martes, 24 de octubre de 2017

TEMA 162. EVANGELIUM VITAE.CAPÍTULO I-1. LA SANGRE DE TU HERMANO CLAMA A MÍ DESDE EL SUELO. ACTUALES AMENAZAS A LA VIDA HUMANA

CAPÍTULO I
LA SANGRE DE TU HERMANO CLAMA A MÍ DESDE EL SUELO

ACTUALES AMENAZAS A LA VIDA HUMANA

«Caín se lanzó contra su hermano Abel y lo mató» (Gn 4, 8):
raíz de la violencia contra la vida

7. « No fue Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes; él todo lo creó para que subsistiera... Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen » (Sb 1, 13-14; 2, 23-24).

El Evangelio de la vida, proclamado al principio con la creación del hombre a imagen de Dios para un destino de vida plena y perfecta (cf. Gn 2, 7; Sb 9, 2-3), está como en contradicción con la experiencia lacerante de la muerte que entra en el mundo y oscurece el sentido de toda la existencia humana. La muerte entra por la envidia del diablo (cf. Gn 3, 1.4-5) y por el pecado de los primeros padres (cf. Gn 2, 17; 3, 17-19). 

Y entra de un modo violento, a través de la muerte de Abel causada por su hermano Caín: « Cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató » (Gn 4, 8).

Esta primera muerte es presentada con una singular elocuencia en una página emblemática del libro del Génesis. Una página que cada día se vuelve a escribir, sin tregua y con degradante repetición, en el libro de la historia de los pueblos.

Releamos juntos esta página bíblica, que, a pesar de su carácter arcaico y de su extrema simplicidad, se presenta muy rica de enseñanzas.

« Fue Abel pastor de ovejas y Caín labrador. Pasó algún tiempo, y Caín hizo al Señor una oblación de los frutos del suelo. También Abel hizo una oblación de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mismos. El Señor miró propicio a Abel y su oblación, mas no miró propicio a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y se abatió su rostro. El Señor dijo a Caín: "¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar".

Caín dijo a su hermano Abel: "Vamos afuera". Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató.

El Señor dijo a Caín: "¿Dónde está tu hermano Abel?". Contestó: "No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?". Replicó el Señor: "¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Aunque labres el suelo, no te dará más fruto. Vagabundo y errante serás en la tierra".

Entonces dijo Caín al Señor: "Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Es decir que hoy me echas de este suelo y he de esconderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará".

El Señor le respondió: "Al contrario, quienquiera que matare a Caín, lo pagará siete veces". Y el Señor puso una señal a Caín para que nadie que lo encontrase le atacara. Caín salió de la presencia del Señor, y se estableció en el país de Nod, al oriente de Edén » (Gn 4, 2-16).


8. Caín se « irritó en gran manera » y su rostro se « abatió » porque el Señor « miró propicio a Abel y su oblación » (Gn 4, 4). El texto bíblico no dice el motivo por el que Dios prefirió el sacrificio de Abel al de Caín; sin embargo, indica con claridad que, aun prefiriendo la oblación de Abel, no interrumpió su diálogo con Caín. Le reprende recordándole su libertad frente al mal: el hombre no está predestinado al mal. 

Ciertamente, igual que Adán, es tentado por el poder maléfico del pecado que, como bestia feroz, está acechando a la puerta de su corazón, esperando lanzarse sobre la presa. Pero Caín es libre frente al pecado. Lo puede y lo debe dominar: « Como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar » (Gn 4, 7).

Los celos y la ira prevalecen sobre la advertencia del Señor, y así Caín se lanza contra su hermano y lo mata. Como leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica« la Escritura, en el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín, revela, desde los comienzos de la historia humana, la presencia en el hombre de la ira y la codicia, consecuencia del pecado original. El hombre se convirtió en el enemigo de sus semejantes ». 10

El hermano mata a su hermano. Como en el primer fratricidio, en cada homicidio se viola el parentesco « espiritual » que agrupa a los hombres en una única gran familia 11 donde todos participan del mismo bien fundamental: la idéntica dignidad personal. Además, no pocas veces se viola también el parentesco « de carne y sangre », por ejemplo, cuando las amenazas a la vida se producen en la relación entre padres e hijos, como sucede con el aborto o cuando, en un contexto familiar o de parentesco más amplio, se favorece o se procura la eutanasia.

