martes, 3 de diciembre de 2019

TEMA 205. CRISTO VIVE. CAPÍTULO TERCERO. VOSOTROS SOIS EL AHORA DE DIOS (1)


Ustedes son el ahora de Dios

64. Después de recorrer la Palabra de Dios, no podemos decir sólo que los jóvenes son el futuro del mundo. Son el presente, lo están enriqueciendo con su aporte. Un joven ya no es un niño, está en un momento de la vida en que comienza a tomar distintas responsabilidades, participando con los adultos en el desarrollo de la familia, de la sociedad, de la Iglesia. Pero los tiempos cambian, y resuena la pregunta: ¿cómo son los jóvenes hoy, qué les pasa ahora?

En positivo

65. El Sínodo reconoció que los fieles de la Iglesia no siempre tienen la actitud de Jesús. En lugar de disponernos a escucharlos a fondo, «a veces predomina la tendencia a dar respuestas preconfeccionadas y recetas preparadas, sin dejar que las preguntas de los jóvenes se planteen con su novedad y sin aceptar su provocación»[24]

En cambio, cuando la Iglesia abandona esquemas rígidos y se abre a la escucha disponible y atenta de los jóvenes, esta empatía la enriquece, porque «permite que los jóvenes den su aportación a la comunidad, ayudándola a abrirse a nuevas sensibilidades y a plantearse preguntas inéditas»[25].

66. Hoy los adultos corremos el riesgo de hacer un listado de calamidades, de defectos de la juventud actual. Algunos podrán aplaudirnos porque parecemos expertos en encontrar puntos negativos y peligros. ¿Pero cuál sería el resultado de esa actitud? Más y más distancia, menos cercanía, menos ayuda mutua.

67. La clarividencia de quien ha sido llamado a ser padre, pastor o guía de los jóvenes consiste en encontrar la pequeña llama que continúa ardiendo, la caña que parece quebrarse (cf. Is 42,3), pero que sin embargo todavía no se rompe. Es la capacidad de encontrar caminos donde otros ven sólo murallas, es la habilidad de reconocer posibilidades donde otros ven solamente peligros. Así es la mirada de Dios Padre, capaz de valorar y alimentar las semillas de bien sembradas en los corazones de los jóvenes. 

El corazón de cada joven debe por tanto ser considerado “tierra sagrada”, portador de semillas de vida divina, ante quien debemos “descalzarnos” para poder acercarnos y profundizar en el Misterio.

Muchas juventudes

68. Podríamos intentar describir las características de los jóvenes de hoy, pero ante todo quiero recoger una advertencia de los Padres sinodales: «La composición del Sínodo ha hecho visible la presencia y la aportación de las diversas regiones del mundo, y ha puesto de relieve la belleza de ser Iglesia universal. 

Aun en un contexto de globalización creciente, los Padres sinodales han pedido que se destacaran las numerosas diferencias entre contextos y culturas, incluso dentro de un mismo país. Existe una pluralidad de mundos juveniles, tanto es así que en algunos países se tiende a utilizar el término “juventud” en plural. Además, la franja de edad considerada por este Sínodo (16-29 años) no representa un conjunto homogéneo, sino que está compuesta por grupos que viven situaciones peculiares»[26].

69. Ya desde el punto de vista demográfico, en algunos países hay muchos jóvenes, mientras otros tienen una tasa de natalidad muy baja. Pero «otra diferencia deriva de la historia, que distingue a los países y continentes de antigua tradición cristiana, cuya cultura es portadora de una memoria que no hay que perder, respecto de los países y continentes marcados en cambio por otras tradiciones religiosas y en los que el cristianismo es una presencia minoritaria y a veces reciente. 

En otros territorios, además, las comunidades cristianas y los jóvenes que forman parte de ellas son objeto de persecución»[27]. También hay que distinguir los jóvenes «a quienes la globalización ofrece un mayor número de oportunidades, de aquellos que viven al margen de la sociedad o en el mundo rural y sufren los efectos de formas de exclusión y descarte»[28].

70. Hay muchas diferencias más, que sería complejo detallar aquí. Por lo tanto, no creo conveniente detenerme a ofrecer un análisis exhaustivo sobre los jóvenes en el mundo actual, sobre cómo viven y qué les pasa. Pero como tampoco puedo dejar de mirar la realidad, recogeré brevemente algunos aportes que llegaron antes del Sínodo y otros que pude recoger durante el mismo.

Algunas cosas que les pasan a los jóvenes

71. La juventud no es algo que se pueda analizar en abstracto. En realidad, “la juventud” no existe, existen los jóvenes con sus vidas concretas. En el mundo actual, lleno de progresos, muchas de esas vidas están expuestas al sufrimiento y a la manipulación.

Jóvenes de un mundo en crisis

72. Los padres sinodales evidenciaron con dolor que «muchos jóvenes viven en contextos de guerra y padecen la violencia en una innumerable variedad de formas: secuestros, extorsiones, crimen organizado, trata de seres humanos, esclavitud y explotación sexual, estupros de guerra, etc. 

A otros jóvenes, a causa de su fe, les cuesta encontrar un lugar en sus sociedades y son víctimas de diversos tipos de persecuciones, e incluso la muerte. Son muchos los jóvenes que, por constricción o falta de alternativas, viven perpetrando delitos y violencias: niños soldados, bandas armadas y criminales, tráfico de droga, terrorismo, etc. Esta violencia trunca muchas vidas jóvenes. Abusos y adicciones, así como violencia y comportamientos negativos son algunas de las razones que llevan a los jóvenes a la cárcel, con una especial incidencia en algunos grupos étnicos y sociales»[29].

