior que el cielo y la tierra le tributan a porfía fuera nada en comparación con la que recibe interiormente de su Creador, y que es desconocida de creaturas insignificantes, incapaces de penetrar el secreto de los secretos del Rey.

 12. Debemos también exclamar con el Apóstol: El ojo no ha visto, el oído no ha oído, a nadie se le ocurrió pensar... (1Cor 2,9) las bellezas, grandezas y excelencias de María, milagro de los milagros de la gracia, de la naturaleza y de la gloria. “Si quieres comprender a la Madre -dice un santo-, trata de comprender al Hijo, pues Ella es la digna Madre de Dios”.

 

¡Enmudezca aquí toda lengua!

 

3. HAY QUE CONOCER MEJOR A MARÍA

 13. El corazón me ha dictado cuanto acabo de escribir con alegría particular para demostrar que la excelsa María ha permanecido hasta ahora desconocida y que ésta es una de las razones de que Jesucristo no sea todavía conocido como debe serlo (11) . De suerte que, si el conocimiento y reinado de Jesucristo han de dilatarse en el mundo -como ciertamente sucederá-, esto acontecerá como consecuencia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen, quien lo trajo al mundo la primera vez y lo hará resplandecer la segunda (12) .

 

PRIMERA PARTE

 MARIA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

 NECESIDAD DEL CULTO A MARIA

 14. Confieso con toda la Iglesia que, siendo María una simple creatura salida de las manos del Altísimo, comparada a la infinita Majestad de Dios, es menos que un átomo, o mejor, es nada, porque sólo El es El que es (Ex 3,14). Por consiguiente, este gran Señor, siempre independiente y suficiente a sí mismo, no tiene ni ha tenido absoluta necesidad de la Santísima Virgen para realizar su voluntad y manifestar su gloria (13) . Le basta querer para hacerlo todo.

 15. Afirmo, sin embargo, que -dadas las cosas como son-, habiendo querido Dios comenzar y culminar sus mayores obras por medio de la Santísima Virgen desde que la formó, es de creer que no cambiará jamás de proceder; es Dios, y no cambia ni en sus sentimientos ni en su manera de obrar (Ml 3,6; Rom 11,29; Heb 1,12).

 

CAPÍTULO I

 MARÍA EN EL MISTERIO DE CRISTO

 1. EN LA ENCARNACIÓN

 16. Dios Padre entregó su Unigénito al mundo solamente por medio de María. Por más suspiros que hayan exhalado los patriarcas, por más ruegos que hayan elevado los profetas y santos de la antigua ley durante cuatro mil años a fin de obtener dicho tesoro, solamente María lo ha merecido y ha hallado gracia delante de Dios por la fuerza de su plegaria y la elevación de sus virtudes. El mundo era indigno –dice San Agustín– de recibir al Hijo de Dios inmediatamente de manos del Padre, quien lo entregó a María para que el mundo lo recibiera por medio de Ella.

 Dios Hijo se hizo hombre para nuestra salvación, pero en María y por María. Dios Espíritu Santo formó a Jesucristo en María, pero después de haberle pedido su consentimiento por medio de uno de los primeros ministros de su corte (14) .

2. EN LOS MISTERIOS DE LA REDENCIÓN

 17. Dios Padre comunicó a María su fecundidad, en cuanto una pura creatura era capaz de recibirla, para que pudiera engendrar a su Hijo y a todos los miembros de su Cuerpo místico.

 18 Dios Hijo descendió al seno virginal de María como nuevo Adán a su paraíso terrestre para complacerse y realizar allí secretamente maravillas de gracia.

 Este Dios-hombre encontró su libertad en dejarse aprisionar en su seno; manifestó su poder en dejarse llevar por esta jovencita; cifró su gloria y la de su Padre en ocultar sus resplandores a todas las creaturas de la tierra para no revelarlos sino a María; glorificó su propia independencia y majestad, sometiéndose a esta Virgen amable en la concepción, nacimiento, presentación en el templo, vida oculta de treinta años, hasta la muerte, a la que Ella debía asistir, para ofrecer con Ella un solo sacrificio y ser inmolado por su consentimiento al Padre eterno, como en otro tiempo Isaac, por la obediencia de Abrahán, a la voluntad de Dios. Ella le amamantó, alimentó, cuidó, educó y sacrificó por nosotros (15).