En la raíz de cada violencia contra el prójimo se cede a la lógica del maligno, es decir, de aquél que « era homicida desde el principio » (Jn 8, 44), como nos recuerda el apóstol Juan: « Pues este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No como Caín, que, siendo del maligno, mató a su hermano » (1 Jn 3, 11-12). Así, esta muerte del hermano al comienzo de la historia es el triste testimonio de cómo el mal avanza con rapidez impresionante: a la rebelión del hombre contra Dios en el paraíso terrenal se añade la lucha mortal del hombre contra el hombre.

Después del delito, Dios interviene para vengar al asesinado. Caín, frente a Dios, que le pregunta sobre el paradero de Abel, lejos de sentirse avergonzado y excusarse, elude la pregunta con arrogancia: « No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? » (Gn 4, 9). « No sé ». Con la mentira Caín trata de ocultar su delito. 

Así ha sucedido con frecuencia y sigue sucediendo cuando las ideologías más diversas sirven para justificar y encubrir los atentados más atroces contra la persona. « ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? »: Caín no quiere pensar en su hermano y rechaza asumir aquella responsabilidad que cada hombre tiene en relación con los demás. 

Esto hace pensar espontáneamente en las tendencias actuales de ausencia de responsabilidad del hombre hacia sus semejantes, cuyos síntomas son, entre otros, la falta de solidaridad con los miembros más débiles de la sociedad —es decir, ancianos, enfermos, inmigrantes y niños— y la indiferencia que con frecuencia se observa en la relación entre los pueblos, incluso cuando están en juego valores fundamentales como la supervivencia, la libertad y la paz.


9. Dios no puede dejar impune el delito: desde el suelo sobre el que fue derramada, la sangre del asesinado clama justicia a Dios (cf. Gn 37, 26; Is 26, 21; Ez 24, 7-8). De este texto la Iglesia ha sacado la denominación de « pecados que claman venganza ante la presencia de Dios » y entre ellos ha incluido, en primer lugar, el homicidio voluntario. 12 

Para los hebreos, como para otros muchos pueblos de la antigüedad, en la sangre se encuentra la vida, mejor aún, « la sangre es la vida » (Dt 12, 23) y la vida, especialmente la humana, pertenece sólo a Dios: por eso quien atenta contra la vida del hombre, de alguna manera atenta contra Dios mismo.

Caín es maldecido por Dios y también por la tierra, que le negará sus frutos (cf. Gn 4, 11-12). Y es castigado: tendrá que habitar en la estepa y en el desierto. La violencia homicida cambia profundamente el ambiente de vida del hombre. La tierra de « jardín de Edén » (Gn 2, 15), lugar de abundancia, de serenas relaciones interpersonales y de amistad con Dios, pasa a ser « país de Nod » (Gn 4, 16), lugar de « miseria », de soledad y de lejanía de Dios. Caín será « vagabundo errante por la tierra » (Gn 4, 14): la inseguridad y la falta de estabilidad lo acompañarán siempre.


Pero Dios, siempre misericordioso incluso cuando castiga, « puso una señal a Caín para que nadie que le encontrase le atacara » (Gn 4, 15). Le da, por tanto, una señal de reconocimiento, que tiene como objetivo no condenarlo a la execración de los demás hombres, sino protegerlo y defenderlo frente a quienes querrán matarlo para vengar así la muerte de Abel. 

Ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante. Es justamente aquí donde se manifiesta el misterio paradójico de la justicia misericordiosa de Dios, como escribió san Ambrosio: « Porque se había cometido un fratricidio, esto es, el más grande de los crímenes, en el momento mismo en que se introdujo el pecado, se debió desplegar la ley de la misericordia divina; ya que, si el castigo hubiera golpeado inmediatamente al culpable, no sucedería que los hombres, al castigar, usen cierta tolerancia o suavidad, sino que entregarían inmediatamente al castigo a los culpables. (...) 

