martes, 4 de febrero de 2020

TEMA 209. CRISTO VIVE. CAPITULO V. CAMINOS DE JUVENTUD (1)


Caminos de juventud

134. ¿Cómo se vive la juventud cuando nos dejamos iluminar y transformar por el gran anuncio del Evangelio? Es importante hacerse esta pregunta, porque la juventud, más que un orgullo, es un regalo de Dios: «Ser joven es una gracia, una fortuna»[71]. Es un don que podemos malgastar inútilmente, o bien podemos recibirlo agradecidos y vivirlo con plenitud.

135. Dios es el autor de la juventud y Él obra en cada joven. La juventud es un tiempo bendito para el joven y una bendición para la Iglesia y el mundo. Es una alegría, un canto de esperanza y una bienaventuranza. Apreciar la juventud implica ver este tiempo de la vida como un momento valioso y no como una etapa de paso donde la gente joven se siente empujada hacia la edad adulta.

Tiempo de sueños y de elecciones

136. En la época de Jesús la salida de la niñez era un paso sumamente esperado en la vida, que se celebraba y se disfrutaba mucho. De ahí que Jesús, cuando devolvió la vida a una «niña» (Mc 5,39), le hizo dar un paso más, la promovió y la convirtió en «muchacha» (Mc 5,41). Al decirle «¡muchacha levántate!» (talitá kum) al mismo tiempo la hizo más responsable de su vida abriéndole las puertas a la juventud.

137. «La juventud, fase del desarrollo de la personalidad, está marcada por sueños que van tomando cuerpo, por relaciones que adquieren cada vez más consistencia y equilibrio, por intentos y experimentaciones, por elecciones que construyen gradualmente un proyecto de vida. En este período de la vida, los jóvenes están llamados a proyectarse hacia adelante sin cortar con sus raíces, a construir autonomía, pero no en solitario»[72].

138. El amor de Dios y nuestra relación con Cristo vivo no nos privan de soñar, no nos exigen que achiquemos nuestros horizontes. Al contrario, ese amor nos promueve, nos estimula, nos lanza hacia una vida mejor y más bella. 

La palabra “inquietud” resume muchas de las búsquedas de los corazones de los jóvenes. Como decía san Pablo VI, «precisamente en las insatisfacciones que los atormentan […] hay un elemento de luz»[73]. La inquietud insatisfecha, junto con el asombro por lo nuevo que se presenta en el horizonte, abre paso a la osadía que los mueve a asumirse a sí mismos, a volverse responsables de una misión. 

Esta sana inquietud que se despierta especialmente en la juventud sigue siendo la característica de cualquier corazón que se mantiene joven, disponible, abierto. La verdadera paz interior convive con esa insatisfacción profunda. San Agustín decía: «Señor, nos creaste para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti»[74].

139. Tiempo atrás un amigo me preguntó qué veo yo cuando pienso en un joven. Mi respuesta fue que «veo un chico o una chica que busca su propio camino, que quiere volar con los pies, que se asoma al mundo y mira el horizonte con ojos llenos de esperanza, llenos de futuro y también de ilusiones. 

El joven camina con dos pies como los adultos, pero a diferencia de los adultos, que los tienen paralelos, pone uno delante del otro, dispuesto a irse, a partir. Siempre mirando hacia adelante. Hablar de jóvenes significa hablar de promesas, y significa hablar de alegría. Los jóvenes tienen tanta fuerza, son capaces de mirar con tanta esperanza. Un joven es una promesa de vida que lleva incorporado un cierto grado de tenacidad; tiene la suficiente locura para poderse autoengañar y la suficiente capacidad para poder curarse de la desilusión que pueda derivar de ello»[75].

140. Algunos jóvenes quizás rechazan esta etapa de la vida, porque quisieran seguir siendo niños, o desean «una prolongación indefinida de la adolescencia y el aplazamiento de las decisiones; el miedo a lo definitivo genera así una especie de parálisis en la toma de decisiones. 

La juventud, sin embargo, no puede ser un tiempo en suspenso: es la edad de las decisiones y precisamente en esto consiste su atractivo y su mayor cometido. Los jóvenes toman decisiones en el ámbito profesional, social, político, y otras más radicales que darán una configuración determinante a su existencia»[76]

También toman decisiones en lo que tiene que ver con el amor, en la elección de la pareja y en la opción de tener los primeros hijos. Profundizaremos estos temas en los últimos capítulos, referidos a la vocación de cada uno y a su discernimiento.

141. Pero en contra de los sueños que movilizan decisiones, siempre «existe la amenaza del lamento, de la resignación. Esto lo dejamos para aquellos que siguen a la “diosa lamentación” […]. Es un engaño: te hace tomar la senda equivocada. Cuando todo parece paralizado y estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los malestares sociales no encuentran las debidas respuestas, no es bueno darse por vencido. 

El camino es Jesús: hacerle subir a nuestra barca y remar mar adentro con Él. ¡Él es el Señor! Él cambia la perspectiva de la vida. La fe en Jesús conduce a una esperanza que va más allá, a una certeza fundada no sólo en nuestras cualidades y habilidades, sino en la Palabra de Dios, en la invitación que viene de Él. Sin hacer demasiados cálculos humanos ni preocuparse por verificar si la realidad que los rodea coincide con sus seguridades. Remen mar adentro, salgan de ustedes mismos»[77].

142. Hay que perseverar en el camino de los sueños. Para ello hay que estar atentos a una tentación que suele jugarnos una mala pasada: la ansiedad. Puede ser una gran enemiga cuando nos lleva a bajar los brazos porque descubrimos que los resultados no son instantáneos. Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y empeño, renunciando a las prisas. 