 ¡Oh admirable e incomprensible dependencia de un Dios! Para mostrarnos su precio y gloria infinita, el Espíritu Santo no pudo pasarla en silencio en el Evangelio, a pesar de habernos ocultado casi todas las cosas admirables que la Sabiduría encarnada realizó durante su vida oculta. Jesucristo dio mayor gloria a Dios, su Padre, por su sumisión a María durante treinta años, que la que le hubiera dado convirtiendo al mundo entero por los milagros más portentosos. ¡Oh¡ ¡Cuán altamente glorificamos a Dios cuando para agradarle nos sometemos a María, a ejemplo de Jesucristo, nuestro único modelo!

 19 Si examinamos de cerca el resto de la vida de Jesucristo, veremos que ha querido inaugurar sus milagros por medio de María. Mediante la palabra de María santificó a San Juan en el seno de Santa Isabel, su madre (ver Lc 1,41-44); habló María, y Juan quedó santificado. Este fue el primero y mayor milagro de Jesucristo en el orden de la gracia. Ante la humilde plegaria de María, convirtió el agua en vino en las bodas de Caná (ver Jn 2,1-12). Era su primer milagro en el orden de la naturaleza. Comenzó y continuó sus milagros por medio de María, y por medio de Ella los seguirá realizando hasta el fin de los siglos.

 20 Dios Espíritu Santo, que es estéril en Dios –es decir, no produce otra persona divina en la divinidad–, se hizo fecundo por María, su Esposa. Con Ella, en Ella y de Ella su obra maestra, que es un Dios hecho hombre, y produce todos los días, hasta el fin del mundo, a los predestinados y miembros de esta Cabeza adorable. Por ello, cuanto más encuentra en un alma a María, su querida e indisoluble Esposa, tanto más poderoso y dinámico se muestra el Espíritu Santo para producir a Jesucristo en esa alma y a ésta en Jesucristo (16)

 21 No quiero decir con esto que la Santísima Virgen dé al Espíritu Santo la fecundidad, como si Él no la tuviese, ya que, siendo Dios, posee la fecundidad o capacidad de producir tanto como el Padre y el Hijo, aunque no la reduce al acto al no producir otra persona divina. Quiero decir solamente que el Espíritu Santo, por intermediario de la Santísima Virgen –de quien ha tenido a bien servirse, aunque absolutamente no necesita de Ella–, reduce al acto su propia fecundidad, produciendo en Ella y por Ella a Jesucristo y a sus miembros. ¡Misterio de la gracia desconocido aun por los más sabios y espirituales entre los cristianos!

 

Notas a pie de página:

 

(1) Este es el tema que el P. DE MONTFORT desarrolla en toda la obra. En la que aparecen ecos frecuentes de esta misma frase (ver 13, 22, 49, 83,158, 217, 272; ver SM 58). La idea, a su vez, reaparece en tantas y tantas páginas monfortianas: María ha recibido a Cristo del Padre para entregarlo a los hombres... Ella es, por otra parte, el camino real y directo que nos conduce a Jesucristo (ver Nos. 152-168). EL PAPA JUAN PABLO II, en su encíclica La Madre del Redentor nos presenta a María como quien “precede” a la venida de Jesús y la prepara (No. 3), como quien “precede” también a la Iglesia convirtiéndose en su modelo y prototipo (No. 5), como quien nos “precede” a cada uno en particular en el camino de la fe (Nos. 27-28) y de la historia (No. 49) a fin de que nuestro encuentro con Cristo sea cada vez más íntimo y perfecto (No. 21). Ella, en efecto, recibe del Padre al Hijo de Dios (No. 39): “Singularmente unida a El (Cristo) en su primera venida por su cooperación constante lo estará también a la espera de la segunda” (No. 41).

2 “El conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre la Virgen María será siempre la llave exacta de la comprensión del misterio de Cristo” (PABLO VI, Nov. 21, 1964; ver LG 66).

