lunes, 22 de febrero de 2021

TEMA 230. CURSO 2020-2021 "HERMANOS TODOS". Capítulo 4. Un corazón abierto al mundo entero (2). Capítulo 5. La mejor política (1)

 El horizonte universal (146-150)

Desde la propia región (151-153)

Capítulo 5. Un corazón abierto (154)

Populismos y liberalismes (155)

Popular o populista (156-162)

 

El horizonte universal

146. Hay narcisismos localistas que no son un sano amor al propio pueblo y a su cultura. Esconden un espíritu cerrado que, por cierta inseguridad y temor al otro, prefiere crear murallas defensivas para preservarse a sí mismo. Pero no es posible ser sanamente local sin una sincera y amable apertura a lo universal, sin dejarse interpelar por lo que sucede en otras partes, sin dejarse enriquecer por otras culturas o sin solidarizarse con los dramas de los demás pueblos. 

Ese localismo se clausura obsesivamente en unas pocas ideas, costumbres y seguridades, incapaz de admiración frente a la multitud de posibilidades y de belleza que ofrece el mundo entero, y carente de una solidaridad auténtica y generosa. Así, la vida local ya no es auténticamente receptiva, ya no se deja completar por el otro; por lo tanto, se limita en sus posibilidades de desarrollo, se vuelve estática y se enferma. Porque en realidad toda cultura sana es abierta y acogedora por naturaleza, de tal modo que «una cultura sin valores universales no es una verdadera cultura»[127].

147. Reconozcamos que una persona, mientras menos amplitud tenga en su mente y en su corazón, menos podrá interpretar la realidad cercana donde está inmersa. Sin la relación y el contraste con quien es diferente, es difícil percibirse clara y completamente a sí mismo y a la propia tierra, ya que las demás culturas no son enemigos de los que hay que preservarse, sino que son reflejos distintos de la riqueza inagotable de la vida humana. 

Mirándose a sí mismo con el punto de referencia del otro, de lo diverso, cada uno puede reconocer mejor las peculiaridades de su persona y de su cultura: sus riquezas, sus posibilidades y sus límites. La experiencia que se realiza en un lugar debe ser desarrollada “en contraste” y “en sintonía” con las experiencias de otros que viven en contextos culturales diferentes[128].

148. En realidad, una sana apertura nunca atenta contra la identidad. Porque al enriquecerse con elementos de otros lugares, una cultura viva no realiza una copia o una mera repetición, sino que integra las novedades “a su modo”. Esto provoca el nacimiento de una nueva síntesis que finalmente beneficia a todos, ya que la cultura donde se originan estos aportes termina siendo retroalimentada. 

Por ello exhorté a los pueblos originarios a cuidar sus propias raíces y sus culturas ancestrales, pero quise aclarar que no era «mi intención proponer un indigenismo completamente cerrado, ahistórico, estático, que se niegue a toda forma de mestizaje», ya que «la propia identidad cultural se arraiga y se enriquece en el diálogo con los diferentes y la auténtica preservación no es un aislamiento empobrecedor»[129]. El mundo crece y se llena de nueva belleza gracias a sucesivas síntesis que se producen entre culturas abiertas, fuera de toda imposición cultural.

149. Para estimular una sana relación entre el amor a la patria y la inserción cordial en la humanidad entera, es bueno recordar que la sociedad mundial no es el resultado de la suma de los distintos países, sino que es la misma comunión que existe entre ellos, es la inclusión mutua que es anterior al surgimiento de todo grupo particular. En ese entrelazamiento de la comunión universal se integra cada grupo humano y allí encuentra su belleza. Entonces, cada persona que nace en un contexto determinado se sabe perteneciente a una familia más grande sin la que no es posible comprenderse en plenitud.

150. Este enfoque, en definitiva, reclama la aceptación gozosa de que ningún pueblo, cultura o persona puede obtener todo de sí. Los otros son constitutivamente necesarios para la construcción de una vida plena. La conciencia del límite o de la parcialidad, lejos de ser una amenaza, se vuelve la clave desde la que soñar y elaborar un proyecto común. Porque «el hombre es el ser fronterizo que no tiene ninguna frontera»[130].

Desde la propia región

151. Gracias al intercambio regional, desde el cual los países más débiles se abren al mundo entero, es posible que la universalidad no diluya las particularidades. Una adecuada y auténtica apertura al mundo supone la capacidad de abrirse al vecino, en una familia de naciones. La integración cultural, económica y política con los pueblos cercanos debería estar acompañada por un proceso educativo que promueva el valor del amor al vecino, primer ejercicio indispensable para lograr una sana integración universal.

