lunes, 8 de enero de 2024

TEMA 287. TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN. SEGUNDA PARTE (2). EL CULTO DE MARIA EN LA IGLESIA. PUNTOS 78-89

 

FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DEL CULTO A MARÍA (2)

 DEBEMOS REVESTIRNOS DEL HOMBRE NUEVO, JESUCRISTO (78-82)

LA ACCIÓN MATERNAL DE MARÍA FACILITA EL ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO (83-86)

LLEVAMOS EL TESORO DE LA GRACIA EN VASIJAS DE ARCILLA (87-89)

 

 3. DEBEMOS REVESTIRNOS DEL HOMBRE NUEVO, JESUCRISTO

 78 Tercera verdad. Nuestras mejores acciones quedan, de ordinario, manchadas e infectadas a causa de las malas inclinaciones que hay en nosotros.

 Cuando se vierte agua limpia y clara en una vasija que huele mal, o vino en una garrafa maleada por otro vino, el agua clara y el buen vino se dañan y toman fácilmente el mal olor. Del mismo modo, cuando Dios vierte en nuestra alma, infectada por el pecado original y actual, sus gracias y rocíos celestiales o el vino delicioso de su amor, sus bienes se deterioran y dañan ordinariamente a causa de la levadura de malas inclinaciones que el pecado ha dejado en nosotros. Y nuestras acciones, aun las inspiradas por las virtudes más sublimes, se resienten de ello (63) .

 Es, por tanto, de suma importancia para alcanzar la perfección –que sólo se adquiere por la unión con Jesucristo (64) – liberarnos de lo malo que hay en nosotros. De lo contrario, Nuestro Señor, que es infinitamente santo y detesta la menor mancha en el alma, nos rechazará de su presencia y no se unirá a nosotros.

 

79 Para vaciarnos de nosotros mismos (65) , debemos, en primer lugar, conocer bien, con la luz del Espíritu Santo, nuestras malas inclinaciones, nuestra incapacidad para todo bien concerniente a la salvación, nuestra debilidad en todo, nuestra continua inconstancia, nuestra indignidad para toda gracia y nuestra iniquidad en todo lugar.

 El pecado de nuestro primer padre nos perjudicó a todos casi totalmente; nos dejó agriados, engreídos e infectados como la levadura agria, levanta e infecta toda la masa en que se la pone. Nuestros pecados actuales, mortales o veniales, aunque estén perdonados, han acrecentado la concupiscencia, debilidad, inconstancia y corrupción naturales y dejado huellas de maldad en nosotros.

 Nuestros cuerpos se hallan tan corrompidos que el Espíritu Santo los llama cuerpos de pecado (Rom 6,6), concebidos en pecado (Sal 51 [50],7), alimentados en el pecado y capaces de todo pecado. Cuerpos sujetos a mil enfermedades, que de día en día se corrompen y no engendran sino corrupción.

 Nuestra alma, unida al cuerpo, se ha hecho tan carnal, que la Biblia la llama carne: Toda carne se había corrompido en su proceder (Gén 6,12) (66) . Tenemos por única herencia el orgullo y la ceguera en el espíritu, el endurecimiento en el corazón, la debilidad y la inconstancia en el alma, la concupiscencia, las pasiones rebeldes y las enfermedades en el cuerpo. Somos, por naturaleza, más soberbios que los pavos reales, más apegados a la tierra que los sapos, más viles que los cerdos, más coléricos que los tigres, más perezosos que las tortugas, más débiles que las cañas y más inconstantes que las veletas.

 En el fondo no tenemos sino la nada y el pecado, y sólo merecemos la ira divina y la condenación eterna (67) .

 

80 Siendo ello así, ¿por qué maravillarnos de que Nuestro Señor haya dicho que quien quiera seguirle debe renunciarse a sí mismo y odiar su propia vida? (Mt 16,24; Mc 8,34-35) ¿Y que el que ama su alma la perderá y quien la odia la salvará? (Jn 12,25). Esta infinita Sabiduría –que no da prescripciones sin motivo– no nos ordena el odio a nosotros mismos sino porque somos extremadamente dignos de odio; nada tan digno de amor como Dios, nada tan digno de odio como nosotros mismos.

 

81 En segundo lugar, para vaciarnos de nosotros mismos debemos morir todos los días a nuestro egoísmo, es decir, renunciar a las operaciones de las potencias del alma y de los sentidos, ver como si no viéramos, oír como si no oyéramos, servirnos de las cosas de este mundo como si no nos sirviéramos de ellas (ver 1Cor 7,30-31). Es lo que San Pablo llama morir cada día (1Cor 15,31). Si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda infecundo (Jn 12,24), se vuelve tierra y no produce buen fruto. Si no morimos a nosotros mismos y si nuestras devociones más santas no nos llevan a esta muerte necesaria y fecunda, no produciremos fruto que valga la pena y nuestras devociones serán inútiles; todas nuestras obras de virtud quedarán manchadas por el egoísmo y la voluntad propia; Dios rechazará los mayores sacrificios y las mejores acciones que ejecutemos; a la hora de la muerte, nos encontraremos con las manos vacías de virtudes y méritos y no tendremos ni una chispa de ese amor puro que sólo se comunica a quienes han muerto a sí mismos, y cuya vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3,3).