Dios expulsó a Caín de su presencia y, renegado por sus padres, lo desterró como al exilio de una habitación separada, por el hecho de que había pasado de la humana benignidad a la ferocidad bestial. Sin embargo, Dios no quiso castigar al homicida con el homicidio, ya que quiere el arrepentimiento del pecador y no su muerte ».13

Notas a pié de pagina:

10. N. 2259.

11. Cf. S. Ambrosio, De Noe, 26, 94-96: CSEL 32, 480-481.


13De Cain et Abel, II, 10, 38: CSEL 32, 408.



miércoles, 11 de octubre de 2017

TEMA 161. EVANGELIUM VITAE. INTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN

1. El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas.

En la aurora de la salvación, el nacimiento de un niño es proclamado como gozosa noticia: « Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor » (Lc 2, 10-11). El nacimiento del Salvador produce ciertamente esta « gran alegría »; pero la Navidad pone también de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano, y la alegría mesiánica constituye así el fundamento y realización de la alegría por cada niño que nace (cf. Jn 16, 21).

Presentando el núcleo central de su misión redentora, Jesús dice: « Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia » (Jn 10, 10). Se refiere a aquella vida « nueva » y « eterna », que consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador. Pero es precisamente en esa « vida » donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre.

Valor incomparable de la persona humana

2. El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal. 

En efecto, la vida en el tiempo es condición básica, momento inicial y parte integrante de todo el proceso unitario de la vida humana. Un proceso que, inesperada e inmerecidamente, es iluminado por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que alcanzará su plena realización en la eternidad (cf. 1 Jn 3, 1-2). 

Al mismo tiempo, esta llamada sobrenatural subraya precisamente el carácter relativo de la vida terrena del hombre y de la mujer. En verdad, esa no es realidad « última », sino « penúltima »; es realidad sagrada, que se nos confía para que la custodiemos con sentido de responsabilidad y la llevemos a perfección en el amor y en el don de nosotros mismos a Dios y a los hermanos.

La Iglesia sabe que este Evangelio de la vida, recibido de su Señor1, tiene un eco profundo y persuasivo en el corazón de cada persona, creyente e incluso no creyente, porque, superando infinitamente sus expectativas, se ajusta a ella de modo sorprendente. 

Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjo secreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm 2, 14-15) el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento de este derecho se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política.

Los creyentes en Cristo deben, de modo particular, defender y promover este derecho, conscientes de la maravillosa verdad recordada por el Concilio Vaticano II: « El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre ».2 En efecto, en este acontecimiento salvífico se revela a la humanidad no sólo el amor infinito de Dios que « tanto amó al mundo que dio a su Hijo único » (Jn 3, 16), sino también el valor incomparable de cada persona humana.

La Iglesia, escrutando asiduamente el misterio de la Redención, descubre con renovado asombro este valor 3 y se siente llamada a anunciar a los hombres de todos los tiempos este « evangelio », fuente de esperanza inquebrantable y de verdadera alegría para cada época de la historia. 

El Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la dignidad de la persona y el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio.
Por ello el hombre, el hombre viviente, constituye el camino primero y fundamental de la Iglesia.4

Nuevas amenazas a la vida humana

3. Cada persona, precisamente en virtud del misterio del Verbo de Dios hecho carne (cf. Jn 1, 14), es confiada a la solicitud materna de la Iglesia. Por eso, toda amenaza a la dignidad y a la vida del hombre repercute en el corazón mismo de la Iglesia, afecta al núcleo de su fe en la encarnación redentora del Hijo de Dios, la compromete en su misión de anunciar el Evangelio de la vida por todo el mundo y a cada criatura (cf. Mc 16, 15).

Hoy este anuncio es particularmente urgente ante la impresionante multiplicación y agudización de las amenazas a la vida de las personas y de los pueblos, especialmente cuando ésta es débil e indefensa. A las tradicionales y dolorosas plagas del hambre, las enfermedades endémicas, la violencia y las guerras, se añaden otras, con nuevas facetas y dimensiones inquietantes.

Ya el Concilio Vaticano II, en una página de dramática actualidad, denunció con fuerza los numerosos delitos y atentados contra la vida humana. A treinta años de distancia, haciendo mías las palabras de la asamblea conciliar, una vez más y con idéntica firmeza los deploro en nombre de la Iglesia entera, con la certeza de interpretar el sentimiento auténtico de cada conciencia recta: 

« Todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de cualquier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario; 

todo lo que viola la integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las torturas corporales y mentales, incluso los intentos de coacción psicológica; 

todo lo que ofende a la dignidad humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; 

también las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables; 

todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente oprobios que, al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al honor debido al Creador ».5

4. Por desgracia, este alarmante panorama, en vez de disminuir, se va más bien agrandando. Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito y —podría decirse— aún más inicuo ocasionando ulteriores y graves preocupaciones: 

amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias.