3 El autor insiste en el poder de María que es: a) Señora de la Sabiduría (ASE 205); b) Reina del cielo y de la tierra (VD 7.38.76...); c) Reina de los Corazones (VD 38). “La que en la Anunciación se definió como esclava del Señor... es glorificada como Reina universal” (R Mat 41).

4 Una visión más positiva y actual nos la ofrece el Documento de Puebla al decirnos que “María es garantía de la grandeza femenina; muestra la forma específica de ser mujer...” (No. 299). María, la mujer sabia (ver Lc 2,19.51), es la mujer de la salvación que puso toda su feminidad al servicio de Cristo y de su obra salvadora (ver Gál 4,4-6; LG 56).

5 VD 18.248.261.

6 Ver VD 17.18.23-25.248.

7 Ver VD 48.261.

8 SAN BERNARDO decía: “Nunca me siento tan contento ni temeroso como cuando debo hablar de la gloria de la Virgen María”.

9 Hay tantos y tantos lugares y personas que llevan su nombre. “Jardín de María” llamaba PÍO XII a Colombia por sus templos y santuarios marianos que esmaltan la geografía de la patria. ¿Lo es también por su presencia en nuestros hogares y corazones?

10 Con letras tres veces más grandes que las otras escribió el P. de Montfort este aforismo, que significa: “Nunca se alabará demasiado a María”.

11 Se trata de un conocimiento experimental, de confianza y familiaridad de la persona misma de María (Ver LG 67).

12 “El conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre la Virgen María será siempre la clave exacta de la comprensión del misterio de Cristo” (Pablo VI, Nov. 21, 1864; ver LG 66).

13 La presencia de María en el misterio de la salvación se debe al beneplácito de Dios; ver LG 60; VD 39.

14 “Es sumamente conveniente que los ejercicios de piedad a la Virgen María expresen claramente la nota trinitaria” (ver MC). El P. de Montfort nos ofrece aquí sólido fundamento para esta orientación.

15 “Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras Él moría en la cruz, cooperó en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia” (LG 61)

16 María y el Espíritu Santo continúan actuando en colaboración y prolongan en la historia la obra de la Encarnación, produciendo a Jesús en las almas; lo cual equivale a prolongar en la historia el misterio de la Encarnación; ver VD 35s.164

 

 

 

lunes, 2 de octubre de 2023

TEMA 281. TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN. PRESENTACIÓN, BREVE BIOGRAFÍA DEL AUTOR Y ESQUEMA DEL TRATADO

 

PRESENTACIÓN

BREVE BIOGRAFÍA DEL AUTOR

ESQUEMA DEL TRATADO


 PRESENTACIÓN

 Esta es la obra más característica de San Luis María de Montfort y la que más lo ha hecho conocer en el mundo. En el No. 110 del libro su autor mismo establece las perspectivas: “Estoy escribiendo lo que durante tantos años he enseñado en mis misiones pública y privadamente con no escaso fruto”. De su afirmación se deducen la naturaleza, los destinatarios y aún la fecha del escrito.

 Es una enseñanza práctica de la misión, cuyo objetivo es descubrir la función de la Virgen María en el plan divino de la salvación y en la vida bautismal y apostólica del cristiano. Está dirigida a un público muy amplio, aunque es un secreto revelado “de modo especial a los humildes y sencillos” (VD 26) “como el mejor medio y el secreto más maravilloso para adquirir y conservar la divina Sabiduría” (ASE 203).

 No se tienen datos para fijar la fecha precisa de composición, pero el hecho de que Montfort aluda a una experiencia de “tantos años” hace suponer que la propone por escrito hacia el final de su carrera misionera. Tradicionalmente se ubica en 1712 pensando que Luis María pudo aprovechar su descanso obligado durante el invierno 1710-1711 en Nantes para ordenar el plan de la obra y que el otoño de 1712, pasado en la ermita de San Eloy, hubiera sido el tiempo propicio para escribir, quizá con un complemento de varios meses de retiro en la segunda mitad de 1715 en la gruta de Mervant.