 

82 En tercer lugar, debemos escoger entre las devociones a la Santísima Virgen la que nos lleva más perfectamente a dicha muerte al egoísmo, por ser la mejor y más santificadora. Porque no hay que creer que es oro todo lo que brilla, ni miel todo lo dulce, ni el camino más fácil y lo que practica la mayoría es lo más eficaz para la salvación. Así como hay secretos naturales para hacer en poco tiempo, con pocos gastos y gran facilidad ciertas operaciones naturales, también hay secretos en el orden de la gracia para realizar en poco tiempo, con dulzura y facilidad, operaciones sobrenaturales: liberarte del egoísmo, llenarte de Dios y hacerte perfecto. La práctica que quiero descubrirte es uno de esos secretos de la gracia ignorado por gran número de cristianos, conocido de pocos devotos, practicado y saboreado por un número aún menor. Expongamos la cuarta verdad –consecuencia de la tercera– antes de abordar dicha práctica (68) .

 

4. LA ACCIÓN MATERNAL DE MARÍA FACILITA EL ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO

 83 Cuarta verdad. Es más perfecto, porque es más humilde, no acercarnos a Dios por nosotros mismos, sino acudir a un mediador. Estando tan corrompida nuestra naturaleza -como acabo de demostrar-, si nos apoyamos en nuestros propios esfuerzos, habilidad y preparación para llegar hasta Dios y agradarle, ciertamente nuestras obras de justificación quedarán manchadas o pesarán muy poco delante de Dios para comprometerlo a unirse a nosotros y escucharnos. Porque no sin razón nos ha dado Dios mediadores (69) ante sí mismo. Vio nuestra indignidad e incapacidad, se apiadó de nosotros, y, para darnos acceso a sus misericordias, nos proveyó de poderosos mediadores ante su grandeza.

Por tanto, despreocuparte de tales mediadores y acercarte directamente a la santidad divina sin recomendación alguna es faltar a la humildad y al respecto debido a un Dios tan excelso y santo, es hacer menos caso de ese Rey de reyes del que harías de un soberano o príncipe de la tierra, a quien no te acercarías sin un amigo que hable por ti (70) .

 

84 Jesucristo es nuestro abogado y mediador de redención ante el Padre. Por Él debemos orar junto con la Iglesia triunfante y militante. Por Él tenemos acceso ante la Majestad divina, y sólo apoyados en Él y revestidos de sus méritos debemos presentarnos ante el Padre, así como el humilde Jacob compareció ante su padre Isaac, para recibir la bendición, cubierto con pieles de cabrito.

 

85 Pero ¿no necesitamos, acaso, un mediador ante el mismo Mediador? ¿Bastará nuestra pureza para unirnos a Él directamente y por nosotros mismos? ¿No es Él, acaso, Dios igual en todo a su Padre, y, por consiguiente, el Santo de los santos, tan digno de respeto como su Padre? Si por amor infinito se hizo nuestro fiador y mediador ante el Padre para aplacarlo y pagarle nuestra deuda, ¿será esto razón para que tengamos menos respeto para con su majestad y santidad?

 Digamos, pues, abiertamente, con San Bernardo, que necesitamos un mediador ante el Mediador mismo y que la excelsa María es la más capaz de cumplir este oficio caritativo. Por Ella vino Jesucristo a nosotros, y por Ella debemos nosotros ir a Él.

 Si tememos ir directamente a Jesucristo-Dios a causa de su infinita grandeza y de nuestra pequeñez o pecados, imploremos con filial osadía la ayuda e intercesión de María, nuestra Madre. Ella es tierna y bondadosa. En Ella no hay nada austero o repulsivo ni excesivamente sublime o deslumbrante. Al verla, vemos nuestra propia naturaleza. No es el sol, que con la viveza de sus rayos podría deslumbrarnos a causa de nuestra debilidad. Es hermosa y apacible como la luna (Cant 6,10), que recibe la luz del sol para acomodarla a la debilidad de nuestra vista.

 María es tan caritativa que no rechaza ninguno de los que imploran su intercesión, por más pecador que sea, pues -como dicen los santos- jamás se ha oído decir que alguien haya acudido confiada y perseverantemente a Ella y haya sido rechazado. Ella es tan poderosa que sus peticiones jamás han sido desoídas. Bástale presentarse ante su Hijo con alguna súplica para que Él la acepte y reciba y se deje siempre vencer amorosamente por los pechos, las entrañas y las súplicas de su Madre queridísima.