En la actualidad, todo esto provoca un cambio profundo en el modo de entender la vida y las relaciones entre los hombres. El hecho de que las legislaciones de muchos países, alejándose tal vez de los mismos principios fundamentales de sus Constituciones, hayan consentido no penar o incluso reconocer la plena legitimidad de estas prácticas contra la vida es, al mismo tiempo, un síntoma preocupante y causa no marginal de un grave deterioro moral. 

Opciones, antes consideradas unánimemente como delictivas y rechazadas por el común sentido moral, llegan a ser poco a poco socialmente respetables. 

La misma medicina, que por su vocación está ordenada a la defensa y cuidado de la vida humana, se presta cada vez más en algunos de sus sectores a realizar estos actos contra la persona, deformando así su rostro, contradiciéndose a sí misma y degradando la dignidad de quienes la ejercen.

 En este contexto cultural y legal, incluso los graves problemas demográficos, sociales y familiares, que pesan sobre numerosos pueblos del mundo y exigen una atención responsable y activa por parte de las comunidades nacionales y de las internacionales, se encuentran expuestos a soluciones falsas e ilusorias, en contraste con la verdad y el bien de las personas y de las naciones.

El resultado al que se llega es dramático: si es muy grave y preocupante el fenómeno de la eliminación de tantas vidas humanas incipientes o próximas a su ocaso, no menos grave e inquietante es el hecho de que a la conciencia misma, casi oscurecida por condicionamientos tan grandes, le cueste cada vez más percibir la distinción entre el bien y el mal en lo referente al valor fundamental mismo de la vida humana.

En comunión con todos los Obispos del mundo

5. El Consistorio extraordinario de Cardenales, celebrado en Roma del 4 al 7 de abril de 1991, se dedicó al problema de las amenazas a la vida humana en nuestro tiempo. Después de un amplio y profundo debate sobre el tema y sobre los desafíos presentados a toda la familia humana y, en particular, a la comunidad cristiana, los Cardenales, con voto unánime, me pidieron ratificar, con la autoridad del Sucesor de Pedro, el valor de la vida humana y su carácter inviolable, con relación a las circunstancias actuales y a los atentados que hoy la amenazan.

Acogiendo esta petición, escribí en Pentecostés de 1991 una carta personal a cada Hermano en el Episcopado para que, en el espíritu de colegialidad episcopal, me ofreciera su colaboración para redactar un documento al respecto. 6 Estoy profundamente agradecido a todos los Obispos que contestaron, enviándome valiosas informaciones, sugerencias y propuestas. Ellos testimoniaron así su unánime y convencida participación en la misión doctrinal y pastoral de la Iglesia sobre el Evangelio de la vida.

En la misma carta, a pocos días de la celebración del centenario de la Encíclica Rerum novarum, llamaba la atención de todos sobre esta singular analogía: « Así como hace un siglo la clase obrera estaba oprimida en sus derechos fundamentales, y la Iglesia tomó su defensa con gran valentía, proclamando los derechos sacrosantos de la persona del trabajador, 

así ahora, cuando otra categoría de personas está oprimida en su derecho fundamental a la vida, la Iglesia siente el deber de dar voz, con la misma valentía, a quien no tiene voz. El suyo es el clamor evangélico en defensa de los pobres del mundo y de quienes son amenazados, despreciados y oprimidos en sus derechos humanos ». 7

Hoy una gran multitud de seres humanos débiles e indefensos, como son, concretamente, los niños aún no nacidos, está siendo aplastada en su derecho fundamental a la vida. Si la Iglesia, al final del siglo pasado, no podía callar ante los abusos entonces existentes, menos aún puede callar hoy, cuando a las injusticias sociales del pasado, tristemente no superadas todavía, se añaden en tantas partes del mundo injusticias y opresiones incluso más graves, consideradas tal vez como elementos de progreso de cara a la organización de un nuevo orden mundial.

La presente Encíclica, fruto de la colaboración del Episcopado de todos los Países del mundo, quiere ser pues una confirmación precisa y firme del valor de la vida humana y de su carácter inviolable, y, al mismo tiempo, una acuciante llamada a todos y a cada uno, en nombre de Dios: ¡respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! 

¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!