152. En algunos barrios populares, todavía se vive el espíritu del “vecindario”, donde cada uno siente espontáneamente el deber de acompañar y ayudar al vecino. En estos lugares que conservan esos valores comunitarios, se viven las relaciones de cercanía con notas de gratuidad, solidaridad y reciprocidad, a partir del sentido de un “nosotros” barrial[131]

Ojalá pudiera vivirse esto también entre países cercanos, que sean capaces de construir una vecindad cordial entre sus pueblos. Pero las visiones individualistas se traducen en las relaciones entre países. El riesgo de vivir cuidándonos unos de otros, viendo a los demás como competidores o enemigos peligrosos, se traslada a la relación con los pueblos de la región. Quizás fuimos educados en ese miedo y en esa desconfianza.

153. Hay países poderosos y grandes empresas que sacan rédito de este aislamiento y prefieren negociar con cada país por separado. Por el contrario, para los países pequeños o pobres se abre la posibilidad de alcanzar acuerdos regionales con sus vecinos que les permitan negociar en bloque y evitar convertirse en segmentos marginales y dependientes de los grandes poderes. Hoy ningún Estado nacional aislado está en condiciones de asegurar el bien común de su propia población.

 

Capítulo quinto

LA MEJOR POLÍTCA

154. Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común. En cambio, desgraciadamente, la política hoy con frecuencia suele asumir formas que dificultan la marcha hacia un mundo distinto.

Populismos y liberalismos

155. El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas.

Popular o populista

156. En los últimos años la expresión “populismo” o “populista” ha invadido los medios de comunicación y el lenguaje en general. Así pierde el valor que podría contener y se convierte en una de las polaridades de la sociedad dividida. Esto llegó al punto de pretender clasificar a todas las personas, agrupaciones, sociedades y gobiernos a partir de una división binaria: “populista” o “no populista”. Ya no es posible que alguien opine sobre cualquier tema sin que intenten clasificarlo en uno de esos dos polos, a veces para desacreditarlo injustamente o para enaltecerlo en exceso.

157. La pretensión de instalar el populismo como clave de lectura de la realidad social, tiene otra debilidad: que ignora la legitimidad de la noción de pueblo. El intento por hacer desaparecer del lenguaje esta categoría podría llevar a eliminar la misma palabra “democracia” —es decir: el “gobierno del pueblo”—. No obstante, si no se quiere afirmar que la sociedad es más que la mera suma de los individuos, se necesita la palabra “pueblo”. La realidad es que hay fenómenos sociales que articulan a las mayorías, que existen megatendencias y búsquedas comunitarias. También que se puede pensar en objetivos comunes, más allá de las diferencias, para conformar un proyecto común. 

Finalmente, que es muy difícil proyectar algo grande a largo plazo si no se logra que eso se convierta en un sueño colectivo. Todo esto se encuentra expresado en el sustantivo “pueblo” y en el adjetivo “popular”. Si no se incluyen —junto con una sólida crítica a la demagogia— se estaría renunciando a un aspecto fundamental de la realidad social.

158. Porque existe un malentendido: «Pueblo no es una categoría lógica, ni una categoría mística, si lo entendemos en el sentido de que todo lo que hace el pueblo es bueno, o en el sentido de que el pueblo sea una categoría angelical. Es una categoría mítica […] Cuando explicas lo que es un pueblo utilizas categorías lógicas porque tienes que explicarlo: cierto, hacen falta. Pero así no explicas el sentido de pertenencia a un pueblo. La palabra pueblo tiene algo más que no se puede explicar de manera lógica. Ser parte de un pueblo es formar parte de una identidad común, hecha de lazos sociales y culturales. Y esto no es algo automático, sino todo lo contrario: es un proceso lento, difícil… hacia un proyecto común»[132].

159. Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad. El servicio que prestan, aglutinando y conduciendo, puede ser la base para un proyecto duradero de transformación y crecimiento, que implica también la capacidad de ceder lugar a otros en pos del bien común. Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder. Otras veces busca sumar popularidad exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población. Esto se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad.

160. Los grupos populistas cerrados desfiguran la palabra “pueblo”, puesto que en realidad no hablan de un verdadero pueblo. En efecto, la categoría de “pueblo” es abierta. Un pueblo vivo, dinámico y con futuro es el que está abierto permanentemente a nuevas síntesis incorporando al diferente. No lo hace negándose a sí mismo, pero sí con la disposición a ser movilizado, cuestionado, ampliado, enriquecido por otros, y de ese modo puede evolucionar.