73. Muchos jóvenes son ideologizados, utilizados y aprovechados como carne de cañón o como fuerza de choque para destruir, amedrentar o ridiculizar a otros. Y lo peor es que muchos son convertidos en seres individualistas, enemigos y desconfiados de todos, que así se vuelven presa fácil de ofertas deshumanizantes y de los planes destructivos que elaboran grupos políticos o poderes económicos.

74. Todavía son «más numerosos en el mundo los jóvenes que padecen formas de marginación y exclusión social por razones religiosas, étnicas o económicas. Recordamos la difícil situación de adolescentes y jóvenes que quedan embarazadas y la plaga del aborto, así como la difusión del VIH, las varias formas de adicción (drogas, juegos de azar, pornografía, etc.) y la situación de los niños y jóvenes de la calle, que no tienen casa ni familia ni recursos económicos»[30]. Cuando además son mujeres, estas situaciones de marginación se vuelven doblemente dolorosas y difíciles.

75. No seamos una Iglesia que no llora frente a estos dramas de sus hijos jóvenes. Nunca nos acostumbremos, porque quien no sabe llorar no es madre. Nosotros queremos llorar para que la sociedad también sea más madre, para que en vez de matar aprenda a parir, para que sea promesa de vida. 

Lloramos cuando recordamos a los jóvenes que ya han muerto por la miseria y la violencia, y le pedimos a la sociedad que aprenda a ser madre solidaria. Ese dolor no se va, camina con nosotros, porque la realidad no se puede esconder. Lo peor que podemos hacer es aplicar la receta del espíritu mundano que consiste en anestesiar a los jóvenes con otras noticias, con otras distracciones, con banalidades.

76. Quizás «aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar. Ciertas realidades de la vida solamente se ven con los ojos limpios por las lágrimas. Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo? ¿O mi llanto es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más?»[31]

Intenta aprender a llorar por los jóvenes que están peor que tú. La misericordia y la compasión también se expresan llorando. Si no te sale, ruega al Señor que te conceda derramar lágrimas por el sufrimiento de otros. Cuando sepas llorar, entonces sí serás capaz de hacer algo de corazón por los demás.

77. A veces el dolor de algunos jóvenes es muy lacerante; es un dolor que no se puede expresar con palabras; es un dolor que nos abofetea. Esos jóvenes sólo pueden decirle a Dios que sufren mucho, que les cuesta demasiado seguir adelante, que ya no creen en nadie. Pero en ese lamento desgarrador se hacen presentes las palabras de Jesús: «Felices los afligidos, porque serán consolados» (Mt 5,4). Hay jóvenes que pudieron abrirse camino en la vida porque les llegó esa promesa divina. Ojalá siempre haya cerca de un joven sufriente una comunidad cristiana que pueda hacer resonar esas palabras con gestos, abrazos y ayudas concretas.

78. Es verdad que los poderosos prestan algunas ayudas, pero frecuentemente a un alto costo. En muchos países pobres las ayudas económicas de algunos países más ricos o de algunos organismos internacionales suelen estar vinculadas a la aceptación de propuestas occidentales con respecto a la sexualidad, al matrimonio, a la vida o a la justicia social. Esta colonización ideológica daña en especial a los jóvenes. Al mismo tiempo, vemos cómo cierta publicidad enseña a las personas a estar siempre insatisfechas y contribuye a la cultura del descarte, donde los mismos jóvenes terminan convertidos en material descartable.

79. La cultura actual presenta un modelo de persona muy asociado a la imagen de lo joven. Se siente bello quien aparenta juventud, quien realiza tratamientos para hacer desaparecer las huellas del tiempo. Los cuerpos jóvenes son constantemente usados en la publicidad, para vender. El modelo de belleza es un modelo juvenil, pero estemos atentos, porque esto no es un elogio para los jóvenes. Sólo significa que los adultos quieren robar la juventud para ellos, no que respeten, amen y cuiden a los jóvenes.

80. Algunos jóvenes «sienten las tradiciones familiares como oprimentes y huyen de ellas impulsados por una cultura globalizada que a veces los deja sin puntos de referencia. En otras partes del mundo, en cambio, entre jóvenes y adultos no se da un verdadero conflicto generacional, sino una extrañeza mutua. 

A veces los adultos no tratan de transmitir los valores fundamentales de la existencia o no lo logran, o bien asumen estilos juveniles, invirtiendo la relación entre generaciones. De este modo, se corre el riesgo de que la relación entre jóvenes y adultos permanezca en el plano afectivo, sin tocar la dimensión educativa y cultural»[32]. ¡Cuánto daño hace esto a los jóvenes, aunque algunos no lo adviertan! Los mismos jóvenes nos han hecho notar que esto dificulta enormemente la transmisión de la fe «en algunos países donde no hay libertad de expresión, y donde se les impide participar en la Iglesia»[33].

Notas a pie de página:


[26] Ibíd., 10.
[27] Ibíd., 11.
[28] Ibíd., 12.
[29] Ibíd., 41.
[30] Ibíd., 42.
[31] Discurso a los jóvenes en Manila (18 enero 2015): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (23 enero 2015), p. 12.
[32] DF 34.