¡Que estas palabras lleguen a todos los hijos e hijas de la Iglesia! ¡Que lleguen a todas las personas de buena voluntad, interesadas por el bien de cada hombre y mujer y por el destino de toda la sociedad!

6. En comunión profunda con cada uno de los hermanos y hermanas en la fe, y animado por una amistad sincera hacia todos, quiero meditar de nuevo y anunciar el Evangelio de la vida, esplendor de la verdad que ilumina las conciencias, luz diáfana que sana la mirada oscurecida, fuente inagotable de constancia y valor para afrontar los desafíos siempre nuevos que encontramos en nuestro camino.

Al recordar la rica experiencia vivida durante el Año de la Familia, como completando idealmente la Carta dirigida por mí « a cada familia de cualquier región de la tierra »,8 miro con confianza renovada a todas las comunidades domésticas, y deseo que resurja o se refuerce a cada nivel el compromiso de todos por sostener la familia, para que también hoy —aun en medio de numerosas dificultades y de graves amenazas— ella se mantenga siempre, según el designio de Dios, como « santuario de la vida ».9

A todos los miembros de la Iglesia, pueblo de la vida y para la vida, dirijo mi más apremiante invitación para que, juntos, podamos ofrecer a este mundo nuestro nuevos signos de esperanza, trabajando para que aumenten la justicia y la solidaridad y se afiance una nueva cultura de la vida humana, para la edificación de una auténtica civilización de la verdad y del amor.

notas a pie de página:

1. En realidad, la expresión « Evangelio de la vida » no se encuentra como tal en la Sagrada Escritura. Sin embargo, expresa bien un aspecto esencial del mensaje bíblico.

2. Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 22.

3. Cf. Carta enc. Redemptor hominis (4 marzo 1979), 10: AAS 71 ( 1979), 275.

4. Cf. Ibid, 14: l.c., 285.

5. Const. past, Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 27.

6. Cf. Carta a todos los Obispos de la Iglesia sobre la intangibilidad de la vida humana inocente (19 mayo 1991): Insegnamenti XIV, 1 (1991), 1293-1296.

7Ibid., l.c., 1294.


8Carta a las Familias Gratissimam sane (2 febrero 1994), 4: AAS 86 ( 1994), 871.


miércoles, 4 de octubre de 2017

TEMA 160. "EL EVANGELIO DE LA VIDA". CALENDARIO DEL CURSO 2017-2018

4 de octubre de 2017

ESCUELA DE E-FORMACIÓN DEL MOVIMIENTO “CHRISTIFIDELES LAICI”       

CURSO 2017-2018 “EL EVANGELIO DE LA VIDA”

Queridos hermanos del Movimiento Christifideles Laici y amigos que leéis este blog.
Iniciamos, a Dios gracias, el noveno curso de la escuela de e-formación.

 En el primer curso, 2009-2010, titulado “la Buena Noticia” los temas trataban sobre la naturaleza de Dios Padre y su designio para la humanidad redimida por Cristo Jesús.

Los temas del segundo curso, 2010-2011, bajo el título “El Espíritu Santo y la Iglesia” trataban sobre el Espíritu Santo, las primeras comunidades cristianas, la transmisión de la fe,  los sacramentos y la misión.
El tercer curso, 2011-2012, llevaba por nombre “Tú eres Pedro” ya que los temas que se trataron son discursos y textos escritos por los Santos Padres de la Iglesia. Discursos de Benedicto XVI en la JMJ de Madrid 2011, la Carta apostólica DIES DOMINI de Juan Pablo II y la exhortación apostólica EVANGELI NUNTIANDI de Pablo VI.

El cuarto curso, 2012-2013, trataba sobre dos temas vitales para nuestro mundo de hoy sumido en una crisis de valores y económica:  LA FAMILIA y LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA. Se trataron los discursos de Benedicto XVI en el encuentro de las familias de Milán 2012 i los textos de la encíclica “Cáritas in veritati” publicada en junio de 2009.

El quinto curso, 2013-2014, trató sobre los jóvenes y la fe.  Recogiendo los textos de la Jornada Mundial de la Juventud de 2013 celebrada en Rio de Janeiro, y los textos de los Papas Benedicto XVI y del Papa Francisco que hacen referencia a la fe:  la Carta Apostólica “Porta Fidei” publicada en  octubre de 2011 i la Carta Encíclica “Lumen Fidei” publicada en junio de 2013.