 Como previsto por su autor, el manuscrito estuvo sepultado “en las tinieblas y el silencio de un cofre” (VD 114), escondido en alguna casa de campo aledaña a la capilla de San Miguel, en San Lorenzo, para escapar a las embestidas de la Revolución. Pasada la misma, el cofre fue llevado a la biblioteca de la Compañía de María en la Casa Madre. Allí permaneció el manuscrito olvidado hasta el 29 de abril de 1842 cuando fue descubierto y comenzó su divulgación de obra maestra, como uno de los libros más universalmente conocidos y apreciados del catolicismo contemporáneo, y uno de los que más han contribuido a fomentar la piedad cristiana en el mundo entero.

 Cuando se encontró el volumen, aunque todas sus hojas estaban separadas unas de otras, todas estaban bien conservadas, pero faltaban algunas del primer fascículo y otras del último. Esta pérdida irreparable parece haber sucedido antes del descubrimiento del manuscrito. Por la constitución de los fascículos se calcula que faltan de 84 a 96 páginas iniciales que entre otras cosas contendrían: un método para vaciarse durante 12 días del espíritu contrario al de Jesucristo (VD 227), las letanías y oración del Espíritu Santo (VD 228) y algunas prácticas de desprecio del mundo (VD 256).

 Las páginas finales perdidas tendrían la fórmula de consagración y la bendición de las cadenillas. El resto es imposible saberlo, pero no parece afectar el desarrollo del tema mariano. La primera publicación del Tratado se hizo en 1843, 127 años después de muerto su autor. Desde entonces ha sido difundido en muchas lenguas y en multitud de ediciones que se suceden de manera sorprendente hasta en lugares muy remotos del mundo. La más importante ha sido la reproducción fotográfica del manuscrito hecha en 1942, en el centenario del descubrimiento. Está acompañada por una presentación manuscrita del Papa Pío XII quien el 20 de julio de 1947 canonizó a Luis María Grignion de Montfort.

 Desaparecido el título original en las páginas perdidas, quienes prepararon la primera edición optaron por titular la obra: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen. Como subtítulo ya se generalizó el propósito que Montfort mismo da de su obra en el No. 227: Preparación al Reinado de Jesucristo. La numeración marginal por parágrafos se hizo por primera vez en la edición italiana de 1919 y ha sido acogida universalmente.

 Como fuentes de su obra San Luis María reconoce en el No. 118 que ha leído ampliamente libros concernientes a la Santísima Virgen y que ha estado en contacto con las personas más santas y sabias de los últimos tiempos que hablan de ello. Pero la mayor riqueza del texto fluye de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres y en general de la Tradición viva de la Iglesia, a través de la profunda experiencia espiritual y mística de Luis María y de la madurez probada de su práctica misionera. De ello dan fe los abundantes apuntes de su Cuaderno de Notas.

 La fuerza transformadora del camino espiritual que revela San Luis María está en el secreto que el Altísimo le ha enseñado (SM 1) y “cuya esencia consiste en el interior que tal devoción debe formar... a quien el Espíritu Santo de Jesucristo revele este secreto y lo conduzca por sí mismo para hacerlo avanzar de virtud en virtud, de gracia en gracia, de luz en luz, hasta transformarlo en Jesucristo y llevarlo a la plenitud de su madurez sobre la tierra, y a la perfección de su gloria en el cielo” (VD 119).

 Lo que hizo pues Luis María de Montfort fue darle nuevas perspectivas a una devoción ya conocida y promovida por otros autores. La experiencia vivida por el misionero de manera personal e íntima es para él criterio de eficacia espiritual, reforzada de manera probada por prácticas interiores y exteriores que él propone.

 Hoy algunas expresiones y términos literarios tienen que ser interpretados conforme a las sensibilidades de los tiempos y adaptados a la percepción diferente de las culturas de los pueblos, con los aportes nuevos: bíblicos, teológicos, antropológicos y en

general de las ciencias humanas. Pero el sentir de la Iglesia Universal, es decir, del Concilio Vaticano II, del magisterio de los Papas y obispos, del testimonio de infinidad de personas formadas en el sacerdocio, la vida consagrada, el compromiso bautismal de los laicos, particularmente en América Latina y el Caribe, sobre la solidez de la doctrina expuesta en el Tratado y la validez de su eficacia, es cada vez más claro y significativo. Y reconoce en Montfort a uno de los apóstoles e intérpretes más autorizados de la presencia y función de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia.