161. Otra expresión de la degradación de un liderazgo popular es el inmediatismo. Se responde a exigencias populares en orden a garantizarse votos o aprobación, pero sin avanzar en una tarea ardua y constante que genere a las personas los recursos para su propio desarrollo, para que puedan sostener su vida con su esfuerzo y su creatividad. En esta línea dije claramente que «estoy lejos de proponer un populismo irresponsable»[133]. Por una parte, la superación de la inequidad supone el desarrollo económico, aprovechando las posibilidades de cada región y asegurando así una equidad sustentable[134]. Por otra parte, «los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras»[135].

162. El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo— es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello insisto en que «ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo»[136]. Por más que cambien los mecanismos de producción, la política no puede renunciar al objetivo de lograr que la organización de una sociedad asegure a cada persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo. 

Porque «no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo»[137]. En una sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo.

Notas a pie de página:

[127] S. Juan Pablo II, Discurso a los representantes del mundo de la cultura argentina, Buenos Aires – Argentina (12 abril 1987), 4: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (10 mayo 1987), p. 20.

[128] Cf. Íd.Discurso a los cardenales (21 diciembre 1984), 4: AAS 76 (1984), 506; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (30 diciembre 1984), p. 3.

[129] Exhort. ap. postsin. Querida Amazonia (2 febrero 2020), 37.

[130] Georg Simmel, «Puente y puerta», en El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura, ed. Península, Barcelona 2001, 34. Obra original: Brücke und Tür. Essays des Philosophen zur Geschichte, Religion, Kunst und Gesellschaft, ed. Michael Landmann, Köhler-Verlag, Stuttgart 1957, 6.

[131] Cf. Jaime Hoyos-Vásquez, S.J., «Lógica de las relaciones sociales. Reflexión onto-lógica», en Revista Universitas Philosophica, 15-16, Bogotá (diciembre 1990 - junio 1991), 95-106.

[132] Antonio Spadaro, S.J., Las huellas de un pastor. Una conversación con el Papa Francisco, en: Jorge Mario Bergoglio – Papa Francisco, En tus ojos está mi palabra. Homilías y discursos de Buenos Aires (1999-2013), Publicaciones Claretianas, Madrid 2017, 24-25; cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 220-221: AAS 105 (2013), 1110-1111.

[133] Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 204: AAS 105 (2013), 1106.

[134] Cf. Ibíd.AAS 105 (2013), 1105-1106.

[135] Ibíd., 202: AAS 105 (2013), 1105.

[136] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 128: AAS 107 (2015), 898.

[137] Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (12 enero 2015): AAS 107 (2015), 165; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (16 enero 2015), p. 10; cf. Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de Movimientos populares (28 octubre 2014): AAS 106 (2014), 851-859.



lunes, 8 de febrero de 2021

TEMA 229. CURSO 2020-2021 "HERMANOS TODOS". Capítulo 4. Un corazón abierto al mundo entero (1)

 

Tema 229. Capítulo 4. Un corazón abierto al mundo entero (1)

 Introducción (128)

El límite de las fronteres (129-132)

Las ofrendas recíprocas (133-136)

El fecundo intercambio (137-138)

Gratuidad que acoge (139-141)

Local y universal (142)

El sabor local (143-145)

 

Introducción

128. La afirmación de que todos los seres humanos somos hermanos y hermanas, si no es sólo una abstracción, sino que toma carne y se vuelve concreta, nos plantea una serie de retos que nos descolocan, nos obligan a asumir nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas reacciones.

El límite de las fronteras

129. Cuando el prójimo es una persona migrante se agregan desafíos complejos[109]. Es verdad que lo ideal sería evitar las migraciones innecesarias y para ello el camino es crear en los países de origen la posibilidad efectiva de vivir y de crecer con dignidad, de manera que se puedan encontrar allí mismo las condiciones para el propio desarrollo integral. Pero mientras no haya serios avances en esta línea, nos corresponde respetar el derecho de todo ser humano de encontrar un lugar donde pueda no solamente satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia, sino también realizarse integralmente como persona. 

Nuestros esfuerzos ante las personas migrantes que llegan pueden resumirse en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. Porque «no se trata de dejar caer desde arriba programas de asistencia social sino de recorrer juntos un camino a través de estas cuatro acciones, para construir ciudades y países que, al tiempo que conservan sus respectivas identidades culturales y religiosas, estén abiertos a las diferencias y sepan cómo valorarlas en nombre de la fraternidad humana»[110].