El sexto curso, 2014-2015, trató el tema de la evangelización recogiendo los textos de los escritos por el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica “Evangelium Gaudium” publicada en 2014.

El séptimo curso, 2015-2016,  llevaba como nombre “Alabado seas” y como núcleo se estudiaba la Carta Encíclica  “Laudato si” del Santo Padre Francisco, que trata de la relación del hombre con la creación, dispuesta por el Señor para que el hombre disponga de ella para su supervivencia y desarrollo ordenado.

El octavo curso, 2016-2017  trató el tema del amor en la familia titulándose “La alegría del amor” y tiene como núcleo la Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia” del Santo Padre Francisco.

Todos los temas de los cursos anteriores están recogidos en el mismo blog en el que se irán incorporando los temas de este curso.

Este curso, 2017-2018  lleva como nombre “El evangelio de la vida” y como núcleo tratará la Carta Encíclica “Evangelium Vitae” del Santo Padre Juan Pablo II sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana

“El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas”

CALENDARIO DEL CURSO 2017-2018 “EL EVANGELIO DE LA VIDA”

4/OCT/2017 TEMA 160.  PRESENTACIÓN DEL CURSO Y CALENDARIO
CARTA ENCÍCLICA EVANGELIUM VITAE DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II SOBRE EL VALOR Y EL CARÁCTER INVIOLABLE DE LA VIDA HUMANA
Dado en Roma, junto a san Pedro, el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, del año 1995, decimoséptimo de mi Pontificado. (San Juan Pablo II Papa)

10/octubre/2017 Tema 161.
 INTRODUCCIÓN (1)
Valor incomparable de la persona humana (2)
Nuevas amenazas a la vida humana (3-4)
En comunión con todos los Obispos del mundo (5-6)

24/octubre/2017 Tema 162.
CAPÍTULO I (1). LA SANGRE DE TU HERMANO CLAMA A MÍ DESDE EL SUELO.
ACTUALES AMENAZAS A LA VIDA HUMANA
«Caín se lanzó contra su hermano Abel y lo mató» (Gn 4, 8):
raíz de la violencia contra la vida (7-9)

7/noviembre/2017 Tema 163.
CAPÍTULO I. LA SANGRE DE TU HERMANO CLAMA A MÍ DESDE EL SUELO.
ACTUALES AMENAZAS A LA VIDA HUMANA
« ¿Qué has hecho? » (Gn 4, 10): eclipse del valor de la vida (10-17)

21/noviembre/2017 Tema 164.
 CAPÍTULO I (2). LA SANGRE DE TU HERMANO CLAMA A MÍ DESDE EL SUELO. 
ACTUALES AMENAZAS A LA VIDA HUMANA
« ¿Soy acaso yo el guarda de mi hermano? » (Gn 4, 9): una idea perversa de libertad (18-20)
« He de esconderme de tu presencia » (Gn 4, 14): eclipse del sentido de Dios y del hombre (21-24)

5/diciembre/2017 Tema 165.
CAPÍTULO I (3). LA SANGRE DE TU HERMANO CLAMA A MÍ DESDE EL SUELO.
ACTUALES AMENAZAS A LA VIDA HUMANA
« Os habéis acercado a la sangre de la aspersión » (cf. Hb 12, 22.24):
signos de esperanza y llamada al compromiso (25-28)

19/diciembre/2017 Tema 166.
CAPÍTULO II (1). HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA.MENSAJE CRISTIANO SOBRE LA VIDA
« La Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto » (1 Jn 1, 2): la mirada dirigida a Cristo, « Palabra de vida » (29-30)
« Mi fortaleza y mi canción es el Señor. El es mi salvación » (Ex 15, 2): la vida es siempre un bien (31)
« El nombre de Jesús ha restablecido a este hombre » (cf. Hch 3, 16): en la precariedad de la existencia humana Jesús lleva a término el sentido de la vida (32-33)
« Llamados... a reproducir la imagen de su Hijo » (Rm 8, 28-29): la gloria de Dios resplandece en el rostro del hombre (34-36)

9/enero/2018 Tema 167.
CAPÍTULO II (2). HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA.MENSAJE CRISTIANO SOBRE LA VIDA
« Todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás » (Jn 11, 26): el don de la vida eterna (37-38)
« A cada uno pediré cuentas de la vida de su hermano » (Gn 9, 5): veneración y amor por la vida de todos (39-41)