Al mismo tiempo, no hay que detenerse por inseguridad, no hay que tener miedo de apostar y de cometer errores. Sí hay que tener miedo a vivir paralizados, como muertos en vida, convertidos en seres que no viven porque no quieren arriesgar, porque no perseveran en sus empeños o porque tienen temor a equivocarse. Aún si te equivocas siempre podrás levantar la cabeza y volver a empezar, porque nadie tiene derecho a robarte la esperanza.

143. Jóvenes, no renuncien a lo mejor de su juventud, no observen la vida desde un balcón. No confundan la felicidad con un diván ni vivan toda su vida detrás de una pantalla. Tampoco se conviertan en el triste espectáculo de un vehículo abandonado. No sean autos estacionados, mejor dejen brotar los sueños y tomen decisiones. Arriesguen, aunque se equivoquen. 

No sobrevivan con el alma anestesiada ni miren el mundo como si fueran turistas. ¡Hagan lío! Echen fuera los miedos que los paralizan, para que no se conviertan en jóvenes momificados. ¡Vivan! ¡Entréguense a lo mejor de la vida! ¡Abran la puerta de la jaula y salgan a volar! Por favor, no se jubilen antes de tiempo.

Las ganas de vivir y de experimentar

144. Esta proyección hacia el futuro que se sueña, no significa que los jóvenes estén completamente lanzados hacia adelante, porque al mismo tiempo hay en ellos un fuerte deseo de vivir el presente, de aprovechar al máximo las posibilidades que esta vida les regala. ¡Este mundo está repleto de belleza! ¿Cómo despreciar los regalos de Dios?

145. Contrariamente a lo que muchos piensan, el Señor no quiere debilitar estas ganas de vivir. Es sano recordar lo que enseñaba un sabio del Antiguo Testamento: «Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […]. No te prives de pasar un buen día» (Si 14,11.14). 

El verdadero Dios, el que te ama, te quiere feliz. Por eso en la Biblia encontramos también este consejo dirigido a los jóvenes: «Disfruta, joven, en tu juventud, pásalo bien en tus años jóvenes […]. Aparta el mal humor de tu pecho” (Qo 11,9-10). Porque es Dios quien «nos provee espléndidamente de todo para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17).

146. ¿Cómo podrá ser agradecido con Dios alguien que no es capaz de disfrutar de sus pequeños regalos de cada día, alguien que no sabe detenerse ante las cosas simples y agradables que encuentra a cada paso? Porque «nadie es peor del que se tortura a sí mismo» (Si 14,6). No se trata de ser un insaciable que siempre está obsesionado por más y más placeres. Al contrario, porque eso te impedirá vivir el presente. La cuestión es saber abrir los ojos y detenerte para vivir plenamente y con gratitud cada pequeño don de la vida.

147. Está claro que la Palabra de Dios te invita a vivir el presente, no sólo a preparar el mañana: «No se preocupen por el mañana; el mañana se preocupará de sí mismo; a cada día le basta con lo suyo» (Mt 6,34). Pero esto no se refiere a lanzarnos a un desenfreno irresponsable que nos deja vacíos y siempre insatisfechos, sino a vivir el presente a lo grande, utilizando las energías para cosas buenas, cultivando la fraternidad, siguiendo a Jesús y valorando cada pequeña alegría de la vida como un regalo del amor de Dios.

148. En este sentido, quiero recordar que el cardenal Francisco Javier Nguyên Van Thuân, cuando lo encerraron en un campo de concentración, no quiso que sus días consistieran sólo en esperar y esperar un futuro. Su opción fue «vivir el momento presente colmándolo de amor»; y el modo como lo practicaba era: «Aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria»[78]

Mientras luchas para dar forma a tus sueños, vive plenamente el hoy, entrégalo todo y llena de amor cada momento. Porque es verdad que este día de tu juventud puede ser el último, y entonces vale la pena vivirlo con todas las ganas y con toda la profundidad posible.

149. Esto incluye también los momentos duros, que deben ser vividos a fondo para llegar a aprender su mensaje. Como enseñan los Obispos suizos: «Él está allí donde nosotros pensábamos que nos había abandonado y que ya no había salvación alguna. Es una paradoja, pero el sufrimiento, las tinieblas, se convirtieron, para muchos cristianos [...] en lugares de encuentro con Dios»[79]

Además, el deseo de vivir y de experimentar se refiere en especial a muchos jóvenes en condición de discapacidad física, mental y sensorial. Incluso si no siempre pueden hacer las mismas experiencias que sus compañeros, tienen recursos sorprendentes e inimaginables que a veces superan a los comunes. El Señor Jesús los llena con otros dones, que la comunidad está llamada a valorar, para que puedan descubrir su plan de amor para cada uno de ellos.

Notas a pie de página:

[71] S. Pablo VI, Alocución para la beatificación de Nunzio Sulprizio (1 diciembre 1963): AAS 56 (1964), 28.


[72] DF 65.

[73] Homilía en la Santa Misa con los jóvenes en Sídney (2 diciembre 1970): AAS 63 (1971), 64.

[74] Confesiones, I, 1, 1: PL 32, 661.

[75] Dios es joven. Una conversación con Thomas Leoncini, ed. Planeta, Barcelona 2018, 16-17.

[76] DF 68.

[77] Encuentro con los jóvenes en Cagliari (22 septiembre 2013): AAS 105 (2013), 904-905.

[78] Cinco panes y dos peces: un gozoso testimonio de fe desde el sufrimiento en la cárcel, México 1999, 21.

[79] Conferencia Episcopal Suiza, Prendre le temps: pour toi, pour moi, pour nous (2 febrero 2018).