130. Esto implica algunas respuestas indispensables, sobre todo frente a los que escapan de graves crisis humanitarias. Por ejemplo: incrementar y simplificar la concesión de visados, adoptar programas de patrocinio privado y comunitario, abrir corredores humanitarios para los refugiados más vulnerables, ofrecer un alojamiento adecuado y decoroso, garantizar la seguridad personal y el acceso a los servicios básicos, asegurar una adecuada asistencia consular, el derecho a tener siempre consigo los documentos personales de identidad. 

Tener un acceso equitativo a la justicia, la posibilidad de abrir cuentas bancarias y la garantía de lo básico para la subsistencia vital, darles libertad de movimiento y la posibilidad de trabajar, proteger a los menores de edad y asegurarles el acceso regular a la educación, prever programas de custodia temporal o de acogida, garantizar la libertad religiosa, promover su inserción social, favorecer la reagrupación familiar y preparar a las comunidades locales para los procesos integrativos[111].

131. Para quienes ya hace tiempo que han llegado y participan del tejido social, es importante aplicar el concepto de “ciudadanía”, que «se basa en la igualdad de derechos y deberes bajo cuya protección todos disfrutan de la justicia. Por esta razón, es necesario comprometernos para establecer en nuestra sociedad el concepto de plena ciudadanía y renunciar al uso discriminatorio de la palabra minorías, que trae consigo las semillas de sentirse aislado e inferior; prepara el terreno para la hostilidad y la discordia y quita los logros y los derechos religiosos y civiles de algunos ciudadanos al discriminarlos»[112].

132. Más allá de las diversas acciones indispensables, los Estados no pueden desarrollar por su cuenta soluciones adecuadas «ya que las consecuencias de las opciones de cada uno repercuten inevitablemente sobre toda la Comunidad internacional». Por lo tanto «las respuestas sólo vendrán como fruto de un trabajo común»[113], gestando una legislación (governance) global para las migraciones. 

De cualquier manera se necesita «establecer planes a medio y largo plazo que no se queden en la simple respuesta a una emergencia. Deben servir, por una parte, para ayudar realmente a la integración de los emigrantes en los países de acogida y, al mismo tiempo, favorecer el desarrollo de los países de proveniencia, con políticas solidarias, que no sometan las ayudas a estrategias y prácticas ideológicas ajenas o contrarias a las culturas de los pueblos a las que van dirigidas»[114].

Las ofrendas recíprocas

133. La llegada de personas diferentes, que proceden de un contexto vital y cultural distinto, se convierte en un don, porque «las historias de los migrantes también son historias de encuentro entre personas y entre culturas: para las comunidades y las sociedades a las que llegan son una oportunidad de enriquecimiento y de desarrollo humano integral de todos»[115]

Por esto «pido especialmente a los jóvenes que no caigan en las redes de quienes quieren enfrentarlos a otros jóvenes que llegan a sus países, haciéndolos ver como seres peligrosos y como si no tuvieran la misma inalienable dignidad de todo ser humano»[116].

134. Por otra parte, cuando se acoge de corazón a la persona diferente, se le permite seguir siendo ella misma, al tiempo que se le da la posibilidad de un nuevo desarrollo. Las culturas diversas, que han gestado su riqueza a lo largo de siglos, deben ser preservadas para no empobrecer este mundo. Esto sin dejar de estimularlas para que pueda brotar algo nuevo de sí mismas en el encuentro con otras realidades. 

No se puede ignorar el riesgo de terminar víctimas de una esclerosis cultural. Para ello «tenemos necesidad de comunicarnos, de descubrir las riquezas de cada uno, de valorar lo que nos une y ver las diferencias como oportunidades de crecimiento en el respeto de todos. Se necesita un diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades puedan transmitir los valores de su propia cultura y acoger lo que hay de bueno en la experiencia de los demás»[117].

135. Retomo ejemplos que mencioné tiempo atrás: la cultura de los latinos es «un fermento de valores y posibilidades que puede hacer mucho bien a los Estados Unidos. […] Una fuerte inmigración siempre termina marcando y transformando la cultura de un lugar. En la Argentina, la fuerte inmigración italiana ha marcado la cultura de la sociedad, y en el estilo cultural de Buenos Aires se nota mucho la presencia de alrededor de 200.000 judíos. Los inmigrantes, si se los ayuda a integrarse, son una bendición, una riqueza y un nuevo don que invita a una sociedad a crecer»[118].