 En síntesis, el interés suscitado por el Tratado se debe a un conjunto de características que hace de él un libro denso de significado y valores: estilo claro y conciso, lenguaje sencillo y popular, doctrina sólida y profunda, tono convincente e inspirado, testimonio de vida y experiencia apostólica. Movido por su “amor innato a María” y sensible a las objeciones de sus condiscípulos en San Sulpicio, que le reprochan el divinizar a la Santísima Virgen y amarla más que a Jesucristo, Montfort ensancha sus perspectivas y las de todos los discípulos de Jesús para interpretar y superar la crisis religiosa de su tiempo y de tiempos nuevos y complejos como el comienzo del Tercer Milenio.

 En una gran apertura y seguridad de espíritu, el santo misionero afina su visión del misterio cristiano y acepta las nuevas exigencias teológicas que enmarcan la humildad y los privilegios de María en la grandeza absoluta de Dios y en la única mediación de Cristo que ilumina la verdadera devoción mariana y condena las falsas devociones (Ver VD 61-62). “Al poner a la Madre de Cristo en relación con el misterio trinitario, Montfort me ayudó a comprender que la Virgen pertenece al plan de la salvación por voluntad del Padre, como Madre del Verbo encarnado, que concibió por obra del Espíritu Santo.

 Toda intervención de María en la obra de regeneración de los fieles no está en competición con Cristo, sino que deriva de él y está a su servicio. La acción que María realiza en el plan de la salvación es siempre cristocéntrica, es decir, hace directamente referencia a una mediación que se lleva a cabo en Cristo” , JUAN PABLO II. Montfort parte pues de la doctrina de la Iglesia acerca de la devoción mariana; subraya su difusión y un mejor conocimiento de María para que Cristo reine en el mundo; resalta el plan de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que ha querido “comenzar y culminar sus mayores obras por medio de la Santísima Virgen”, y concluye que por la función de María en el plan divino, la devoción mariana es necesaria a los hombres para alcanzar la salvación”.

 Al presentar la verdadera devoción a María, San Luis María quiere llevarnos a abrazar la forma “mejor y más santificadora” de vivir los compromisos cristianos por la consagración de amor a Cristo por las manos maternales de María. Todo tiene una eficacia superior de santificación y se resume en obrar siempre por María, con María, en María y para María.

 

El Concilio Vaticano II en el capítulo VIII de la constitución dogmática de la Iglesia validó como plenamente actual la oferta espiritual de Montfort tan rica en contenidos y elementos perennes a los cuales se seguirán incorporando “los nuevos datos doctrinales de la reflexión teológica y del magisterio eclesiástico”, PABLO VI.

 Según el gran teólogo GARRIGOU-LAGRANGE, “la idea maestra de la maternidad espiritual de María anima todo el libro que se desarrolla, no en forma mecánica por la yuxtaposición de sus partes, sino de manera orgánica, como crece un ser vivo. Se siente que su autor está tan plenamente poseído de su tema, que podría hablar de él sin detenerse y sin fatiga, y que todo lo que dijera no agotaría la fuente, y seguiría siendo inferior a las bellezas que percibe”.

 “Montfort es el maestro por excelencia de la devoción mariana. En su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, la devoción de las élites y la devoción de las masas se encuentran y se funden en una sola”: HENRI BREMOND.

 “María aparece…, como espacio de amor y de acción de las Personas de la Trinidad, y Montfort la presenta en una perspectiva relacional: “María es totalmente relativa a Dios, y yo la llamaría muy bien la relación con Dios, la que sólo existe en relación con Dios” (VD 225).