 

86 Esta es doctrina sacada de los escritos de San Bernardo y San Buenaventura. Según ellos, para llegar a Dios tenemos que subir tres escalones: el primero, más cercano y adaptado a nuestras posibilidades, es María (71) ; el segundo es Jesucristo y el tercero es Dios Padre. Para llegar a Jesucristo hay que ir a María, nuestra Mediadora de intercesión. Para llegar al Padre hay que ir al Hijo, nuestro Mediador de redención (72) . Este es precisamente el orden que se observa en la forma de devoción de la que hablaré más adelante

 

5. LLEVAMOS EL TESORO DE LA GRACIA EN VASIJAS DE ARCILLA

 

87 Quinta verdad. Es muy difícil, dada nuestra pequeñez y fragilidad, conservar las gracias y tesoros de Dios, porque:

 1. Llevamos este tesoro, más valioso que el cielo y la tierra, en vasijas de arcilla (2Cor 4,7), en un cuerpo corruptible, en un alma débil e inconstante que por nada se turba y abate.

 

88 2. Los demonios, ladrones muy astutos, quieren sorprendernos de improviso para robarnos y desvalijarnos. Espían día y noche el momento favorable para ello. Nos rodean incesantemente para devorarnos (ver 1Pe 5,8) y arrebatarnos en un momento –por un solo pecado– todas las gracias y méritos logrados en muchos años. Su malicia, su pericia, su astucia y número deben hacernos temer infinitamente esta desgracia, ya que personas más llenas de gracia, más ricas en virtudes, más experimentadas y elevadas en santidad que nosotros han sido sorprendidas, robadas y saqueadas lastimosamente. ¡Ah! ¡Cuántos cedros del Líbano y estrellas del firmamento cayeron miserablemente y perdieron en poco tiempo su elevación y claridad!

 Y ¿cuál es la causa? No fue falta de gracia. Que Dios a nadie la niega. Sino ¡falta de humildad! Se consideraron capaces de conservar sus tesoros. Se fiaron de sí mismos y se apoyaron en sus propias fuerzas. Creyeron bastante segura su casa y suficientemente fuertes sus cofres para guardar el precioso tesoro de la gracia, y por este apoyo imperceptible en sí mismos –aunque les parecía que se apoyaban solamente en la gracia de Dios–, el Señor, que es la justicia misma, abandonándolos a sí mismos, permitió que fueran saqueados.

 ¡Ay! Si hubieran conocido la devoción admirable que a continuación voy a exponer, habrían confiado su tesoro a una Virgen fiel y poderosa, y Ella lo habría guardado como si fuera propio, y hasta se habría comprometido a ello en justicia.

 

89 3. Es difícil perseverar en gracia, a causa de la increíble corrupción del mundo. Corrupción tal que es prácticamente imposible que los corazones no se manchen, si no con su lodo, al menos con su polvo (73) . Hasta el punto de que es una especie de milagro el que una persona se conserve en medio de este torrente impetuoso sin ser arrastrado por él, en medio de este mar tempestuoso sin anegarse o ser saqueada por los piratas y corsarios, en medio de esta atmósfera viciada sin contagiarse.

Sólo la Virgen fiel, contra quien nada pudo la serpiente, hace este milagro en favor de aquellos que la sirven lo mejor que pueden.

 

Notas a pie de página:

 63 Ver VD 146.173.213.228; AC 47.

64 VD 120

65 El programa implica seguir a Cristo, con su cruz hasta el anonadamiento; ver Flp 2,7; Mt 7,24.

66 Carne designa frecuentemente en la Biblia al ser humano, en cuanto limitado, débil, imperfecto...

63 Ver VD 146.173.213.228; AC 47.

64 VD 120

65 El programa implica seguir a Cristo, con su cruz hasta el anonadamiento; ver Flp 2,7; Mt 7,24.

66 Carne designa frecuentemente en la Biblia al ser humano, en cuanto limitado, débil, imperfecto...

67 No obstante el Bautismo (Rom 6,4ss) y que constituye una nueva creatura (2Cor 5,17) es claro que “los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio que hunde sus raíces en el corazón humano” (GS 10).

68 Ver SM 44.

69 “La única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las creaturas diversa cooperación participada de la única fuente” (LG 62).

70 Leer VD 83-86 a la luz de LG 60 y 62.

71 María “ocupa en la santa Iglesia el lugar más alto después de Cristo y el más cercano a nosotros” (LG 54; ver MC 28). María es de nuestra raza y de nuestra historia; como madre a quien Cristo nos ha encomendado, busca que cada día seamos más semejantes al Hermano mayor.

72 Según Ef 2,18, por Cristo llegamos hasta el Padre, en un mismo Espíritu; ahora bien, María y el Espíritu luchan por la misma causa: Ella es la fidelísima cooperadora del Espíritu Santo (ver MC 25.27).

73 SAN LEÓN MAGNO