136. Ampliando la mirada, con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb recordamos que «la relación entre Occidente y Oriente es una necesidad mutua indiscutible, que no puede ser sustituida ni descuidada, de modo que ambos puedan enriquecerse mutuamente a través del intercambio y el diálogo de las culturas. El Occidente podría encontrar en la civilización del Oriente los remedios para algunas de sus enfermedades espirituales y religiosas causadas por la dominación del materialismo. Y el Oriente podría encontrar en la civilización del Occidente muchos elementos que pueden ayudarlo a salvarse de la debilidad, la división, el conflicto y el declive científico, técnico y cultural. 

Es importante prestar atención a las diferencias religiosas, culturales e históricas que son un componente esencial en la formación de la personalidad, la cultura y la civilización oriental; y es importante consolidar los derechos humanos generales y comunes, para ayudar a garantizar una vida digna para todos los hombres en Oriente y en Occidente, evitando el uso de políticas de doble medida»[119].

El fecundo intercambio

137. La ayuda mutua entre países en realidad termina beneficiando a todos. Un país que progresa desde su original sustrato cultural es un tesoro para toda la humanidad. Necesitamos desarrollar esta consciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie. La pobreza, la decadencia, los sufrimientos de un lugar de la tierra son un silencioso caldo de cultivo de problemas que finalmente afectarán a todo el planeta. 

Si nos preocupa la desaparición de algunas especies, debería obsesionarnos que en cualquier lugar haya personas y pueblos que no desarrollen su potencial y su belleza propia a causa de la pobreza o de otros límites estructurales. Porque eso termina empobreciéndonos a todos.

138. Si esto fue siempre cierto, hoy lo es más que nunca debido a la realidad de un mundo tan conectado por la globalización. Necesitamos que un ordenamiento mundial jurídico, político y económico «incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos»[120]. Esto finalmente beneficiará a todo el planeta, porque «la ayuda al desarrollo de los países pobres» implica «creación de riqueza para todos»[121].

 Desde el punto de vista del desarrollo integral, esto supone que se conceda «también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres»[122] y que se procure «incentivar el acceso al mercado internacional de los países marcados por la pobreza y el subdesarrollo»[123].

Gratuidad que acoge

139. No obstante, no quisiera limitar este planteamiento a alguna forma de utilitarismo. Existe la gratuidad. Es la capacidad de hacer algunas cosas porque sí, porque son buenas en sí mismas, sin esperar ningún resultado exitoso, sin esperar inmediatamente algo a cambio. Esto permite acoger al extranjero, aunque de momento no traiga un beneficio tangible. Pero hay países que pretenden recibir sólo a los científicos o a los inversores.

140. Quien no vive la gratuidad fraterna, convierte su existencia en un comercio ansioso, está siempre midiendo lo que da y lo que recibe a cambio. Dios, en cambio, da gratis, hasta el punto de que ayuda aun a los que no son fieles, y «hace salir el sol sobre malos y buenos» (Mt 5,45). Por algo Jesús recomienda: «Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede en secreto» (Mt 6,3-4). Hemos recibido la vida gratis, no hemos pagado por ella. Entonces todos podemos dar sin esperar algo, hacer el bien sin exigirle tanto a esa persona que uno ayuda. Es lo que Jesús decía a sus discípulos: «Lo que han recibido gratis, entréguenlo también gratis» (Mt 10,8).

141. La verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no sólo como país, sino también como familia humana, y esto se prueba especialmente en las épocas críticas. Los nacionalismos cerrados expresan en definitiva esta incapacidad de gratuidad, el error de creer que pueden desarrollarse al margen de la ruina de los demás y que cerrándose al resto estarán más protegidos. El inmigrante es visto como un usurpador que no ofrece nada. Así, se llega a pensar ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores. Sólo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro.

Local y universal

142. Cabe recordar que «entre la globalización y la localización también se produce una tensión. Hace falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana. Al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo local, que nos hace caminar con los pies sobre la tierra. Las dos cosas unidas impiden caer en alguno de estos dos extremos: uno, que los ciudadanos vivan en un universalismo abstracto y globalizante […]; otro, que se conviertan en un museo folklórico de ermitaños localistas, condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de dejarse interpelar por el diferente y de valorar la belleza que Dios derrama fuera de sus límites»[124]

Hay que mirar lo global, que nos rescata de la mezquindad casera. Cuando la casa ya no es hogar, sino que es encierro, calabozo, lo global nos va rescatando porque es como la causa final que nos atrae hacia la plenitud. Simultáneamente, hay que asumir con cordialidad lo local, porque tiene algo que lo global no posee: ser levadura, enriquecer, poner en marcha mecanismos de subsidiaridad. Por lo tanto, la fraternidad universal y la amistad social dentro de cada sociedad son dos polos inseparables y coesenciales. Separarlos lleva a una deformación y a una polarización dañina.