 Por esta razón la Toda Santa lleva hacia la Trinidad. Repitiéndole a diario TOTUS TUUS y viviendo en sintonía con ella, se puede llegar a la experiencia del Padre mediante la confianza y el amor sin límites (ver VD 169 y 215), a la docilidad al Espíritu Santo (ver VD 258) y a la transformación de sí según la imagen de Cristo (ver VD 218-221)”). (1)

 

Breve biografía del autor

 SAN LUIS GRIGNION nació en Montfort, Francia, en 1673. Era el mayor de ocho hermanos. Desde muy joven se distinguió como gran devoto de la santísima Virgen, y a la edad de 12 años ya la gente lo veía pasar largos ratos arrodillado ante la imagen de la Madre de Dios.

 Con grandes sacrificios logró ir a estudiar al más famoso seminario de Francia, el seminario de Saint Sulpice en París, sobresaliendo como un seminarista totalmente mariano. Ya ordenado sacerdote, decidió celebrar su primera Misa en un altar de la Virgen, y durante muchos años la Catedral de Notre Dame de París fue su templo preferido y su refugio.

 El santo dedicó todas sus grandes cualidades de predicador, de conductor de multitudes, de cantante y compositor a predicar misiones para convertir pecadores, viajando incansablemente por los distintos lugares de Francia anunciando el Evangelio y permitiendo la llegada de Dios Padre en el corazón de las personas.

a pie y de limosna se fue hasta Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra, y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se convertían hasta los más endurecidos pecadores. El Papa Clemente XI lo recibió muy amablemente y le concedió el título de “Misionero apostólico”, con permiso de predicar por todas partes.

 El santo fundó una de las comunidades religiosas que han hecho grandes obras por la conversión de las almas: los Padres Monfortianos, a cuya comunidad le puso por nombre “Compañía de María”, y las Hermanas de la Sabiduría. san Luis además escribió uno de los libros que junto con “Las Glorias de María” de San Alfonso, ha llegado a ser uno de los libros más famosos que se han escrito acerca de la devoción a la Virgen María: el “TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA VIRGEN MARÍA”, obra que se ha propagado por todo el mundo con enorme provecho para sus lectores. Incluso el Papa Juan Pablo II tomó como lema una frase que repetía mucho este gran santo: “Soy todo tuyo oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es”.

 San Luis dio a la Iglesia las obras más grandes que se han escrito sobre la Virgen Santísima: además del mencionado “TRATADO...”, escribió “EL SECRETO DE LA VIRGEN” y “EL SECRETO DEL ROSARIO”. a estos se añade “A los Amigos de la Cruz”. La Iglesia ha reconocido sus libros como expresión auténtica de la doctrina eclesial. El Papa Pío XII, quien canonizó a san Luis Grignion, dijo: “son libros de enseñanza ardiente, sólida y auténtica.”

 San Luis murió en Saint Laurent sur Sevre el 28 de abril de 1716, a la edad de 43 años. Fue beatificado en 1888 y canonizado el 20 de Julio de 1947.

 

 

ESQUEMA DEL TRATADO

 

Introducción

1 María en el designio de Dios

 

Primera Parte:

14  María en la historia de la salvación Necesidad del culto a María

16 María en el misterio de Cristo

22 María en el misterio de la Iglesia: misión y consecuencias

49 María en los tiempos de la Iglesia: María y los últimos tiempos

51 María y la lucha final

55 María y los apóstoles de los últimos tiempos55

 

Segunda Parte:

60 El Culto de María en la Iglesia Fundamentos teológicos

90 Deformaciones del culto a María90

105 La verdadera devoción a la Santísima Virgen

115 Diversas prácticas de devoción a María

 

Tercera Parte:

120 La Perfecta Consagración a Jesucristo Contenidos esenciales

135 Motivos a favor de esta devoción

183 Figura bíblica de la vida consagrada por María

213 Efectos maravillosos de la consagración total

226 Prácticas particulares de esta

266 Práctica de esta devoción en la sagrada comunión

 

Consagración de sí mismo a Jesucristo, Sabiduría encarnada, por manos de María

 

 

Notas a pie de página:

 

1 Juan Pablo II en Roma. L’osservatore Romano nº43 del 27 de octubre de 2000. Edición en lengua española.