23/enero/2018 Tema 168.
CAPÍTULO II (3). HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA.MENSAJE CRISTIANO SOBRE LA VIDA

« Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla » (Gn 1, 28): responsabilidades del hombre ante la vida (42-43)
« Porque tú mis vísceras has formado » (Sal 139 138, 13): la dignidad del niño aún no nacido (44-45)

6/febrero/2018 Tema 169.
CAPÍTULO II (4). HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA.MENSAJE CRISTIANO SOBRE LA VIDA
« ¡Tengo fe, aún cuando digo: "Muy desdichado soy"! » (Sal 116 115, 10): la vida en la vejez y en el sufrimiento (46-47)
« Todos los que la guardan alcanzarán la vida » (Ba 4, 1): de la Ley del Sinaí al don del Espíritu (48-49)
« Mirarán al que atravesaron » (Jn 19, 37): en el árbol de la Cruz se cumple el Evangelio de la vida (50-51)

20/febrero/2018 Tema 170.
CAPÍTULO III (1). NO MATARÁS. LA LEY SANTA DE DIOS
« Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos » (Mt 19, 17): Evangelio y mandamiento (52)
« Pediré cuentas de la vida del hombre al hombre » (cf. Gn 9, 5): la vida humana es sagrada e inviolable (53-57)

6/marzo/2018 Tema 171.
CAPÍTULO III (2). NO MATARÁS. LA LEY SANTA DE DIOS
« Mi embrión tus ojos lo veían » (Sal 139 138, 16): el delito abominable del aborto (58-63)

20/marzo/2018 Tema 172.
CAPÍTULO III (3). NO MATARÁS. LA LEY SANTA DE DIOS
« Yo doy la muerte y doy la vida » (Dt 32, 39): el drama de la eutanàsia (64-67)
« Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres » (Hch 5, 29): ley civil y ley moral (68-70)

 3/abril/2018 Tema 173.
CAPÍTULO III  (4). NO MATARÁS. LA LEY SANTA DE DIOS
« Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres » (Hch 5, 29): ley civil y ley moral (70-74)
« Amarás a tu prójimo como a ti mismo » (Lc 10, 27): « promueve » la vida (75-77)

7/abril/2018 Tema 174.
CAPÍTULO IV (1). A MÍ ME LO HICISTEIS. POR UNA NUEVA CULTURA DE LA VIDA HUMANA
« Vosotros sois el pueblo adquirido por Dios para anunciar sus alabanzas » (cf. 1 P 2, 9): el pueblo de la vida y para la vida (78-79)
« Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos » (1 Jn 1, 3): anunciar el Evangelio de la vida (80-82)

2/mayo/2018 Tema 175.
CAPÍTULO IV (2). A MÍ ME LO HICISTEIS. POR UNA NUEVA CULTURA DE LA VIDA HUMANA
« Te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy » (Sal 139 138, 14): celebrar el Evangelio de la vida (83-91)

15/mayo/2018 Tema 176.
CAPÍTULO IV (3). A MÍ ME LO HICISTEIS. POR UNA NUEVA CULTURA DE LA VIDA HUMANA
« La herencia del Señor son los hijos, recompensa el fruto de las entrañas » (Sal 127 126, 3): la familia « santuario de la vida » (92-94)
« Vivid como hijos de la luz » (Ef 5, 8): para realizar un cambio cultural (95-96)

29/mayo/2018 Tema 177.
CAPÍTULO IV (4). A MÍ ME LO HICISTEIS. POR UNA NUEVA CULTURA DE LA VIDA HUMANA
« Vivid como hijos de la luz » (Ef 5, 8): para realizar un cambio cultural (97-100)
« Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo » (1 Jn 1, 4): el Evangelio de la vida es para la ciudad de los Hombres (101)

5/junio/2018 Tema 178.
CONCLUSIÓN (102)
« Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer vestida del sol » (Ap 12, 1): la maternidad de María y de la Iglesia (103)
« El Dragón se detuvo delante de la Mujer... para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz » (Ap 12, 4): la vida amenazada por las fuerzas del mal (104)
« No habrá ya muerte » (Ap 21, 4): esplendor de la resurrección (105)

ORACIÓN

Oh María,
aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo
como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo
con solícita constancia, para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.