El sabor local

143. La solución no es una apertura que renuncia al propio tesoro. Así como no hay diálogo con el otro sin identidad personal, del mismo modo no hay apertura entre pueblos sino desde el amor a la tierra, al pueblo, a los propios rasgos culturales. No me encuentro con el otro si no poseo un sustrato donde estoy firme y arraigado, porque desde allí puedo acoger el don del otro y ofrecerle algo verdadero. Sólo es posible acoger al diferente y percibir su aporte original si estoy afianzado en mi pueblo con su cultura. 

Cada uno ama y cuida con especial responsabilidad su tierra y se preocupa por su país, así como cada uno debe amar y cuidar su casa para que no se venga abajo, porque no lo harán los vecinos. También el bien del universo requiere que cada uno proteja y ame su propia tierra. De lo contrario, las consecuencias del desastre de un país terminarán afectando a todo el planeta. Esto se fundamenta en el sentido positivo que tiene el derecho de propiedad: cuido y cultivo algo que poseo, de manera que pueda ser un aporte al bien de todos.

144. Además, este es un presupuesto de los intercambios sanos y enriquecedores. El trasfondo de la experiencia de la vida en un lugar y en una cultura determinada es lo que capacita a alguien para percibir aspectos de la realidad que quienes no tienen esa experiencia no son capaces de percibir tan fácilmente. Lo universal no debe ser el imperio homogéneo, uniforme y estandarizado de una única forma cultural dominante, que finalmente perderá los colores del poliedro y terminará en el hastío. 

Es la tentación que se expresa en el antiguo relato de la torre de Babel: la construcción de una torre que llegara hasta el cielo no expresaba la unidad entre distintos pueblos capaces de comunicarse desde su diversidad. Por el contrario, fue una tentativa engañosa, que surgía del orgullo y de la ambición humana, de crear una unidad diferente de aquella deseada por Dios en su plan providencial para las naciones (cf. Gn 11,1-9).

145. Hay una falsa apertura a lo universal, que procede de la superficialidad vacía de quien no es capaz de penetrar hasta el fondo en su patria, o de quien sobrelleva un resentimiento no resuelto hacia su pueblo. En todo caso, «siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos. 

Es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y en la historia del propio lugar, que es un don de Dios. Se trabaja en lo pequeño, en lo cercano, pero con una perspectiva más amplia. […] No es ni la esfera global que anula ni la parcialidad aislada que esteriliza»[125], es el poliedro, donde al mismo tiempo que cada uno es respetado en su valor, «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas»[126].

Notas a pie de página:

[109] Cf. Obispos católicos de México y los Estados Unidos, Carta pastoral Juntos en el camino de la esperanza ya no somos extranjeros (enero 2003).

[110] Audiencia general (3 abril 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (5 abril 2019), p. 20.

[111] Cf. Mensaje para la 104.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (14 enero 2018): AAS 109 (2017), 918-923; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (19 enero 2018), p. 2.

[112] Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi (4 febrero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (8 febrero 2019), p. 10.

[113] Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (11 enero 2016): AAS 108 (2016), 124; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (15 enero 2016), p. 8.

[114] Ibíd., 122; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (15 enero 2016), p. 8.

[115] Exhort. ap. postsin. Christus vivit (25 marzo 2019), 93.

[116] Ibíd., 94.

[117] Discurso a las autoridades, Sarajevo – Bosnia-Herzegovina (6 junio 2015): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (12 junio 2015), p. 5.

[118] Latinoamérica. Conversaciones con Hernán Reyes Alcaide, ed. Planeta, Buenos Aires 2017, 105.

[119] Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi (4 febrero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (8 febrero 2019), p. 10.

[120] Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 67: AAS 101 (2009), 700.

[121] Ibíd., 60: AAS 101 (2009), 695.

[122] Ibíd., 67: AAS 101 (2009), 700.

[123] Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 447.

[124] Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 234: AAS 105 (2013), 1115.

[125] Ibíd., 235: AAS 105 (2013), 1115.

[126] Ibíd.